Elogio a la desolación

Por Santi Torres, miembro del equipo de Cristianisme i Justicia, licenciado en psicología y teología

Estos días, supongo que es ese calor inusual, supongo que el fin de curso (quienes vamos por cursos) hay una frase que se repite cuando te atreves a preguntar a alguien «¿Cómo estás?» y es «Estoy cansado». Hay cansancios y cansancios, y lo que se expresa a menudo en las conversaciones, en las reuniones, tomando algo con amigos, es como una especie de cansancio profundo, existencial. Es como si de repente notáramos el peso de la existencia, esa pesada de la vida cotidiana… No es propiamente una depresión, es una desgana, una falta de ilusión. A veces es personal, otras, como quizás esté pasando ahora, forman parte de un ambiente motivado por mil y una circunstancias (pospandemia, guerras, inflación, cambio climático …)

Sin embargo, en el fondo este estado de ánimo forma parte de la vida de las personas y las sociedades. En la vida espiritual, san Ignacio lo definió como “desolación”, y se trata de un elemento muy importante frente al crecimiento y el conocimiento espiritual, ya que es el lugar donde la persona se siente especialmente tentada por sus propios fantasmas . Y nadie se conoce bien si no conoce sus propios fantasmas.

El problema es que la desolación encaja mal en un mundo donde se nos ha vendido que la alegría perpetua o incluso, la euforia, es el estado normal del ser humano y que, por tanto, no hay lugar por los momentos bajos , por la tristeza o por el sentimiento de pesadez. Repito no hablo de la depresión como tal, hablo de la tristeza y de la desolación.

La desolación puede ser un momento de autoconocimiento muy profundo. De conocimiento de los propios límites y como decía de los propios fantasmas, ya que en un momento bajo a cada uno se le aparecen tentaciones muy distintas: tentación de ponerlo en marcha todo a rodar, tentación de evasiones adictivas, tentación de disimular…. Precisamente el único consejo que san Ignacio da es la necesidad de que la persona que está sufriendo esta situación no se acomode a ella sino que “haga contra la desolación para vencer las tentaciones”. La desolación puede ser un agujero negro narcisista, un lamento continuo sobre nuestra desdicha, un cierre sobre nosotros mismos, o puede ser un entrenamiento efectivo contra todo esto.

En momentos en los que el subjetivismo es tan valorado como el único camino de acceso a la propia realidad, precisamente lo que se nos propone es salir de nosotros mismos para «hacer contra» aquellos elementos que no hacen sino separarnos del mundo y de los demás, de los compromisos y sus preocupaciones.

Por eso, la publicidad y el capitalismo, que tan bien juega en todos los estados de ánimo más que animar a «hacer contra» lo que nos dice es que nos «entregamos a la tentación». Lo que te dice es que tienes toda razón de estar enojado con el mundo y que ellos tienen en forma de producto la solución para superarlo. Y esto no pasa nunca por un trabajo interior, de tragarse los límites, sino para tratar de distraer la desolación en mil y una capas de consumo y diversión.

Por eso, quería hacer hoy un elogio de la desolación, no para arrastrarse en ella y quedarse en ella, sino como un momento privilegiado de conocimiento, de hacer luto, de asumir la realidad tal y como es… En definitiva, la tristeza o la desolación cuando ocurren es para transitar por ellas y hacerse, así, más fuertes en humanidad.

Fuente: blog.cristianismeijusticia.net

Comisión Teológica CPAL: La Sinodalidad desde América Latina

Del lunes 25 al viernes 29 de julio del 2022, los miembros de la Comisión Teológica de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina (CPAL) realizaron su reunión anual. Esta se llevó a cabo en la casa de las Hermanas Carmelitas Teresas de San José, en Bogotá.

La Comisión Teológica de la CPAL busca favorecer entre sus miembros el debate crítico teológico, desde la realidad histórica y eclesial latinoamericana de los excluidos y las víctimas para contribuir a la misión de la Compañía de Jesús, hoy. Con ello se pretende teologizar sinodalmente, como muy bien señala la Comisión Teológica Internacional, al afirmar que el ministerio de los teólogos es personal, comunitario, colegial y sinodal. En efecto, la “sinodalidad eclesial compromete también a los teólogos a hacer teología en forma sinodal, promoviendo entre ellos la capacidad de escuchar, dialogar, discernir e integrar la multiplicidad y la variedad de las instancias y de los aportes” (SVMI 75)[1].

