Reflexión: la tiranía de los pensamientos

En nuestro interior resuenan muchas voces que pocas veces parecen ser una sinfonía en unidad; sino que, más bien, suele parecerse a una orquesta que toca sin ton ni son, desafinada y desafiante, donde cada instrumento grita disonante y reclama nuestra atención. Sin embargo, pese a los ruidos que pueden aturdirnos y confundirnos, siempre encontraremos una tenue voz, tan silenciosa como imperceptible, una voz cantante que sabe entonar tiernamente aquella melodía compuesta solo para ti desde el vientre de tu madre. Así, san Ignacio de Loyola nos alerta diciendo: «presupongo que hay en mí tres pensamientos, es a saber: uno propio mío, el cual sale de mi libertad y querer, y otros dos que vienen de fuera, uno que viene del buen espíritu y otro del malo» [EE 32].

San Ignacio sabía de la riqueza y complejidad de nuestra humanidad. Sabía que, muchas veces, el peor juez lo llevamos dentro de nosotros mismos; ese verdugo interior que no nos deja en paz y nos atormenta con muchos pensamientos que se mueven sin orden ni concierto, sin belleza ni armonía y nos hacen sentirnos perdidos en el laberinto de la angustia y la desesperación. San Ignacio sabía que dentro de nosotros, alentado por el mal espíritu, habita un tirano que se monta en nuestras heridas del pasado y se disfraza de un falso «ángel de luz» para victimizarnos, después atacarnos y, finalmente, menguar nuestros deseos honestos de construir fraternidad y comunidad; por eso nos aconseja que «cuidemos mucho el curso de nuestros pensamientos; pues si el principio, medio y fin es todo bueno e inclinado a todo bien, es seña de ángel bueno; pero si el curso de mis pensamientos acaba en alguna cosa mala que me distrae, me debilita, me inquieta y me turba; me roba la paz y la quietud, es señal clara de que procede del mal espíritu, enemigo de nuestro provecho y salvación» [EE 333]. De ahí la importancia de la oración, del silencio y de la constante búsqueda del Señor.

Es entonces cuando la oración resulta ser como un canto silencioso de fe y confianza. En un mundo que nos cuenta las horas, los minutos y segundos; los logros, éxitos y ganancias, la oración se convierte en un acto de resistencia subversiva, porque ahí aprendemos a callar, a hacer silencio, a escuchar, a esperar y a confiar. Aprendemos a ubicar al mal espíritu y a hacerle frente con valentía a la dictadura de nuestros pensamientos; también, afinamos nuestros sentidos para percibir esa voz cantante del buen espíritu que no deja nunca de aconsejarnos y de cantar para nosotros invitándonos siempre a amar y servir. En la oración hacemos explícito que confiamos en Aquel que puede salvarnos de nuestras desolaciones y confusiones.

Hay una oración de Taizé que suelo cantar con fe cuando me siento invadido por ese opresivo juez que habita también en mí; la comparto con la esperanza de que pueda resultar de ayuda para esos momentos en que nos invaden los pensamientos injustos y no sabemos cómo salir de ese torbellino: «Dios, une todos mis pensamientos en Ti, Tú eres mi luz, no me olvidarás; paciencia y auxilio encuentro sólo en Ti, no comprendo Tus caminos, más Tú sabes qué senda es para mí». Amén.

Genaro Ávila-Valencia sj

Fuente: pastoralsj.org

Cortometrajes para el “Encuentro mundial de las familias”

En preparación al X Encuentro Mundial de las Familias, que se celebrará en Roma del 22 al 26 de junio de 2022, la diócesis de Roma y el Dicasterio para los laicos, la familia y la vida, difunden recursos pastorales que pueden ayudar a las diócesis, los movimientos, las asociaciones para organizar actividades, reflexiones y reuniones en sus comunidades locales.

Cada catequesis – todas disponibles en la página web oficial del Encuentro www.romefamily2022.com – irá acompañado de un breve vídeo realizado por el director Antonio Antonelli.

«Los vídeos ayudan a abrir el tema a partir de personas concretas que cuentan historias personales», explica Dario Criscuoli, director del Centro de Pastoral Familiar de la diócesis de Roma-. Son cortometrajes de unos 8 minutos de duración, en los que parejas o individuos que viven en Roma nos cuentan sus historias.

