El mundo está Dividido en Dos

Las personas que están abiertas a recibir y aceptar a los demás me sorprenden profundamente.

Por Javier Rojas, SJ

Tengo la sensación, no sé qué opinarán ustedes, de que el mundo se divide entre las personas a las que les resulta ‘difícil’ aceptar al otro y las que han encontrado un ‘tesoro’ oculto en el corazón de los demás. Los primeros parecen haber convenido y acordado construir muros en lugar de tender puentes. ¿Qué les atemoriza? ¿Qué les da miedo?

Cuando converso con algunas personas me doy cuenta de que no están preparadas, mental ni espiritualmente, para aceptar a los demás, sencillamente porque no se conocen ni aman a sí mismas. Nadie las ha hecho sentir que son amadas por lo que son y no por lo que pueden lograr. No tienen experiencia de amor gratuito sino financiado. ¡Compran amor a cambio de títulos, logros y éxitos!

La cercanía del otro los asusta, los tensiona y los pone en máxima alerta. Sin embargo, las personas que están abiertas a recibir y aceptar a los demás me sorprenden profundamente. Ellas mismas han descubierto su propio valor en la mirada, la palabra y el gesto amable del otro. Alguien, lleno de bondad, se acercó para guiarlas hasta el fondo de ellas mismas y apreciar la maravilla que son. Me encantan las personas que no se dejan sobornar por sus miserias, debilidades y pecados que los acusan y entristecen robándoles la paz, sino que luchan cada día para dar más cabida al tesoro que hay en ellas.

Hasta que no hayamos descubierto el ser maravilloso que somos cada uno de nosotros, no estaremos dispuestos a tender puentes. La apertura y aceptación de los demás comienza primero en nuestro interior. Quienes mantengan su corazón encerrado o acorazado, sospechando siempre de todos y buscando siempre razones para levantar muros, difícilmente puedan hallar el maravilloso tesoro que hay en ellos. ¡Qué triste morir sin haber descubierto lo maravilloso que soy!

Fuente: Pastoral SJ

 

Hoy se presenta el Manual de Oración Ignaciana

“Hoy representa un desafío inmenso proponer a los estudiantes de nuestros colegios practicar los EE, pues son niños y jóvenes entrenados en pantallas digitales, rápidas y estimulantes. La interioridad, el silencio, la contemplación reposada, el encuentro personal con Dios y consigo mismo en profundidad, quedan totalmente relegados del hábitat natural de nuestra sociedad.

Sin embargo, una de las características de los EE es la adaptabilidad. Así, si bien San Ignacio planea originalmente que el itinerario de los EE dure un mes entero, da la posibilidad de acomodarlos a cada persona según su condición, de tal modo que pueden darse en menos días, retirándose la persona a un lugar aparte o en su vida corriente.”

Esta es parte de la respuesta que da el Manual de Oración Ignaciana a la pregunta: ¿Por qué formalizar en el colegio un espacio sistemático para la contemplación?

Hoy, 22 de Octubre, se realizará la presentación del Manual de Oración Ignaciana. Un material producido por el P. Leonardo Nardín y colaboradores y destinado a quienes trabajan con niños y niñas en ámbitos educativos y/o pastorales.

El libro será presentado en el Centro de Espiritualidad Ignaciana de Argentina (CEIA), que se encuentra en la ciudad de Buenos Aires.

Reflexión del Evangelio – Domingo 21 de octubre

Evangelio según San Marcos 10, 35-45

 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. Él les respondió: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”. Ellos le dijeron: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?”. “Podemos”, le respondieron. Entonces Jesús agregó: “Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados”. Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.

