Brasil: Muchas Comunidades y Pocos Sacerdotes
Frente al enorme territorio que queda sin recorrer y la cantidad de comunidades sin atender, aparecen distintas respuestas para solucionar el conflicto, que generan diferentes reacciones dentro de la Iglesia brasilera.
Por Rafael Marcoccia SJ
La vasta extensión territorial de Brasil supone para la Iglesia un enorme desafío. Se calcula que aproximadamente 70.000 comunidades del país no celebran la Eucaristía de manera regular.
Ya hace tiempo que en Brasil se están debatiendo posibles soluciones y en 2014 se dijo incluso que el Papa Francisco estaba informado sobre la situación y había pedido “soluciones valientes y concretas”. Una de las propuestas que se hicieron en aquel momento fue tomando forma con más fuerza: los ministros ordenados locales.
Uno de los responsables de esta propuesta es el sacerdote y teólogo brasileño Mons. Antonio José de Almeida, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Paraná. Doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, Mons. José se ocupa del tema de los ministerios en la Iglesia al servicio de la vida y de la misión de las comunidades, y conoce de cerca muchas experiencias de ministerios no ordenados en América Latina.
A fines del pasado mes de abril, en ocasión del 16º Encuentro Nacional de Presbíteros que promueve la Comisión Nacional de Presbíteros y la Comisión para los Ministerios Ordenados y la Vida Consagrada, Mons. Almeida publicó un artículo titulado “Presbíteros Comunitarios para las Comunidades sin Eucaristía”, en el que presenta algunas ideas que se están madurando. La propuesta de Mons. Almeida, inspirada en las ideas de Mons. Fritz Lobinger, quien estuvo casi cincuenta años en Sudáfrica, es “ordenar líderes, célibes o casados, profundamente arraigados en las comunidades eclesiales maduras. Las comunidades eclesiales maduras son aquellas que poseen una historia de camino eclesial y de vida comunitaria, con ministros no ordenados en el ámbito de la Palabra, del culto y de la caridad, que son acompañados por sacerdotes dedicados a asistirlos y que participan de un proceso de formación continua, en comunión con la Iglesia local”.
Mons. Almeida propone que estos dos tipos de ordenaciones reciban nombres distintos: sacerdotes y ministros ordenados locales. Los sacerdotes seguirían siendo célibes y serían enviados a las parroquias de la diócesis, mientras los ministros ordenados locales servirían solamente a la comunidad en la que viven y podrían estar insertados en la vida familiar y profesional. En el caso de que no tuvieran trabajo o lo hubieran perdido, los ministros ordenados locales podrían ser ayudados y mantenidos por la comunidad, del mismo modo que ya mantienen algunos sacerdotes. “Ambos son presbíteros del mismo sacramento del orden; ambos anuncian el Evangelio en nombre de la Iglesia; ambos administran los sacramentos; ambos guían a la comunidad con y bajo el Obispo; ambos están ordenados para toda la vida”, explica la propuesta. Pero mientras “los sacerdotes asisten un área vasta y viven en una circunscripción pastoral más amplia, los “ministros ordenados locales” viven dentro de su comunidad.
Las ideas que se presentan en este artículo encuentran una fuerte resistencia dentro de la Iglesia brasileña. Aunque el problema es percibido y compartido, las soluciones que propone no encuentran mucho consenso. Hay una fuerte objeción a la idea de los “viri probati”. Muchos creen que es el comienzo del fin del celibato. Otros consideran que la propuesta en sí misma discrimina a los “viri probati” porque, opinan, habría dos categorías de sacerdotes, de primera y de segunda clase.
Para Mons. Erwin Kräutler, Obispo emérito de Xingu, “lo que está en primer plano no es la discusión sobre el celibato, sino las comunidades imposibilitadas de celebrar la Eucaristía dominical”. Y Mons. Almeida agrega: “entre los presbíteros siempre existieron diferencias. La Iglesia tendrá que aprender a manejar estas situaciones, así como aprendió a tratar otras a lo largo de su historia”.
Fuente: CPAL Social
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