Reflexión del Evangelio – Fiesta de Pentecostés 2019

Evangelio según San Juan 20, 19-23

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.

Reflexión del Evangelio – Por Santiago Suárez SJ

El evangelista combina dos hechos que la Iglesia celebra por separado: la Ascensión, celebrada la semana pasada, y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, que celebramos hoy. En esta solemnidad recordamos como los cristianos, movidos por un renovado ímpetu, comienzan a ejercer su tarea misionera.

Los discípulos que convivieron con Jesús se reconocen ahora como hijos de Dios. Esa filiación es la que permite a Jesús enviar a sus discípulos, como el Padre lo envió a Él, a anunciar al mundo el Evangelio: si creemos en el Dios Encarnado, que murió en la cruz y resucitó, la humanidad también será plenificada. Semejante tarea sería imposible sin la asistencia del mismísimo Dios, es decir, sin el Espíritu Santo para iluminar el camino sería difícil discernimiento necesario para tal misión.

El discernimiento es la herramienta que nos permite encontrar a Dios en todas las cosas. Éste supone una amistad profunda con Jesús y la tarea cotidiana de disponerse a la gracia para ordenar los afectos. El evangelista deja ver esto al describir la situación penosa en la que se encontraban lo1s discípulos: encerrados y con miedo. El miedo en la Biblia representa la falta de fe, es decir el poner absolutamente la confianza en otras cosas que no son Dios. La presencia del Espíritu Santo disipa la tiniebla del miedo y coloca a los discípulos en dinámica de misión.

El evangelista también deja claro el carácter de la misión: el perdón de los pecados. Dicho de otro modo, el envío misionero de los cristianos es nada más y nada menos que ser agentes de la reconciliación del hombre con Dios y con sus hermanos. La única manera de terminar con las dinámicas de muerte es abrir el camino para que el Espíritu de la Vida actúe: hacemos conscientes de la verdad y la belleza que nos rodea, agradeciendo el don de la vida. Reconocernos hijos de Dios en Jesús nos hará llevar esa vida incluso a los lugares más oscuros.

Pidámosle al Espíritu Santo la gracia del discernimiento, para que reconociendo su acción en nosotros y en los demás podamos en todo amar y servir.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana

Reflexión del Evangelio – Domingo 26 de Mayo

Evangelio según San Juan 14, 23–29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado.” Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»

Reflexión del Evangelio – Por Emanuel Vega SJ

El Evangelio de hoy puede resultarnos -si lo leemos por arriba o ‘a las apuradas’- un tanto confuso y misterioso. Pareciera que al escritor sagrado -que nos regaló este bonito texto- le gustara sorprender o extrañar a sus lectores. Sin embargo, al leer a conciencia y detenidamente el Evangelio de hoy, sale a la luz que detrás de esa aparente complejidad, se esconde un mensaje muy concreto, muy sencillo y esencial: “el Señor te quiere, y se muere de ganas de que vos también lo quieras. El Señor ha abierto el juego para que entres en relación con Él, por eso te dejó su Palabra. Ahora, te toca corresponder a vos”. Todo el Evangelio de Juan es un canto al amor; es una llamada apasionada a vivir desde lo único desde lo que vale la pena vivir: el amor a Dios y a los hermanos.

Jesús deja las cosas claras ya desde el inicio: sólo el amor a Él nos hará fieles a su mensaje. A veces, los cristianos, estamos tentados a creer que nuestra fe es una mera adhesión a normas, leyes, ideas claras y distintas. Y nos olvidamos que nuestra fe es mucho más que eso: nuestra fe es adhesión existencial (vital, afectiva) a una persona: Jesús. Una persona tan auténtica, tan libre y disponible, tan entregada y cálida, que simplemente enamora. Y ese amor que surge al encontrarnos con Él, transforma las perspectivas y los horizontes desde los cuales miramos y participamos de la realidad. Ese amor que podemos sentir y vivir gracias al encuentro con el Señor, nos hace mujeres y hombres nuevos: derriba nuestras asperezas personales, nos desinstala de nuestras seguridades, nos ordena los afectos, nos educa la sensibilidad y nos posibilita sentir gusto por aquello de bueno y bello que tiene nuestro mundo. En definitiva, el amor profundo -ese que nos hace salir de nosotros mismos- nos hace más divinamente humanos. Y nos habilita a la fidelidad: te creo y te sigo Señor, porque te amo. Te sigo porque en Vos encuentro la plenitud que ansío. Sin amor, nuestra fe sería puro voluntarismo: pura formalidad sin contenido vital.

El regalo que obtendremos al vivir desde ese amor, es lo más hemoso que nos podrá pasar como creyentes: Dios vendrá y habitará en nosotros; y seremos parte de Él, unidos en un mismo abrazo. Seremos recipientes de la divinidad y el amor se nos hará carne. De este modo, realizaremos nuestra más autentica vocación: ser imagen y semejanza de Dios en el mundo; ser la oportunidad del darse de Dios en la historia. Pidámosle a Dios la gracia de poder transparentarlo en nuestra vida, con ‘todo esto’ que cada uno de nosotros somos.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Reflexión del Evangelio – Domingo 19 de Mayo

Evangelio según San Juan 13, 31-35

Durante la última cena, después que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.