Reflexión del Evangelio – Por Marcos Stach SJ 

El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. (Mc. 10, 44) 

El Evangelio de este domingo (Mc. 10, 35-45), contiene una profunda enseñanza del Señor, que viene a contrariar nuestro modo habitual de pensar y hacer las cosas. Tiene que ver con el tema de buscar el primer lugar. Es lo que le pasa a los Apóstoles: Han dejado todo, siguen a Jesús y llegados a un punto de no retorno, se les planta la debilidad: “Dejame a mí a tu derecha y a éste a tu izquierda.” Lo que asombra no es tanto el pedido, que bordea en la ingenuidad: Viven con Jesús y uno quisiera pensar que los discípulos ya sabrían de sobra que al Señor estas cosas no le van. Asombra portentosamente que el mal afecta al conjunto: Lo vemos en el dato de que los discípulos se enojan con los dos que hacen el pintoresco petitorio: “Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.” (Mc. 10, 41). Imagino al Señor suspirar, tomando fuerza, primero para no responderles enojosamente, sino para extraer una enseñanza profunda, que es la que nos llega hoy: La paciencia del Señor impresiona. Y ahí viene la lección que aplica a nosotros y que siempre es vigente: “Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».” (Mc. 10, 42-45). Jesús está dando una fuerte indicación que toca a lo que podemos llamar “rectitud de intención”, dato que siempre exigirá, de nuestra parte, un esfuerzo constante en la vida para purificar. Sabemos que tendemos inevitablemente a buscar la mejor posición, a nadie le gusta ser el último en nada: Ni en la cola del supermercado y mucho menos en un concurso académico o en un puesto laboral, a veces incluso nos ocurre dentro de la misma vida Eclesial. No nos gusta que nuestra opinión no trascienda y no se haga sentir en la realidad… A veces nos creemos, (como Juan y Santiago) demasiado importantes como para que pasemos desapercibidos, nos enoja interiormente si somos postergados (lo que le pasa a los otros diez discípulos), y luego viene el reclamo de justicia, que con frecuencia de justa tiene poco. Con todo, el problema no es, digamos, una cuestión de gustos, sino de la manera en la que nos vinculamos ante lo fundamental de la vida. Desde la rectitud de intención es desde donde entra el servicio, que es la temática propia del Evangelio de la Misa de este domingo.

 Deberíamos preguntarnos, incluso con fundadas sospechas, qué es lo que entendemos por servicio, y quizá más si nos animamos a contrastarlo con el modelo que encontramos en el Evangelio, porque nuestra medida suele ser mezquina y, por regla general, (porque somos débiles) viene entremezclada con otros intereses. Lo que sí debe quedarnos muy en claro es que la propuesta de Jesús de Nazaret en todo, pero concretamente en el tema del servicio, es totalmente contracultural; no vende, no “garpa”, no tiene buena prensa; y siempre exige una transformación continua, constante en nuestros esquemas y maneras de vivir. Dicho en cristiano, es lo que conocemos como conversión.

El servicio de Dios es la gran invitación del Señor, hacerlo a su manera, a su estilo, es el indicador de que nuestra vida va tras sus pasos. Así lo vivieron los santos y es el camino que tenemos que transitar, porque el servicio de Jesucristo conlleva el reino del revés: A la grandeza que se tiende, la invitación es a ser el último y el más pequeño. Pienso en la vida de los santos. Podríamos citar montones de ejemplos: San Alonso Rodríguez (cuya fiesta celebraremos en unos días), Jesuita hermano, portero del Colegio de Palma en Mallorca: Cuarenta años haciendo todos los días lo mismo, bancándose el tedio de la rutina, atendiendo a todos los que llegarían al Colegio, con quien quizá ni siquiera se contaría para hechos más brillantes, sin embargo el portero allí estuvo y fue santo por su servicio. San Francisco Javier podría ser otro campeón del servicio: Asumió que el servicio de Jesucristo implica entregar la vida entera y allá fue, al Oriente en misión, a servir al anuncio de Cristo. El Santo Cura Brochero, a lomo de mula en las sierras cordobesas, sirviendo a sus paisanos y ocupándose de la grey que el Señor le confió hasta el último minuto. O el mismo San Pablo, que dice en alguna de sus cartas: “Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.” (1 Cor. 4, 1), sabiendo que eso le ganó enemigos y problemas por todas partes…

