La Visión de los Estados Unidos al Papa Francisco

Gustavo Morello es sacerdote jesuita, sociólogo de la religión y doctor en ciencias políticas por la UBA. Es autor de «Dónde estaba Dios. Católicos y terrorismo de Estado en la Argentina de los setenta» (2014). Es profesor del Departamento de Sociología del Boston College, donde estudia los comportamientos religiosos de los inmigrantes latinos, y miembro de la pastoral carcelaria de la diócesis de Boston.

-¿Cómo se recibió en Estados Unidos la elección de Bergoglio?

-Sorprendió. No sabían quién era. Los latinos sí festejaron su designación, va a ser alguien que «nos va a dar bola». Pero Estados Unidos no entiende el populismo y el peronismo. Para ellos peronismo es Madonna cantando «Evita» y a Bergoglio sin el peronismo es muy difícil de entenderlo.

-¿Qué ven en Bergoglio, sin la traducción del peronismo?

-Los progresistas de izquierda ven un pastor cercano a la gente y no tanto un canonista. A los elitistas no les gusta esto. El problema es que Bergoglio va a desilusionar a los dos. Los que están contentos por su aproximación pastoral, esperan algo sobre la ordenación de mujeres. Le piden cosas que no prometió. Esa no es su agenda. No es fácil legislar globalmente. En Palestina no se entendería un sacerdote mujer. En Pakistán las chicas no pueden ir a la escuela. Y cuando se legisla desde Roma se legisla también para Pakistán.

-La comunión para los divorciados vueltos a casar, que está en la agenda de Bergoglio, ¿es controversial?

-Es una discusión teórica. Es algo que se arregla con el cura por cuestiones de conciencia. En la práctica ya está instalada. No estoy diciendo que los curas rifen la eucaristía, pero muchas veces se acerca alguien, habla de un matrimonio de hecho, de años de convivencia y el cura, con discreción, como respuesta pastoral lo acepta. El Papa busca unificar criterios para que no quede como un arreglo personal del cura. Es la manera de mostrar la cara misericordiosa de la Iglesia y de institucionalizar cambios.

-¿Se empiezan a advertir esos cambios en la parroquia?

-Antes, en la Universidad Católica en Córdoba, desde la curia jesuita nos llamaron la atención por pedir ser más misericordiosos con los divorciados. Y eso con Francisco ha cambiado. No existe el ambiente de sospecha que existía antes. A veces los obispos escriben cartas para que la lea el sacerdote en la misa y el sacerdote la pega en el fondo de la parroquia para que la lea el que quiera. La Iglesia es mucho menos vertical de lo que parece.

-El episcopado norteamericano votó en contra de esos cambios en el Sínodo. ¿Por qué?

-Son liberales: no entienden el manejo de una corte renacentista como era el Papado hasta ahora. Quieren un gobierno más ágil, optimizar la burocracia de la curia romana. Pero eso no significa que tengan una agenda progresista. Muchos obispos conservadores se quedaron sin interlocutores en el Vaticano. Están desconcertados, no saben qué hacer. Hay donantes de la Iglesia, relacionados con el Partido Republicano, que dicen que el Papa no entiende el capitalismo.

-¿Qué se espera del viaje de Francisco a EE. UU. en septiembre?

-En el armado de la agenda se verá quién tiene el poder de susurrar al oído del Papa. Si va a la catedral de Nueva York, será un guiño hacia los conservadores. Pero si va a una parroquia de Harlem, o a Arizona a dar una misa en la frontera con México, será de gran impacto para los progresistas. (Ndr: Ya se confirmó que hablará en el Congreso).

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-¿Qué lugar tiene la religión en Estados Unidos?

-El catolicismo es la primera minoría, seguido por ex católicos, pentecostales, baptistas … hay una gran diversidad. Los pastores tienen muchos cargos en el Estado. Hay una separación de Iglesia y Estado, pero en los EE. UU. hay una enorme vinculación entre Iglesia y política, más de lo que en Argentina estamos acostumbrados.

-¿Qué está investigando?

-Estudio cómo practican la religión los inmigrantes latinos, con autonomía de la institución. Se la llama «la religión vivida». La Iglesia sigue siendo el lugar de refugio, en búsqueda de cierta autoridad, pero el creyente va eligiendo las prácticas religiosas que le cierran más. Trabajo sobre las bases del catolicismo. Creo en la fe de la gente de a pie. Esto no me hace creer que la periferia sea siempre progresista. Ayudo en una cárcel y a veces los presos son conservadores. Los dominicanos, que llevan años de marginación, son racistas con los haitianos. A la periferia no hay que idealizarla porque se corre el riesgo de romantizar una realidad humana que, como tal, es ambigua.

-En su libro, dice que pese a las víctimas católicas de la dictadura, la Iglesia no se sintió perseguida.

-Para la institución religiosa y para muchos laicos, a los católicos que se comprometían con algo –barrios, política, sindicatos- no se los reconocía como «auténticos» católicos, sino como «marginales». Creían que sólo un Estado católico podía garantizar una sociedad católica. Era su forma de enfrentar la modernidad y la secularización.

Fuente: Diario Clarín

Papa Francisco en Videoconferencia con Niños Discapacitados

El Papa Francisco ha emocionado en la tarde del 5 de Febrero a los miles de internautas que siguieron su conmovedora videoconferencia – a través de Hangout – con ocho niños discapacitados de las Scholas Ocurrentes, a quienes afirmó que sus vidas son “un tesoro”.

“Adelante, lo que ustedes hacen desde el sitio en el que están nos ayuda a comprender que la vida es un tesoro pero solo tiene sentido si la damos. ¡Muchas gracias!”, afirmó el Papa.

“Todos ustedes tienen un cofre y dentro hay un tesoro, y el trabajo de ustedes es abrir la caja, sacar el tesoro, hacerlo crecer y darlo a los demás y recibir de los demás el tesoro de los demás. Si lo guardamos queda encerrado, si lo compartimos con los demás el tesoro se multiplica con los tesoros de los demás. Les quiero decir que no escondan el tesoro que cada uno tiene. A veces este tesoro se encuentra enseguida, a veces hay que hacer como en el juego del tesoro, buscarlo, pero una vez encontrado ¡hay que compartirlo!”, animó el Pontífice.

La videoconferencia con niños de España, Argentina, India, Brasil y Estados Unidos, fue organizada por la red Scholas Ocurrentes, la primera plataforma online colaborativa, multi-religiosa y abierta a la comunidad educativa que une a más de 400 mil entes y que lleva por consigna “Construir la paz a través de la educación y la tecnología”.

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El Papa Francisco saludó en primer lugar a Isabel Vera, una niña ciega de 13 años, española y amante del atletismo, quien compartió su pasión por las nuevas tecnologías y su teclado braille que le permite leer la computadora. La joven animó a todos los niños con discapacidad a no rendirse, “porque con un poquito de esfuerzo –dijo-, se puede alcanzar lo que uno quiera”.
“Isabel, te deseamos lo mejor acá todos, que sigas progresando, que sigas corriendo, que sigas trabajando con tu ordenador, que Dios te bendiga”, respondió el Papa.

En segundo lugar Francisco conversó con Pedro de Sao Paulo (Brasil), un niño sin brazo derecho que desea que las nuevas tecnologías le permitan a subir en bicicleta. El futbol es su deporte favorito y explica que cuando le marcan un gol no se entristece, porque para él, lo más importante es estar junto a sus amigos.

“Nos estás dando una lección, lo que importa no es ganar, lo que importa es jugar y estar juntos con los amigos”, afirmó el Santo Padre emocionado.

El momento más divertido de la videoconferencia llegó desde España con Alicia, una joven de 16 años con Síndrome de Down, quien explicó que es una apasionada del cine y preguntó al Papa sobre sus habilidades con la computadora. “Yo soy un tronco con esa máquina, no sé manejar el ordenador, ¡qué vergüenza!”, dijo riendo el Pontífice.

Alicia y otra compañera le mostró la cámara de vídeo con la que trabajan en su fundación: “Con esta podemos hacer un montón de cosas, como por ejemplo tomas falsas… me divierto viendo el resultado de las grabaciones que hacemos ¡es muy divertido! … también me gusta usar la claqueta, el sonido, y las luces, pero sobre todo trabajar en equipo”, aseguró.