Reflexión del Evangelio – Por Francisco Bettinelli SJ 

El Evangelio nos relata una escena de la última cena. Judas abandona la mesa compartida. Sale afuera, a la noche, para entregar a Jesús. En este gesto de entregar a Jesús se anticipa la verdadera entrega, la entrega de Jesús en la cruz. Entrega que sintetiza el compromiso de toda una vida entregada al anuncio del Reino y al Dios del Reino. Entrega que lo conduce a un punto de no retorno: ser fiel a su anuncio implica asumir las consecuencias de ese anuncio. Es que su entrega implica riesgo: riesgo de ser aceptado o rechazado. Quien no se arriesga no sufre, pero tampoco vive. Y Jesús asume el riesgo de un modo tan real que pudo ser traicionado por uno de sus más cercanos. Hay una consistencia entre el decir y el hacer de Cristo: el que estuvo durante su vida con las víctimas de este mundo se vuelve él mismo víctima.

Este contexto dramático nos permite comprender mejor el mandamiento del amor que en este momento, y no antes, formula Jesús: “así como Yo los he amado, ámense…”. No son solo palabras bonitas, no se habla de cualquier amor. Se habla de que el paradigma del amor es el de Jesús. Un amor que es entrega, entrega de sí, entrega para otros. Un amor que sabe de cruz y llanto, y aun así es fiel. Un amor tan real que puede ser traicionado.

Pero Jesús no dice “amen a los otros” sino que dice “ámense también los unos a los otros”. El mandamiento no va dirigido solo a los distintos discípulos en particular. No es un deber, un acto voluntarista de tener que amar. Es un mandamiento para la comunidad y más que un mandamiento, un signo. La credibilidad de la comunidad de discípulos no se juega en las grandes obras, ni siquiera en las buenas obras, sino en este amor mutuo, en este amor compartido donde puedan llorar y alegrarse juntos. El amor no se verifica en las buenas intenciones: exige una consistencia entre el decir, el hacer y el modo de vivir y vincularse. Una comunidad que ama si imita a Jesús: rompiendo la cerrazón que excluye, abriendo lugar a las víctimas, los extranjeros, los que son distintos, los que no son queridos, los dejados de lado por su condición, los que no son tenidos en cuenta. Por la fidelidad a ellos y ellas, Jesús no pudo volver atrás y, en este momento de no retorno, elige llevar su entrega hasta el fin.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Marcelo Amaro SJ: Mostrar el camino hacia Dios a través de los Ejercicios Espirituales

A principios del mes de febrero de este año 2019, el Padre General publicó las preferencias universales apostólicas para los próximos 10 años. La primera de ellas: Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales (EE.EE.) y el discernimiento.

La Oficina de Comunicación de la CPAL ha realizado a los encargados de cada sector apostólico la siguiente pregunta: Desde/en las particularidades de tu sector, y partiendo de las resonancias que la primera prioridad ha producido en ti, ¿cómo se podría mostrar el camino hacia Dios a través de los EE.EE. y el discernimiento?

Por Marcelo Amaro, S.J. – Coordinador latinoamericano del Sector juventud y vocaciones.

Creo que la primera preferencia apostólica impacta a nuestras propuestas al mundo juvenil en la base. Los jóvenes, hombres y mujeres, están abriéndose al futuro con preguntas profundas como qué hacer en la vida, cuál es el sentido de la vida, por qué sentido me quiero jugar la vida, cómo aportar en este mundo, cómo gastar mi tiempo, etc.

Esas preguntas se hacen los jóvenes hoy desde distintos lugares y contextos culturales. Nosotros, tanto desde los EE como desde el discernimiento y el acompañamiento espiritual donde también se aprende a discernir, podemos darles herramientas para vivir eso en diálogo con Dios y también acompañarlos en un camino interior donde ellos mismos van a ir hacia lo hondo de su propia interioridad y tratar de responder desde ahí a sus preguntas.

Me parece que, así como la tercera prioridad implica acompañar a los jóvenes en la creación de un mundo esperanzador, la primera preferencia apostólica es como la herramienta privilegiada que tenemos en nuestra espiritualidad ignaciana para acompañar a los jóvenes en ese camino que culmina siempre en la construcción de un mundo esperanzador. Tenemos un desafío grande en hacer llegar a los jóvenes la propuesta de los EE con distintas ofertas que se adapten a las necesidades y a las realidades de los propios jóvenes.

En mi experiencia pastoral dando EE siempre es positivo lo que reciben los jóvenes y también cómo se involucran en la experiencia espiritual y en la experiencia de interioridad. Nosotros podemos hacer llegar la experiencia de los EE de un modo más amplio, que sean más jóvenes, que todos los jóvenes puedan acceder a una experiencia de Dios y hacerse preguntas; que puedan contar con esta herramienta viniendo de distintos sectores sociales y culturales.

