Campaña de recaudación de fondos para cuidar a los más necesitados

#SeamosUno es una iniciativa conformada por un grupo de personas, entidades y organizaciones religiosas, sociales y empresarias que quieren colaborar y aportar ante la situación de crisis sanitaria, económica y social que vive la Argentina.

Con este nuevo proyecto, lo que se pretende es recaudar fondos y  generar una red de distribución de donaciones, con el fin de proveer de cajas alimentarias a 4 millones de personas residentes del área metropolitana de Buenos Aires, a través de una logística puerta a puerta.

Se trata de un trabajo conjunto entre  el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) de la Compañía de Jesús, CARITAS, el Banco de Alimentos, el Consejo de Pastores Evangelistas de CABA, AMIA, Alianza Cristiana de Iglesias Evangelistas de la República Argentina  (ACIERA) y otras organizaciones empresarias y sociales, bajo la coordinación del Estado.

El proyecto está siendo auditado de manera conjunta por compañías de renombre nacional e internacional como Deloitte, EY, KPMG y PWC, para asegurar la transparencia del proceso.

El pasado lunes 30 de Marzo, los representantes de cada institución, estuvieron reunidos con el Presidente de la Nación, Alberto Fernández, para coordinar y colaborar en el funcionamiento de la campaña. Entre ellos, estuvieron presentes al sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga, director del Centro de Investigación y Acción Social -CIAS- y el Padre Provincial de los jesuitas Rafael Velazco SJ.

Si querés colaborar con esta iniciativa podés acceder a la página web: www.seamosuno.com.ar

Solidaridad con Refugiados y Migrantes en la era del COVID 19

Compartimos la declaración promulgada por la Global Ignatian Advocy Network on MIgratrion (GIAN Migration) sobre las consecuencias de la migración forzada en el contexto de la pandemia mundial. La GIAN es una red global sobre desplazamiento, migración y refugio, promovida por el Secretariado de Justicia Social y Ecología de la curia de los Jesuitas.

Comunicado:

“Al forastero que reside junto a vosotros, lo miraréis como a uno de vuestro pueblo y le amarás como a ti mismo” (Lev. 19,34). 

Vivimos una de las situaciones más complejas a nivel global desde hace muchos años. La pandemia del COVID 19 ha dado un vuelco al panorama mundial, con cerca de 800.000 casos y más de 37. 000 personas muertas en 178 países del mundo a 31 de marzo, cifras que aumentan cada día por millares. La rapidez con la que se extiende el virus ha llevado a numerosos países a cerrar sus fronteras. Numerosos países en todo el mundo han paralizado gran parte de su actividad y han puesto a sus poblaciones en confinamiento. Los sistemas sanitarios de diferentes países están siendo desbordados. Corremos el riesgo de que, en las próximas semanas, la pandemia se extienda y propague a más lugares. Tanto las consecuencias sanitarias como las económicas se prevén devastadoras y afectarán- están afectando ya- a las personas y comunidades más vulnerables. Desde la Red Global de Incidencia Ignaciana de Migraciones (GIAN Migraciones) nos preocupa especialmente la situación de las personas migrantes, refugiadas y desplazadas forzosas.

Situación de las personas migrantes y refugiadas y desplazadas En la actualidad, hay alrededor de 763 millones de migrantes internos en todo el mundo y 272 millones de migrantes internacionales. Más de 1.000 millones de personas están en movimiento en el mundo. Casi 71 millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares debido a conflictos armados, violencia generalizada o desastres naturales. De estas, casi 26 millones son refugiadas; 41,3 millones son desplazadas internas y 3,5 millones son solicitantes de asilo. (ACNUR 2020, OIM 2020).

El confinamiento se ha confirmado en muchos países del mundo como una de las principales medidas para evitar el crecimiento de la pandemia. #YoMeQuedoEnCasa es uno de los hashtag más utilizados estos días en las redes sociales y en las indicaciones de sanidad y de las administraciones públicas en muchos países. El problema es que hay muchas personas migrantes y refugiadas que no tienen un hogar donde aislarse. Otras viven en infraviviendas con familias enteras o desconocidos, en condiciones muy precarias y de escasa salubridad.

Campos de refugiados Las imágenes de los campos de refugiados, en distintas regiones del mundo dan cuenta de la tragedia que puede suponer el virus allí. Campos repletos, sin condiciones sanitarias para poder cumplir cuarentena y aislamiento, o medidas de higiene adecuadas. Es evidente que, en esta situación, los campos no constituyen un lugar seguro para personas que se han visto obligados a dejar su hogar huyendo de la violencia.

Personas solas y aisladas Algunas personas migrantes y refugiadas viven estos días recluidas y aisladas en sus casas, sin redes de apoyo con las que poder comunicarse o sentirse acompañadas. El drama es aún mayor en personas que no dominan el idioma y tienen serias dificultades incluso para conocer las normas de sanidad y aislamiento. Algunas incluso tienen miedo a salir a las calles a comprar, porque temen que la policía les pida la documentación y que eso les ocasione problemas.

Centros de detención y deportaciones Hoy en día existen distintos centros de detención en todo el mundo. En muchos de ellos, las condiciones de hacinamiento pueden poner en riesgo a las personas internadas. Asimismo, los problemas de convivencia y de posibilidades de contagio puede ser otro elemento a sumar en el caso que se plantee alargar las estancias. Son muchos los gobiernos que no han frenado las deportaciones, facilitando la transmisión del virus, en algunos casos sin respetar el debido proceso y, en otros, enmascarando o aprovechando las medidas en el marco de la crisis para violentar los derechos de migrantes forzados.

Mujeres migrantes que cuidan Una de las labores que realiza con suma dedicación un buen porcentaje de población migrante, sobre todo de mujeres, es el cuidado. Mujeres que cuidan de personas mayores y de niños y niñas. Muchas de ellas no tienen opción de dejar sus trabajos y quedarse en sus casas, realizando una labor social de incalculable valor. A pesar de ellos, ni tienen ese reconocimiento ni, en muchos casos, condiciones laborales dignas y adecuadas.