El Papa también habló con dos niños con problemas de movilidad de Nebraska (Estados Unidos), quienes le aseguraron que las nuevas tecnologías les ayudan en su día a día y le pidieron consejo para vencer a las dificultades.

“Lo primero no enojarme, no hay que enojarse, estar tranquilo, después buscar la manera de vencerla, de superarla, y si no la puedo superar, aguantarla hasta que se de la posibilidad de superarla. No hay que asustarse nunca con las dificultades. Nosotros somos capaces de superarlas todas, solamente necesitamos tiempo para comprender, inteligencia para buscar el camino y coraje para andar adelante, pero nunca asustarse”, animó el Papa.

Desde India, Manog, un niño sordo de 13 años, amante del kárate y el yoga, afirmó que gracias a la red Scholas ha descubierto internet y las oportunidades que ofrece para el aprendizaje. “Hasta hace tres años no sabía lo que era una computadora. Me gustan mucho. Ahora cuando no entiendo algo de mi trabajo, voy a internet, busco fotos y entonces comprendo. Es como tener un profesor, soy un gran fan de Bruce Lee y me gusta ver sus videos en Youtube”, señaló.

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Manog preguntó al Papa ¿cómo cree que Scholas puede ayudar a los niños con discapacidad? “Tendiendo puentes –contestó el Santo Padre-, comunicarlos a ustedes, porque cuando ustedes se comunican dan lo mejor que tienen dentro y reciben de los demás lo mejor que tienen dentro, y eso es lo importante, cuando no nos comunicamos nos quedamos solos con nuestras limitaciones, y lo más importante es la comunicación, dar y recibir. Eso nos hace bien y ya no estamos solos. De modo que Scholas los puede ayudar en la comunicación”.

Por último, Buati, un joven argentino autista de 14 años, saludó al Papa dibujando un corazón con sus manos y compartió con él su afición por las tablets y las computadoras. “Me gusta usar mi tablet, saco fotos y hago cosas, después los compartos con mis amigos… los puzles me salen muy bien, yo estoy muy contento de hablar contigo hoy, mira este corazón, me gustaría ir a visitarte a Roma alguna vez”.

El Papa y sus simpáticos interlocutores se despidieron agitando sus manos con un lema “tus manos por la paz”. El objetivo del encuentro fue apoyar el lanzamiento de Scholas Labs, un programa para acelerar proyectos educativos y apoyar emprendedores tecnológicos comprometidos con la innovación y la educación, con el propósito de fomentar la integración.

Fuente: Aciprensa y Romereport

Mons. Oscar Romero, será proclamado Beato

Dentro de poco será elevado al honor de los altares el arzobispo de San Salvador, Mons. Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, que el 24 de marzo de 1980 fue asesinado mientras estaba en el altar para la celebración de la Misa. El Papa Francisco ha autorizado la promulgación del decreto de su martirio y el 4 de febrero a las 12.30 del mediodía, Mons. Vincenzo Paglia, Postulador de la causa de Beatificación, hablará a los medios de comunicación en la Oficina de Prensa del Vaticano.

En los decretos aprobados por el Papa, figura también el reconocimiento del martirio de los Siervos de Dios Michal Tomaszek (Polonia, 1960) y Zbigniew Strazalkowski, (Polonia, 1958) – sacerdotes profesos de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales – así como de Alessandro Dordi (Italia, 1931) sacerdote diocesano, asesinados por odio a la fe el 9 y el 25 de agosto de 1991 en Pariacoto y Rinconada (Perú).

Además se ha reconocido las virtudes heroicas del Siervo de Dios Giovanni Bacile (Italia 1880-1941), arcipreste decano de Bisacquino (Italia).

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¿Quien fue Monseñor Romero?

Es que el legado del Arzobispo de San Salvador, asesinado mientras celebraba una misa hace casi 35 años, parece reforzarse con el paso de los años y en ningún lugar esto es tan evidente como en El Salvador, donde su nombre, rostro y prédica son omnipresentes.

Pero la historia de Romero -y su trágico final- son también un recordatorio amargo de los años violentos por los que pasaba este país en su época.

Su muerte y los violentos choques durante su funeral en la plaza principal de San Salvador despertaron el repudio de la comunidad internacional y avergonzaron al gobierno de Estados Unidos, que en ese momento era visto como un aliado del gobierno de derecha salvadoreño.

Pero, más que nada, confirmó lo que muchos -incluido el mismo Romero- temían: que el país había comenzado a transitar de manera inevitable el camino de la violencia, que en la siguiente década dejaría más de 70.000 víctimas.

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Durante sus tres años como Arzobispo, Romero pidió insistentemente el fin de esa violencia y defendió el derecho de los más pobres de El Salvador de organizarse para pedir cambio.

Eso lo hizo un enemigo de la oligarquía que controlaba el país en ese entonces, y también lo enfrentó con partes de su propia Iglesia Católica.

«El Arzobispo Romero era la persona más amada y más odiada de este país», Ricardo Urioste, asistente personal de Romero, le dijo a BBC Mundo. «Y como Jesús, fue crucificado».

¿Qué representa Monseñor Romero?
Años de violencia

Ejecuciones sumarias, secuestros, desapariciones y torturas eran moneda corriente en El Salvador de fines de los años 70.

La frase «Haga patria, mate a un cura» estaba escrita en muchas paredes del país, indicando que los prelados católicos que apoyaban la insurgencia campesina eran también un objetivo para los escuadrones de la muerte que aterrorizaban el país.

Muchos creen que fue uno de esos escuadrones el que llevó a cabo el asesinato de Romero, que nunca fue investigado de manera apropiada por la justicia salvadoreña.

Y otros varios creen que el mayor Roberto D’Aubuisson, un líder militar que fue entrenado en la Escuela de las Américas en Estados Unidos, fue el autor intelectual del asesinato de Romero.Entre esos está Marissa, una hermana del propio D’Aubuisson.

«Creo que es muy probable, demasiado probable. Mi hermano y el grupo de gente que lo rodeaba dijeron públicamente que Romero estaba destruyendo la iglesia con sus sermones llenos de odio», le dijo a BBC Mundo.

En todas las casas se escuchaba su homilía. Gente común, como trabajadores, pero también las autoridades -los militares, el presidente, los políticos.

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En sus homilías dominicales, trasmitidas por radio a todo el país, Romero mencionaba los abusos ocurridos en la semana a manos de las fuerzas de seguridad.

En un país donde no existía la verdadera libertad de expresión, asegura Ayala, «estas transmisiones eran la forma de saber lo que estaba pasando de verdad».

Bendición

A través de estas transmisiones y sus visitas pastorales, Romero alcanzó a personas en los rincones más remotos de El Salvador; muchas de ellas lo recuerdan vívidamente.

Irma es viuda, madre de tres niños, que ahora vive en un suburbio pobre de El Salvador pero creció en Los Sitios Arriba, un pequeño caserío en una de las zonas más pobres en el norte del país.

Cuando Irma tenía seis años, Romero visitó el pueblo y se tomó una fotografía con Irma y su primo, en una imagen que se ha transformado en una de las más icónicas de la época de Romero como Arzobispo.

Sentada a pocos metros de la iglesia donde esa foto fue tomada, Irma recuerda el momento con cariño.
«Mi abuela me llevó a la misa con Monseñor Romero. Y me dijo que lo salude, me acerqué, y me tomó en sus brazos», dice Irma. «Para mí ese fue un momento muy especial, una bendición de Dios y de Monseñor Romero».

Su adoración por Romero no ha cambiado en estos treinta años.
«Él llenó nuestos corazones de fe, y de fuerza para creer más en Dios».

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¿Icono comercial?

La capilla en la que Romero fue asesinado permanece casi intacta; sirve, como en ese entonces, como el lugar de oración para los pacientes de un hospital de enfermos de cáncer.

El Salvador como país sí ha cambiado.

Sin embargo, el desarrollo económico y los avances democráticos se ven contrastados por la violencia que azota al país con las «maras», las pandillas callejeras que muchos ven como herederas de la violencia de los años de guerra civil en el país.