Encontrá los vídeos aquí www.romefamily2022.com

Reflexión: Preguntas que hay que hacerse

Desde hace días se vuelve a hablar del aborto, o de cualquiera de sus curiosos eufemismos, a propósito de una posible decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos. Y vuelve recurrentemente, porque quizás es uno de los puntos calientes en los que no solo chocan las ideologías, sino que se ven las propias y múltiples contradicciones de nuestro tiempo. Y mientras muchos aprovechan para sacar su bandera –de un lado y del otro– nos olvidamos de las víctimas: las madres, los sanitarios, las no madres y los no nacidos. Y eso sí que es un drama.
Resulta curioso que la delgada línea está entre lo que decide la mayoría o los jueces: legal o ilegal, no si un acto es bueno o malo en sí mismo. Más bien soslayamos otras preguntas más importantes, si la libertad puede estar en contra de la vida, o no. Es decir, ¿qué vale más: la vida de un no nacido o la posibilidad de decisión de una madre? ¿No hay cierta incoherencia en horrorizarnos por el desprecio a la vida por las guerras y la crisis ecológica y nos olvidamos de las futuras personas de una sociedad? ¿No hay algo que chirría cuando la libertad afecta al que no se puede quejar? ¿No es injusto reducir las personas a un cuerpo, no somos algo más? ¿No tiene la pareja algo que decir? ¿No resulta curioso que hacemos todo lo posible por salvar la vida de un feto en unos casos y en otros los despreciamos de forma fría y aséptica? ¿No nos lleva esto a volvernos un poco más egoístas como sociedad? ¿No puede ser la adopción una buena posibilidad? ¿No deben los estados proteger a los más débiles? ¿No son los madres solteras un ejemplo de heroicidad que muchos se empeñan en tapar? Y como esta, muchas más preguntas que la sociedad se niega a responder…
Y quizás frente a la postura ultraliberal que se nos ha colado en nuestro pensamiento, donde cada uno puede elegir absolutamente todo –por encima de una vida humana– y donde se puede adquirir «derechos» como si fueran servicios de Uber, Amazon o Google –insisto, por encima de vidas humanas–, lo verdaderamente solidario y fraternal no es un derecho a elegir, sino apoyar a las mujeres que se enfrentan a embarazos no deseados a salir adelante. La victoria no es que sea legal o ilegal, la victoria de todos es que no se sientan abandonadas por un sistema que opta por la fácil y puedan sentir el respaldo y el apoyo real de su familia y del conjunto de la sociedad, y de paso que no tengan que dar explicaciones por seguir apostando por la vida que crece en su interior. Eso es el progreso y eso es la libertad. Es la vida como valor y el valor de dar vida.
Álvaro Lobo SJ

Reflexión: el espejo de Narciso y el icono de Kolvenbach

En la mitología griega Narciso era un cazador joven, agraciado y atractivo. Todas las mujeres quedaban prendadas al verlo, pero él las rechazaba a todas.

Una de las jóvenes heridas por su amor fue la ninfa Eco, que amaba su propia voz, pero había disgustado a la diosa Hera y por ello estaba condenada a repetir la última palabra de todo aquello que se le dijera. Eco era incapaz de hablar a Narciso de su amor, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, ella lo siguió. Cuando él preguntó: «¿Hay alguien aquí?», Eco respondió: «Aquí, aquí». Narciso le gritó: «¡Ven!».​ Y Eco dijo: «¡Ven!», y fue. Salió de entre los árboles con los brazos abiertos y corrió hacia su amado. Sin embargo, Narciso se negó a aceptar su amor, por lo que la ninfa, triste y desconsolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que solo quedó el eco de su voz.

Para castigarle por su engreimiento, Némesis –la que arruina a los soberbios– hizo que Narciso se enamorara de su propia imagen reflejada en las aguas. La historia cuenta que, un día, contemplando su reflejo en un estanque, fascinado por su imagen, terminó arrojándose al agua. A continuación, bajó al Inframundo, donde fue atormentado para siempre por su reflejo en la laguna Estigia.