Familias trasnacionales Uno de los grandes dramas de las personas migrantes y refugiadas es la sensación de desarraigo y de lejanía con familia y amigos. En estos momentos de mayor tensión y de preocupación por nuestros mayores y por las personas con enfermedades crónicas, las personas migrantes soportan esta carga y una mayor limitación debido a la lejanía con sus familias y, a veces, a la falta o sobreexposición de información veraz que dificulta conocer la situación real de los países y comunidades.

Atrapadas tras la frontera Con el cierre de fronteras en todo el mundo, hay familias que se encuentran divididas y atrapadas en lugares de tránsito, sin apenas medios para sobrevivir, en ocasiones sin conocer el idioma o la legislación local. Personas bloqueadas en aeropuertos, con imposibilidad de acceder a información básica, también por el desbordamiento en los consulados y embajadas.

Crisis económica, Covid-19 e inmigración Muchas personas migrantes tienen trabajos precarios y ya se están viendo afectadas por despidos o ven peligrar su futuro profesional. El bloqueo económico que provoca el coronavirus afecta de una forma más acuciante a las personas migrantes más vulnerables, aquellas que ocupan los estratos más bajos de nuestro mercado laboral.

Prejuicios y xenofobia En todas las sociedades, ante las crisis y los males sociales, buscamos chivos expiatorios. Lamentablemente las personas migrantes y refugiadas suelen ser el foco de los prejuicios, el miedo al otro, al que habla diferente, etc. La pandemia global que vivimos no es ajena a esa tendencia. De hecho, aparecen voces que dicen que los migrantes son los que propagan la enfermedad. Se habla de los inmigrantes chinos que traen el coronavirus de su país, o de los «infectados» españoles o italianos, por citar unos pocos ejemplos.

Recomendaciones: ¿Cómo podemos cuidar de las personas migrantes más vulnerables? ¿Qué se puede hacer?

Desde la Red Global Ignaciana de Migraciones (GIAN Migraciones) consideramos que sería necesario implementar rápidamente las siguientes medidas, adecuándolas al país y contexto en que deban aplicarse:

1. Evacuar los campos de refugiados superpoblados, así como los centros de detención y proveer de alojamiento seguro y de condiciones sanitarias adecuadas a los migrantes, donde se les pueda proteger de contraer y propagar el virus.

2. Detener las deportaciones de migrantes, debido al cierre de fronteras y a la dificultad que tienen en muchos países para hacer frente a crisis sanitarias por las debilidades de sus sistemas de salud. El principio de no devolución (es decir, el derecho a no ser devuelto a un país en el cual está en riesgo la vida o la integridad de las personas) no admite excepciones.

3. Favorecer el acceso a atención médica para las personas sin hogar, las personas desplazadas, migrantes y refugiadas en tránsito, especialmente para los colectivos más vulnerables. Hay que prestar especial apoyo, porque las personas que viven en clandestinidad sienten temor a consultar a los centros de salud. Es importante protegerlas y facilitarles la información pertinente para reducir los riesgos. Muchos albergues siguen funcionando, tanto los públicos como los privados están en riesgo también por la falta de provisión medica.

4. Proveer solidariamente de apoyo humanitario y financiero para los países y áreas más afectadas por la atención humanitaria de personas migrantes, refugiadas y desplazadas.

5. Facilitar los procedimientos de asilo y otras alternativas migratorias y defensa incondicional del estado de derecho, también en tiempos de crisis. Las personas con necesidad de protección internacional no pueden ser rechazadas en la frontera.

6. Proveer de recursos de emergencia seguros para personas sin hogar o aquellas que viven en situaciones de hacinamiento y que no pueden cumplir las medidas de prevención y aislamiento.

7. Facilitar información en varios idiomas sobre las medidas de prevención y aislamiento, así como de las indicaciones más relevantes en los medios de comunicación. Solicitamos que los gobiernos y autoridades actúen con la mayor transparencia e información oportuna. Las medidas restrictivas, siempre con base científica, deben ayudar a la reducción de la transmisión del virus, siempre preservando las garantías constitucionales y el respeto a los derechos humanos de todas las personas en todos los territorios.

8. Implementar redes de cuidado, especialmente para las personas solas, enfermas o que se han quedado atrapadas por el cierre de fronteras. Para ello apoyarse de las redes de cuidado que se han ido generando dentro de la sociedad civil, iglesias, etc.

9. Trabajar en la sensibilización y en la integración en favor de los colectivos más vulnerables. Muchas personas migrantes- sobre todo, mujeres- ejercen labores de cuidado de los mayores y de los niños y niñas en muchos países, arriesgando hoy su salud y la de sus familias. Gran parte de los mercados laborales y de las redes de cuidado son sostenidas por el colectivo inmigrante. Hoy, muchas de las personas que trabajan en primera línea- en trabajos y servicios considerados esenciales en esta crisis-tales como cuidados, agricultura, servicios, o sanidad- son migrantes. En suma, las personas migrantes dinamizan las sociedades de las que forman parte y, en definitiva, permiten que la vida surja o resurja. Para ayudarnos a superar los escenarios de recesión económica que se prevén, necesitamos también de las personas migrantes. Urge reflexionar y dar a conocer la aportación que hace la población migrante en todas las sociedades, debiendo ser incluida en un abordaje integral de la crisis. También la política migratoria de cada país debe reforzar sus estrategias de integración en este contexto.

10. Luchar contra los bulos y las corrientes populistas que asocian migración y propagación del COVID-19, denunciando y parando inmediatamente la culpabilización o estigmatización de la población migrante y facilitando información oficial sobre los procesos de transmisión y las personas afectadas.

En este panorama desolador e incierto, han surgido también en todos los rincones del mundo, multitud de iniciativas creativas y solidarias y se ha acrecentado la conciencia de interdependencia y de comunidad global. Tal y como señala el Papa Francisco, esta es una ocasión para recordarles a las personas de una vez por todas que la humanidad es una única comunidad. Y lo importante y decisiva que es la fraternidad universal. Porque sólo podremos salir de esta situación todos juntos. La solidaridad es el mejor protocolo.

“Nos sorprendió una tormenta, inesperada y furiosa, pero nos dimos cuenta que estábamos en la misma barca. En esta barca estamos todos, como los discípulos que hablan con una sola voz y con angustia dicen ‘estamos perdidos’. También nosotros nos damos cuenta que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos”.

