Agradecimiento de Emmanuel Sicre SJ en su Ordenación Sacerdotal
Queridos todos aquí presentes:
Llego a este momento de mi vida realmente agradecido. No siento que pueda merecer nada de lo que me está pasando. Todo esto es muy grande, como el amor gratuito de Dios!
En primer lugar, deseo agradecerle a Jesucristo por haberme llamado a trabajar con Él y por darme la ayuda para decirle que sí más allá de mis agachadas y desconfianzas. Cada vez me doy más cuenta que sin Él no tengo nada que hacer aquí. Todo se lo debo a Él.
Agradezco las palabras y la imposición de manos de Mons. Dante Braida que me ha recibido en el orden del presbiterado para toda la Iglesia. Y también a Mons. Carlos Franzini a quien tuve la oportunidad de ver hace poco en Buenos Aires, y por quien me gustaría hacer también una oración especial por su salud.
Quiero agradecer a mi primera familia: a Mamá, a Papá y a mi hermana. Ellos fueron los que me dieron a Dios, a veces sin saberlo. En ellos me descubro hijo y hermano para el proyecto de la gran Familia de Dios. Recuerdo cuando empezó todo esto lo mucho que lloramos porque no entendíamos aquello a lo que Jesús nos invitaba. Hoy tampoco entendemos todo, pero caminamos de su mano, y soy testigo de que nos ha visitado con su consuelo y su paz en nuestras vidas. Con ellos también quiero agradecer a la gran familia de nonos, tíos, primos, sobrinos, padrinos, que me acompañan, en este proceso, aquí o desde la casa del Padre, cada uno desde su modo de vivir la fe. Gracias por estar siempre!
A la gente de la querida parroquia San Roque que me enseñó a compartir en comunidad la fe y la alegría. Tantos que me soportaron en la catequesis, o haciendo de pastorcito en el pesebre viviente, pero que también me animaron a seguir adelante. Con ustedes aprendí a comprender al Dios simple y sencillo que sostiene la fe de sus hijos en cada oración, en cada manifestación popular de cariño a Jesús y a María, en cada plegaria elevada por tantos enfermos, en cada compartir a la canasta, en cada fiesta diocesana.
A la Compañía de Jesús a quien le debo mi segundo nacimiento. Primero aquí en esta comunidad que hoy abre sus puertas para recibirnos y luego en los distintos lugares donde me ha tocado vivir durante estos 10 años y en los que el Señor me regaló amistades entrañables que siguen forjando mi vocación. Gracias a cada uno de mis compañeros, y hoy especialmente a la generosidad de Juan Berli SJ y los jesuitas que trabajan aquí apostólicamente y tanto bien le hacen a esta arquidiócesis de Mendoza.
En esta comunidad descubrí mi amor por la Compañía de Jesús, su modo peculiar de vivir la espiritualidad y su sentido apostólico y misionero. Aquí conocí a mi padrino diaconal Marcelo Larotonda y al sacerdotal Guille Blasón que me confirmó que había jóvenes todavía. Aquí crecí humana y espiritualmente al son de misiones a La Rioja y encuentros en el Chaco con el grupo misionero San Francisco Javier. Aquí crecí en cada tanda de EE en Agrelo, en cada acompañamiento, en cada jornada o convivencia de jóvenes, en cada boletín El Ignaciano, en cada anhelo de lucha por una sociedad más parecida al Reino que Jesús nos propone. Aquí crecí en la vocación sacerdotal que recibí una tarde de enero discerniendo durante seis años cuándo era el momento oportuno de decir sí. Desde aquí miro cómo Dios va tejiendo mi historia hoy en la comunidad del Colegio del Salvador en Buenos Aires donde con tanto gozo me toca servir.
Y por eso quise volver aquí a Mendoza para ser ordenado. Gracias Alejandro, mi provincial, por aceptarlo. Desde que pedí las órdenes estando en Colombia sentí que tenía que volver al origen de mi vocación. Y respirar el mismo aire donde brotó el deseo de entregarme mientras estudiaba Letras y trabajaba pastoralmente, ver las montañas, caminar por mi pueblo y la ciudad y hacerme eco del tiempo que nos va pasando a todos. Y dejar que resuenen esas palabras hondas de tantos de ustedes que están aquí sentados y de otros que ya partieron como el Padre Pato, el viejo Aguirre, mi tía Cristina carmelita descalza, Fray Héctor Muñoz, Agus Draque, Javier Osuna, entre otros muchos.
En estos días de retiro previos a la ordenación he vuelto a pasar por el corazón tantos lugares, tantos rostros, tantos momentos y no puedo más que pensar que Dios ha estado allí siempre esperándome y preparándome para decirme que me quiere a su servicio para que sea Buena Noticia para los que están solos, agrietados, perdidos, para los que sufren, para los empobrecidos, para los ignorantes, para los que no oyen ninguna música y perdieron la esperanza, para los que buscamos hacer de esta vida algo digno para todos.
Y en este viaje que hice de la mano del Espíritu me viene el deseo profundo de agradecer tanta diversidad aquí reunida. Es probable que muchos aquí no compartan la fe cristiana, o que sea su primera vez en una ordenación sacerdotal, o tengan sus entripados con la fe, o les cuesten los errores de la Iglesia, o se pelearon con algún cura o monja, o sientan que esto fue de otra etapa de la vida. Al mismo tiempo veo entre ustedes a muchos cristianos que se animan a vivir según lo que Jesús les inspira y aceptan la lucha espiritual que atravesamos todos en la vida con deseos de salir adelante. Déjenme compartirles una convicción que tengo guardada en el corazón: Dios está enamorado de nosotros e insiste en buscarnos.
A veces nos llama desde nuestras propias heridas, a veces desde nuestras pérdidas y desazones, a veces desde nuestro orgullo testarudo, o desde una enfermedad, y también desde los deseos más hondos, como sea, por favor, ábranle, dejen que entre allí donde menos lo esperamos y verán cómo todo cambia, cómo podrán perdonar las ofensas, encontrarse con lo distinto sin miedo, reconciliarse con el pasado, soportar con dignidad lo que toca y caminar aliviados por la vida ofreciendo paz y alegría a los que la necesitan. No se priven de esta experiencia de abrirle la puerta al Dios de Jesús, no tiene desperdicios.
Muchas gracias especiales a todos los que vinieron desde lejos, gracias por acompañarme en este momento. Les pido recen para que sea un sacerdote fecundo, despojado y libre, y que se animen también a corregirme porque uds. son un poco también los «culpables» de este cura que les habla.
Dios les sonría y María de Luján los acerque a su Hijo. Gracias.
Emmanuel Sicre SJ
Fuente: Blog Pequeñeces
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