Ecos o resonancias de la reunión – Por Hugo Gudiel SJ, Coordinador de la Comisión Teológica de la CPAL.

A continuación, presentaré algunos ecos o resonancias de la reunión; ciertamente tienen un tono personal, aunque toman en cuenta afirmaciones de las resonancias de los otros miembros. Ante todo, hay que comenzar destacando que el trasfondo de nuestra reflexión ha sido fundamental: la situación de la realidad colombiana presentada en modo amplio y exhaustivo por Martha Lucía Márquez R., directora del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP). El trasfondo de la realidad nacional colombiana en el contexto mundial ha sido clave para el teologizar juntos. Y es que es importante y necesario “construir colectivamente conocimiento teológico entre pares” (Luis Felipe Navarrete, Ecografía).

El punto de partida en la discusión sobre la sinodalidad es el modo humano de ser siendo, como bien indica Pedro Trigo. Ese punto de partida sobre la sinodalidad básica “ha servido como un excelente comienzo y ‘encuadre’ de toda la reflexión” teológica (J.M. Cantó, Ecografía). Y esto solo se logra caminando juntos, pues el camino sinodal se realiza con otros, sabiendo que Jesús es nuestro camino, que él nos atrae libremente. En definitiva, se trata de “irse haciendo humano, teniendo presente que humano, humano, lo que se dice humano es Jesús de Nazaret” (Trigo, Ecografía). Por eso hemos de “caminar juntos hacia la fraternidad de las hijas e hijos de Dios por el camino que es Jesús de Nazaret” (Trigo). Así es como nos vamos haciendo cristianos.

Ahora bien, caminar juntos y humanamente como pueblo de Dios en la construcción del Reino, solo se puede en una perspectiva escatológica. Pero esta ha de ser entendida desde los últimos, los descartados y las víctimas de la historia. Ellos son los que han de marcar la dinámica de la sinodalidad. Lo escatológico es la relación de hijos en el Hijo desde los últimos. Solo desde ellos se puede ser hermano, pues los pobres son el lugar de la universalidad. Sinodalidad y Escatología tienen una íntima relación, como indicaba Hugo Gudiel.

En este caminar juntos, que es constitutivo del Pueblo de Dios, la acción del Espíritu es central. De hecho, “ponernos en camino ha significado dejarnos llevar por el amor, dejarnos transformar por el Espíritu, hacer posible que en nosotros se revele la acción del Espíritu” (Víctor Martínez, Ecografía). Ciertamente se trata del Espíritu del Hijo y del Padre, pues es fundamental entenderlo en contexto trinitario. Sin vida en el Espíritu la sinodalidad es imposible e irrealizable. El Espíritu es el compañero fiel en el discernimiento del camino.

La Iglesia sinodal, pues, está inspirada por el Espíritu y es aquí donde se alimentan los ministerios. Éstos han de ser entendidos como un “servicio específico” (Trigo), como una vocación determinada en el Pueblo de Dios. Entre ellos José Sánchez destacaba en su ponencia, cuatro ministerios: el ministerio del “despertar espiritual”, el ministerio bíblico, el ministerio del discernimiento y el ministerio del “salto cualitativo”. El autor concluye afirmando que se ofrecen “estos cuatro ministerios como una manera de contribuir a que los creyentes en camino trabajen en esperanza activa, creativa, proactiva”.

La Eucaristía es el alimento para el camino sinodal, por eso hemos de caminar y comer juntos, en camino con Jesús. Comer con es “la esencia del cristianismo”, citaba José María Cantó. Las comidas de Jesús eran comidas de inclusión, misericordia y solidaridad.

En este contexto vale la pena recordar la pregunta de Lucio Gera, citada por José Ma. Cantó en su trabajo, “‘¿es auténtico celebrar la Eucaristía en América Latina?’. Y enumeraba las situaciones de injusticia, de violencia, de desigualdad comunes en nuestras tierras. Hasta llegar a preguntarse: ‘¿no debería este Continente ser puesto en ‘entredicho’ y, cerradas las puertas de las Iglesias, vaciados sus altares, ser él conminado a realizar primero la ‘realidad’ del sacramento, para que, recién luego, sin mentira pudiera ser celebrado el sacramento de esa realidad?”. La pregunta, hecha hace más de 50 años, sigue más vigente que nunca” (p. 15).