Papa Francisco, Roma, marzo 2020

 

Fuente: www.redjesuitaconmigranteslac.org

Comunicado del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres: «Es hora de crecer en la solidaridad»

Llamando a actuar frente a la epidemia del coronavirus, el grupo argentino de Curas en la Opción por los Pobres ha publicado un mensaje en el que llaman a la unidad y la solidaridad

Decretado el confinamiento en Argentina, como en muchos otros países del mundo, para evitar el contagio, el comunicado analiza que esta nueva situación «nos obliga a repensar muchas cosas a nivel personal y también como sociedad». Primero, llamando a cumplir con las reglas por responsabilidad, para proteger a los «más vulnerables al contagio y a la acción del virus». Segundo, porque la cuarentena está poniendo al descubierto la desigualdad social: el duro confinamiento de quienes «por las condiciones precarias de su vida cotidiana, no tienen la posibilidad de cumplir efectivamente con las medidas decretadas».

El mensaje muestra una mirada creyente, pero constructiva y racional, expresando que «hay que rezar, sí, pero no pidiendo o invocando milagros caídos del cielo. Hay que rezar por los enfermos y los que los cuidan, por los profesionales que los atienden, por los investigadores que buscan una cura, por las autoridades que deben guiarnos en este momento, para que usen todas sus capacidades ordenadas al bien de todos.».

Comunicado completo:

ES HORA DE CRECER EN LA SOLIDARIDAD

«Ayúdense mutuamente a llevar las cargas, y así cumplirán la Ley de Cristo»
(Gálatas 6,2)

Vivimos horas difíciles en la Argentina y el mundo. La crisis de salud ocasionada por el coronavirus, que además ocasiona una crisis económica de alcance mundial, pero que afecta a cada país de manera diferente, nos obliga a repensar muchas cosas a nivel personal y también como sociedad.

Las instituciones y autoridades sanitarias de todos los niveles han urgido a tomar medidas de «aislamiento social» como lo más efectivo para desacelerar el avance de la enfermedad y poder tratar más efectivamente a los que son más vulnerables al contagio y a la acción del virus. En nuestro país, como en muchos otros, se ha decretado una cuarentena por lo menos hasta el fin de mes.

Estar aislados en nuestros hogares las 24 horas del día es algo a lo que no estamos acostumbrados. Son, al menos, ocho horas más de convivencia obligada a las que cada familia deberá darle uso y sentido. Puede ser una oportunidad para estrechar los lazos familiares, y ésa es la mejor manera de manejarlo. Pero también puede ser la ocasión de ahondar otra pandemia que es la violencia familiar y de género: hay que estar atentos.

Hay muchos habitantes de nuestra patria que no podrán cumplir con este asilamiento. Para empezar: el personal sanitario, los proveedores de bienes y servicios indispensables para la vida cotidiana, autoridades, etc. Pero muchos más son los que, por las condiciones precarias de su vida cotidiana, no tienen la posibilidad de cumplir efectivamente con las medidas decretadas.

Es una situación en la que la presencia o ausencia del Estado, que debe velar por el bien común, aparecen en todas sus consecuencias. El empobrecimiento y el empeoramiento en estos últimos años de las condiciones habitacionales de la población más vulnerable y el deterioro de la salud pública, hace a los más pobres todavía más vulnerables. Hay que confiar que las autoridades sabrán atender estos «puntos débiles» de la cuarentena.

Las medidas adoptadas por el gobierno nacional, acompañado por los estados provinciales (y con el consenso de la oposición) parecen ser las apropiadas y deben ser acompañadas por nosotros con responsabilidad y solidaridad con los demás. Nos hablan también de la importancia de la presencia del Estado, en particular de la Salud Pública, tan castigada en los últimos años. No es hora, aunque habrá que hacerlo en algún momento, de llamar a los culpables a asumir su cuota de culpa. Es hora de unirnos para actuar proactiva y positivamente para disminuir los riesgos, para hacernos responsables unos de otros y para crecer en la solidaridad, cumpliendo con las medidas implementadas. Es también hora de hacer cumplir las leyes a los egoístas e irresponsables que sólo piensan en sí mismos: es muy triste ver cómo, quienes tienen posibilidades económicas o sociales, no se hacen cargo de la situación que atraviesa nuestra sociedad y ponen en peligro a todos.

No hay que ser alarmistas ni, mucho menos, apocalípticos. No hay que hacerse eco de falsas noticias y hay que recurrir a la información oficial. Las redes sociales están infectadas de estas «fake news» y de oraciones apocalípticas que generan una paranoia colectiva. No les hagan caso. Hay que rezar, sí, pero no pidiendo o invocando milagros caídos del cielo. Hay que rezar por los enfermos y los que los cuidan, por los profesionales que los atienden, por los investigadores que buscan una cura, por las autoridades que deben guiarnos en este momento, para que usen todas sus capacidades ordenadas al bien de todos.

Como curas nos ponemos a disposición de ustedes para acompañar a nuestro pueblo desde lo que podemos y lo que nos permiten las circunstancias.

Que el Buen Dios nos bendiga a todos y nos ilumine para hacer frente a este momento con solidaridad, caridad y justicia.

Secretariado del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres.
20 de marzo de 2020

Fuente: religiondigital.org

Jóvenes por la Hospitalidad: un futuro de esperanza donde todas las personas importan

Por Saúl Cuautle, SJ – Presidente FLACSI   y  Javier Cortegoso – Coordinador de la RJM

El impacto producido por las dinámicas asociadas a la migración forzada en todas las esferas de la sociedad latinoamericana, hace que la migración sea un fenómeno central en la realidad de la región. En este sentido, la migración es fuente de intercambios en todos los ámbitos y, con ello, fuente de la enorme riqueza cultural de la región. De la misma manera, puede ser el reflejo de los conflictos armados, la violencia estructural y las desigualdades económicas. En conclusión, la migración forzada es el reflejo de situaciones de injusticia que demandan una acción inmediata.