Nosotros podemos hacer llegar eso, tiene que ser un deseo que nos impulse a todos los que trabajamos con jóvenes y a todos los que trabajamos en la espiritualidad. Involucremos a los propios jóvenes en esto, porque algo impresionante y muy lindo es que los jóvenes son sujetos protagonistas de los caminos que nos juntamos a revisar. Es necesario involucrarlos en el diseño de la propuesta y en la realización de la misma.

Cada vez más somos conscientes de que los jóvenes son fieles y que pueden tener voz, para enseñar a otros jóvenes. Es muy importante enseñar no sólo a algunos pocos que nosotros consideramos líderes, pensando que sólo ellos van a impactar en otros. Las culturas juveniles de hoy, con el papel de las redes sociales, nos enseñan que hay una dimensión mucho más grande, y que tenemos que brindar algo más democrático, algo que pueda hacer a todos protagonistas.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

Emmanuel Sicre SJ: “Si buscamos el momento ideal para rezar, no vamos a hacerlo nunca”

Continúa el Ciclo de Oración y Discernimiento que se está llevando adelante en la noche de Radio María Joven, ocasión para la que han convocado al jesuita argentino, Emmanuel Sicre. A través de preguntas, tanto como de los locutores como de los oyentes, se va dando un diálogo en el que se va profundizando en los modos de orar y relacionarse con Dios en la vida cotidiana. Compartimos aquí algo del 2° encuentro.

¿Cómo  es este Dios con el que queremos entrar en diálogo en la vida cotidiana?

Esa es una muy buena forma de comenzar, porque si empezamos por las dificultades probablemente nos miremos mucho el ombligo y finalmente no estemos mirando para arriba o para adentro. Y creo que, en primera instancia, hacernos presentes a Dios más que traerlo a Él a algún lugar, es hacernos conscientes de con quién estamos dialogando en la oración, con quien es que entramos en ese momento de oración. Lo que primero que me sale es que es el Dios de Jesús. Veamos cómo Jesús en el Evangelio trata de mostrar las cosas que hace su Padre. Y entonces ahí vamos a empezar a mirarnos con la imagen de Dios que nos trae Jesús: el Dios de la Misericordia, el Dios de la Compasión, el Dios que libera al hombre, el Dios que está siempre cercano, que no juzga, que no condena, el Dios que ayuda a darse cuenta de las cosas que no van bien . Pero no es un dios tirano, que está en la vereda de enfrente esperando que nosotros lleguemos. Yo creo que eso nos hace bien cuando queremos ponernos en sintonía con él a la hora de rezar.

Saber que es un amigo, un compañero, un Padre, un hermano. Esas imágenes familiares que nos ayudan a sintonizar de una manera más cotidiana, más habitual, más común. Y que nuestra reverencia sea la del encuentro, como cuando nos encontramos con alguien que amamos, que deseamos… decía San Alberto Hurtado que teníamos que esperar a Dios como una mascota, como un perrito espera a su amo: con la alegría de saber que está llegando. Todos los que tienen mascotas saben que cuando uno abre la puerta o lo ve desde lejos, salen a recibirlos, mueven la cola… Esa analogía nos puede servir para sensibilizarnos a la hora de entrar en oración.

A veces podemos tener esta sensación de que le estoy haciendo un favor a Dios disponiéndome para ir a rezar.

Si, a veces creemos que es una cuestión de mérito ¿no? Que tenemos que ir a presentarle todas las cosas que hicimos bien en el día, como si fuéramos a rendirle cuentas. De esta manera, cuando no tengamos algo para presentarle no vamos a rezar. En cambio, si pensamos que es una relación cotidiana, una relación de amistad, de ir al  encuentro con alguien con quien le gusta compartir lo que está viviendo, aunque esto sea muchas veces doloroso, o que cueste compartirlo… Pensar que es ira estar con ese Dios de Jesús. A mí me gusta ponerle ‘Dios de Jesús’, porque a veces cuando decimos ‘Dios’ nos sabemos muy bien qué decimos.

Pensaba, Emma,  en la sencillez de la oración. A veces, quizás ni hacen falta palabras como decir ‘aquí estoy Señor’, o como decía aquella gran santa ‘yo lo miro y él me mira’.

Si, es como si Dios tuviera una embajada en mi propia interioridad y nosotros vamos a ahí, a esa casa que Dios tiene dentro de nosotros. Entonces, entrar en esa dimensión que es el encuentro con él nos ayuda a ir dando pasos en la relación. A sentir que hay un ida y vuelta. Y  que no hay que hacer más. Hace unos días, que me tocó ayudar a rezar a unos chicos, les decía que en vez de ‘ponerse en presencia de Dios, como si fuéramos a traer a Dios que está lejos en nuestra oración; más vale hacernos presentes nosotros a un Dios que está siempre.’ Somos nosotros los que tenemos que despertar. Dios está siempre acompañándonos.