La composición económica del país también se ha modificado: como en otros países de la región, se ha producido un significativo éxodo de fieles católicos a iglesias evangélicas protestantes.

Según un estudio de la Universidad Centroamericana, más del 38% de los salvadoreños hoy pertenecen a una de estas iglesias, que así han duplicado su presencia en sólo 11 años.

Lo que diría Oscar Romero de este éxodo es imposible saber. Pero su figura, hoy, va más allá de la religión e, incluso, se acerca a lo comercial.

Omnionn es miembro de Pescozada, una banda de hip hop salvadoreña que ha dedicado una canción, titulada «La Voz de los Fuertes», a Romero.

Según él, la omnipresencia de la figura de Romero en El Salvador -en camisetas, murales y también canciones de hip hop- demuestran que el intento de silenciarlo fracasó.

«Lo que hizo su asesino fue lograr que tres generaciones sigan pensando en él», dice Omnionn. Esto parece reflejar la predicción que Romero mismo hizo sobre su futuro antes de su muerte. Si me matan, dijo casi proféticamente, «resucitaré en el pueblo salvadoreño».

Fuente: bbc.co.uk y news.va

«Entre memoria y esperanza. Así debe ser nuestra oración»

«La contemplación cotidiana del Evangelio nos ayuda a tener la verdadera esperanza». Es cuanto subrayó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, la primera del mes de febrero.

El Pontífice exhortó nuevamente a los fieles a leer el Evangelio cada día, al menos durante diez minutos, para dialogar con el Señor.

  ¿Cuál es el centro de la esperanza?, se preguntó Francisco. Tener “fija la mirada sobre Jesús”.

El Santo Padre desarrolló su homilía a partir del pasaje de la Carta a los Hebreos que se detiene precisamente sobre la esperanza.

Y subrayó que sin escuchar al Señor tal vez podamos igualmente “tener optimismo y ser positivos”, pero que la esperanza “se aprende mirando a Jesús”.

Refiriéndose a la oración “de contemplación”, el Pontífice observó que “es bueno rezar el Rosario todos los días”, hablar “con el Señor, cuando tengo una dificultad, o con la Virgen o con los Santos…”. Pero – añadió  – es importante realizar la “oración de contemplación” y ésta sólo se puede hacer “con el Evangelio en la mano”:

“¿Cómo realizo la contemplación con el Evangelio de hoy? Veo que Jesús estaba en medio de la muchedumbre, que en torno a él había mucha gente. Cinco veces dice este pasaje la palabra ‘muchedumbre’. Pero yo puedo pensar: ¿Jesús, no descansaba?… Siempre con la muchedumbre. Pero la mayor parte de la vida de Jesús la ha pasado en la calle, con la muchedumbre. ¿Pero no descansaba?; Sí, una vez: dice el Evangelio, que dormía en la barca. Pero llegó la tempestad y los discípulos lo despertaron. Jesús estaba continuamente entre la gente. Y se mira a Jesús así, contemplo a Jesús así, me imagino a Jesús así. Y le digo a Jesús lo que me viene a la mente”.

El Papa también dijo comentando el Evangelio del día que Jesús se da cuenta de que había una mujer enferma en medio de aquella muchedumbre que lo toca. Jesús – explicó Francisco –  “no sólo entiende a la muchedumbre, siente a la muchedumbre”, “siente el latido del corazón de cada uno de nosotros, de cada uno.¡Siempre se ocupa de todos y de cada uno!” Lo mismo sucede –  añadió –  cuando el jefe de la sinagoga va “a contarle de su hijita enferma gravemente: y Él deja todo y se ocupa de esto”.

El Santo Padre continuó imaginando cuanto sucedió en aquellos momentos: Jesús llega a esa casa, las mujeres lloran porque la niña ha muerto, pero el Señor les dice que estén tranquilas y la gente se burla de él. Aquí – dijo el Papa – se ve “la paciencia de Jesús”. Y después de la resurrección de la niña, en lugar de decirles “¡Fuerza Dios!”, les dice: “Por favor denle de comer”. “Jesús  – notó el Pontífice – tiene siempre pequeños detalles”.

“Lo que yo he hecho con este Evangelio – dijo también Francisco – es precisamente la oración de contemplación: tomar el Evangelio, leer e imaginarme en la escena, imaginarme qué cosa sucede y hablar con Jesús, como me viene del corazón.

 “Y con esto nosotros hacemos crecer la esperanza, porque tenemos fija la mirada sobre Jesús.»

«Hagan esta oración de contemplación. ‘¡Pero tengo tanto que hacer!’; ‘pero en tu casa, 15 minutos, toma el Evangelio, un pasaje pequeño, imagina qué cosa ha sucedido y habla con Jesús de aquello. Así tu mirada estará fija sobre Jesús, y no tanto sobre la telenovela, por ejemplo; tu oído estará fijo sobre las palabras de Jesús, y no tanto sobre las charlas del vecino, de la vecina…”.

“Y así  – reafirmó el Papa – la oración de contemplación nos ayuda en la esperanza. Vivir de la sustancia del Evangelio. ¡Rezar siempre!”.

 “Memoria de todo el camino pasado, memoria de tantas gracias recibidas por el Señor; y esperanza, mirando al Señor, que es el único que puede darme la esperanza.»

«Y para mirar al Señor, para conocer al Señor tomemos el Evangelio y hagamos esta oración de contemplación. Hoy, por ejemplo, aparten diez minutos, no más de quince, lean el Evangelio, imaginen y digan algo a Jesús. Y nada más. Y así su conocimiento de Jesús será más grande y su esperanza crecerá. No se olviden, teniendo fija la mirada sobre Jesús. Y para esto la oración de contemplación”.

Fuente: Radio Vaticana

«Guiemos el pueblo a Jesús, dejandonos guiar por Él»

En el día de ayer, el Santo Padre presidió una misa en conmemoración al día de la Vida Consagrada en la Basílica Vaticana. Aquí el texto de la homilía preparada para celebrar dicha fiesta.

Pongamos ante los ojos de la mente el icono de María Madre que va con el Niño Jesús en brazos. Lo lleva al Templo, lo lleva al pueblo, lo lleva a encontrarse con su pueblo.

Los brazos de su Madre son como la “escalera” por la que el Hijo de Dios baja hasta nosotros, la escalera de la condescendencia de Dios. Lo hemos oído en la primera Lectura, tomada de la Carta a los Hebreos: Cristo «tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel» (2,17).

Es el doble camino de Jesús: bajó, se hizo uno de nosotros, para subirnos con Él al Padre, haciéndonos semejantes a Él.

Podemos contemplar en nuestro corazón este movimiento imaginando la escena del Evangelio: María que entra en el templo con el Niño en brazos. La Virgen es la que va caminando, pero su Hijo va delante de ella. Ella lo lleva, pero es Él quien la lleva a Ella por ese camino de Dios, que viene a nosotros para que nosotros podamos ir a Él.

Jesús ha recorrido nuestro mismo camino para mostrarnos el camino nuevo, es decir el «camino nuevo y vivo» (cf. Hb 10,20) que es Él mismo. Y para nosotros, los consagrados, este es el único camino concreto y sin alternativas, debemos recorrerlo con alegría y esperanza.

Hasta en cinco ocasiones insiste el Evangelio en la obediencia de María y José a la “Ley del Señor” (cf. Lc 2,22.23.24.27.39). Jesús no vino para hacer su voluntad, sino la voluntad del Padre; y esto –dijo Él– era su “alimento” (cf. Jn 4,34).  Así, quien sigue a Jesús se pone en el camino de la obediencia, imitando de alguna manera la “condescendencia” del Señor, abajándose y haciendo suya la voluntad del Padre, incluso hasta la negación y la humillación de sí mismo (cf. Flp 2,7-8).

Para un religioso, progresar significa abajarse en el servicio, es decir hacer el mismo camino de Jesús, que «no considero un privilegio ser igual a Dios» (Fil 2,6). Abajarse haciéndose siervo para servir.