Muchos siglos después, el mito de Narciso fue introducido por Sigmund Freud en la psicología para referirse al amor que un sujeto se dirige a sí mismo. Un narcisismo excesivo es expresión de una patología en la que una persona sobrestima sus habilidades y tiene una necesidad compulsiva de admiración y afirmación. Este es un fenómeno tan antiguo como el ser humano, pero que vemos hoy reflejado en las redes sociales de una forma más evidente, pública y universal que antes.

Las plataformas digitales se han convertido tanto en una ventana que nos abre al mundo como en un espejo donde mostramos quiénes somos para ver cómo reaccionan nuestros seguidores ante la imagen que proyectamos.

Otro fenómeno contemporáneo preocupante relacionado con las redes sociales es la constatación de que limitan la exposición a opiniones diversas y favorecen el desarrollo de grupos de usuarios que repiten las mismas ideas y terminan reforzando una narrativa compartida: las denominadas «cámaras de resonancia» (o echo chambers, en inglés).

Frente a los retos que el universo digital plantea, los cristianos debemos preguntarnos si hay alternativas culturales al espejo y al eco. Alternativas que nos devuelvan, no aquello que proyectamos inconscientes o que la sociedad nos propone repetir, sino aquello que representa la mejor versión de nosotros mismos.

En lugar de mirarnos compulsivamente en los espejos y las pantallas, o escuchar nuestro eco en las nuevas cavernas digitales, los cristianos estamos invitados a salir y contemplar, en silencio, los iconos.

Valga una anécdota del mundo jesuita para mostrar la importancia de una mirada icónica, no narcisista, al mundo y a nosotros mismos:

Cuentan que un novicio le preguntó al entonces general de la Compañía de Jesús, Peter-Hans Kolvenbach: «Padre, ¿usted cómo reza?». El padre general le contestó: «Rezo con iconos». De nuevo el novicio insistió: «¿Y qué hace?, ¿los mira?». A lo cual el padre Kolvenbach respondió: «No, me miran ellos a mí».

La respuesta de Kolvenbach refleja bien la diferencia entre el espejo y el icono. Una diferencia que puede salvarnos de las trampas narcisistas en las que tan fácilmente caemos.

Quien contempla pacientemente un icono se aproxima, poco a poco, sin identificarse, a la persona contemplada: un santo, una santa, Cristo, María o la Trinidad. El icono nos ayuda a purificar la mirada, alimentar el deseo y configurarnos como comunidad –no como individuos aislados– con la imagen contemplada.

Jaime Tatay SJ

 

Fuente: pastoralsj.org

MANRESA: nuevo cortometraje sobre Ignacio de Loyola

En el marco del Año Ignaciano, los estudiantes jesuitas de teología que residen en el Colegio del Gesù (Roma), centro de formación internacional de la Compañía en Roma, elaboraron un cortometraje que presenta los acontecimientos que vivió Ignacio en Manresa y que fue grabado en el mismo lugar donde sucedieron estos hechos.

El cortometraje, que lleva el nombre de la ciudad española donde Ignacio vivió su experiencia de conversión, es dirigido por Surthani Brahman SJ, un estudiante jesuita perteneciente a la Provincia de Andhra (India). Surthani es aficionado al teatro y al cine, escribe historias y dirige cortometrajes, actualmente cursa el tercer año de teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, y será ordenado diácono en abril de este año.

Entre los estudiantes que forman parte del equipo de producción se encuentra el jesuita peruano Carlos Alomía, quién además interpreta a Ignacio y comenta que para la realización de este filme se utilizaron equipos muy sencillos. «Se trabajó con una cámara pequeña de buena resolución, que es propiedad del Colegio Internacional, la escenografía y arreglo fue creatividad e ingenio del director y el equipo de estudiantes».

Esta iniciativa surgió, en un primer momento, con la idea de mostrar el viaje de Ignacio desde Loyola a Manresa, pero el guión se redujo solo a los hechos que tuvieron lugar en Manresa con la intención de focalizar y evidenciar de forma precisa los momentos más relevantes que vivió Ignacio antes de viajar a Jerusalén.

El estudiante peruano añade que «el cortometraje fue rodado en el lugar real donde Ignacio tuvo sus profundas experiencias espirituales que dejaron un efecto duradero en su vida espiritual» y nos invita a «dejarnos empalagar y deslumbrar por la faceta mística de Íñigo, y experimentar junto a él cómo habría vivido su estancia en su humilde cueva en Manresa».