Las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús, nos invitan a seguir transitando conjuntamente caminos para responder de una mejor manera a los llamados urgentes de la humanidad, y en concreto, nos recuerdan el caminar junto a las personas migrantes forzadas, desplazadas y refugiadas en una misión de Reconciliación y Justicia. También nos indican que ese camino de esperanza que la humanidad está necesitando, se construirá de la mano de los jóvenes, quienes tienen la creatividad y la energía para emprender las tareas más importantes. Son los jóvenes, con su perspectiva, quienes pueden ayudarnos a comprender mejor el cambio de época que estamos viviendo y su novedad esperanzadora.

Para responder a esta necesidad en Latinoamérica y el Caribe, y con el objetivo de vincular a las comunidades educativas de los colegios de la Federación Latinoamericana de Colegios de la Compañía de Jesús (FLACSI), con la misión que realiza la Red Jesuita con Migrantes (RJM-LAC), desde el año 2016 se viene implementado el proyecto Jóvenes por la Hospitalidad. La iniciativa, que ha contado con más de 40 grupos en colegios de la Compañía de Jesús en 14 países, se mide no sólo por los números, sino por el camino recorrido en los colegios y por el deseo creciente de nuestros jóvenes de dar pasos hacia la acción.

La invitación para este 2020, es a que el trabajo que vienen adelantando los grupos de Jóvenes por la Hospitalidad en los colegios de FLACSI, vaya dando pasos hacia una lógica de conocer, participar e incidir, proyectada a partir del trabajo conjunto con obras u oficinas vinculadas a la RJM, de la siguiente manera:

  • – CONOCER las dinámicas de las personas en situación de migración forzada en los contextos locales, a partir del análisis del estado de acceso a sus derechos
  • – PARTICIPAR en actividades para la atención y la integración
  • – INCIDIR con la perspectiva de construir propuestas de cambio concretas, desde los jóvenes, que puedan ser de ayuda para entidades que dialogan con autoridades competentes en la atención a migrantes

Hemos identificado la oportunidad de estrechar esta relación entre los colegios de FLACSI y las obras y oficinas de la RJM, en la que proyectamos una multiplicidad de posibilidades de colaboración que de allí pueden surgir, como voluntariados, conocimiento de experiencia, servicios o acciones en días señalados, entre otras.

Consideramos que con esta invitación que se hace a las Redes y colegios que conforman FLACSI, estamos respondiendo a las Preferencias Apostólicas Universales, en un trabajo colaborativo del sector educativo, con el trabajo que realizan las obras de la RJM respecto a la Migración Forzada, la Reconciliación y la Hospitalidad.

Que sea esta una oportunidad fantástica para la colaboración desde la misión compartida, y para prestarnos un servicio mutuo en la búsqueda de un mundo que se acerque más al Reino que tanto anhelamos.

 

Fuente: jeusitas.lat

Comunicado de la Red Jesuita con Migrantes ante la crisis del Coronavirus

Partimos de la certeza de que hoy, más que nunca, vivimos tiempos que urgen de la mejor disposición personal y colectiva, de un accionar científico, responsable y oportuno en cada uno de los países, y de un compromiso absoluto de no dejar a nadie “por fuera”. La migración forzada conlleva realidades que suelen ser dejadas de lado, se culpabiliza a quienes huyen de sus países o se les niegan servicios básicos indispensables. Es por ello que, como Red Jesuita con Migrantes (RJM) manifestamos nuestra posición, en una coyuntura en la que necesitamos de todos y todas:

1. Es urgente frenar las deportaciones y cualquier otra medida de orden judicial o administrativo que ponga en riesgo a las personas, en tanto el debido resguardo sanitario durante su movilización no está garantizado. Quienes viven en la clandestinidad se sienten más atemorizados de consultar en los centros de salud cercanos. A ello hay que sumar la desprotección de las personas deportadas, al ingresar al territorio del que son nacionales, lo que reduce la posibilidad de realizar un distanciamiento social correcto, según las medidas urgentes que nos han solicitado implementar en muchos de los países de América.

2. Respecto a la población en detención por el hecho de migrar forzadamente -situación que recibe nuestro rechazo siempre- es indispensable liberar a la población de los centros de detención en EEUU, y asegurar las condiciones de seguridad sanitaria en todos los centros de detención, estaciones migratorias o similares, o en su caso establecer albergues públicos donde sea necesario con todas las medidas sanitarias, por ser personas que han enfrentado altos niveles de movilidad. Debemos protegerlas, evitar que se contagien y que puedan contagiar e informarles debidamente para reducir los riesgos.

3. Se vuelve aún más necesario que se den recursos de salud a los centros de migrantes, desplazados/as y refugiados/as. Algunos albergues, especialmente en frontera, seguirán brindado servicio. Es urgente la capacitación y la provisión de material médico para tomar las medidas necesarias de carácter preventivo. Sin desestimar el cuidado del personal y las y los voluntarios que trabajan con ellos/as.

4. Se debe parar cualquier afirmación o medida orientada a discriminar, estigmatizar o culpar a la población migrante, desplazada o refugiada, especialmente en aquellos territorios donde la xenofobia hace parte de los discursos dominantes u oficiales. Es claro que esta pandemia puede afectarles en cualquier situación, pero de ninguna manera es su responsabilidad, ni han sido el foco de propagación señalado por los especialistas.

5. Nos toca levantar la voz para que en cada uno de nuestros países se realice una reflexión argumentada sobre el aporte que hace la población migrante y refugiada a nuestras sociedades y que por tanto no puede quedar excluida de un abordaje integral de la crisis. Nos necesitamos todos y todas para salir de esta pandemia.

Las personas migrantes y refugiadas dinamizan las sociedades de las que hacen parte, prestan servicios indispensables en muchas áreas, son consumidores, están a cargo de los cuidados de niños y personas adultas mayores, se desempeñan en construcción, agricultura y en muchas otras áreas… En otras palabras, permiten que la vida siga o resurja. Para ayudarnos a superar los escenarios de recesión económica que se prevén, necesitamos también de las personas que han migrado. La política migratoria de cada país debe reforzar sus estrategias de integración en este contexto.

6. Exigimos, finalmente, la mayor transparencia e información oportuna por parte de los gobiernos y autoridades, entendemos medidas restrictivas con base científica que ayuden en la reducción de la transmisión del virus, siempre preservando las garantías constitucionales y el respeto innegociable de los derechos humanos de todas las personas en todos los territorios.