Y este camino adquiere la forma de la regla, que recoge el carisma del fundador, sin olvidar que la regla insustituible, para todos, es siempre el Evangelio. Pero el Espíritu Santo, en su infinita creatividad, lo traduce también en las diversas reglas de vida consagrada, que nacen todas de la sequela Christi (del seguimiento de Jesús), es decir de este camino de abajarse sirviendo.

Mediante esta “ley” los consagrados pueden alcanzar la sabiduría, que no es una actitud abstracta sino obra y don del Espíritu Santo, y un signo evidente de esta sabiduría es la alegría. Si, la alegría evangélica del religioso es consecuencia del  camino de abajamiento con Jesús … Y, cuando estamos tristes, cuando nos quejamos, nos hará bien preguntarnos como estamos viviendo esta dimensión kenotika.

En el relato de la Presentación de Jesús al Templo, la sabiduría está representada por los dos ancianos, Simeón y Ana: personas dóciles al Espíritu Santo (se le nombra 3 veces), guiadas por Él, animadas por Él. El Señor les concedió la sabiduría tras un largo camino de obediencia a su ley, obediencia que, de una parte, humilla y niega a sí mismo, pero, de otra parte, la obediencia enciende y custodia la esperanza, haciéndola creativa, porque estaban llenos de Espíritu Santo. Ellos celebran incluso una especie de liturgia, hacen una liturgia en torno al Niño cuando entra en el templo: Simeón alaba al Señor y Ana “predica” la salvación (cf. Lc 2,28-32.38). Como en el caso de María, también el anciano Simeón toma al Niño entre sus brazos, pero, en realidad, es el Niño quien lo agarra y lo guía. La liturgia de las primeras Vísperas de la Fiesta de hoy lo expresa clara y concisamente: «Senex puerum portabat, puer autem senem regebat». Tanto María, joven madre, como Simeón, anciano “abuelo”, llevan al Niño en brazos, pero es el mismo Niño quien los guía a ellos.

Es curioso notar que en esta escena los creativos no son los jóvenes, sino los ancianos: los jóvenes, como María y José, siguen la ley del Señor, en el camino de la obediencia. Los ancianos como Simeón y Ana, ven en el Niño el cumplimiento de la ley y de las promesas de Dios. Y son capaces de hacer fiesta: son creativos en la alegría, en la sabiduría. Todavía, el Señor transforma la obediencia en sabiduría, con la acción de su Espíritu Santo. A veces, Dios puede dar el don de la sabiduría a un joven inexperto, basta que esté dispuesto a recorrer el camino de la obediencia y de la docilidad al Espíritu. Esta obediencia y esta docilidad no es un hecho teórico, sino que están en relación a la lógica de la encarnación del Verbo: docilidad y obediencia a un fundador, docilidad y obediencia a una regla concreta, docilidad y obediencia a un superior, docilidad y obediencia a la Iglesia. Se trata de una docilidad y obediencia concreta.

Perseverando en el camino de la obediencia, madura la sabiduría personal y comunitaria, y así es posible también replantear las reglas a los tiempos: de hecho, la verdadera “actualización” es obra de la sabiduría, forjada en la docilidad y la obediencia.

El fortalecimiento y la renovación de la Vida Consagrada pasan por un gran amor a la regla, y también por la capacidad de contemplar y escuchar a los mayores de la congregación. Así, el “depósito”, el carisma de una familia religiosa, queda custodiado juntos tanto por la obediencia como por la sabiduría. Y, a través de este camino, somos preservados de vivir nuestra consagración de manera light, de manera desencarnada, como si fuera una gnosis, que reduciría la vida religiosa a una “caricatura”, una caricatura en la cual se actúa un seguimiento sin renuncia, una oración sin encuentro, una vida fraterna sin comunión, una obediencia sin confianza y una caridad sin trascendencia.

También nosotros, como María y como Simeón, queremos llevar hoy en brazos a Jesús para que Él encuentre a su pueblo, y seguramente lo conseguiremos si nos dejamos aferrar por el misterio de Cristo. Guiemos el pueblo a Jesús, dejando a su vez guiarnos por Él.

Esto es lo que tenemos que ser: guías guiados.

Que el Señor, por intercesión de María, nuestra Madre, de San José y de los santos Simeón y Ana, nos conceda lo que le hemos pedido en la Oración colecta: «ser presentados delante de ti con el alma limpia». Así sea.

Fuente: Radio Vaticana

Papa Francisco y el balance de su paso por Sri Lanka y Filipinas

Queridos hermanos y hermanas,

hoy me detendré en el viaje apostólico en Sri Lanka y en Filipinas, que llevé a cabo la pasada semana. Tras la visita a Corea de hace unos meses, me he dirigido nuevamente a Asia, continente de ricas tradiciones culturales y espirituales. El viaje ha sido sobre todo un encuentro con las comunidades eclesiales que, en esos países, dan testimonio de Cristo: las confirmé en la fe y en la misionariedad. Conservaré siempre en el corazón el recuerdo de la festiva acogida por parte de las muchedumbres – en algunos casos incluso oceánicas –, que acompañó los momentos principales del viaje. Además alenté el diálogo interreligioso al servicio de la paz, como también el camino de esos pueblos hacia la unidad y el desarrollo social, especialmente con el protagonismo de las familias y de los jóvenes.

El momento culminante de mi estancia en Sri Lanka fue la canonización del gran misionero José Vaz. Este santo sacerdote administraba los Sacramentos, a menudo en secreto, a los fieles, pero ayudaba indistintamente a todos los necesitados, de toda religión y condición social. Su ejemplo de santidad y amor al prójimo sigue inspirando a la Iglesia en Sri Lanka en su apostolado de caridad y de educación. Indiqué a san José Vaz como modelo para todos los cristianos, llamados hoy a porponer la verdad salvífica del Evangelio en un contexto multireligioso, con respecto hacia los demás, con perseverancia y con humildad.

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Sri Lanka es un país de gran belleza natural, cuyo pueblo esta intentando reconstruir la unidad después de un largo y dramático conflicto civil. En mi encuentro con las Autoridades gubernamentales subrayé la importancia del diálogo, del respeto de la dignidad humana, del esfuerzo de implicar a todos para encontrar soluciones adecuadas de cada a la reconciliación y al bien común.

Las diversas religiones tienen un papel significativo que desarrollar al respecto. Mi encuentro con los representantes religiosos fue una confirmación de las buenas relaciones que ya existen entre las diversas comunidades. En este contexto quise alentar la cooperación ya emprendida entre los seguidores de las distintas tradiciones religiosas, con el fin también de poder sanar con el bálsamo del perdón a cuantos aún están afligidos por los sufrimientos de los últimos años. El tema de la reconciliación caracterizó también mi visita al santuario de Nuestra Señora de Madhu, muy venerada por las poblaciones Tamil y Cingalesas y meta de peregrinación para los miembros de otras religiones. En ese lugar santo pedimos a María nuestra Madre que obtenga para todo el pueblo de Sri Lanka el don de la unidad y de la paz.

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Desde Sri Lanka fui al encuentro de las Filipinas, donde la Iglesia se prepara a celebrar el quinto centenario de la llegada del Evangelio. Es el principal país católico de Asia, y el pueblo filipino es bien conocido por su profunda fe, su religiosidad y su entusiasmo, también en la diaspora. En mi encuentro con las autoridades nacionales, como también en los momentos de oración y durante la concurrida Misa conclusiva, subrayé la constante fecundidad del Evangelio y su capacidad de inspirar una sociedad digna del hombre, en el que hay sitio para la dignidad de cada uno y las aspiraciones del pueblo filipino.

El fin principal de la visita, y motivo por el que he decidido ir a Filipinas, era poder expresar mi cercanía a nuestros hermanos y hermanas que han sufrido la devastación del tifón Yolanda. Me dirigí a Tacloban, en la región más gravemente afectada, donde rendí homenaje a la fe y a la capacidad de recuperación de la población local. En Tacloban, por desgracia, las adversas condiciones climáticas han causado otra víctima inocente: la joven voluntaria Kristel, golpeada y muerta por una estructura arrastrada por el viento. Después di las gracias a cuantos, de todas partes del mundo, han respondido a su necesidad con una generosa profusión de ayudas. El poder del amor de Dios, revelado en el misterio de la Cruz, se hizo evidente en el espíritu de solidaridad demostrada por los múltiples actos de caridad y de sacrificio que marcaron esos días oscuros.