Este material visual se encuentra disponible en el canal de Youtube “Jesuit Films” en inglés, telugu y tamil (lenguas del sur de la India), y desde ahora una versión en español está también disponible en el canal de Youtube “Jesuitas del Perú”.

Cabe mencionar que próximamente los estudiantes jesuitas publicarán una película de una hora sobre la vida de San Alonso Rodríguez, recordado hermano jesuita. Otros dos proyectos en los que trabajan estos jóvenes son «La visión de La Storta» (rodaje en curso) e «Ignacio en Jerusalén».

Mira el corto «MANRESA» aquí:

Serie 7 pecados capitales: envidia

Una serie de José María Rodriguez Olaizola para pastoralsj.org

“Pecados son aquellas circunstancias

en las que uno elige y apuesta

por cosas que hacen que la vida

– propia y ajena – sea menos plena.”

Mirar alrededor y compararse. Ver lo que otros tienen. Aspirar a ello. Y, de alguna manera, irse deslizando por la pendiente del desasosiego. Hay quien habla de envidia sana, quizás para contraponerla con esa otra envidia más destructiva. Sano sería el reconocimiento, humilde, de que te gusta algo que no tienes, que reconoces, valoras y aprecias en otros. Insana es la envidia cuando, en algún punto del camino, la pena por lo que tú no tienes, o incluso la aspiración legítima a conseguir algo, se convierte en rabia porque otros lo tengan. Ese es el juego perverso de la envidia. Una comparación en la que uno sale mal parado y  el otro se convierte, de algún modo, en rival.

¿Cuál es el problema? La envidia te come por dentro. Te muerde. Te hace doblarte un poco sobre ti mismo. Y al tiempo, pone una barrera entre tú y aquel o aquellos a quienes envidias. Se convierten en rivales, en enemigos, en objeto del menosprecio o el enfado. En realidad el objeto envidiado es lo de menos. Puede ser el trabajo, la suerte, un bien material, una relación personal… Lo terrible es cómo la envidia mata la relación. Y cómo te va encerrando en un pozo de amargura, obviando todo lo que puede haber de privilegio y suerte en lo que sí tienes.

Alternativa. Frente a la envidia los caminos son indirectos. Quizás el más necesario debería ser la gratitud, una mirada lúcida y consciente a la propia vida. Aprender a valorar las muchas cosas que uno da por sentado y que, sin embargo, son oportunidades que no todo el mundo tiene. Aprender a celebrar las fiestas propias, los días buenos –que seguro los hay–, los nombres de tu vida. Otro camino sería el reconocimiento, lo más reflexivo posible, de cómo todas las vidas tienen sus luces y sus sombras, sus averías y sus grandezas. Y un tercer camino sería la alegría por el bien ajeno, aprender a sonreír con otros, por otros, sin convertirse uno mismo en referencia de todo lo que esos otros tienen, viven o celebran.

José María Rodríguez Olaizola SJ

Fuente: pastoralsj.org

Cuando no basta estar informados

Por Dolores Aleixandre

Hace bastantes años hice un tiempo largo de retiro en una comunidad monástica de reciente fundación. Era un grupo pequeño de monjes, muy acogedores y hospitalarios, en una casa rural/monasterio; estaba en lo alto de un monte, el paisaje era precioso y si no doy más datos es porque aquello acabó como el rosario de la aurora unos años después. Había silencio entre semana pero los sábados los huéspedes comíamos con los monjes y hablábamos. Yo estaba informada por la radio de que la víspera se había incendiado el tanque de combustible de un camión cisterna, provocando la muerte de muchas personas alojadas en un camping. Al comentarlo en la mesa, me di cuenta de que los monjes no sabían nada y como me pareció tan extraño, le comenté al día siguiente al Prior que no entendía que vivieran tan desinteresados y al margen de lo que pasaba en el mundo. Me escuchó sin defenderse y unos días después me llamó para decirme: “Hemos comentado en la comunidad lo que me dijiste y nos hemos dado un tiempo para preguntarnos si deberíamos estar más informados a diario de las noticias y no una vez a la semana como hasta ahora. Después de orar y pensar sobre ello, nos parece que la información, con frecuencia, solo satisface la curiosidad y no siempre desemboca en una oración conmovida y solidaria. Pero cuando nos enteramos de la noticia, ninguno de nosotros se acostó esa noche sin haber orado intensamente por las víctimas de esa tragedia. Aquí no nos llegan las noticias de manera inmediata, pero tratamos de acoger con corazón orante el dolor del mundo”.