Nos corresponde como RJM ser parte de la solución y apoyar en cada uno de los países con la entrega de contenidos informativos serios y accesibles, que propicien que las personas migrantes, refugiadas y desplazadas minimicen los peligros de contagio o falta de atención médica. Máxime cuando muchos países están asumiendo medidas de cierre de fronteras aéreas y terrestres.

Este continente nuestro está unido por un delgado cordón que nos sostiene hacia el norte y hacia el sur. No es momento de tirar fuerte de un extremo o del otro. Es hora de lograr balances y acciones colaborativas que nos protejan sin discriminación, sin acaparamiento, sin miedos, sin egoísmo. Superaremos esta crisis sino dejamos a nadie fuera.

La solidaridad se impone como el más efectivo de los protocolos.

 

Fuente: jesuitas.lat

Coronavirus: la oportunidad de pensar en el bien común

Reflexión por Álvaro Lobo SJ

Todavía somos muchos los que vivimos entre el asombro y la preocupación por lo que se vive en estos días, sobre todo en las grandes ciudades donde parece que esto del coronavirus es más serio de lo que pensábamos en un principio. Hemos pasado en horas del «todo está controlado» a vaciar supermercados compulsivamente.  [..]

Más allá de intentar no perder el norte, tomar precauciones, asimilar la información de forma clara y de no dejarnos llevar por el alarmismo hay un aspecto muy positivo, podemos recuperar el bien común como valor de nuestra sociedad. Muchos sabemos que en principio no es una enfermedad severa si estás sano, pero sí que es peligrosa si eres población vulnerable. Esto nos sitúa a todo el mundo ante el reto de intentar transmitir lo menos posible un virus –o mejor dicho coronavirus– que se mueve como pez en el agua. Es hacernos conscientes que nuestras decisiones condicionan la salud pública, que es patrimonio de todos.

En una época profundamente individualista nos encontramos en una situación en la que más que nunca nuestras decisiones cuentan. Se trata de una oportunidad como sociedad de pensar más en el otro, y considerar que muchas de nuestras acciones tendrán repercusión, para bien y para mal, en alguien que no conocemos sin saber cuándo ni cómo. Ojalá descubramos que detrás de la salud pública está el cuidado del bien común.

Jornada del Migrante 2020: “Como Jesucristo, obligados a huir”

El pasado 6 de Marzo se hizo público el tema de la 106° Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el 27 de setiembre de 2020. “Como Jesucristo, obligados a huir”, es el título del Mensaje del Papa, que este año se centrará en el cuidado pastoral de los desplazados internos, que hoy en día suman más de 41 millones en todo el mundo.
El punto de partida para la reflexión, será la de la experiencia de Jesús desplazado y refugiado junto a sus padres, para reafirmar la importancia de la razón cristológica de la acogida cristiana.
El Mensaje se desarrollará  en seis subtemas:
  • Conocer para comprender
  • Acercarse para servir
  • Escuchar para reconciliarse
  • Compartir para crecer
  • Involucrar para promover
  • Colaborar para construir.

Para favorecer una preparación adecuada para la celebración de esta jornada, también este año la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del  Desarrollo Humano Integral quiere lanzar una campaña de comunicación. Cada mes se propondrán reflexiones y material informativo y multimedia, útiles para profundizar en el tema elegido por el Santo Padre.

 

Comentarios del P. Fabio Baggio¹

El Santo Padre eligió este título para el mensaje de la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado de este año para expresar su preocupación personal por una categoría de personas en movimiento que a menudo son olvidadas. Se trata de personas desplazadas internamente. Estamos hablando de más de 40 millones de personas, 41 según las últimas cifras. Representan una gran porción de esas personas que hoy en día están moviéndose, sólo que no cruzan fronteras y permanecen dentro de su territorio nacional. Por eso son obviamente responsabilidad de los distintos gobiernos y a menudo permanecen en el anonimato. Dedicarles el Mensaje significa poner de relieve esta situación particular y también dedicar palabras que sean indicaciones y reflexiones para los agentes pastorales para poder trabajar también con estas personas. El icono del que el Santo Padre quiso partir es el del Niño Jesús que, con su familia exiliada, tuvo la experiencia de verse obligado a abandonar su propia tierra a causa de la persecución en ese caso, o por conflictos, o por desastres naturales. Estas son las principales razones, junto con otras, que siempre son reconocidas en todo el mundo y que empujan a estos millones de personas a abandonar su tierra. Y siempre existe el deseo, por supuesto, de volver. A veces esto no es posible. Estos son desafíos que también se lanzan a nuestras comunidades cristianas que se encuentran, por un lado para acoger, por otro para reconstruir una historia juntos. Como también, muchas veces, para acompañar procesos de retorno, cuando sea posible, a los territorios que han sido abandonados a causa de los fenómenos que he mencionado anteriormente.

Con respecto a los seis subtemas, recordemos, que cada uno de estos temas han sido bien explorados por el Santo Padre desde Laudato Si’, reconociendo siempre que sólo con una nueva perspectiva humanista bien fundada en lo que es el proyecto divino de la creación – es decir, lo que es nuestro dicasterio, el desarrollo humano integral que debe ser promovido en un contexto de fe basado en el plan de Dios – de hecho podemos trabajar. Así que, empezando por conocer llegamos a promover, empezando por servir, llegamos a construir juntos. Todos estos pares de verbos se leerán en el Mensaje del Santo Padre que se publicará dentro de unas semanas, en un desarrollo progresivo de actividades muy concretas que nos hacen, por un lado, ser más «persona» según el plan de Dios, y hacer de los demás una «persona» según el plan de Dios.

 

¹ Co-secretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral.

 

Fuente: vaticannews.va

Servicio Jesuita a Migrantes en Córdoba

El Servicio Jesuita a Migrantes  está en nuestro país desde hace 16 años y busca acompañar a personas que vienen de otros países con una situación de vulnerabilidad. Dadas las diferentes circunstancias de la migración, esta obra de la Compañía de Jesús se amplió a toda la Provincia Jesuítica Argentino-Uruguaya y hoy cuenta con una sede en Córdoba, Buenos Aires y actividades en Uruguay. En conversación con Julio Villavicencio (vive Ciudad de Buenos Aires y es el delegado del sector apostólico), Cecilia Duarte (San Miguel, Buenos Aires) y Javier Hernández (Córdoba); sus tres referentes en Argentina.