Un cambio de perspectiva. Por ahí también pienso que podemos llegar a relacionar la oración con ‘tener algo para presentar’. Aunque en general, son más las cosas que necesito pedir que las que agradecemos ¿Qué te parece que nos puede ayudar a entrar en la oración como en una relación con alguien con quien me junto seguido a conversar, a pasar tiempo?

Creo que hay un paso que tenemos que dar en relación a cómo nos comunicamos nosotros con las personas que amamos. No nos vamos a comunicar de una manera distinta con Dios a cómo nos comunicamos con alguien de nuestra familia o con un amigo o amiga muy íntimo. Dios también forma parte de nuestras relaciones, no tenemos otra forma de relacionarnos que siendo nosotros mismos. Entonces, nos podemos preguntar cómo es que habitualmente nos relacionamos con las personas que amamos. Y ahí podría aparecer una punta del ovillo para pensar esto. A veces, nos encontramos muy superficialmente, o sólo con emoticones, no nos animamos a ahondar, o contamos lo mínimo e indispensable como para que no se nos quiebre la relación. No es que esté mal, pero muchas veces vamos a necesitar comunicarnos un poquito más allá. Y con Dios esto también se torna algo cotidiano, algo familiar. Bien ¿Cómo podríamos relacionarnos con él también atendiendo a la etapa de la vida en la que estamos?

Hay momentos en los que estamos muy silenciosos y nos sabemos bien qué es lo que nos está pasando y no sabemos qué decir. En esos momentos, la invitación es a presentarnos a Dios con ese silencio medio mudo que nos viene de no saber qué nos pasa. A veces estamos super verborrágicos y queremos contarle todo a Dios, entonces se da un momento de diálogo. Hay tiempos en los que queremos conocerlo más y entonces ahondamos en el Evangelio. Creo que, en eso, la vida de oración es mucho más dinámica de lo que a uno le parece y nadie tiene ‘la vaca atada’ con la oración. No es que hay una forma que yo ya aprendí a rezar y chau. Siempre se va aprendiendo, porque Dios es dinámico.

Y ahí también qué bueno prestar atención y no sentir que lo estoy haciendo mal si de repente rezo diferente a como rezaba en otro tiempo de mi vida o quizás unos meses atrás.

Exactamente, la oración cambia con mi propio crecimiento también. Y hay momentos en los que estoy aprendiendo, entonces, quizás lleva más sacrificio. Y hay momentos en los que ya me voy dando cuenta de cómo es la oración y entonces voy entrando con más facilidad. Otras veces, resulta que creo que ya se rezar y me como el fiasco de no saber cómo sigue la cosa, o me la creo y finalmente, no pasa nada.

Qué bueno también pensar que, cualquiera sea la circunstancia que esté atravesando de mi vida, que está ahí el Dios de Jesús a la mano que siempre viene conmigo, y que es un Dios-Amor que está dispuesto a recibirme como esté. Qué lindo saber que siempre tenemos un lugar a disposición para entrar en diálogo, descansar, hacer preguntas o simplemente estar en silencio.

Ciertamente. Es alguien que está siempre y es algo que hace mucho bien. Incluso cuando no queremos hablar con Él, que también nos pasa.

Seguimos profundizando en torno a la oración, las dificultades que aparecen, y llegan algunas consultas por Instagram . Una oyente nos idce dice ‘Me cuesta mucho empezar la oración. No se cómo empezar, cómo entrar en ese lugar de encuentro con el Señor’ ¿Qué le podemos decir a ella?

Quizás lo primero pueda ser hacer como un paréntesis de lo que estamos haciendo, hacer silencio, y  algo que ayuda muchísimo es respirar. El Espíritu de Dios se manifiesta a través del oxígeno. Entonces, tomar contacto con nuestra propia respiración es una forma de aquietarnos y de hacernos presentes a Dios.

Yo empezaría así: respirando, tomando conciencia de la respiración, de cómo está mi cuerpo dispuesto a ese encuentro, y lentamente, encontrar alguna frase, alguna palabra que me ayude a relacionarme de manera simple, sencilla. Quizás ‘hola, señor ¿cómo estás?’ ‘quiero comunicarme con vos’ ‘quiero contarte algo’. Hay gente a la que le puede ayudar una oración que ya conoce, que puede empezar con un padrenuestro o cualquier oración de algún salmo que quizás uno recuerde. Lo importante es que esa quietud nos lleve al encuentro. Entonces, la respiración puede ser un buen canal y además, alguna palabrita que me ayude a entrar en oración, a presentarme a través de esa palabra.

Hay otra inquietud que nos hicieron llegar muchos chicos a través de Instagram y de youtube es la cuestión del tiempo. Viste que a veces, entre muchas actividades, ir al colegio, a la facu, tal vez con largas distancias entre un lugar y otro, volver a casa, donde me imagino que algunas personas tendrán muchas tareas también, les cuesta encontrar un lugar para la oración . ¿Qué podemos responderle a estos chicos Emma?