Se trata de una pregunta radical a la que el mismo teólogo argentino responde afirmando “que sí, es auténtico, y esto por dos razones”. La primera “porque la Eucaristía es signo en el tiempo de una realidad que está más allá, llamando a la unidad, pero no unidad consumada. ‘Es viático, pan de ruta; la Eucaristía presupone que el hombre desfallece; presupone también que todo un Continente desfallece’”. Y la segunda “porque la Eucaristía también Palabra, que como Palabra de Dios examina y obliga. ‘Ella examina, escruta los corazones’” (p. 16).

Por tanto, ser cristiano es una modulación de ser humano. El punto de partida en la sinodalidad es lo humano: es lo que de hecho aparece en las cuatro Conferencias Episcopales Latinoamericanas. Sólo en Cristo se revela la verdadera grandeza del hombre. La fraternidad se ha realizado en Jesús. La fe es, ante todo y, sobre todo, humana y sólo después es religiosa y cristiana.

  • Conclusión

Para terminar, recordemos con José Sánchez que, “en este camino sinodal, todos somos actores. Todos damos y recibimos, enseñamos y aprendemos, siendo conscientes del papel de las autoridades, que han de ser primero hermanas antes que dirigentes” (Ecografía).

En definitiva, hay que caminar juntos hacia la fraternidad de los hijos e hijas de Dios, por el camino que es Jesús de Nazaret en la construcción del Reinado de su Padre. Y se camina en perspectiva escatológica desde los últimos de la historia, tomando conciencia que la sinodalidad nace del Espíritu del Padre y del Hijo. En ese caminar la Eucaristía se nos da como alimento y viático para el camino, porque se puede caminar y comer juntos. La Iglesia sinodal, pues, está inspirada por el Espíritu y es aquí donde se alimentan los ministerios.

Fuente: jesuitas.lat

Emmanuel Sicre, S.J: ¿Cómo preparar la tierra nueva para la semilla de la fe?

Un artículo de Emmanuel Sicre SJ, actual rector del Colegio de la Inmaculada Concepción (Santa Fe, Argentina), publicado por el Centro Virtual de Pedagogía Ignaciana.
La intención del artículo es reflexionar sobre las condiciones de posibilidad de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones.

«¿Qué nutrientes necesita la tierra nueva de las infancias y juventudes actuales para cuidar su capacidad de acoger la fe de nuestros antepasados? ¿Qué disposiciones habremos de cultivar en el interior de cada persona en crecimiento para que la encarnación del Dios de Jesús halle un pesebre para nacer? ¿Cómo ir allanando el camino para la manifestación del Cristo interior en la vida de quienes nos continuarán en el tiempo?»

Se proponen 10 retos y claves de la educación en la fe cristiana de las infancias y juventudes como proceso significativo para la formación y vida.

1. Saber demorarse, durar, detenerse, para percibir más allá de las cosas.
2. Reiterar, repetir, volver una y otra vez.
3. Compartir silencios y gestos sin explicación.
4. Descansar de la información.
5. Tratar cosas con delicadeza, atender a los movimientos con lentitud, coser, zurcir, tejer…
6. Poner el cuerpo-ser cuerpo con otros, vincularse.
7. Narrar historias, aprender a heredar una tradición.
8. Descansar el yo en un nosotros, pertenecer.
9. No buscar saberlo todo dejando paso al misterio.
10. Saber cortar, cerrar, concluir…

Descargá el artículo completo aquí: ¿CÓMO PREPARAR LA TIERRA NUEVA PARA LA SEMILLA DE LA FE?.pdf

Ejercicios Espirituales Ignacianos

Para el que quiere tocar bien un instrumento, mejorar su rendimiento físico o dominar un idioma, hacer los ejercicios es la manera adecuada de conseguir lo que se pretende. Solo la repetición, paciente y creativa, hará que el discípulo incorpore, de forma personal, el horizonte de aprendizaje que quiere conseguir; contando, claro está, con la ayuda del maestro, el entrenador, el tutor… Asimismo, el que quiere aprender a tratar a Dios «como un amigo habla a otro» [EE 54], hasta el punto de descubrir el vínculo esencial que lo
vivifica, también deberá ejercitarse.