¿Cuándo y cómo nace este servicio?

Julio: Hace 16 años que, por una presencia notable de migrantes de países limítrofes, comenzó el espacio físicamente en San Miguel de Buenos Aires, capilla nuestra Señora de Luján. Esa experiencia nos introdujo en el acompañamiento de las personas migrantes, se mantuvo durante muchos años en ese lugar. Esta experiencia se amplió a toda la Provincia Jesuítica Argentino-Uruguaya. Esa es la novedad de este año.

¿Cuál es su objetivo?

Julio: Básicamente lo que busca es acompañar personas que vienen de otros países con una situación de vulnerabilidad. Hoy hay una migración que se visibiliza mucho como la de los venezolanos trabajando en comercios, pero hay otra migración más silenciosa donde hay situaciones de mucha fragilidad, sin techo ni trabajo. Ahí es donde nuestro servicio trata de acompañarlos.

¿Cómo lo hacen?

Julio: En este momento estamos trabajando en distintas áreas: social, asistencia, orientación legal, acompañamiento psicológico, educación, pastoral e incidencia. En esta última área nos gustaría trabajar con la Universidad, porque apunta a la experiencia de trabajar con personas vulnerables, por causa de la migración. Se trata de buscar qué reflexión podemos hacer al respecto desde el punto de vista de la investigación para poder proponer a la sociedad hacer un aporte. Hay muchos mitos sobre las personas migrantes, como el que te sacan el trabajo, que usan nuestro servicio de salud, que están vinculados a la delincuencia, etcétera. La idea es que la sociedad desarme esos mitos. El Papa dice que no se trata solo de migrantes, sino de personas. Construimos humanidad.

¿Buscan expandirse?

Julio: Además de estar en Buenos Aires, se abrió un nuevo espacio en Córdoba que empezó este año, el miércoles santo más precisamente. En Uruguay, si bien no tenemos una oficina, empezamos a abrir espacios para empezar a trabajar temas sobre la migración. 

¿Cómo es la situación en Argentina respecto a la migración?

Javier: Actualmente se puede decir que la tendencia actual de migrantes en Argentina es de un 5%. Capital Federal concentra el más alto porcentaje, un 80%, luego la provincia de Buenos Aires y después Córdoba. El 4 o 5% de la población de Córdoba es extranjera o nativa de otro país. El porcentaje más alto sigue siendo, hasta el momento, Bolivia y Perú. Sin embargo, hay un aumento de radicaciones en Córdoba de la población venezolana de un 150%.

¿Trabajan de manera coordinada en cada sede?

Cecilia: Aplicamos lo mismo en las tres sedes, pero ponemos distintos énfasis. En San Miguel, por ejemplo, tenemos una comunidad grande de paraguayos, y allí acompañamos sus devociones. Tenemos un proyecto con los colegios parroquiales e incluso con laicos. Esa es la forma de llegarle a los jóvenes. Allí aplicamos un proyecto que se llama Historias reales de vida, que consiste en que los estudiantes de los colegios conozcan la vida de un migrante. Sirve para sensibilizar. Lo que tenemos en común los tres servicios es que todos hemos nacido desde la experiencia de fe de la persona migrante.

¿Tienen un registro de migrantes?

Julio: Una de nuestras bases es la necesidad de ayudar a obtener la regularización migratoria, es decir el DNI. Cuando el caso se complejiza, los patrocinamos, no como abogados, pero sí colaboramos para que puedan insertarse en la sociedad argentina, y el primer paso es obtener el reconocimiento jurídico.  

Javier: En Córdoba estamos atendiendo los sábados. Llevamos una base de datos que nos permita conocer la información de las tres sedes al mismo tiempo.

¿Cuál es el mayor impedimento para insertarse?

Javier: La sociedad argentina tiene particularidades. En general, la política migratoria es favorable para la población sudamericana, lo cual facilita mucho el acceso al DNI. El trámite no es tanto un problema. Lo que se observa en Córdoba es la segregación habitacional, normalmente en sectores marginales, que los lleva a la estigmatización.

Julio: Básicamente la inserción se da por los servicios. Pero hay matices. Hay grupos minoritarios pero que tienen muchos más impedimentos que el resto. Hay gente con educación distinta. Además, el caso de los trámites extra Mercosur son más caros y complejos. Los refugiados sirios, senegaleses, son otros ejemplos de problemáticas distintas para la inserción.

Ahora el DNU que sacó el actual gobierno condiciona un poco, porque determina la expulsión del país para aquellos migrantes que tienen algún problema con la ley, pero ahí surgen muchas desproporciones, porque ingresan en la misma bolsa aquel que tuvo una situación grave, como el migrante que estaba vendiendo café sin un permiso.

¿Hay muchos refugiados?

Javier: Representan un porcentaje ínfimo. El grueso de la población migratoria es de países sudamericanos, no necesariamente de refugio.

¿Se pueden insertar fácilmente en la escuela?

Javier: Depende los casos. Para los venezolanos es más rápida y sencilla. Ahí nuestro desafío es formar a los docentes en una enseñanza cultural. Hay iniciativas, por lo menos en Córdoba, de dar acompañamiento psicopedagógico.

¿Se pueden sumar voluntarios?

Javier: Bienvenidos todos los que se quieran sumar. Sirve para empaparse de cómo viven otros. Ya de por sí es importante que sepan que existimos. La ayuda económica también nos sirve.

¿Qué es lo que más sensibiliza de estos casos?

Julio: A mí una situación que me sensibiliza mucho es la de la persona que migra con su familia. Realmente a veces nosotros vemos estadísticas, pero no tomamos en cuenta eso. Se están jugando la vida de ellos y de su familia. Es la expresión más cercana al amor, salir de uno mismo para entregarse su vida por los otros.  Un ejemplo es el caso de un matrimonio venezolano que llegó hace poco. Ella embarazada de ocho meses. Hacía dos días estaban en una carpa comiendo lo que la gente les acercaba. Él le pide a Dios, le pide una señal. Ese día regresa a donde estaba su señora en la carpa, que le cuenta que le escribió a un reconocido médico de su país por Instagram y éste le respondió con todas las indicaciones médicas necesarias para seguir el viaje. Son historias que te demuestran de la riqueza humana que los migrantes traen a un país.