Y, en realidad vivimos como en una época de zapping. Estamos buscando el momento oportuno para rezar y corremos el riesgo de no encontrarlo , y entonces no ir a rezar nunca. Cuando uno anda muy movedizo en la vida yo creo que conviene sumarse al movimiento con la oración. Y hay una oración que puede ser ‘por goteo’. Una oración que uno hace cada vez que está por empezar una actividad, al levantarse o al acostarse. Una oración que nos ayude a conectarnos un minuto aunque sea de nuestro trajín cotidiano; cuando estoy viajando, en colectivo, o si me toca manejar, o si me están llevando para algún lugar; hacer algún momento de silencio o tocar algún objeto que me recuerde mi vida de oración. Puede ser una cruz que llevo en el pecho, un rosario. También a veces hay algunas app que nos pueden ayudar a hacer oración en movimiento. Yo creo que no es excusa el estar moviéndose para rezar. Lo que sí puede ser es que necesitemos tarde o temprano una mayor quietud. Pero pensemos que Dios está acompañándonos en nuestro trajín cotidiano.

Y qué bueno también poder sumarlo a nuestras actividades. Que quizás ya viene con nosotros cuando uno va de camino, en el colectivo, tenemos algunos espacios donde, en vez de hablar nosotros con nosotros mismos podemos, al menos por goteo, tomar consciencia de la presencia del Señor que me acompaña todas partes.

Exacto. Otra vez esta lógica de ‘hacernos presentes’ a él en nuestra vida cotidiana, en nuestro trajín, en lo que tenemos que hacer.

Por acá nos dice otra oyente: ‘Mi dificultad al momento de la oración  es lograr la concentración para rezar todos los días’.

Bueno la perseverancia es un don ¿no? Si nos hace bien y por lo tanto más buenos y más bellos, vamos a tener más ganas de hacerlo. El problema va a ser medir nuestra perseverancia con los dones que recibimos en la oración es como una tentación muy común pensar que ‘merezco de Dios tal cosa’ o me tendría que pasar tal cosa porque soy una persona de oración diaria. Esa tentación está muy presente. Y como nosotros vivimos en una lógica permanente de retribución, de hacer cosas para obtener algo con la oración no pasa. Y entonces viene también aquello que dijimos la otra vez de que ‘Dios me clavó el visto’. Tenemos una especie de impaciencia que nos hace vivir así. Entonces la oración cotidiana (me parece a mí) recibirá el don de la perseverancia cuando dejemos de estar buscando un retribución. Y quedarnos simplemente con Dios, en vez de con las cosas de Dios.

Si, es algo que pasa. Y qué bueno poder descubrir que en la medida que voy dejándome encontrar con el Señor, el corazón también empieza a tener como ‘deseos de más’. De más encuentro, de un poco más de tiempo, de mayor dedicación y como si fuese un músculo, también se va entrenando.

Sí, es el deseo de poner la vida a la luz de la velita de Dios , o del incendio que Dios es a veces; arrimarse al fogón y no andarse muriendo de frío al costadito.

La música también es una gran herramienta para acercarnos  a Dios.

Sin duda, el arte también es una gran gran vía para acercarnos a Dios: la escritura, tocar un instrumento, el canto…

¿Sirve establecer algún lugar físico u horario fijo para hacer oración?

Como toda disciplina puede servir. Lo que nosotros tenemos que discernir es si nos ayuda. Si nos ayuda hay que tenerlo. Hay gente que tiene su altarcito, yo de hecho tengo el mío en mi cuarto pero ha habido épocas en las que el altarcito no era el lugar y tenía que moverme. Entonces tengo que buscar lo que más me sirve en el momento de mi vida en el que estoy para encontrarme con Dios. Esto es dinámico. Tener un lugar nos ayuda a hacerlo más familiar, como tener un  lugar para dormir y el lugar para rezar también. Esto también ayuda bastante.

Otra oyente nos dice: ¿cómo hacer para que la oración cotidiana no sea monótona o una rutina o una costumbre? Entiendo que se debe referir a esto de incorporar a la oración como algo más en mi vida pero, que al final la termine viviendo como una actividad y no un lugar de vida.

Exactamente, ella ya tiene el criterio puesto ahí. Cuando sienta que se le haga una rutina tendrá que moverse. Hay algo que moverse o encontrar otras formas. Porque en épocas de estudio lo que nos suele pasar con los textos es que le sacamos las ideas principales y les ponemos demasiada cabeza. Y no estamos atentos al corazón, que es donde Dios habla también, de manera especial a través de las emociones y de los sentimientos. Entonces, insisto, en que es algo dinámico. No vamos a poder ‘atar’ el misterio de la oración. Hay muchísimos métodos, y los grandes maestros de la vida de oración nos enseñan un montón de cosas de cómo rezar. Igualmente cada uno tiene que hacer el camino y recorrer el momento de la vida en el que se encuentra cómo es que mejor se encuentra con Dios, cómo es que mejor se relaciona con él en este momento del día. Eso es dinámico. Entonces, si un método termina ahogando mi oración, es que en verdad no estoy prestando atención a lo que el espíritu está haciendo en mí.