En san Ignacio, el adjetivo «espiritual» describe lo que unifica todas las dimensiones de la persona —corporal, afectiva, racional…— y le posibilita una respuesta cada vez más plena dirigida a aquel de quien lo ha recibido todo. El ejercicio espiritual dispone mejor a que el Espíritu Santo transforme la sensibilidad, personal y colectiva, hasta generar nuevos hábitos, que acabarán configurando la vida en un diálogo de amor en Dios.

El ejercitante necesitará averiguar qué resonancias son armónicas y cuáles disonantes; unas dan gloria a Dios, las otras glorifican el ego. Con la atención bien despierta, el ejercitante se percata del pecado que lo separa de Dios. Avergonzado por haber participado pero esperanzado por volver al Padre, se prepara a recibir la dignidad de hijo, de la cual Jesucristo le hace partícipe. Porque a lo que disponen los Ejercicios Espirituales es a la admiración por la vida histórica de Jesús.

Ignacio de Loyola nos lleva imaginativamente a los escenarios y los tiempos del Jesús de Nazaret, para descubrir que mi hoy puede ser también el tiempo de Jesús, y que el sitio donde planto mis pies también puede convertirse en Tierra Santa. Habrá que contemplar imaginativamente, por ejemplo, al Jesús adolescente sentado en el templo dialogando con los sacerdotes, imaginándose qué escucharía, qué preguntaría, cómo respondería. Incluso, se podría formar parte de la escena, imaginando miradas, palabras y gestos del propio ejercitante como si estuviera presente. ¿Es esto soñar despierto o un frívolo juego de avatares? La eficacia del ejercicio se demuestra en el amor que el Espíritu Santo desvela en el ejercitante que, fruto de su oración, desea amar y servir a Dios en todo.

Sin embargo, el lugar donde los Ejercicios Espirituales invitan a regresar a menudo es al pie de la cruz de Cristo. Lugar difícil pero necesario para entenderse uno mismo y comprender lo que nos va llegando. Ante el amor ofrecido de Dios, resuenan tres preguntas, que mezclan la interpelación con la admiración: «¿Qué he hecho por el Cristo? ¿Qué hago por el Cristo? ¿Qué debo hacer por el Cristo?»

Es así como se cumple lo que pretenden los Ejercicios Espirituales que, en palabras del propio san Ignacio, son «toda manera de preparar y disponer el alma para quitar de uno todos los afectos desordenados y, habiéndolos quitado, para buscar y encontrar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del alma» [EE 1].

Fuente: blog.cristianismeijusticia.net

Reflexión: Nuestra mirada

«La perfección no existe» me decía el año pasado un amigo del trabajo. Y pienso que esa es una verdad de la condición humana. Pero, ¿la llegamos a aceptar en nosotros y en los demás? ¿Vivimos pacíficamente nuestras limitaciones, nuestros defectos morales, psicológicos y físicos? ¿Y los de los demás?

Creo que sufrimos más de la cuenta negando o intentando buscar en nosotros y en los seres queridos, y no tan queridos, una anhelada perfección que nunca llegará. Por eso, a menudo, podemos descubrirnos mirándonos a nosotros mismos desde una mirada exigente, crítica, dura. Una mirada impositiva que juzga y desprecia lo que somos. Y desde ahí no podemos ofrecer otra mirada hacia los demás que la misma que tenemos con nosotros mismos. Y esas miradas no construyen, asfixian, agobian y parece que nunca damos la talla, que nunca llegamos a lo que se espera de nosotros. Creo que todos tenemos experiencias de ese tipo de miradas y sabemos bien el efecto que produce en nosotros. Y también podemos encontrar ejemplos de esa mirada en el Evangelio. Se me ocurre la del fariseo a la pecadora pública (Lc 7, 36-50). Una mujer que, reconociendo ante Jesús lo que es su vida, recibe del fariseo una mirada de juicio y desprecio.

Sin embargo, qué distinta es esa otra mirada que es comprensiva, llena de ternura, de perdón y compasión ante nuestras miserias. Cómo nos sana cuando, reconociendo que hemos metido la pata, encontramos en el otro acogida incondicional. Seguro que también tenemos experiencias en nuestra vida de este tipo de miradas y sabemos bien cómo nos ayudan a ser más humanos. Y la podemos encontrar también en el Evangelio. En el mismo pasaje que he citado antes, Jesús acoge a esta mujer desde su fragilidad, desde su miseria. Y ella se siente perdonada. Y de ese encuentro sale con mucha mayor capacidad para amar… «al que se le perdona poco, poco amor siente».

