Camino de Adviento – Determinarse con el Buen Samaritano…

Por Mariano Durand SJ

Toda determinación que ponemos en práctica conlleva una aceptación y muchas renuncias. Es decidirse por un sí y decir no a otra, lo cual parece obvio. No se dirime una cuestión hasta que no hacemos efectiva una determinación. No podemos servir a dos señores.

Siendo así, no es difícil que nos encontremos en situaciones en las que, la determinación no se asume tan claramente como quisiéramos. En lo que respecta a este punto de la elección, los Ejercicios en su conjunto se orientan a evitar que nos determinemos por ‘afección alguna que desordenada sea’. Más aún, toda una sección del texto de Ejercicios identifica en las personas tres maneras de actuar llegado el momento de la elección, frente a la ocasión de determinarse por una u otra opción.

Algunas personas, dice, son indecisas: dan vueltas en torno a la situación y, en realidad, nunca terminan por arrojarse hacia la resolución. Viven postergando, una y otra vez, en una indeterminación que marea y que conduce, circularmente, siempre al mismo lugar.

Otras personas, más sutiles que las primeras, se hunden en la racionalización. Se encuentran atrapadas en sus afecciones porque no logran sentirse plenamente libres para expresar su propia determinación. Experimentan una fuerte direccionalidad en sus atracciones y persisten en convencerse a sí mismos de que su preferencia es la acertada. Por seguir su parecer, persistirá en ellos la duda de haber hecho una buena y sana elección.

Finalmente, dice San Ignacio, están las personas que se determinan con auténtica libertad y generosidad; personas, ‘con grande ánimo y liberalidad’, cuyo deseo más profundo es simplemente buscar la mejor forma de servir a Dios y a los demás. Cuya motivación primera se funda en responder, agradecidos, a tanto bien recibido. Capaces de que, ‘enteramente reconociendo’ su Gracia, en todo amar y servir. Con esa actitud como punto de partida, la resistencia tiende a desaparecer y emerge una determinación.

El malherido, medio muerto, al costado del camino cuestiona tres realidades y las pone en situación de determinarse por responder. No es que no lo vieran, no se les pasó por alto… o bajo. No les faltaba sensibilidad o capacidad de respuesta. Tampoco compromiso con sus propias convicciones o valores. Se determinaron por respuestas diferentes.

Uno eligió la postergación, dando un rodeo, evitó salirse de su zona de confort. Quizá con la ilusión de hallar, más adelante, mejores medios para ayudar al que lo necesita. Otro, posiblemente, eligió obedecer a su lógica de lo mejor: recurriría a un perito en la materia, con la excusa de desconfiar de su propia capacidad. Posiblemente con el argumento de que lo mejor –a veces- no sea tan enemigo de lo bueno.

El tercero, quizá ni se paró a pensar ni a razonar, siguió su corazón. Ese corazón que despertó en él la memoria de otros caminos, otras heridas, otras muertes en las que se reconoció asistido. Dejó que su agradecimiento germinara –y floreciera- en compromiso, en amor y servicio. Ya habría tiempo más adelante para calcular riesgos o para recurrir a un experto: él, se determinó.

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