La respuesta me hizo pensar mucho y la he recordado en este tiempo en el que nos llueven imágenes, escenas y comentarios de todo tipo sobre la guerra en Ucrania. Y he vuelto a preguntarme cuánto de todo eso “nutre” y conmueve nuestra oración y cuánto se nos queda solo en el nivel de información y en una cierta autocomplacencia por “estar a la última”. Porque si todo eso no nos toca en lo más en lo más hondo y llena de nombres nuestro corazón, si no nos saca de cierta tibieza orante, si no nos hace más hospitalarios con los de cerca y no cambia nuestros hábitos de consumo energético, más nos valdría cortar el cable de la TV y tirar la radio y el teléfono en un punto limpio.

Serie 7 pecados capitales: ira

Una serie de José María Rodriguez Olaizola para pastoralsj.org

“Pecados son aquellas circunstancias

en las que uno elige y apuesta

por cosas que hacen que la vida

– propia y ajena – sea menos plena.”

Mal humor lo tenemos todos, incluso quien tiene un carácter afable y casi siempre sonríe. Ratos en que se te cruza el cable, o andas molesto por algo, o las circunstancias que sean te tienen sombrío. No se trata de que uno tenga que estar abonado a la quietud –por muy bienaventurados que sean los mansos–. Pero sí se trata de no llegar a esas situaciones en las que el mal humor te domina y te lleva a donde no quieres. Porque de esto se trata con la ira, de preguntarse si uno está en control, o si una emoción –en concreto el enfado– se vuelve tan intensa que no eres capaz de controlarte. Y conviertes la irritación en agresión a los otros, al mundo, a los objetos, a lo que se te ponga por delante.

El problema de la ira es que convierte al que está airado en un bruto, un energúmeno que, poseído por su enfado, rabia o indignación por lo que sea, se salta los límites básicos y agrede al prójimo. Puede ser más zafio, y la agresión es incluso física, o más sutil, y la ira te lleva a decir lo que se clava en el otro como un puñal hiriente. La ira solo deja detrás tierra devastada.

Frente a la ira, la alternativa no es la paz de los apáticos, aquellos a quienes nada afecta. Es, más bien, la pasión de quien no olvida, por más intensidad con la que viva las cosas, al prójimo. A veces será calma, y otras enfado, pero siempre respeto. A veces será silencio, y otras palabra, pero nunca insulto. Implicará conflicto en ocasiones, pero sin convertirse en algo personal.

José María Rodríguez Olaizola

Fuente: pastoralsj.org

El Dios poliédrico

Las Escrituras nos sugieren innumerables metáforas para expresar quiénes y cómo son Dios, Jesús, el Espíritu Santo y la Iglesia.

Dios –en la Biblia– es una roca, un pastor, un alfarero, un caudillo militar, una nube, un viñedo, un águila, un león, una gallina madre, una fortaleza y un escudo. Jesús es presentado como un profeta, un pastor, un rabino, un maestro, un taumaturgo, un novio, un cordero degollado, el Mesías y el Hijo de Dios. Y hasta pan y vino dispuesto a ser comido y bebido. La Iglesia, por su parte, es considerada –al mismo tiempo– madre, esposa, familia, barca, cuerpo de Cristo, pueblo de Dios y luz del mundo.

Sin embargo, a pesar de la sobreabundancia de títulos, sabemos que Dios, Jesús y la Iglesia son todo eso y mucho más. Una metáfora nunca agota el significado, simplemente se aproxima desde un ángulo particular, realizando una cata en el suelo profundo del sentido.

Los primeros teólogos cristianos que reflexionaron sobre esta cuestión pronto cayeron en la cuenta de que los títulos divinos expresan el modo como Dios –sin dejar de ser un misterio sagrado e inaccesible– se hace próximo, transformándose en un «Dios con nosotros», cercano y accesible.