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Los encuentros con las familias y con los jóvenes en Manila, han sido momentos sobresalientes de la visita a Filipinas. Las familias sanas son esenciales en la vida de la sociedad. Da consuelo y esperanza ver a tantas familias que acogen a los hijos como un verdadero don de Dios. He oído decir que las familias con muchos hijos y el nacimiento de muchos niños están entre las causas de la pobreza. Me parece una opinión simplista. Puedo decir que la causa principal de la pobreza es un sistema económico que ha quitado a la persona del centro y ha puesto en su lugar al dios dinero; un sistema económico que excluye y que crea la cultura del descarte que vivimos. Reevocando la figura de san José, que protegió la vida del “Santo Niño”, tan venerado en ese país, recordé que es necesario proteger a las familias, que afrontan diversas amenazas, para que puedan dar testimonio de la belleza de la familia en el proyecto de Dios. Es necesario también defenderlas de las nuevas colonizaciones ideológicas, que atentan contra su identidad y su misión.

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Fue una alegría para mí estar con los jóvenes de Filipinas. Quise ofrecerles mi aliento por sus esfuerzos para contribuir a la renovación de la sociedad, especialmente a través del servicio a los pobres y la tutela del ambiente natural.
El cuidado de los pobres es un elemento esencial de nuestra vida y testimonio cristiano; comporta el rechazo de toda forma de corrupción que roba a los pobres y requiere una cultura de honradez.

Doy gracias al Señor por esta visita pastoral a Sri Lanka y a Filipinas. Le pido que bendiga siempre estos dos países y confirme la fidelidad de los cristianos al mensaje evangélico de nuestra redención, reconciliación y comunión en Cristo.

Audiencia General, Miercoles 21 de enero 2015

Ser sabios, llorar y amar: Las tres claves del Papa Francisco para jovenes

El Papa Francisco tuvo este domingo un encuentro con unos 70.000 jóvenes en la Pontificia y Real Universidad de Santo Tomás en Manila (Filipinas), a quienes exhortó a no ser jóvenes de museo, que solo acumulan información, sino ser sabios y aprender a llorar, a conmoverse con el sufrimiento ajeno, aprender a amar, dejarse amar y evangelizar por los pobres, los enfermos y huérfanos, quienes “tienen mucho que enseñarnos”.

“La realidad es superior a la idea. Y la realidad de todos ustedes es superior a todas las ideas que yo había preparado”, expresó el Santo Padre, quien dejó de lado el discurso que había preparado para poder responder a las preguntas de tres jóvenes filipinos y para rezar un momento por Kristel, la joven voluntaria que murió el día anterior al caerle encima una de los andamios armados para la Misa de ayer.

La primera pregunta fue hecha por Jun Chura, un adolescente de 14 años que había sido un niño de la calle. El menor preguntó al Papa por qué Dios permitía que los niños fueran víctimas de cosas terribles como la prostitución o las drogas, si ellos no tenían culpa, y por qué hay poca gente ayudándolos.

Luego, Leandro Santos II, estudiante de derecho, preguntó cómo se podía escuchar la voluntad de Dios y encontrar el amor verdadero en este mundo moderno, lleno de nuevas tecnologías.

Finalmente, Rikki Macolor, graduado de ingeniería de 29 años, preguntó a Francisco cómo pueden los jóvenes ser verdaderos agentes de misericordia y compasión.

“Yo te agradezco Jun que hayas expresado tan valientemente tu experiencia. Como dije recién, el núcleo de tu pregunta, casi no tiene respuesta. Solamente cuando somos capaces de llorar”, señaló Francisco.

El Papa afirmó que “al mundo de hoy le falta llorar”, pues “solo lloran los marginados, los que son dejados de lado”, y quienes “tenemos una vida sin más o menos necesidades, no sabemos llorar”.

Francisco, quien recordó que aprendió a llorar cuando vio a un niño necesitado, exhortó a los jóvenes a aprender a llorar como Jun, a quien la pregunta de por qué sufren los niños le hizo derramar lágrimas.

En ese sentido, el Papa reiteró la importancia de aprender a conmoverse con la tragedia del prójimo, si no, “no sos un buen cristiano”. “Este es un desafío: Cuando nos hagan la pregunta por qué sufren los niños, que nuestra respuesta sea o el silencio o la palabra que nace de las lágrimas”. “Sean valientes, no tengan miedo a llorar”, exhortó.

Luego, abordó la pregunta de Leandro y advirtió del peligro de convertirse en “jóvenes de museo”, hiperinformados, “que tienen de todo pero no saben qué hacer”.

“No necesitamos jóvenes museos, sino jóvenes sabios. Me pueden preguntar ‘Padre cómo se llega a ser sabio’, y este es otro desafío: El desafío del amor. ¿Cuál es la materia más importante que tienen que aprender en la universidad, en la vida? Aprender a amar. Y este es el desafío que la vida te pone hoy: Aprende a amar, no solo a acumular”, indicó.

En ese sentido, les aconsejó usar los tres lenguajes: El lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. “Dejémonos sorprender por Dios. No tengamos la psicología del computador de creer saberlo todo”, exhortó.

Francisco recordó la conversión de San Mateo, quien se dejó sorprender por el Señor, que lo había amado primero; así como San Francisco de Asís, que “dejó todo, murió con las manos vacías, pero con el corazón lleno”.

Posteriormente se refirió a Rikki, quien es un joven voluntario y con sus amigos “hacen cosas buenas”. “Pero lo que dice Jesús: Solo te falta una cosa, ¿qué cosa me falta?”, y preguntó: ¿Vos dejás que los otros te den de esa riqueza que no tenés?

Francisco explicó que los cristianos tienen que dejarse enseñar por los más pobres. “Ser un mendigo, aprender a mendigar de aquellos a quienes mendigamos” y “aprender a ser evangelizados por los pobres, enfermos, huérfanos”, porque “tienen mucho que enseñarnos”. “Aprender a amar y aprender a dejarse amar”, insistió.

Finalmente, el Papa retomó el discurso oficial para exhortar a los jóvenes a enfrentar los desafíos de ser personas íntegras, proteger el ambiente como discípulos de Cristo y estar siempre cerca de los pobres.

Fuente: Aciprensa

Multitudinaria Misa del Papa Francisco en Manila, Filipinas

Ante más de seis millones de fieles reunidos en el Parque Rizal en Manila (Filipinas), el Papa Francisco pronunció una intensa homilía en la que habló sobre la necesidad de ser como el Niño Jesús y en la que explicó cómo opera «el padre de la mentira», el demonio.

El Santo Padre explicó que los filipinos tienen una especial vocación, la de ser los evangelizadores de Asia. Esa misión, alertó sin embargo, se ve amenazada con el pecado por el cual “el hombre desfiguró aquella belleza natural; destruyó también la unidad y la belleza de nuestra familia humana, dando lugar a estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción”.

“A veces, cuando vemos los problemas, las dificultades y las injusticias que nos rodean, sentimos la tentación de resignarnos. Parece como si las promesas del Evangelio no se fueran a cumplir; que fueran irreales. Pero la Biblia nos dice que la gran amenaza para el plan de Dios sobre nosotros es, y siempre ha sido, la mentira”.

El Pontífice resaltó que “el diablo es el padre de la mentira. A menudo esconde sus engaños bajo la apariencia de la sofisticación, de la fascinación por ser «moderno», «como todo el mundo». Nos distrae con el señuelo de placeres efímeros, de pasatiempos superficiales”.

Y así, continuó, “malgastamos los dones que Dios nos ha dado jugando con artilugios triviales; malgastamos nuestro dinero en el juego y la bebida; nos encerramos en nosotros mismos. Y no nos centramos en las cosas que realmente importan, de seguir siendo en el fondo hijos de Dios”.

El Papa recordó luego que “el Santo Niño, el Niño Jesús es el protector de este gran país. Cuando vino al mundo, su propia vida estuvo amenazada por un rey corrupto. Jesús mismo tuvo que ser protegido. Tenía un protector en la tierra: San José. Tenía una familia humana, la Sagrada Familia de Nazaret”.

