Arturo Sosa SJ: una invitación a convertir las heridas en oportunidad para cambiar
Silvia Rozas FI entrevista al Superior General de los Jesuitas, Arturo Sosa SJ, en uno de los primeros actos del Año Ignaciano.
El P. Arturo Sosa SJ, advirtió sobre los riesgos de “volver a la normalidad”, durante una entrevista con la directora de Ecclesia, Silvia Rozas FI, con motivo de la semana de apertura del Año Ignaciano.
“El gran deseo de algunos es que vivamos el mundo ‘prepandémico’, que era peor que éste, pero no olvidemos que la pandemia no nació sola”, glosó el jesuita venezolano, quien denunció cómo “las injusticias de antes se siguen pagando. ¿Quiénes mueren porque no tienen acceso a la vacuna, al oxígeno, a los médicos? Los que estaban descartados desde antes”.
El 500 aniversario de la conversión de Ignacio de Loyola parte de una herida, “una herida inesperada”, tras la que “Ignacio no volvió a su vida anterior, asumió su herida como un cambio de ruta”. “Nosotros, como Compañía, como Iglesia, como Humanidad, ¿seremos capaces de asumir esta herida que está suponiendo -no sabemos cuándo se acabará- la pandemia, como una oportunidad de cambiar, o vamos a intentar consolidar lo que había?”.
¿Y qué había? Destrucción de medio ambiente, problemas en la política, la vida social, la democracia… “Una de las víctimas de la pandemia puede ser la democracia. Sería tristísimo que los avances que se han dado en el siglo XX se pierdan con la excusa de la pandemia”, advirtió.
Más que una palabra de moda
En cuanto a la sinodalidad, el General Jesuita deseó que “ojalá pase de ser una palabra de moda, a un compromiso de acción”. Y es que “la sinodalidad es la contribución eclesiológica más importante del Vaticano II, la Iglesia como pueblo de Dios en marcha”.
Un pueblo con distintas funciones, pero sin equivocarnos. “En la cena, el ministro es el que prepara la mesa, quien prepara las condiciones para que esa comunidad se alimente de Jesucristo y viva y predique el evangelio. No es el comandante de la parroquia”.
Y es que “el clericalismo va contra la sinodalidad, es la enfermedad del ministerio, el obstáculo y la enfermedad más grave de la sinodalidad”.
La clave de este proceso es “respetar la vocación de cada cual, aprovechar la diversidad de carismas”, explicó Sosa. “El pueblo no es todo cabeza, ni nariz, ni pies, pero sin cabeza, nariz o pies no hay cuerpo”.
La urgencia de creer, y escuchar, a las víctimas
Uno de los puntos más sensibles, y donde se juega la credibilidad de la Iglesia es el de los abusos a menores. En este punto, el general de los jesuitas insistió en la urgencia de “conocer, y reconocer lo que pasó”. “La principal lección que debemos sacar es que la mejor manera de proteger a las víctimas es escucharles, y creerles. Porque parte del dolor no sólo es el abuso, sino no creer en lo que decían”. Al tiempo, es preciso “no abandonar a los victimarios. Es uno de los desafíos, la reconciliación”.
“Como cristiano, y como religioso, no me puedo quedar contento con la justicia, con que se reconozca, se castigue, se pongan los medios para superar, o con que se repare a la víctima. Hay que ir más allá. El Evangelio que predicamos es un evangelio de misericordia, de perdón”, subrayó el religioso venezolano.
En cuanto a la crisis de la vida religiosa, Sosa negó la mayor. “Ni vivo, ni percibo, la vida religiosa en crisis. Si entendemos la crisis como momento de desafío bien importantes que hay que enfrentar, sí. Hay una vida religiosa muy fecunda, se ha hecho multicultural”.
En este sentido, clamó por el respeto a la libertad religiosa, y contar “para el presente y el futuro de la Iglesia, con personas que eligen ser cristianas, no porque nacieron en un país cristiano, o porque su clan lo es, sino porque han hecho un proceso y han decidido ser cristianos. Eso enriquece a la persona, y a la comunidad eclesial. Si el pueblo de Dios no está formado por personas que han hecho una elección, no hay pueblo. El pueblo se genera con una decisión”.
¿Con qué Compañía de Jesús sueña su general en los próximos diez años? “Sueño una compañía intercultural, más ágil, con una capacidad mayor de aprovechar las oportunidades. Para eso hace falta ser libre, personalmente y como cuerpo. Una compañía desapegada. Y tiene que ser una compañía de Jesús. Si Jesús no está en el centro de nuestras vidas, cambiemos el nombre”.
Fuente: www.religiondigital.org
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