Continúa el Ciclo de Oración y Discernimiento que se está llevando adelante en la noche de Radio María Joven, ocasión para la que han convocado al jesuita argentino, Emmanuel Sicre. A través de preguntas, tanto como de los locutores como de los oyentes, se va dando un diálogo en el que se va profundizando en los modos de orar y relacionarse con Dios en la vida cotidiana. Compartimos aquí algo del 2° encuentro.
¿Cómo es este Dios con el que queremos entrar en diálogo en la vida cotidiana?
Esa es una muy buena forma de comenzar, porque si empezamos por las dificultades probablemente nos miremos mucho el ombligo y finalmente no estemos mirando para arriba o para adentro. Y creo que, en primera instancia, hacernos presentes a Dios más que traerlo a Él a algún lugar, es hacernos conscientes de con quién estamos dialogando en la oración, con quien es que entramos en ese momento de oración. Lo que primero que me sale es que es el Dios de Jesús. Veamos cómo Jesús en el Evangelio trata de mostrar las cosas que hace su Padre. Y entonces ahí vamos a empezar a mirarnos con la imagen de Dios que nos trae Jesús: el Dios de la Misericordia, el Dios de la Compasión, el Dios que libera al hombre, el Dios que está siempre cercano, que no juzga, que no condena, el Dios que ayuda a darse cuenta de las cosas que no van bien . Pero no es un dios tirano, que está en la vereda de enfrente esperando que nosotros lleguemos. Yo creo que eso nos hace bien cuando queremos ponernos en sintonía con él a la hora de rezar.
Saber que es un amigo, un compañero, un Padre, un hermano. Esas imágenes familiares que nos ayudan a sintonizar de una manera más cotidiana, más habitual, más común. Y que nuestra reverencia sea la del encuentro, como cuando nos encontramos con alguien que amamos, que deseamos… decía San Alberto Hurtado que teníamos que esperar a Dios como una mascota, como un perrito espera a su amo: con la alegría de saber que está llegando. Todos los que tienen mascotas saben que cuando uno abre la puerta o lo ve desde lejos, salen a recibirlos, mueven la cola… Esa analogía nos puede servir para sensibilizarnos a la hora de entrar en oración.
A veces podemos tener esta sensación de que le estoy haciendo un favor a Dios disponiéndome para ir a rezar.
Si, a veces creemos que es una cuestión de mérito ¿no? Que tenemos que ir a presentarle todas las cosas que hicimos bien en el día, como si fuéramos a rendirle cuentas. De esta manera, cuando no tengamos algo para presentarle no vamos a rezar. En cambio, si pensamos que es una relación cotidiana, una relación de amistad, de ir al encuentro con alguien con quien le gusta compartir lo que está viviendo, aunque esto sea muchas veces doloroso, o que cueste compartirlo… Pensar que es ira estar con ese Dios de Jesús. A mí me gusta ponerle ‘Dios de Jesús’, porque a veces cuando decimos ‘Dios’ nos sabemos muy bien qué decimos.
Pensaba, Emma, en la sencillez de la oración. A veces, quizás ni hacen falta palabras como decir ‘aquí estoy Señor’, o como decía aquella gran santa ‘yo lo miro y él me mira’.
Si, es como si Dios tuviera una embajada en mi propia interioridad y nosotros vamos a ahí, a esa casa que Dios tiene dentro de nosotros. Entonces, entrar en esa dimensión que es el encuentro con él nos ayuda a ir dando pasos en la relación. A sentir que hay un ida y vuelta. Y que no hay que hacer más. Hace unos días, que me tocó ayudar a rezar a unos chicos, les decía que en vez de ‘ponerse en presencia de Dios, como si fuéramos a traer a Dios que está lejos en nuestra oración; más vale hacernos presentes nosotros a un Dios que está siempre.’ Somos nosotros los que tenemos que despertar. Dios está siempre acompañándonos.
Un cambio de perspectiva. Por ahí también pienso que podemos llegar a relacionar la oración con ‘tener algo para presentar’. Aunque en general, son más las cosas que necesito pedir que las que agradecemos ¿Qué te parece que nos puede ayudar a entrar en la oración como en una relación con alguien con quien me junto seguido a conversar, a pasar tiempo?
Creo que hay un paso que tenemos que dar en relación a cómo nos comunicamos nosotros con las personas que amamos. No nos vamos a comunicar de una manera distinta con Dios a cómo nos comunicamos con alguien de nuestra familia o con un amigo o amiga muy íntimo. Dios también forma parte de nuestras relaciones, no tenemos otra forma de relacionarnos que siendo nosotros mismos. Entonces, nos podemos preguntar cómo es que habitualmente nos relacionamos con las personas que amamos. Y ahí podría aparecer una punta del ovillo para pensar esto. A veces, nos encontramos muy superficialmente, o sólo con emoticones, no nos animamos a ahondar, o contamos lo mínimo e indispensable como para que no se nos quiebre la relación. No es que esté mal, pero muchas veces vamos a necesitar comunicarnos un poquito más allá. Y con Dios esto también se torna algo cotidiano, algo familiar. Bien ¿Cómo podríamos relacionarnos con él también atendiendo a la etapa de la vida en la que estamos?