La mayor dificultad en la oración ( y esto lo repiten incansablemente todos los que saben) es el YO. El YO ocupa un lugar muy grande. Y entonces si no lo corremos, Dios no puede entrar. El YO se manifiesta como si la oración fuese un espejo al que voy y solo me encuentro conmigo mismo: empiezo a mirar los defectos que tengo, lo que hice  bien: ¿y dónde está el otro? ¿Dónde está el misterio de Dios? Hay que hacer chiquitito el YO para que Dios crezca .

Y junto con nosotros vienen los que forman parte de nuestro corazón y nuestra vida.

Ciertamente. Pero cuando nosotros podemos romper ese espejo y convertirlo en una ventana podemos mirar para el otro lado.

Fuente: Radio María

Reflexión del Evangelio – Domingo 12 de mayo

Evangelio Juan 10, 27-30

Jesús dijo: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa”.

Reflexión del Evangelio – Por Oscar Freites SJ

En este cuarto domingo de Pascua, domingo del “Buen Pastor”, la Iglesia nos invita a rezar por las vocaciones. El Papa Francisco nos propone como tema para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones de este año: “La valentía de arriesgar por la promesa de Dios”. Riesgo, promesa, seguimiento, pertenencia, identidad: son las llamadas que golpean a nuestro corazón en este domingo del Buen Pastor.

El evangelio que se nos propone es bien breve, cuatro intensos versículos que hacen síntesis de este capítulo 10 del Evangelio de San Juan. Allí, Jesús se nos ha presentado como el Buen Pastor que da su vida por las ovejas.

Miremos esta imagen con la cual Jesús nos revela algo de sí: “Yo soy el buen pastor”.

En la cultura “campesina” de la Galilea de Jesús, los pastores eran uno de tantos trabajadores, de aquellos que conocían de largas y duras jornadas de trabajo. Hombres sencillos que saben de desvelos, de noches frías, de incomodidades, de mirada atenta y agiles reflejos. Con estas personas que saben perderse en medio de sus rebaños se quiere identificar Jesús. Con aquellos que saben valorar del vínculo del uno a uno; que conocen con cariño el nombre de cada una de sus ovejas; que saben caminar en comunidad acompasándose al ritmo de los más débiles.

Con ellos se identifica Jesús. Él quiere conocernos, quiere que escuchemos su voz, nos quiere invitar a su seguimiento. Esa es la relación que Jesús quiere tener con cada uno de sus discípulos, con cada uno de nosotros. Compartir la vida, recorrer juntos los caminos, abrazar juntos las promesas de Dios que van jalonando nuestra historia.

Seguirlo, ser parte, pertenecer a su rebaño. Descubrir que no vamos solos en ese camino de seguimiento, sino que los otros son muy importantes. Pues si alguno se pierde, nuestro rebaño ya no será el mismo.

El rebaño, la comunidad, tiene gran importancia porque es el lugar donde aprendemos a discernir las promesas de Dios. Formar una familia, vivir la fecundidad del matrimonio, transformar el mundo y servir a los hermanos desde una profesión, abrazar la fraternidad de la vida consagrada, saberse pan partido y repartido en el sacerdocio. Un crisol de vocaciones que brotan de la vida en comunidad. Unas promesas que vamos aprendiendo a leer en medio del diálogo comunitario sincero y transparente. Unos miedos que también aprendemos a compartir y a enfrentar justos. Unos riesgos asumidos personalmente, pero acompañados comunitariamente.

Lanzarse a vivir aquellas promesas que tienen sabor a Vida Eterna, exige la valentía de arriesgarse a transitar por nuevos caminos junto al Buen Pastor. Pide reconocernos en camino con y por otros que también buscan, arriesgan y sueñan. Nos invita a transparentar la identidad de aquel Buen Pastor que se desvela, que cuida, que da su vida por los demás.

Pidamos entonces, en este domingo, la valentía de creer en las grandes promesas del Padre; el coraje de arriesgarnos con y por el Hijo a hacerlas realidad en nuestras vidas; y la gracia del Espíritu para sentirnos parte de una comunidad que nos acompaña por estos arduos caminos.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Palabra de CPAL de Mayo – Pensar y Actuar como un Solo Cuerpo Apostólico

«¡Cuánto más y cuán mayor bien podríamos hacer los jesuitas si pudiéramos pensar y actuar como un solo cuerpo apostólico!»

Compartimos la Palabra de la CPAL para el mes de mayo. 

Por Roberto Jaramillo SJ 

¿Qué nos pasa a los jesuitas que en tantas ocasiones tenemos una grande voluntad -y no sin frecuencia la capacidad- para colaborar y trabajar con otros especialmente laicos y laicas, pero que al mismo tiempo demostramos tan poca capacidad para interesarnos e involucrarnos en iniciativas comunes?