Me parece que es muy sanador tener la valentía de reconocer nuestra condición limitada, débil, frágil. Hacer un repaso por nuestra vida y mirar esa realidad que no nos gusta de nosotros, que nos avergüenza. Reconocerla delante de esos ojos que solo ofrecen perdón gratuito, acogida sin condiciones, aceptación sin límites. Creo que solo desde ahí podremos llevar a este mundo un poco de ternura, de cariño, de comprensión. Solo desde ahí nuestra mirada será más humana y más llena de amor con nosotros mismos y con los demás. Y solo esa mirada es la única que nos revela la verdad de nuestra vida.

Quique Gómez-Puig, sj

24 de julio. II Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores

«En la vejez seguirán dando fruto», es el tema elegido por el Papa Francisco para la II Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que este año se celebrará en toda la Iglesia universal, el domingo 24 de julio de 2022. El tema elegido para esta ocasión – lo da a conocer un Comunicado de prensa del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida – se inspira en el Salmo 92,15 y pretende subrayar que los abuelos y los mayores constituyen un valor y un don tanto para la sociedad como para las comunidades eclesiales.

Reconsiderar y valorizar a los abuelos
Asimismo, en el Comunicado del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida se precisa que, el tema es también una invitación a reconsiderar y valorizar a los abuelos y a los mayores, que con demasiada frecuencia son mantenidos al margen de las familias y de las comunidades civiles y eclesiales. “Sus experiencias de vida y de fe – se subraya en el documento – pueden ayudar a construir sociedades conscientes de sus raíces y capaces de soñar con un futuro más solidario”.

Escuchar la sabiduría de los años
Por todo ello, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida exhortan a escuchar la sabiduría de los años que es particularmente significativa en el contexto del camino sinodal que la Iglesia ha emprendido; e invitan a las parroquias, diócesis, asociaciones y comunidades eclesiales de todo el mundo a encontrar el modo de celebrar la Jornada en su propio contexto pastoral, y para ello pondrá a disposición los instrumentos pastorales adecuados.

  • Mensaje completo del Papa Francisco bit.ly/3Rse58j
  • Intención de oración del Papa por los Ancianos bit.ly/3O1lvwz
  • Recursos propuestos por el Dicasterio de los Laicos, la Familia y la Vida bit.ly/3PjM94z

Fuente: Vatican News

Cuadernos CJ: de la herida al corazón del mundo

Hace 500 años, la vigilia del 25 de marzo de 1522, un hombre joven cambió todos sus vestidos y armas para revestirse de Cristo. Un gesto con el que dejaba atrás una vida y se abría a otra que que lo llevaría más allá de donde estaba determinado a llegar.

En el marco de la celebración «Ignatius 500», Cristianisme i Justícia-EIDES ha querido recordar esta conversión con un curso titulado «De la herida al corazón del mundo. Testimonios de conversión, hoy», que se desarrolló en Barcelona durante el otoño de 2021. Unas conferencias y testimonios que describen la densidad espiritual y la vigencia de aquella transformación personal, mostrándola como un referente del ineludible proceso que está presente en toda vida comprometida en la construcción de un mundo más humano. Este cuaderno recoge las aportaciones que allí se compartieron.

Click en la imagen para descargarlo:

Vivir en un mundo desconocido

Reflexión

Me sorprenden los jóvenes y adultos que parecen no estar enterados de que hay un mundo interior que les habita. Es decir, no saben que el motor de sus actos, lo que los mueve, está dentro de ellos y son sus sentimientos, pensamientos, sensaciones y emociones.

Debes saber que dentro de nosotros fluyen pensamientos y sentimientos sin nuestro consentimiento, sin que seamos del todo conscientes a veces. No aparecen porque los llamemos y no se van simplemente porque les digamos que se retiren. Simplemente aparecen sin pedirnos permiso. Si los aceptamos, sin avergonzarnos, podremos examinarlos y conocerlos para después tomar alguna determinación sobre qué hacer con ellos. Cuando conocemos nuestro propio mundo interior adquirimos mayor conocimiento de nuestras capacidades y limitaciones. Y cuando esto ocurre, logramos mayor destreza para elegir qué hacer y cómo proceder en un determinado momento.