Hay momentos en los que estamos muy silenciosos y nos sabemos bien qué es lo que nos está pasando y no sabemos qué decir. En esos momentos, la invitación es a presentarnos a Dios con ese silencio medio mudo que nos viene de no saber qué nos pasa. A veces estamos super verborrágicos y queremos contarle todo a Dios, entonces se da un momento de diálogo. Hay tiempos en los que queremos conocerlo más y entonces ahondamos en el Evangelio. Creo que, en eso, la vida de oración es mucho más dinámica de lo que a uno le parece y nadie tiene ‘la vaca atada’ con la oración. No es que hay una forma que yo ya aprendí a rezar y chau. Siempre se va aprendiendo, porque Dios es dinámico.
Y ahí también qué bueno prestar atención y no sentir que lo estoy haciendo mal si de repente rezo diferente a como rezaba en otro tiempo de mi vida o quizás unos meses atrás.
Exactamente, la oración cambia con mi propio crecimiento también. Y hay momentos en los que estoy aprendiendo, entonces, quizás lleva más sacrificio. Y hay momentos en los que ya me voy dando cuenta de cómo es la oración y entonces voy entrando con más facilidad. Otras veces, resulta que creo que ya se rezar y me como el fiasco de no saber cómo sigue la cosa, o me la creo y finalmente, no pasa nada.
Qué bueno también pensar que, cualquiera sea la circunstancia que esté atravesando de mi vida, que está ahí el Dios de Jesús a la mano que siempre viene conmigo, y que es un Dios-Amor que está dispuesto a recibirme como esté. Qué lindo saber que siempre tenemos un lugar a disposición para entrar en diálogo, descansar, hacer preguntas o simplemente estar en silencio.
Ciertamente. Es alguien que está siempre y es algo que hace mucho bien. Incluso cuando no queremos hablar con Él, que también nos pasa.
Seguimos profundizando en torno a la oración, las dificultades que aparecen, y llegan algunas consultas por Instagram . Una oyente nos idce dice ‘Me cuesta mucho empezar la oración. No se cómo empezar, cómo entrar en ese lugar de encuentro con el Señor’ ¿Qué le podemos decir a ella?
Quizás lo primero pueda ser hacer como un paréntesis de lo que estamos haciendo, hacer silencio, y algo que ayuda muchísimo es respirar. El Espíritu de Dios se manifiesta a través del oxígeno. Entonces, tomar contacto con nuestra propia respiración es una forma de aquietarnos y de hacernos presentes a Dios.
Yo empezaría así: respirando, tomando conciencia de la respiración, de cómo está mi cuerpo dispuesto a ese encuentro, y lentamente, encontrar alguna frase, alguna palabra que me ayude a relacionarme de manera simple, sencilla. Quizás ‘hola, señor ¿cómo estás?’ ‘quiero comunicarme con vos’ ‘quiero contarte algo’. Hay gente a la que le puede ayudar una oración que ya conoce, que puede empezar con un padrenuestro o cualquier oración de algún salmo que quizás uno recuerde. Lo importante es que esa quietud nos lleve al encuentro. Entonces, la respiración puede ser un buen canal y además, alguna palabrita que me ayude a entrar en oración, a presentarme a través de esa palabra.
Hay otra inquietud que nos hicieron llegar muchos chicos a través de Instagram y de youtube es la cuestión del tiempo. Viste que a veces, entre muchas actividades, ir al colegio, a la facu, tal vez con largas distancias entre un lugar y otro, volver a casa, donde me imagino que algunas personas tendrán muchas tareas también, les cuesta encontrar un lugar para la oración . ¿Qué podemos responderle a estos chicos Emma?
Y, en realidad vivimos como en una época de zapping. Estamos buscando el momento oportuno para rezar y corremos el riesgo de no encontrarlo , y entonces no ir a rezar nunca. Cuando uno anda muy movedizo en la vida yo creo que conviene sumarse al movimiento con la oración. Y hay una oración que puede ser ‘por goteo’. Una oración que uno hace cada vez que está por empezar una actividad, al levantarse o al acostarse. Una oración que nos ayude a conectarnos un minuto aunque sea de nuestro trajín cotidiano; cuando estoy viajando, en colectivo, o si me toca manejar, o si me están llevando para algún lugar; hacer algún momento de silencio o tocar algún objeto que me recuerde mi vida de oración. Puede ser una cruz que llevo en el pecho, un rosario. También a veces hay algunas app que nos pueden ayudar a hacer oración en movimiento. Yo creo que no es excusa el estar moviéndose para rezar. Lo que sí puede ser es que necesitemos tarde o temprano una mayor quietud. Pero pensemos que Dios está acompañándonos en nuestro trajín cotidiano.