 Sin duda que generalizar no es correcto; y que muy probablemente los compañeros que se interesen por leer este texto y compartan mis reflexiones viven no sólo preocupados por esta situación, sino que hacen esfuerzos por cambiar personal y comunitariamente. No tengo duda, tampoco, de que muchos laicos y laicas, religiosos y religiosas (sacerdotes) y otras personas no creyentes que se unen a nuestra misión perciben con claridad y no sin estupor -y a veces con escándalo- esta realidad.

 Soy consciente de que este problema no es, tampoco, patrimonio jesuítico. No sin frecuencia los católicos somos luz de la calle y obscuridad en la casa. Respondemos más natural y fácilmente a los patrones individualistas y “protagonistas” que a las invitaciones evangélicas de pensar y actuar como un solo cuerpo (1ª Cor 12, 14ss); nos dejamos convencer por los argumentos mundanos de la eficiencia en lugar de creer y apostar por la eficacia del evangelio (la de la levadura); confundimos nuestra vocación a seguir y a servir a Jesucristo crucificado con una función, en la cual terminan imponiéndose -bajo las más refinadas razones posibles- los intereses personales o institucionales. Y cada uno termina trabajando por su lado.

 Pero ¡cuánto más y cuán mayor bien podríamos hacer los jesuitas si pudiéramos pensar y actuar como un solo cuerpo apostólico! ¡Cuánto más y mayor sería el impacto de nuestras acciones si pudiéramos trabajar juntos, colaborar no sólo con otros o abrirnos a la colaboración de otros, sino c-o-l-a-b-o-r-a-r entre nosotros, con una aceptación humilde de que el bien hecho juntos -cordialmente unidos- es bien mayor, sin distraer nuestras fuerzas y dispersar nuestra acción! Mucho tenemos que aprender no sólo y principalmente del evangelio (fuente original de nuestra diaria inspiración) sino también de tantas otras iniciativas y organizaciones que aseguran lo corporativo como una manera de SER que garantiza sus objetivos. Los nuestros son infinitamente más dignos, más altos, más santos… y merecen toda nuestra religiosa sumisión en aras de Su Misión (la del Cristo).

 La primera de las preferencias Apostólicas promulgadas por el P. General es un campanazo de alerta que nos dice que esa conversión no sucederá si no vivimos el espíritu de los Ejercicios y la práctica cotidiana del discernimiento. Este tiempo de Pascua es La Ocasión propicia para dejarnos interrogar por Dios y por la realidad, y abrir nuestra manera de entender y de proceder a los impulsos de El Espíritu que nos invita a Ser un Cuerpo: el que tiene a Cristo por Señor y a nosotros, todos, llamados a co-laborar en Su misión.

Reflexión del Evangelio – Domingo 28 de Abril

Evangelio según San Juan 20, 19-31

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Reflexión del Evangelio – Ignacio Puiggari SJ

Si escuchamos este texto con la confianza de que Jesús nos descubre el rostro velado de nuestra humanidad, entonces podemos atrevernos a mirar con más detalle lo que le sucede a él mismo, y así comprender un poco más el alcance de nuestro destino. Lo que llama la atención tanto en la pasión como en la resurrección es el misterio de su corporalidad. El misterio de la pascua converge en la pregunta por el cuerpo: ¿qué es este cuerpo que somos? ¿Quién es este compañero fiel tan fundamental para nuestra identidad? Al parecer, en los relatos de la resurrección encontramos dos grandes experiencias relativas al cuerpo: la experiencia del límite que revela una necesidad de amor; y con ello, la experiencia de la apertura posible al misterio, esto es, a la “presencia ausencia” del Resucitado. Veamos qué sucede en este relato.

Primero, tanto los discípulos como Tomás tienen una peculiar experiencia de finitud y de límite. Los discípulos tienen miedo de los judíos; Tomás, por su parte, le falta cierta experiencia que otros sí tuvieron. Podemos pensar que esos límites así sentidos, el miedo y la indignación por esa falta de experiencia, esconden cierta necesidad de amor. Los discípulos necesitan sentirse amados, es decir, protegidos, salvados; Tomás, a su vez, necesita sentirse enseñado vitalmente por esa verdad de la comunidad que hasta el momento para él es una “verdad abstracta”. Y Jesús los alcanza en esa necesidad; entra por esa puerta dándoles paz, alegría y fe nacida de la experiencia misma. De aquí la relevancia de mirar con amplitud el alcance de nuestros límites (miedos, faltas de experiencia) para descubrir esa necesidades de amor latentes que no terminamos de pronunciar.

Pero además del límite, el cuerpo nos vincula con un tiempo finito e histórico que esta traspasado por la presencia-ausencia del resucitado. Al modo de las huellas que nos indican cierta experiencia pasada (alguien que pasó por acá) y nos descubre un camino a seguir (por dónde siguió camino), del mismo modo Jesús resucitado pasa, hace experiencia de encuentro con nosotros y, no dejándose retener, como punto de fuga, nos envía a un camino de servicio y testimonio. De algún modo revela también la condición de nuestro paso por la historia, que acaso deje huellas de amor, pero que tampoco puede ser retenida ni fijada. La ausencia de Jesús nos obliga a discernir los signos de su amor, de su paz, su alegría, su fe y su misión de amor. En el corazón de cada persona y en medio de los pueblos habita su Espíritu de amor, con sus signos que requieren ser escuchados, sentidos y seguidos.