La Biblia ofrece un deslumbrante abanico de expresiones, sin embargo, muchas de ellas hoy nos resultan extrañas y precisan ser reinterpretadas. El problema que enfrentamos es que metáforas que eran claras y evidentes en otra época se han vuelto oscuras y confusas con el paso del tiempo: ¿Qué significa que Dios es un cordero que espera ser desposado? ¿Cómo interpretar que Cristo es una vid, y nosotros los sarmientos? ¿Y que la Iglesia es una barca?

Un segundo problema surge de la necesidad de articular las diversas metáforas, permitiendo que unas «equilibren» e iluminen el significado de otras, sin eclipsarlas.

El ejemplo de la doble naturaleza de Jesucristo es ilustrativo. Nuestra tradición afirma que el hijo de María es –al mismo tiempo– Dios y hombre. Ambos atributos resultan en apariencia contradictorios, como fuerzas que empujan en direcciones opuestas. Algo similar sucede con los atributos divinos. ¿Cómo puede ser que Yahvé sea irascible y compasivo, impulsivo y paciente, violento y pacífico, maternal y paternal? Radicalizar cualquiera de esos rasgos a costa del resto conduce a un empobrecimiento en la comprensión de Dios.

El misterio no se agota en ninguna metáfora, por ello precisamos de múltiples acercamientos para expresar su insondable riqueza. Al considerar que Jesús es –además de Dios y hombre– maestro y profeta, pastor y rey, taumaturgo y exorcista, peregrino y hermano se matizan y enriquecen sus dos atributos principales, profundizándose así en su naturaleza humano-divina.

Los títulos divinos, cristológicos, eclesiológicos o mariológicos podrían compararse a una estructura articulada en la que todos los elementos están conectados, necesitando unos de los otros para que el edificio se sostenga en pie.

Otra forma de expresar esta delicada articulación sería usando, precisamente, otra metáfora. Así lo formula el papa Francisco al referirse al poliedro, una de sus imágenes preferidas: «El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad» (Evangelii gaudium, 236).

Jaime Tatay SJ

Fuente: pastoralsj.org

Serie 7 pecados capitales: gula

Una serie de José María Rodriguez Olaizola para pastoralsj.org

“Pecados son aquellas circunstancias

en las que uno elige y apuesta

por cosas que hacen que la vida

– propia y ajena – sea menos plena.”

Habitualmente decimos que alguien es goloso cuando le gusta el dulce. Asociamos la gula a la comida, con un punto de exceso. A dejarse llevar tanto por el apetito –que no tiene nada que ver con el hambre– que a uno le cuesta poner freno o límites. La gula tiene que ver con dejarse dominar por las apetencias, con ser incapaz de resistirse a los estímulos, con un dejarse llevar por el ansia. Es curioso, porque hoy en día probablemente la gula no está muy bien vista, pero no por una concepción moral de la vida, sino por una concepción estética, y es que provoca calorías y michelines.

¿Cuál es el problema? Que uno termina dominado por lo instintivo, por los estímulos que, en lugar de ofrecerte alternativas, poco menos que te empujan. Que uno, en lugar de valorar el alimento como bendición y como fuente de energía, de salud y de satisfacción, termina, cual voraz zampón, engullendo sin freno. Sin ser capaz de resistirte o de ser señor de tus apetencias. Pienso yo que el problema no es que te guste más o menos el chocolate, o darte un atracón de algo alguna vez. El problema es llegar a ese punto en el que uno deja de controlar sus apetitos, y se vuelve compulsivo, incapaz de tener cierto dominio sobre sí. Y esto no únicamente en lo relativo a la comida, sino a tantas otras apetencias que pueden convertirse en cadenas que nos atan.

¿Cabe una alternativa? Frente a esa ansiedad, la propuesta es la sobriedad. Con un punto de auto-exigencia. Se trata de darte el espacio y la perspectiva para valorar las cosas. Y de que lo excepcional, efectivamente lo sea. Se trata de disfrutar los sabores –de los alimentos y de la vida– como una bendición, como una posibilidad y como un regalo. Y se trata de no ser como una marioneta que se mueve al hilo de necesidades –demasiadas veces artificiales– sino persona, que es capaz de vivir con un poco de orden en el océano de las necesidades infinitas que, de otro modo, te termina engullendo.

José María Rodríguez Olaizola, sj