Para San Ignacio el tema del servicio es un dato capital, que está en el centro de los Ejercicios Espirituales. Tomo esta mención que quizá nos ayude, y que está en una nota que pone Ignacio en la cúspide de los Ejercicios, que es la elección. Y dice así: “En toda buena elección, en cuanto es de nuestra parte, el ojo de nuestra intención debe ser simple, solamente mirando para lo que soy creado, es a saber, para alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de mi alma; y así cualquier cosa que yo eligiere, debe ser a que me ayude para el fin para que soy creado, no ordenando ni trayendo el fin al medio, más el medio al fin.” (San Ignacio. Ejercicios Espirituales. n. 169). Ignacio habla del ojo de la intención, que ha de ser simple. Se está refiriendo a la rectitud de intención: ¿Qué busco si es que en verdad me interesa servir al Señor? Ignacio no concibe una elección que escape al servicio de Dios. Toda la vida del hombre mira exclusivamente al servicio divino. Y eso impone que, ante toda elección me detenga a revisar mi intención, qué es lo que me mueve internamente y qué estoy buscando con mis deseos. Puedo servir a Jesús en el gran abanico de la vida diaria con sus muchísimos detalles, siendo plenamente conscientes de que el servicio nos configura con Jesús, que se hizo servidor de sus hermanos. Y ello se transforma, por definición, en impulso misionero que atraerá a otros al seguimiento del Señor.

 Esta es la opción de Cristo, Él mismo se pone como punto central de referencia, y no es un dato menor: “Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.” (Mc. 10, 45). Cristo en la Cruz es, en primera y última instancia, el testigo fiel que sirve al Padre, que nos sirve a nosotros como el más pequeño, y que aparece como el más grande. Nunca fue tan servidor como cuando va a la Cruz, sirve a la causa de nuestra salvación y su ofrenda al Padre es por nosotros. ¡Ojalá que nunca nos cansemos de mirar al crucificado que está resucitado, que al entregarse al suplicio de la Cruz lo hizo en verdad por amor total a cada uno de nosotros!

 En este domingo, me gustaría que pidamos a la Virgen Santísima, que va con la urgencia alegre y silenciosa del servicio para atender a Isabel. Y a quien, invitados por el Papa, invocamos este mes con la preciosa plegaria del Rosario, que ruegue, en primer lugar por la Iglesia, para que su condición de servidora de la humanidad, aprendida del Maestro, crezca cada día más. Y en segundo lugar, que ruegue por cada uno de nosotros, y nos regale la gracia de “estimar el mucho servir a Dios nuestro Señor por puro amor.” (San Ignacio. Ejercicios Espirituales. n. 370).

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

No le Reces a Dios

Cuanto más nos empeñamos en encerrar a Dios en nuestros pareceres más nos alejamos de Él.

Por Javier Rojas

No le reces al dios que tienes en tu mente. La mayoría de nosotros tenemos tendencia a construir en nuestra mente un dios conforme a nuestras necesidades y carencias. Adoramos a ese dios mental y le asignamos unos “poderes” increíbles conforme al grado de dificultad que tenemos. Pareciera que nos interesa más tener un dios controlado, y sujeto a nuestras necesidades antes que rezar de verdad «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». Cuanto más nos empeñamos en encerrar a Dios en nuestros pareceres más nos alejamos de Él. No sé si conoces esta oración, pero es simplemente maravillosa. Si te gusta ¡compártela! Tal vez sean muchos los que desean encontrarse de verdad con el Dios verdadero.

No le reces a Dios mirando al cielo

¡mira hacia adentro!

No busques a Dios lejos de ti,

sino en ti mismo…

No le pidas a Dios lo que te falta:

¡busca tú mismo!

Y Dios lo buscará contigo,

porque ya te lo dio como promesa

y como meta

para que tú lo alcances.

No reproches a Dios por tu desgracia:

¡súfrela con él! Y sufrirá contigo

y, si hay dos para un dolor,

se sufre menos…

No le exijas a Dios que te gobierne

a golpe de milagros, desde afuera:

¡Gobiérnate tú mismo!

con responsable libertad, amando,

y Dios te estará guiando

¡desde dentro y sin que sepas cómo!

No le pidas a Dios que te responda

cuando le hablas:

¡respóndele tú

porque él te habló primero!