“Así nos recuerda la importancia de proteger a nuestras familias, y las familias más amplias como son la Iglesia, familia de Dios, y el mundo, nuestra familia humana. Lamentablemente, en nuestros días, la familia con demasiada frecuencia necesita ser protegida de los ataques y programas insidiosos, contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado, a lo más hermoso y noble de nuestra cultura”.

En el Evangelio, dijo el Papa, “Jesús acoge a los niños, los abraza y bendice. También nosotros necesitamos proteger, guiar y alentar a nuestros jóvenes, ayudándoles a construir una sociedad digna de su gran patrimonio espiritual y cultural. En concreto, tenemos que ver a cada niño como un regalo que acoger, querer y proteger. Y tenemos que cuidar a nuestros jóvenes, no permitiendo que les roben la esperanza y queden condenados a vivir en la calle”.

“Un niño frágil, que necesitaba ser protegido, trajo la bondad, la misericordia y la justicia de Dios al mundo. Se enfrentó a la falta de honradez y la corrupción, que son herencia del pecado, y triunfó sobre ellos por el poder de su cruz”.

Para concluir, el Santo Padre animo a la unidad de Filipinas y a protegerse unos a otros: “que el Santo Niño siga bendiciendo a Filipinas y sostenga a los cristianos de esta gran nación en su vocación a ser testigos y misioneros de la alegría del Evangelio, en Asia y en el mundo entero.

«Por favor, recen por mí. Que Dios los bendiga”, finalizó.

Fuente: Aciprensa

El Camino de los Reyes Magos

“Que el Señor nos conceda vivir el mismo camino de conversión que vivieron los Magos”, pidió el Papa Francisco en su homilía en la Solemnidad de la Epifanía que celebró junto a miles de fieles en la Basílica de San Pedro a las 10 de la mañana en Roma.

El Papa explicó que “el pesebre nos presenta un camino distinto al que anhela la mentalidad mundana” y que este “es el camino del anonadamiento de Dios, de su gloria escondida en el pesebre de Belén, en la cruz del Calvario, en el hermano y en la hermana que sufren”.

Los Magos “son modelos de conversión a la verdadera fe porque han dado más crédito a la bondad de Dios que al aparente esplendor del poder”, dijo.

Francisco se refirió sobre todo a ellos, a los tres Reyes Magos de Oriente que fueron a llevarle al Niño Jesús oro, incienso y mirra y que se encontraron con algunas dificultades por el camino.

“Los Magos han entrado en el misterio. Han pasado de los cálculos humanos al misterio, y éste es el camino de su conversión”, recordó Francisco.

Asimismo, señaló que el Niño “nacido de la Virgen María” en Belén “no vino sólo para el pueblo de Israel, representado en los pastores de Belén, sino también para toda la humanidad, representada hoy por los Magos de Oriente”.

Por eso, la Iglesia en este día “nos invita a meditar y a rezar sobre los Magos y su camino en busca del Mesías”, explicó el Papa Francisco.

“Estos Magos que vienen de Oriente son los primeros de esa gran procesión de la que habla el profeta Isaías en la primera lectura. Una procesión que desde entonces no se ha interrumpido jamás, y que en todas las épocas reconoce el mensaje de la estrella y encuentra el Niño que nos muestra la ternura de Dios”.

Pero la estrella tiene un sentido también importante porque “siempre hay nuevas personas que son iluminadas por la luz de su estrella, que encuentran el camino y llegan hasta él”.

Francisco recordó que según la tradición, “los Magos eran hombres sabios, estudiosos de los astros, escrutadores del cielo, en un contexto cultural y de creencias que atribuía a las estrellas un significado y un influjo sobre las vicisitudes humanas”.

Y si se lleva su figura hasta nuestros días, “los Magos representan a los hombres y a las mujeres en busca de Dios en las religiones y filosofías del mundo entero, una búsqueda que no acaba nunca”, aseguró Francisco.

Además, “nos indican el camino que debemos recorrer en nuestra vida” ya que “ellos buscaban la Luz verdadera”. En este recorrido que realizaron “iban en busca de Dios” y “cuando vieron el signo de la estrella, lo interpretaron y se pusieron en camino, hicieron un largo viaje”.

EL PAPA FRANCISCO OFICIA POR PRIMERA VEZ EN SU PONTIFICADO LA ORACIÓN DE LAS PRIMERAS VÍSPERAS

El Papa explicó que fue el Espíritu Santo el que los llamó y les hizo ponerse en camino, donde tuvieron su encuentro personal con el verdadero Dios. Y, precisamente, en este camino, “los Magos encuentran muchas dificultades”.

“Cuando llegan a Jerusalén van al palacio del rey, porque consideran algo natural que el nuevo rey nazca en el palacio real. Allí pierden de vista la estrella y se encuentran una tentación, puesta ahí por el diablo, es el engaño de Herodes. El rey Herodes muestra interés por el niño, pero no para adorarlo, sino para eliminarlo. Herodes es un hombre de poder, que sólo consigue ver en el otro a un rival”.

El Papa explicó a los fieles que Herodes veía en el fondo a Dios como al rival más peligroso. Y allí, en el palacio donde “los Magos atraviesan un momento de oscuridad, de desolación, que consiguen superar gracias a la moción del Espíritu Santo, que les habla mediante las profecías de la Sagrada Escritura” que indicaban que el Mesías nacería en Belén.

Francisco contó cómo experimentaron entonces una inmensa alegría, una verdadera consolación.

En Belén, los tres reyes tendrán que hacer frente a la segunda tentación: “Rechazar esta pequeñez. Y sin embargo: ‘Cayendo de rodillas lo adoraron’, ofreciéndole sus dones preciosos y simbólicos”.

El Papa aprovechó para destacar que es “la gracia del Espíritu Santo la que siempre los ayuda”, y ahora, “guiados por el Espíritu, reconocen que los criterios de Dios son muy distintos a los de los hombres, que Dios no se manifiesta en la potencia de este mundo, sino que nos habla en la humildad de su amor”.

El Santo Padre lanzó a continuación una pregunta a los fieles: “¿Cuál es el misterio en el que Dios se esconde?”

“Vemos a nuestro alrededor guerras, explotación de los niños, torturas, tráfico de armas, trata de personas… Jesús está en todas estas realidades, en todos estos hermanos y hermanas más pequeños que sufren tales situaciones”, respondió.

“Que nos defienda y nos libre de las tentaciones que oscurecen la estrella. Que tengamos siempre la inquietud de preguntarnos, ¿dónde está la estrella?, cuando, en medio de los engaños mundanos, la hayamos perdido de vista. Que aprendamos a conocer siempre de nuevo el misterio de Dios, que no nos escandalicemos de la ‘señal’, de la indicación: ‘un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’ y que tengamos la humildad de pedir a la Madre, a nuestra Madre, que nos lo muestre”.

Fuente: Aciprensa

Jornada Mundial de la Paz 2015: «No esclavos, sino hermanos»

El mensaje del Papa Francisco para la celebración de la Jornada Mundial por la Paz 2015, en el que hace un especial llamado para abolir la esclavitud.

Al comienzo de un nuevo año, que recibimos como una gracia y un don de Dios a la humanidad, deseo dirigir a cada hombre y mujer, así como a los pueblos y naciones del mundo, a los jefes de Estado y de Gobierno, y a los líderes de las diferentes religiones, mis mejores deseos de paz, que acompaño con mis oraciones por el fin de las guerras, los conflictos y los muchos de sufrimientos causados por el hombre o por antiguas y nuevas epidemias, así como por los devastadores efectos de los desastres naturales.

Rezo de modo especial para que, respondiendo a nuestra común vocación de colaborar con Dios y con todos los hombres de buena voluntad en la promoción de la concordia y la paz en el mundo, resistamos a la tentación de comportarnos de un modo indigno de nuestra humanidad.

En el mensaje para el 1 de enero pasado, señalé que del «deseo de una vida plena… forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer».1 Siendo el hombre un ser relacional, destinado a realizarse en un contexto de relaciones interpersonales inspiradas por la justicia y la caridad, es esencial que para su desarrollo se reconozca y respete su dignidad, libertad y autonomía.