Y qué bueno también poder sumarlo a nuestras actividades. Que quizás ya viene con nosotros cuando uno va de camino, en el colectivo, tenemos algunos espacios donde, en vez de hablar nosotros con nosotros mismos podemos, al menos por goteo, tomar consciencia de la presencia del Señor que me acompaña todas partes.
Exacto. Otra vez esta lógica de ‘hacernos presentes’ a él en nuestra vida cotidiana, en nuestro trajín, en lo que tenemos que hacer.
Por acá nos dice otra oyente: ‘Mi dificultad al momento de la oración es lograr la concentración para rezar todos los días’.
Bueno la perseverancia es un don ¿no? Si nos hace bien y por lo tanto más buenos y más bellos, vamos a tener más ganas de hacerlo. El problema va a ser medir nuestra perseverancia con los dones que recibimos en la oración es como una tentación muy común pensar que ‘merezco de Dios tal cosa’ o me tendría que pasar tal cosa porque soy una persona de oración diaria. Esa tentación está muy presente. Y como nosotros vivimos en una lógica permanente de retribución, de hacer cosas para obtener algo con la oración no pasa. Y entonces viene también aquello que dijimos la otra vez de que ‘Dios me clavó el visto’. Tenemos una especie de impaciencia que nos hace vivir así. Entonces la oración cotidiana (me parece a mí) recibirá el don de la perseverancia cuando dejemos de estar buscando un retribución. Y quedarnos simplemente con Dios, en vez de con las cosas de Dios.
Si, es algo que pasa. Y qué bueno poder descubrir que en la medida que voy dejándome encontrar con el Señor, el corazón también empieza a tener como ‘deseos de más’. De más encuentro, de un poco más de tiempo, de mayor dedicación y como si fuese un músculo, también se va entrenando.
Sí, es el deseo de poner la vida a la luz de la velita de Dios , o del incendio que Dios es a veces; arrimarse al fogón y no andarse muriendo de frío al costadito.
La música también es una gran herramienta para acercarnos a Dios.
Sin duda, el arte también es una gran gran vía para acercarnos a Dios: la escritura, tocar un instrumento, el canto…
¿Sirve establecer algún lugar físico u horario fijo para hacer oración?
Como toda disciplina puede servir. Lo que nosotros tenemos que discernir es si nos ayuda. Si nos ayuda hay que tenerlo. Hay gente que tiene su altarcito, yo de hecho tengo el mío en mi cuarto pero ha habido épocas en las que el altarcito no era el lugar y tenía que moverme. Entonces tengo que buscar lo que más me sirve en el momento de mi vida en el que estoy para encontrarme con Dios. Esto es dinámico. Tener un lugar nos ayuda a hacerlo más familiar, como tener un lugar para dormir y el lugar para rezar también. Esto también ayuda bastante.
Otra oyente nos dice: ¿cómo hacer para que la oración cotidiana no sea monótona o una rutina o una costumbre? Entiendo que se debe referir a esto de incorporar a la oración como algo más en mi vida pero, que al final la termine viviendo como una actividad y no un lugar de vida.
Exactamente, ella ya tiene el criterio puesto ahí. Cuando sienta que se le haga una rutina tendrá que moverse. Hay algo que moverse o encontrar otras formas. Porque en épocas de estudio lo que nos suele pasar con los textos es que le sacamos las ideas principales y les ponemos demasiada cabeza. Y no estamos atentos al corazón, que es donde Dios habla también, de manera especial a través de las emociones y de los sentimientos. Entonces, insisto, en que es algo dinámico. No vamos a poder ‘atar’ el misterio de la oración. Hay muchísimos métodos, y los grandes maestros de la vida de oración nos enseñan un montón de cosas de cómo rezar. Igualmente cada uno tiene que hacer el camino y recorrer el momento de la vida en el que se encuentra cómo es que mejor se encuentra con Dios, cómo es que mejor se relaciona con él en este momento del día. Eso es dinámico. Entonces, si un método termina ahogando mi oración, es que en verdad no estoy prestando atención a lo que el espíritu está haciendo en mí.
La mayor dificultad en la oración ( y esto lo repiten incansablemente todos los que saben) es el YO. El YO ocupa un lugar muy grande. Y entonces si no lo corremos, Dios no puede entrar. El YO se manifiesta como si la oración fuese un espejo al que voy y solo me encuentro conmigo mismo: empiezo a mirar los defectos que tengo, lo que hice bien: ¿y dónde está el otro? ¿Dónde está el misterio de Dios? Hay que hacer chiquitito el YO para que Dios crezca .
Y junto con nosotros vienen los que forman parte de nuestro corazón y nuestra vida.
Ciertamente. Pero cuando nosotros podemos romper ese espejo y convertirlo en una ventana podemos mirar para el otro lado.
Fuente: Radio María