Y si quieres seguir oyendo lo que te falta,

escucha lo que ya te dijo.

No le pidas a Dios que te libere

desconociendo la libertad

que ya te dio.

¡Anímate a vivir tu libertad

y sabrás que sólo fue posible

porque tu Dios te quiere libre!

No le pidas a Dios que te ame

mientras tengas miedo de amar

y de saberte amado.

¡Ámalo tú y sabrás

que si hay calor es porque hubo fuego,

y que si tú puedes amar es porque él te amó primero.

San Agustín

 

La Batalla por la Libertad

La verdadera libertad está aún adelante. Se va conquistando a lo largo de la vida.

Por José María Rodriguez Olaizola, sj

Hay quien piensa que eres más libre de joven, cuando tienes menos preocupaciones, menos responsabilidades. Cuando aún disfrutas del equilibrio entre el niño que ya no lo es, y va ganando autonomía, y el adulto que aún no ha llegado, por lo que te puedes refugiar en que aún estás decidiendo, eligiendo, creciendo y formándote.

Después empiezan a llegar las decisiones concretas. Los compromisos, que a veces tocará vivir como alianza y otras veces como atadura. El tiempo empieza a estrecharse, y los años, que antes te parecían eternos, vuelan. Quizás en ese momento pasas por un tiempo en el que añoras, y hasta envidias, cuando la ves en otros, esa otra libertad liviana y despreocupada.

Pero la verdadera libertad está aún adelante. Se va conquistando a lo largo de la vida. Es ir aceptando y venciendo en las luchas que toca afrontar: con Dios, contigo mismo, con los otros. Es aprender a bailar con las limitaciones (propias y ajenas), sin drama ni indiferencia. Es ir despojando de capas innecesarias la vida. Aprendiendo a ver la belleza sin quedar cegado por brillos efímeros. Es valorar lo que tienes, con la perspectiva de un mundo donde tantas necesidades hay. Y aprender a compartirlo. Es encontrar tu misión. Y volcarte en ella. Quizás, hasta la última hora, nunca seremos enteramente libres. Pero estamos en camino.

Fuente: Pastoral SJ

 

¿Es Posible Liberarse del Sufrimiento?

«Sufrimos cuando sentimos que perdemos el control de algo”

Por Javier Rojas SJ

No sabría decir en qué porcentaje, -si se puede expresar así-, pero los sufrimientos que padecemos están más localizados en nuestra mente, más precisamente, en nuestros pensamientos, que en cualquier otro lugar del cuerpo. Antes que nada, es preciso mencionar la diferencia que existe entre el dolor y el sufrimiento porque no son lo mismo. Sentir dolor en alguna medida es saludable porque forma parte de la vida, del crecer, del madurar, está integrado al proceso vital y es uno de los maestros de la vida. El dolor, aunque nos cueste reconocerlo, nos hace descubrir dimensiones de la vida que de otra manera permanecerían ocultas.

Cuando integramos el dolor, estamos afirmando la vida en nosotros, y esta es una experiencia que nos hace crecer y madurar, más allá de lo desagradable que nos pueda resultar. En el sufrimiento, por el contrario, el que padece no es nuestro físico sino nuestro ego. Es fácil darnos cuenta cuando sufre el ego. Por ejemplo, si alguna persona nos da un pisotón o un empujón no nos duele tanto en el cuerpo como nos duele en el ego. Nos enoja el hecho de que no hayan sido cuidadosos, atentos ni respetuosos con nosotros. “¡Cómo no va a tener cuidado! ¿No sabe que estoy pasando yo por aquí?” Cuando el ego nos duele, sufrimos.