Fuente: Universidad Católica de Córdoba

SJM – Alojamiento temporario para Migrantes

En dependencias de la comunidad jesuita Regina Martyrum, en la ciudad de Buenos Aires, avanzan las obras de tres unidades de alojamiento temporario para migrantes. 

El P. Julio Villavicencio S.J., director del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) en Argentina y Uruguay, señala que de este modo se atiende a una de las necesidades más urgentes de quienes sufren la migración forzada. 

La oficina del SJM atiende lunes, martes y miércoles, gracias a la labor de voluntarios que asisten y acompañan a las más de 50 familias que semanalmente concurren por diversos motivos. Asesoramiento migratorio, consultas legales o de alojamiento por estar en situación de calle, solicitud de vestido, abrigo o elementos de necesidad básica, son una constante en las dependencias de la calle H. Yrigoyen 2025, a escasos metros de la sede del Congreso Nacional.

En la antigua cocina de la comunidad, luego de la re funcionalización del edificio, quedó espacio para ubicar 3 unidades de alojamiento con capacidad total para más de 20 personas, cada una cuenta con sanitarios, cocina, habitación, integrados con un espacio de uso común y servicios compartidos. Actualmente se encuentra en etapa de terminación y se prevé finalizar la obra en los últimos días de octubre.

El SJM –relata el P. Julio- se ha estructurado en tres ejes de misión: el acompañamiento de familias migrantes en su vulnerabilidad, la promoción de espacios de integración social y la incidencia pública en defensa de sus derechos. “Nos organizamos por áreas de trabajo: social, a cargo de asistencia básico y asesoramiento migratorio; la pastoral, en el cuidado de las devociones populares propias; el área educación, aportando la dimensión intercultural a los colegios de la Compañía, no solo la sensibilización de los alumnos sino de toda la institución; y, la incidencia, que aún está en germen.”

 Para seguir atendiendo la demanda creciente, además de vincularse con organismos oficiales y otras ONG’s, estrechan lazos con obras jesuitas cercanas: la comunidad del templo de Regina Martyrum que comparte celebraciones y encuentros festivos; familias voluntarias del Colegio del Salvador para acompañamiento; la Obra de San José que articula la asistencia de situaciones puntuales… y la lista sigue. Un contacto se encuentra disponible para quienes quieran sumarse a través de la página web www.sjmargentina.org.ar o al teléfono (11) 4951-8028

“No se trata sólo de migrantes” – Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de Migrantes y Refugiados

El 29 de septiembre se celebra la Jornada Mundial de los Migrantes y Refugiados. Compartimos aquí el mensaje que el Papa Francisco ha emitido con motivo de esta celebración. 

Queridos hermanos y hermanas:

La fe nos asegura que el Reino de Dios está ya misteriosamente presente en nuestra tierra (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 39); sin embargo, debemos constatar con dolor que también hoy encuentra obstáculos y fuerzas contrarias. Conflictos violentos y auténticas guerras no cesan de lacerar la humanidad; injusticias y discriminaciones se suceden; es difícil superar los desequilibrios económicos y sociales, tanto a nivel local como global. Y son los pobres y los desfavorecidos quienes más sufren las consecuencias de esta situación.

Las sociedades económicamente más avanzadas desarrollan en su seno la tendencia a un marcado individualismo que, combinado con la mentalidad utilitarista y multiplicado por la red mediática, produce la “globalización de la indiferencia”. En este escenario, las personas migrantes, refugiadas, desplazadas y las víctimas de la trata, se han convertido en emblema de la exclusión porque, además de soportar dificultades por su misma condición, con frecuencia son objeto de juicios negativos, puesto que se las considera responsables de los males sociales. La actitud hacia ellas constituye una señal de alarma, que nos advierte de la decadencia moral a la que nos enfrentamos si seguimos dando espacio a la cultura del descarte. De hecho, por esta senda, cada sujeto que no responde a los cánones del bienestar físico, mental y social, corre el riesgo de ser marginado y excluido.

Por esta razón, la presencia de los migrantes y de los refugiados, como en general de las personas vulnerables, representa hoy en día una invitación a recuperar algunas dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad, que corren el riesgo de adormecerse con un estilo de vida lleno de comodidades. Razón por la cual, “no se trata sólo de migrantes” significa que al mostrar interés por ellos, nos interesamos también por nosotros, por todos; que cuidando de ellos, todos crecemos; que escuchándolos, también damos voz a esa parte de nosotros que quizás mantenemos escondida porque hoy no está bien vista.

«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» (Mt 14,27). No se trata sólo de migrantes, también se trata de nuestros miedos. La maldad y la fealdad de nuestro tiempo acrecienta «nuestro miedo a los “otros”, a los desconocidos, a los marginados, a los forasteros […]. Y esto se nota particularmente hoy en día, frente a la llegada de migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de protección, seguridad y un futuro mejor. Es verdad, el temor es legítimo, también porque falta preparación para este encuentro» (Homilía, Sacrofano, 15 febrero 2019). El problema no es el hecho de tener dudas y sentir miedo. El problema es cuando esas dudas y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas. El miedo nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro, con aquel que es diferente; nos priva de una oportunidad de encuentro con el Señor (cf. Homilía en la Concelebración Eucarística de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, 14 enero 2018).

«Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos?» (Mt 5,46). No se trata sólo de migrantes: se trata de la caridad. A través de las obras de caridad mostramos nuestra fe (cf. St 2,18). Y la mayor caridad es la que se ejerce con quienes no pueden corresponder y tal vez ni siquiera dar gracias. «Lo que está en juego es el rostro que queremos darnos como sociedad y el valor de cada vida […]. El progreso de nuestros pueblos […] depende sobre todo de la capacidad de dejarse conmover por quien llama a la puerta y con su mirada estigmatiza y depone a todos los falsos ídolos que hipotecan y esclavizan la vida; ídolos que prometen una aparente y fugaz felicidad, construida al margen de la realidad y del sufrimiento de los demás» (Discurso en la Cáritas Diocesana de Rabat, 30 marzo 2019).

«Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció» (Lc 10,33). No se trata sólo de migrantes: se trata de nuestra humanidad. Lo que mueve a ese samaritano, un extranjero para los judíos, a detenerse, es la compasión, un sentimiento que no se puede explicar únicamente a nivel racional. La compasión toca la fibra más sensible de nuestra humanidad, provocando un apremiante impulso a “estar cerca” de quienes vemos en situación de dificultad. Como Jesús mismo nos enseña (cf. Mt 9,35-36; 14,13-14; 15,32-37), sentir compasión significa reconocer el sufrimiento del otro y pasar inmediatamente a la acción para aliviar, curar y salvar. Sentir compasión significa dar espacio a la ternura que a menudo la sociedad actual nos pide reprimir. «Abrirse a los demás no empobrece, sino que más bien enriquece, porque ayuda a ser más humano: a reconocerse parte activa de un todo más grande y a interpretar la vida como un regalo para los otros, a ver como objetivo, no los propios intereses, sino el bien de la humanidad» (Discurso en la Mezquita “Heydar Aliyev” de Bakú, Azerbaiyán, 2 octubre 2016)

«Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial» (Mt 18,10). No se trata sólo de migrantes: se trata de no excluir a nadie. El mundo actual es cada día más elitista y cruel con los excluidos. Los países en vías de desarrollo siguen agotando sus mejores recursos naturales y humanos en beneficio de unos pocos mercados privilegiados. Las guerras afectan sólo a algunas regiones del mundo; sin embargo, la fabricación de armas y su venta se lleva a cabo en otras regiones, que luego no quieren hacerse cargo de los refugiados que dichos conflictos generan. Quienes padecen las consecuencias son siempre los pequeños, los pobres, los más vulnerables, a quienes se les impide sentarse a la mesa y se les deja sólo las “migajas” del banquete (cf. Lc 16,19-21). La Iglesia «en salida […] sabe tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24). El desarrollo exclusivista hace que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres. El auténtico desarrollo es aquel que pretende incluir a todos los hombres y mujeres del mundo, promoviendo su crecimiento integral, y preocupándose también por las generaciones futuras.

«El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos» (Mc 10,43-44). No se trata sólo de migrantes: se trata de poner a los últimos en primer lugar. Jesucristo nos pide que no cedamos a la lógica del mundo, que justifica el abusar de los demás para lograr nuestro beneficio personal o el de nuestro grupo: ¡primero yo y luego los demás! En cambio, el verdadero lema del cristiano es “¡primero los últimos!”. «Un espíritu individualista es terreno fértil para que madure el sentido de indiferencia hacia el prójimo, que lleva a tratarlo como puro objeto de compraventa, que induce a desinteresarse de la humanidad de los demás y termina por hacer que las personas sean pusilánimes y cínicas. ¿Acaso no son estas las actitudes que frecuentemente asumimos frente a los pobres, los marginados o los últimos de la sociedad? ¡Y cuántos últimos hay en nuestras sociedades! Entre estos, pienso sobre todo en los emigrantes, con la carga de dificultades y sufrimientos que deben soportar cada día en la búsqueda, a veces desesperada, de un lugar donde poder vivir en paz y con dignidad» (Discurso ante el Cuerpo Diplomático, 11 enero 2016). En la lógica del Evangelio, los últimos son los primeros, y nosotros tenemos que ponernos a su servicio.

«Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10). No se trata sólo de migrantes: se trata de la persona en su totalidad, de todas las personas. En esta afirmación de Jesús encontramos el corazón de su misión: hacer que todos reciban el don de la vida en plenitud, según la voluntad del Padre. En cada actividad política, en cada programa, en cada acción pastoral, debemos poner siempre en el centro a la persona, en sus múltiples dimensiones, incluida la espiritual. Y esto se aplica a todas las personas, a quienes debemos reconocer la igualdad fundamental. Por lo tanto, «el desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre» (S. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 14).

«Así pues, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios» (Ef 2,19). No se trata sólo de migrantes: se trata de construir la ciudad de Dios y del hombre. En nuestra época, también llamada la era de las migraciones, son muchas las personas inocentes víctimas del “gran engaño” del desarrollo tecnológico y consumista sin límites (cf. Carta enc. Laudato si’, 34). Y así, emprenden un viaje hacia un “paraíso” que inexorablemente traiciona sus expectativas. Su presencia, a veces incómoda, contribuye a disipar los mitos de un progreso reservado a unos pocos, pero construido sobre la explotación de muchos. «Se trata, entonces, de que nosotros seamos los primeros en verlo y así podamos ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no sólo un problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio» (Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2014).

Queridos hermanos y hermanas: la respuesta al desafío planteado por las migraciones contemporáneas se puede resumir en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. Pero estos verbos no se aplican sólo a los migrantes y a los refugiados. Expresan la misión de la Iglesia en relación a todos los habitantes de las periferias existenciales, que deben ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados. Si ponemos en práctica estos verbos, contribuimos a edificar la ciudad de Dios y del hombre, promovemos el desarrollo humano integral de todas las personas y también ayudamos a la comunidad mundial a acercarse a los objetivos de desarrollo sostenible que ha establecido y que, de lo contrario, serán difíciles de alcanzar.

Por lo tanto, no solamente está en juego la causa de los migrantes, no se trata sólo de ellos, sino de todos nosotros, del presente y del futuro de la familia humana. Los migrantes, y especialmente aquellos más vulnerables, nos ayudan a leer los “signos de los tiempos”. A través de ellos, el Señor nos llama a una conversión, a liberarnos de los exclusivismos, de la indiferencia y de la cultura del descarte. A través de ellos, el Señor nos invita a reapropiarnos de nuestra vida cristiana en su totalidad y a contribuir, cada uno según su propia vocación, a la construcción de un mundo que responda cada vez más al plan de Dios.

Este es el deseo que acompaño con mi oración, invocando, por intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora del Camino, abundantes bendiciones sobre todos los migrantes y los refugiados del mundo, y sobre quienes se hacen sus compañeros de viaje.

Fuente: Vatican.va