Muchos jóvenes, sobre todo, temen conocer su mundo interior y por ello no llegan a ser libres interiormente para elegir bien. Viven y actúan guiados por sentimientos que no conocen, por pensamientos que no examinan y a merced de un mundo interior desconocido que les domina. ¡Conócete a ti mismo! 1) comienza por aceptar lo que estás sintiendo; 2) busca una palabra para identificar lo que estás experimentando, por ejemplo, celos, envidia, miedo, tristeza…; 3) pregúntate: ¿hacia dónde me conducen?

Si puedes conocer lo que estás experimentando interiormente dejarás de actuar por impulsos, que te lleva a elegir y proceder mal. Si realmente aprendemos a conocer nuestros propios sentimientos y pensamientos sin negarlos o reprimirlos, somos interiormente libres para elegir y proceder bien. La paz interior que deseamos y la plenitud que añoramos, comienzan cuando tomamos en serio nuestro mundo interior y vigilamos las puertas de nuestros sentidos.

Javier Rojas SJ

Fuente: pastoralsj.org

 

Simposio internacional de Ejercicios Espirituales 2022

El P. Pablo Lamarthée sj comparte su testimonio sobre la experiencia vivida en el Simposio internacional de Ejercicios Espirituales, realizado en el mes de junio en Manresa, España. 
Testimonio
500 años después de la experiencia de San Ignacio de Loyola, nos reunimos durante 5 días en la Cueva de San Ignacio, en Manresa, ochenta personas dedicadas a los ejercicios espirituales de 27 países diferentes. Reflexionamos en torno a la actualidad de la propuesta de los Ejercicios Espirituales y a las posibilidades que nos ofrecen hoy.
Fue una oportunidad excepcional para reflexionar y discutir sobre los frutos de un texto que sigue abierto, fecundo y dando vida, pero que al mismo tiempo exige adaptación y revisión. Desde el primer momento y a lo largo de todo el encuentro ha surgido con fuerza una cuestión: qué es lo irrenunciable de los Ejercicios y con qué criterios se pueden hacer adaptaciones con audacia. 
Hemos podido escuchar diferentes modos en que los Ejercicios se adaptan a las diversas culturas y cosmovisiones: pueblos originarios de diferentes continentes, los márgenes sociales, el mundo protestante, las redes sociales y la televisión, etc. Impresiona cómo jesuitas y laicos de todo el mundo siguen apasionados con este legado de San Ignacio que tan bien hace a la gente, a la Iglesia y al mundo. 
El Papa Francisco ha dirigido unas palabras a través de una carta, en ella mostró su interés por esta iniciativa expresando a los participantes del simposio “el privilegio y también la responsabilidad de repensar el camino que recorrió Ignacio” y pidiéndoles que “en este mundo tan agitado urge encontrar el lenguaje y la forma de conectar simultáneamente con Dios, con el núcleo de cada ser humano y con el servicio que nos compromete con las realidades de nuestro tiempo”. Francisco ha recordado también que los Ejercicios Espirituales «en cada generación y en cada contexto deben poder recrearse y adaptarse, como el mismo San Ignacio dejó escrito».

Semana social 2022: Es imprescindible un verdadero plan de desarrollo humano integral

“Integración y trabajo para una patria de hermanos”. Con este lema se celebró del 24 al 26 de junio en Mar del Plata, la Semana Social Argentina, en cuyo mensaje final se hizo hincapié en la necesidad de “una fuerte convocatoria al diálogo, a la integración humana y a la creación de empleo digno”.

Este encuentro recopiló diversas situaciones presentes en el país y en el mundo, como son las guerras, la corrupción, la búsqueda de una paz duradera, el diálogo intergeneracional, el hacer memoria y promover el cuidado, la creación de trabajo y cuidar las necesidades de los trabajadores, el aumento de la pobreza o la superación de la violencia.

En el mensaje se muestra la preocupación de la Iglesia ante la desigualdad económica y la concentración excesiva de la riqueza y sus graves consecuencias, insistiendo en lo inaceptable del gran número “de hermanos en situación de pobreza”. Afirmando el convencimiento de que la patria es de todos y denunciando “una instigación permanente al odio y al desencuentro, que les impide reconocerse como hermanos y dar pasos trascendentes en términos de unidad”, llaman a buscar alternativas.

Fuente: vaticannews.va