El sufrimiento tiene más un carácter mental que físico. Anida en los pensamientos, en la mente, más que en cualquier otro lugar. Sufrimos cuando sentimos que perdemos el control de algo, por ejemplo. Cuando nos dejamos llevar por las cavilaciones sin darnos cuenta de que nos hemos sumergido en una montaña rusa. Cuando no aceptamos lo sucedido, buscamos justificar el error o encontrar una persona a quién responsabilizar. Nos apegamos a los pensamientos creyendo que nos darán algún tipo de solución sin darnos cuenta de que en la mayoría de las veces complican mucho más la situación. ¿Por qué ocurre esto? Porque hemos otorgado a nuestros pensamientos un criterio de verdad incuestionable. Creemos que es verdad todo lo que pensamos. Estamos convencidos de que si «yo lo pensé» es así, y si es así como «yo lo pienso» entonces es verdad, y como es verdad entonces es «real». ¿Cómo es posible salir de esta situación? La meditación es un camino maravilloso para quitar a nuestros pensamientos la autoridad que le hemos otorgado.

En el silencio de la meditación aprendemos a tomar distancia de ellos, a observarlos sin implicarnos en ellos, a despegarnos del ego y a desdramatizar las situaciones que vivimos. El monólogo del ego está lleno de reclamos, reproches, rencores, que son perjudiciales para uno mismo y para los demás. Necesitamos recuperar el gobierno de nuestra vida, dejando que sea la sabiduría que anida en nuestro interior, y no los pensamientos egocéntricos, la fuente que nos nutra en el proceso de crecimiento y madurez. El sufrimiento del ego nos estanca y no nos deja fluir con la vida, con lo que sucede; nos boicotea el proceso de aceptación de lo “es”, por lo que “debería ser”, y esto nos hace sufrir.

 

Tengo sed del Dios vivo

¿Para qué tanta exigencia? Tampoco es para ponerse tan radical ¿no?

 

Podría seguir así, ir tirando más o menos..

¿Por qué complicarme la vida?

Tampoco es para tomárselo tan en serio ¿no?

Pero tengo sed del Dios vivo.

Quisiera no tener que elegir

No tener que tomar una decisión,

Preferiría no hacer una opción.

¿Para qué tanta exigencia?

Tampoco es para ponerse tan radical ¿no?

Pero tengo sed del Dios vivo.

Hasta aquí he llegado, y aquí me paro

A mí que no me despierten, estoy cansado.

Ya está bien ¿no? Total… ¿para qué?

Pero tengo sed del Dios vivo.

No quisiera renunciar a nada.

¿No sería mejor apuntarse a todo?

Sin decidirse por nada,

Sin arriesgar nada.

Pero tengo sed del Dios vivo.

Pienso que Jesús fue un buen hombre

 

Que dijo cosas buenas y las hizo,

Lo mataron cruel e injustamente.

Soy un admirador de su figura histórica.

Pero tengo sed del Dios vivo.

Creo en Cristo y en su mensaje,

La suya sí que es verdadera religión.

Creo que tengo fe,

A pesar de tanta duda y confusión

Creo que aún me queda esperanza

A pesar de lo que veo.

Pero tengo sed del Dios vivo.

Soy bastante religioso a mi manera.

Ni soy un santo de altar

Ni una mala persona, creo yo.

Un cristiano de siempre, de toda la vida

Vamos, como todos

Un tanto rutinario

Y no muy cumplidor, es verdad.

Pero tengo sed del Dios vivo.

Fuente: Pastoral SJ

 

Jóvenes y Mística

“La experiencia mística no consiste tanto en tener visiones extraordinarias, sino más bien en tener una visión nueva de la realidad, descubriendo a Dios como su fundamento y su verdad definitiva”.

Por Raquel Lara

Un Padre-Madre Dios que nos “primerea”

Lo que caracteriza la experiencia mística, es por un lado la prioridad y la gratuidad del amor divino: “Dios nos amó primero” (1Jn.4, 19) y por otro, la llamada a compartir ese amor con los demás: “Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud” (1Jn.412). “Dios es amor” (1Jn.4) y si Dios es amor solo se le puede experimentar en el amor: “El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios porque Dios es amor” (1Jn.4, 7).

En Jesús hemos conocido que el amor de Dios se caracteriza por la “desmesura”, la generosidad desinteresada y la disponibilidad absoluta para salir de sí. Estamos convencidos que también para la mujer y el hombre del siglo XXI el principal reto sigue siendo amar.

