Elogio a la desolación
Por Santi Torres, miembro del equipo de Cristianisme i Justicia, licenciado en psicología y teología
Estos días, supongo que es ese calor inusual, supongo que el fin de curso (quienes vamos por cursos) hay una frase que se repite cuando te atreves a preguntar a alguien «¿Cómo estás?» y es «Estoy cansado». Hay cansancios y cansancios, y lo que se expresa a menudo en las conversaciones, en las reuniones, tomando algo con amigos, es como una especie de cansancio profundo, existencial. Es como si de repente notáramos el peso de la existencia, esa pesada de la vida cotidiana… No es propiamente una depresión, es una desgana, una falta de ilusión. A veces es personal, otras, como quizás esté pasando ahora, forman parte de un ambiente motivado por mil y una circunstancias (pospandemia, guerras, inflación, cambio climático …)
Sin embargo, en el fondo este estado de ánimo forma parte de la vida de las personas y las sociedades. En la vida espiritual, san Ignacio lo definió como “desolación”, y se trata de un elemento muy importante frente al crecimiento y el conocimiento espiritual, ya que es el lugar donde la persona se siente especialmente tentada por sus propios fantasmas . Y nadie se conoce bien si no conoce sus propios fantasmas.
El problema es que la desolación encaja mal en un mundo donde se nos ha vendido que la alegría perpetua o incluso, la euforia, es el estado normal del ser humano y que, por tanto, no hay lugar por los momentos bajos , por la tristeza o por el sentimiento de pesadez. Repito no hablo de la depresión como tal, hablo de la tristeza y de la desolación.
La desolación puede ser un momento de autoconocimiento muy profundo. De conocimiento de los propios límites y como decía de los propios fantasmas, ya que en un momento bajo a cada uno se le aparecen tentaciones muy distintas: tentación de ponerlo en marcha todo a rodar, tentación de evasiones adictivas, tentación de disimular…. Precisamente el único consejo que san Ignacio da es la necesidad de que la persona que está sufriendo esta situación no se acomode a ella sino que “haga contra la desolación para vencer las tentaciones”. La desolación puede ser un agujero negro narcisista, un lamento continuo sobre nuestra desdicha, un cierre sobre nosotros mismos, o puede ser un entrenamiento efectivo contra todo esto.
En momentos en los que el subjetivismo es tan valorado como el único camino de acceso a la propia realidad, precisamente lo que se nos propone es salir de nosotros mismos para «hacer contra» aquellos elementos que no hacen sino separarnos del mundo y de los demás, de los compromisos y sus preocupaciones.
Por eso, la publicidad y el capitalismo, que tan bien juega en todos los estados de ánimo más que animar a «hacer contra» lo que nos dice es que nos «entregamos a la tentación». Lo que te dice es que tienes toda razón de estar enojado con el mundo y que ellos tienen en forma de producto la solución para superarlo. Y esto no pasa nunca por un trabajo interior, de tragarse los límites, sino para tratar de distraer la desolación en mil y una capas de consumo y diversión.
Por eso, quería hacer hoy un elogio de la desolación, no para arrastrarse en ella y quedarse en ella, sino como un momento privilegiado de conocimiento, de hacer luto, de asumir la realidad tal y como es… En definitiva, la tristeza o la desolación cuando ocurren es para transitar por ellas y hacerse, así, más fuertes en humanidad.
Fuente: blog.cristianismeijusticia.net