Por desgracia, el flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre daña seriamente la vida de comunión y la llamada a estrechar relaciones interpersonales marcadas por el respeto, la justicia y la caridad. Este fenómeno abominable, que pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad, adquiere múltiples formas sobre las que deseo hacer una breve reflexión, de modo que, a la luz de la Palabra de Dios, consideremos a todos los hombres «no esclavos, sino hermanos».

 A la escucha del proyecto de Dios sobre la humanidad

El tema que he elegido para este mensaje recuerda la carta de san Pablo a Filemón, en la que le pide que reciba a Onésimo, antiguo esclavo de Filemón y que después se hizo cristiano, mereciendo por eso, según Pablo, que sea considerado como unhermano. Así escribe el Apóstol de las gentes: «Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido» (Flm 15-16).

Onésimo se convirtió en hermano de Filemón al hacerse cristiano. Así, la conversión a Cristo, el comienzo de una vida de discipulado en Cristo, constituye un nuevo nacimiento (cf. 2 Co 5,17; 1 P 1,3) que regenera la fraternidad como vínculo fundante de la vida familiar y base de la vida social.

En el libro del Génesis, leemos que Dios creó al hombre, varón y hembra, y los bendijo, para que crecieran y se multiplicaran (cf. 1,27-28): Hizo que Adán y Eva fueran padres, los cuales, cumpliendo la bendición de Dios de ser fecundos y multiplicarse, concibieron la primera fraternidad, la de Caín y Abel. Caín y Abel eran hermanos, porque vienen del mismo vientre, y por lo tanto tienen el mismo origen, naturaleza y dignidad de sus padres, creados a imagen y semejanza de Dios.

Pero la fraternidad expresa también la multiplicidad y diferencia que hay entre los hermanos, si bien unidos por el nacimiento y por la misma naturaleza y dignidad. Como hermanos y hermanas, todas las personas están por naturaleza relacionadas con las demás, de las que se diferencian pero con las que comparten el mismo origen, naturaleza y dignidad.

Gracias a ello la fraternidad crea la red de relaciones fundamentales para la construcción de la familia humana creada por Dios.

Por desgracia, entre la primera creación que narra el libro del Génesis y el nuevo nacimiento en Cristo, que hace de los creyentes hermanos y hermanas del «primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8,29), se encuentra la realidad negativa del pecado, que muchas veces interrumpe la fraternidad creatural y deforma continuamente la belleza y nobleza del ser hermanos y hermanas de la misma familia humana.

Caín, además de no soportar a su hermano Abel, lo mata por envidia cometiendo el primer fratricidio. «El asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermanos. Su historia (cf. Gn 4,1-16) pone en evidencia la dificultad de la tarea a la que están llamados todos los hombres, vivir unidos, preocupándose los unos de los otros».2

También en la historia de la familia de Noé y sus hijos (cf. Gn 9,18-27), la maldad de Cam contra su padre es lo que empuja a Noé a maldecir al hijo irreverente y bendecir a los demás, que sí lo honraban, dando lugar a una desigualdad entre hermanos nacidos del mismo vientre.

En la historia de los orígenes de la familia humana, el pecado de la separación de Dios, de la figura del padre y del hermano, se convierte en una expresión del rechazo de la comunión traduciéndose en la cultura de la esclavitud (cf. Gn 9,25-27), con las consecuencias que ello conlleva y que se perpetúan de generación en generación: rechazo del otro, maltrato de las personas, violación de la dignidad y los derechos fundamentales, la institucionalización de la desigualdad.

De ahí la necesidad de convertirse continuamente a la Alianza, consumada por la oblación de Cristo en la cruz, seguros de que «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia… por Jesucristo» (Rm 5,20.21). Él, el Hijo amado (cf. Mt 3,17), vino a revelar el amor del Padre por la humanidad. El que escucha el evangelio, y responde a la llamada a la conversión, llega a ser en Jesús «hermano y hermana, y madre» (Mt 12,50) y, por tanto, hijo adoptivo de su Padre (cf. Ef 1,5).

No se llega a ser cristiano, hijo del Padre y hermano en Cristo, por una disposición divina autoritativa, sin el concurso de la libertad personal, es decir, sin convertirse libremente a Cristo. El ser hijo de Dios responde al imperativo de la conversión: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hch 2,38). Todos los que respondieron con la fe y la vida a esta predicación de Pedro entraron en la fraternidad de la primera comunidad cristiana (cf. 1 P 2,17; Hch 1,15.16; 6,3; 15,23): judíos y griegos, esclavos y hombres libres (cf. 1 Co 12,13; Ga 3,28), cuya diversidad de origen y condición social no disminuye la dignidad de cada uno, ni excluye a nadie de la pertenencia al Pueblo de Dios. Por ello, la comunidad cristiana es el lugar de la comunión vivida en el amor entre los hermanos (cf. Rm 12,10; 1 Ts 4,9; Hb 13,1; 1 P 1,22; 2 P 1,7).

Todo esto demuestra cómo la Buena Nueva de Jesucristo, por la que Dios hace «nuevas todas las cosas» (Ap 21,5),3 también es capaz de redimir las relaciones entre los hombres, incluida aquella entre un esclavo y su amo, destacando lo que ambos tienen en común: la filiación adoptiva y el vínculo de fraternidad en Cristo.

El mismo Jesús dijo a sus discípulos: «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,15).

Múltiples rostros de la esclavitud de entonces y de ahora

Desde tiempos inmemoriales, las diferentes sociedades humanas conocen el fenómeno del sometimiento del hombre por parte del hombre. Ha habido períodos en la historia humana en que la institución de la esclavitud estaba generalmente aceptada y regulada por el derecho.

Éste establecía quién nacía libre, y quién, en cambio, nacía esclavo, y en qué condiciones la persona nacida libre podía perder su libertad u obtenerla de nuevo. En otras palabras, el mismo derecho admitía que algunas personas podían o debían ser consideradas propiedad de otra persona, la cual podía disponer libremente de ellas; el esclavo podía ser vendido y comprado, cedido y adquirido como una mercancía.

Hoy, como resultado de un desarrollo positivo de la conciencia de la humanidad, la esclavitud, crimen de lesa humanidad, está oficialmente abolida en el mundo. El derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud ni a servidumbre está reconocido en el derecho internacional como norma inderogable.

Sin embargo, a pesar de que la comunidad internacional ha adoptado diversos acuerdos para poner fin a la esclavitud en todas sus formas, y ha dispuesto varias estrategias para combatir este fenómeno, todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud.

Me refiero a tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y estándares internacionales, como, aunque de manera ilegal, en aquellos cuya legislación protege a los trabajadores.

Pienso también en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente. En aquellos que, una vez llegados a su destino después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas.

Pienso en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos, y en aquellos que, con el fin de permanecer dentro de la ley, aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles, sobre todo cuando las legislaciones nacionales crean o permiten una dependencia estructural del trabajador emigrado con respecto al empleador, como por ejemplo cuando se condiciona la legalidad de la estancia al contrato de trabajo… Sí, pienso en el «trabajo esclavo».

Pienso en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales; en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio o en las entregadas en sucesión, a un familiar después de la muerte de su marido, sin tener el derecho de dar o no su consentimiento.

No puedo dejar de pensar en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o paraformas encubiertas de adopción internacional.

Pienso finalmente en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales. Muchos de ellos desaparecen, otros son vendidos varias veces, torturados, mutilados o asesinados.

Algunas causas profundas de la esclavitud

Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto. Cuando el pecado corrompe el corazón humano, y lo aleja de su Creador y de sus semejantes, éstos ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos.

La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica; es tratada como un medio y no como un fin.

Junto a esta causa ontológica –rechazo de la humanidad del otro– hay otras que ayudan a explicar las formas contemporáneas de la esclavitud. Me refiero en primer lugar a la pobreza, al subdesarrollo y a la exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes, oportunidades de trabajo.

