Afrontar y combatir las desigualdades

75 años del Hogar de Cristo, bajo la luz de las Preferencias Apostólicas Universales.

Por José Francisco Yuraszeck Krebs, SJ para la publicación “Jesuitas 2021 – La Compañía de Jesús en el mundo”

Cuando, en 1944, Alberto Hurtado creó el Hogar de Cristo, el principal dolor que quiso aliviar fue el de las personas que vivían en las calles. Además, por cierto, de la indiferencia. En una carta escrita en su lecho de muerte, en agosto de 1951, señalaba: «A medida que aparezcan las necesidades y dolores de los pobres, que el Hogar de Cristo, que es el conjunto anónimo de chilenos de corazón generoso, busque como ayudarlos como se ayudaría al Maestro». 75 años después, podemos afirmar que este mandato del fundador sigue más vigente que nunca: con presencia en todo el territorio nacional, abarcamos ocho líneas de acción, correspondientes a diversos ámbitos de dolor y la exclusión social.

Precisamente el día que celebrábamos este aniversario en Santiago, la capital de Chile, el viernes 18 de octubre de 2019, comenzó un estallido social de grandes proporciones. Señalado como un ejemplo en el concierto latinoamericano, parecían no bastar la estabilidad macroeconómica ni las buenas cifras de las últimas décadas en materia de reducción de la pobreza, aumento sustantivo de la esperanza de vida y mejoramiento considerable del bienestar subjetivo. La persistente desigualdad en diversos ámbitos de la vida cotidiana y el sobreendeudamiento, entre otras infinitas y sutiles cosas, llevaron a que un leve aumento en el pasaje del tren subterráneo de Santiago encendiera la mecha que se extendió como reguero de pólvora a todo el país. En este contexto, que aún nos tiene algo perplejos, hago esta breve reseña del quehacer del Hogar de Cristo en su 75 aniversario.

Desde hace un tiempo hemos comprendido la pobreza como la más grande vulneración de los derechos humanos. Esto nos ha llevado a profundizar en las diversas líneas de atención social directa que nos movilizan: personas en situación de calle (PSC), con discapacidad mental, adultos mayores, quienes sufren el consumo problemático de alcohol y otras drogas, jóvenes expulsados del sistema escolar, personas desempleadas, entre otras. Hablamos de promover trayectorias de inclusión con perspectiva de egreso: que quienes participan en nuestros programas puedan, al concluir su paso entre nosotros, desplegar sus capacidades, ponerse de pie por sí mismos. El año 2019 atendimos a más de 32.000 personas. En el último tiempo ha aumentado la población migrante que asistimos, sobre todo haitianos y venezolanos: tanto en nuestras hospederías y programas para PSC, como en nuestros 38 jardines infantiles y salas cunas, los migrantes desde otros países latinoamericanos han ido cambiando el rostro de nuestros acogidos.

Junto con la atención directa, en modalidades residenciales y ambulatorias, nos proponemos incidir en la cultura y en las políticas públicas. Hemos desarrollado diversas iniciativas piloto, tanto en residencias para niños y adolescentes como en escuelas de reingreso, también en el trabajo con personas en situación de calle, buscando innovar, crear conocimiento y ayudar a transformar las prácticas habituales que, en contextos que cambian, no siempre son las más adecuadas. Somos interlocutores y colaboradores de las instituciones del Estado y de muchas otras organizaciones de la sociedad civil: aprendemos también de ellas.

Bajo la doble misión de acoger y convocar, comprendemos el voluntariado como un instrumento de transformación de las personas para modificar las estructuras de la sociedad, provocando encuentros que cambien vidas. Aunque contamos con voluntarios de todas las edades, un foco importante está puesto en la invitación a escuelas, colegios y centros de formación superior: no solo involucrándolos en nuestros propios programas, sino también ofreciendo espacios formativos dentro de las salas de clase. Convocamos también al pedir apoyo a personas y empresas para que se asocien con nosotros y sostengan nuestro quehacer. Tenemos más de 300.000 socios, que con sus aportes financian cerca del 50% de nuestro trabajo.

Dos organizaciones relacionadas son la Funeraria Hogar de Cristo y el Fondo Esperanza. La Funeraria presta servicios gratuitos a acogidos y con los servicios de pago sostiene parte de los programas sociales del Hogar. El Fondo Esperanza es la organización de microfinanzas más grande de Chile: tiene 120.000 socios, la mayoría mujeres, que participan en bancos comunitarios, fomentando el emprendimiento para poder sostener a sus familias.

Me alegra constatar que mucho de lo que hemos estado haciendo en el Hogar de Cristo, se encuentra en buena sintonía con las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús. Algunos desafíos particulares que tenemos en adelante son: desde la constatación de la crisis socioambiental y de que los más pobres son los más afectados por ella, queremos contribuir a la reconstrucción del tejido social en territorios y comunidades; también nos desafía promover en todos nuestros programas buenas prácticas medioambientales; una tarea permanente es adecuar nuestra oferta de servicios a las nuevas necesidades de los pobres; en el contexto de una profunda crisis eclesial, nos urge renovar la vivencia de la espiritualidad que nos legara san Alberto Hurtado, que siguiendo al maestro Ignacio nos señalaría que el amor hay que ponerlo más en obras que en palabras. ¿Qué haría Cristo en nuestro lugar?

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