Pidámosle entonces al Señor Resucitado la ayuda para descubrir esas huellas de paz, de alegría y fe que nos impulsan desde dentro hacia la misión y hacia el encuentro con los otros.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Reflexión del Evangelio – Domingo de Pascua

Evangelio según San Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: Él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Reflexión del Evangelio – Por Santiago Suárez, sj

Hoy no es un día cualquiera, celebramos la Pascua del Señor, el acontecimiento más importante para los cristianos. El misterio de la  Resurrección nos pone de frente a la realidad de un Dios que radicalmente apuesta por la vida, pues, como afirma San Irineo de Lyon, “la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios”.

El texto del Evangelio nos sugiere un juego entre las tinieblas que representan a la muerte y la luz de la Resurrección: “… cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro”. La oscuridad de la madrugada representa la vivencia de los discípulos del drama del Viernes Santo, cuando la muerte de Jesús pareció matar la esperanza que habitaba en el corazón de ellos. Tal oscuridad en su propio corazón les impedía ver. Sin embargo, al ser alcanzados por el hecho de la Resurrección pueden realmente ver y creer. Ese hecho misterioso de la piedra quitada permitiendo la entrada de luz en una tumba, el lugar oscuro por antonomasia y símbolo de la muerte, provoca en los discípulos un mirar renovado de la realidad: ahora sí comprenden las Escrituras, es decir, ahora pueden, de alguna manera, ver a Dios en su acción redentora y esa visión los transforma, les da una vida nueva. Como consecuencia de esta experiencia los discípulos salen a iluminar el mundo con la luz de la Buena Noticia, la muerte ha sido vencida.

Esa luz que brota de la Resurrección del Señor mantiene encendida la llama de la esperanza y nosotros la hemos recibido en el bautismo. Pidamos, pues, la gracia de hacer brillar esa luz de esperanza en medio de un mundo que no siempre parece apostar por la vida, para que cada vez sean más los que dejen atrás la oscuridad y que puedan cantar con alegría profunda “¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana

Contemplaciones SJ – El Abrazo

Contemplación del reencuentro entre Jesús y su Madre, a quien San Ignacio presume que es la primera a quien se aparece.

EE.EE 299: La Resurrección de Cristo Nuestro Señor. Primera Aparición.

Primero: Se apareció a la Virgen María. Esto no aparece en la escrituras pero se da por supuesto al decir que se le apareció a tantos. (…)

Por Joaquín Cayetano Tabera SJ

Cae tras el monte de los olivos el sol de este sábado. Debería ser de Fiesta, pero es el más triste de la historia.

Ella, ya sin lágrimas en los ojos está sentada sola. Se ha quedado en esa casa prestada cerca del Templo. La misma en la que,  donde días atrás lo había visto a Él lavar los pies y predicar el Amor. Ahora, el dolor de una espada le atraviesa el corazón.

Su rostro transparenta el dolor que siente. Por su mente desfilan los recuerdos de su niño con su andar tan atípico. Lo recuerda trabajar serenamente cada pieza de madera.  Regresan a su mente las maravillas que había visto obrar a su Hijo, ya adulto. Sigue sin poder creer que Aquél que sólo de Amor y Vida hablaba le fue devuelto muerto. Que fue clavado en una Cruz como si se tratara de un delincuente. Vuelve a llorar

Su dolor es de esos dolores que carcomen por dentro. De esos dolores que no tienen sentido. Que no buscan ser comprendidos ni se intenta entender. Que tampoco se busca que dejen de doler. Porque se sabe que es imposible.

Así está Ella. Los últimos rayos del sol desaparecen dejando aquella pequeña habitación casi en penumbras. Las trompetas de los levitas suenan anunciando el fin del Sábado Santo. Comienzo un nuevo día.

Entre la oscuridad y el ruido de trompetas comienza a sentir que el dolor abandona su corazón. Su impávido rostros de días sin dormir va recuperando su color. La angustiante tristeza que parecía infinita va dando paso a una profunda Paz.

Entonces, aún consternada por el cambio de sus sentimientos, escucha que la llaman en un susurro.

“… Mamá…”

Sus ojos estallan en lágrimas. Se incorpora de inmediato. De su alma y de su boca sale un gemido que dice “mi Jesús”

De pronto parece que la habitación se ha llenado de luz. Una luz que solo su corazón puede percibir. Ahí está Él. Con agujeros en sus manos y en sus pies. Con sus ropas blancas como la nieve más blanca.

Ella lo abraza como quien se abraza a su única esperanza. Él la abraza como quien protege con Amor. “María, mamá, no temas” le dice. Besa su frente… y desaparece.

Ella queda nuevamente sola. Pero ahora es una soledad tan acompañada y llena de sentido, que la oscuridad de esa noche se aparta por su luz.  La luz que le da el saber y el sentir que la vida, para el mundo, recién comienza.