Con frecuencia, las víctimas de la trata y de la esclavitud son personas que han buscado una manera de salir de un estado de pobreza extrema, creyendo a menudo en falsas promesas de trabajo, para caer después en manos de redes criminales que trafican con los seres humanos. Estas redes utilizan hábilmente las modernas tecnologías informáticas para embaucar a jóvenes y niños en todas las partes del mundo.

Entre las causas de la esclavitud hay que incluir también la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. En efecto, la esclavitud y la trata de personas humanas requieren una complicidad que con mucha frecuencia pasa a través de la corrupción de los intermediarios, de algunos miembros de las fuerzas del orden o de otros agentes estatales, o de diferentes instituciones, civiles y militares. «Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, en el centro de todo sistema social o económico, tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores».

Otras causas de la esclavitud son los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo. Muchas personas son secuestradas para ser vendidas o reclutadas como combatientes o explotadas sexualmente, mientras que otras se ven obligadas a emigrar, dejando todo lo que poseen: tierra, hogar, propiedades, e incluso la familia.

Éstas últimas se ven empujadas a buscar una alternativa a esas terribles condiciones aun a costa de su propia dignidad y supervivencia, con el riesgo de entrar de ese modo en ese círculo vicioso que las convierte en víctimas de la miseria, la corrupción y sus consecuencias perniciosas.

Compromiso común para derrotar la esclavitud

Con frecuencia, cuando observamos el fenómeno de la trata de personas, del tráfico ilegal de los emigrantes y de otras formas conocidas y desconocidas de la esclavitud, tenemos la impresión de que todo esto tiene lugar bajo la indiferencia general.

Aunque por desgracia esto es cierto en gran parte, quisiera mencionar el gran trabajo silencioso que muchas congregaciones religiosas, especialmente femeninas, realizan desde hace muchos años en favor de las víctimas. Estos Institutos trabajan en contextos difíciles, a veces dominados por la violencia, tratando de romper las cadenas invisibles que tienen encadenadas a las víctimas a sus traficantes y explotadores; cadenas cuyos eslabones están hechos de sutiles mecanismos psicológicos, que convierten a las víctimas en dependientes de sus verdugos, a través del chantaje y la amenaza, a ellos y a sus seres queridos, pero también a través de medios materiales, como la confiscación de documentos de identidad y la violencia física.

La actividad de las congregaciones religiosas se estructura principalmente en torno a tres acciones: la asistencia a las víctimas, su rehabilitación bajo el aspecto psicológico y formativo, y su reinserción en la sociedad de destino o de origen.

Este inmenso trabajo, que requiere coraje, paciencia y perseverancia, merece el aprecio de toda la Iglesia y de la sociedad. Pero, naturalmente, por sí solo no es suficiente para poner fin al flagelo de la explotación de la persona humana. Se requiere también un triple compromiso a nivel institucional de prevención, protección de las víctimas y persecución judicial contra los responsables. Además, como las organizaciones criminales utilizan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para derrotar a este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad.

Los Estados deben vigilar para que su legislación nacional en materia de migración, trabajo, adopciones, deslocalización de empresas y comercialización de los productos elaborados mediante la explotación del trabajo, respete la dignidad de la persona.

Se necesitan leyes justas, centradas en la persona humana, que defiendan sus derechos fundamentales y los restablezcan cuando son pisoteados, rehabilitando a la víctima y garantizando su integridad, así como mecanismos de seguridad eficaces para controlar la aplicación correcta de estas normas, que no dejen espacio a la corrupción y la impunidad. Es preciso que se reconozca también el papel de la mujer en la sociedad, trabajando también en el plano cultural y de la comunicación para obtener los resultados deseados.

Las organizaciones intergubernamentales, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, están llamadas a implementar iniciativas coordinadas para luchar contra las redes transnacionales del crimen organizado que gestionan la trata de personas y el tráfico ilegal de emigrantes. Es necesaria una cooperación en diferentes niveles, que incluya a las instituciones nacionales e internacionales, así como a las organizaciones de la sociedad civil y del mundo empresarial.

Las empresas, en efecto, tienen el deber de garantizar a sus empleados condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados, pero también han de vigilar para que no se produzcan en las cadenas de distribución formas de servidumbre o trata de personas. A la responsabilidad social de la empresa hay que unir la responsabilidad social del consumidor. Pues cada persona debe ser consciente de que «comprar es siempre un acto moral, además de económico».

Las organizaciones de la sociedad civil, por su parte, tienen la tarea de sensibilizar y estimular las conciencias acerca de las medidas necesarias para combatir y erradicar la cultura de la esclavitud.

En los últimos años, la Santa Sede, acogiendo el grito de dolor de las víctimas de la trata de personas y la voz de las congregaciones religiosas que las acompañan hacia su liberación, ha multiplicado los llamamientos a la comunidad internacional para que los diversos actores unan sus esfuerzos y cooperen para poner fin a esta plaga.8 Además, se han organizado algunos encuentros con el fin de dar visibilidad al fenómeno de la trata de personas y facilitar la colaboración entre los diferentes agentes, incluidos expertos del mundo académico y de las organizaciones internacionales, organismos policiales de los diferentes países de origen, tránsito y destino de los migrantes, así como representantes de grupos eclesiales que trabajan por las víctimas. Espero que estos esfuerzos continúen y se redoblen en los próximos años.

Globalizar la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia

En su tarea de «anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad»,la Iglesia se esfuerza constantemente en las acciones de carácter caritativo partiendo de la verdad sobre el hombre. Tiene la misión de mostrar a todos el camino de la conversión, que lleve a cambiar el modo de ver al prójimo, a reconocer en el otro, sea quien sea, a un hermano y a una hermana en la humanidad; reconocer su dignidad intrínseca en la verdad y libertad, como nos lo muestra la historia de Josefina Bakhita, la santa proveniente de la región de Darfur, en Sudán, secuestrada cuando tenía nueve años por traficantes de esclavos y vendida a dueños feroces.

A través de sucesos dolorosos llegó a ser «hija libre de Dios», mediante la fe vivida en la consagración religiosa y en el servicio a los demás, especialmente a los pequeños y débiles. Esta Santa, que vivió entre los siglos XIX y XX, es hoy un testigo ejemplar de esperanza para las numerosas víctimas de la esclavitud y un apoyo en los esfuerzos de todos aquellos que se dedican a luchar contra esta «llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una herida en la carne de Cristo».

En esta perspectiva, deseo invitar a cada uno, según su puesto y responsabilidades, a realizar gestos de fraternidad con los que se encuentran en un estado de sometimiento. Preguntémonos, tanto comunitaria como personalmente, cómo nos sentimos interpelados cuando encontramos o tratamos en la vida cotidiana con víctimas de la trata de personas, o cuando tenemos que elegir productos que con probabilidad podrían haber sido realizados mediante la explotación de otras personas.

Algunos hacen la vista gorda, ya sea por indiferencia, o porque se desentienden de las preocupaciones diarias, o por razones económicas. Otros, sin embargo, optan por hacer algo positivo, participando en asociaciones civiles o haciendo pequeños gestos cotidianos –que son tan valiosos–, como decir una palabra, un saludo, un «buenos días» o una sonrisa, que no nos cuestan nada, pero que pueden dar esperanza, abrir caminos, cambiar la vida de una persona que vive en la invisibilidad, e incluso cambiar nuestras vidas en relación con esta realidad.

Debemos reconocer que estamos frente a un fenómeno mundial que sobrepasa las competencias de una sola comunidad o nación. Para derrotarlo, se necesita una movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno.

Por esta razón, hago un llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y a todos los que, de lejos o de cerca, incluso en los más altos niveles de las instituciones, son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad, sino que tengan el valor de tocar la carne sufriente de Cristo,12 que se hace visible a través de los numerosos rostros de los que él mismo llama «mis hermanos más pequeños» (Mt 25,40.45).

Sabemos que Dios nos pedirá a cada uno de nosotros: ¿Qué has hecho con tu hermano? (cf. Gn 4,9-10). La globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad, que les dé esperanza y los haga reanudar con ánimo el camino, a través de los problemas de nuestro tiempo y las nuevas perspectivas que trae consigo, y que Dios pone en nuestras manos.

Papa Francisco.