Experiencia mística en la cotidianidad de la vida y en el compromiso

La JOC promueve y ofrece un proyecto que lleva en sus entrañas el hacer experiencia de Dios en el seguimiento de Jesús, desde la vida concreta de cada joven. Ese proyecto suscita y provoca el descubrimiento de un “Dios Padre-Madre” que sostiene y cuida toda la creación y con el que es posible establecer una relación de amistad.

Desde nuestra comprensión de la fe cristiana, la experiencia mística no es de ninguna de las maneras un intento de evadirse de la realidad, pues no se trata de un ejercicio de “ensimismamiento” sino de “apertura al Misterio” que llevamos dentro, para poder reconocerlo en la realidad donde también se esconde. De todos los caminos que conducen al encuentro con Dios, el “rostro del otro”, el prójimo, es el único camino que garantiza que el Dios contemplado no es una proyección engañosa, una fantasía alienante que aleja de la realidad y de su clamor por la justicia.

La JOC suscita y acompaña a las y los jóvenes del mundo obrero a hacer experiencia de un Dios que en Jesús ha decidido salir a nuestro encuentro para hacernos protagonistas de su proyecto de vida plena para todas las personas, empezando por las pequeñas y desfavorecidas, trabajando en comunión en la tarea de construir la fraternidad universal.

Las y los místicos de hoy son aquellos que aceptan que dentro de la historia humana lo divino puede experimentarse, decirse y comunicarse. Son aquellos que su relación con Jesús ha marcado el sentido de su existencia y en el proyecto humanizador del Reino que el Padre-Madre Dios pone en sus manos encuentran fuerza y razones para vivir con esperanza.

En la JOC, el joven aprende a descubrir que todo ello puede expresarlo en su cuerpo, con sus palabras y con su vida: la gratuidad y la alegría del encuentro, del compartir, del perdón, el estremecimiento que produce abrirse al Misterio que nos habita, la fuerza y el entusiasmo que genera la acción planificada, la reivindicación colectiva, la movilización, la lucha obrera, el cuidado y la defensa del medio ambiente, etc.

Mística de los ojos abiertos

El místico no se cansa de contemplar la vida porque busca en ella el rastro de Dios. Se zambulle en las situaciones humanas, felices o dolorosas, agradables o desagradables, buscando esa presencia de Dios que actúa dando vida y libertad. El militante cristiano contempla la densidad de lo humano y de la creación como lugar de revelación del Dios invisible, el Padre con entrañas de Madre.

Cuando el militante cristiano percibe esa presencia misteriosa en su vida, en los acontecimientos, toma conciencia de ella y la experimenta como amor, entonces, no puede sino darla a conocer a los demás y unirse a su acción liberadora en favor de la humanidad y de todo lo creado. Ese, y no otro, es el dinamismo y la experiencia de la que somos testigos en la vida de cientos de jóvenes que acompañamos en la JOC en este momento histórico y por la que nos sentimos agraciados y agradecidos, porque “nada de lo humano es ajeno a la mística cristiana”.

Fuente: Vida Nueva Digital

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 7 de octubre

Evangelio según San Marcos 10, 2-16

 Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?”. Él les respondió: “¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?”. Ellos dijeron: “Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella”. Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, ‘Dios los hizo varón y mujer’. ‘Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne’. De manera que ya no son dos, ‘sino una sola carne’. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”. Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: “El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio”. Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

 Reflexión del Evangelio – Por Francisco Bettinelli SJ 

El Evangelio de Marcos se puede dividir en dos grandes secciones. La primera parte muestra el “éxito” de la misión de Jesús: las multitudes lo siguen, hace numerosas curaciones, la gente lo escucha y aprende de Él. En cambio, la segunda parte es el Evangelio del conflicto: los oponentes de Jesús se endurecen y lo atacan; los discípulos muestran su incomprensión del Evangelio, los grupos que lo siguen no son tan numerosos, empieza a dirigirse cada vez más en soledad hacia la Cruz. En ese contexto es que se ubica este relato de hoy. A Jesús, los fariseos lo cuestionan no porque quieran buscar la verdad, sino porque quieren tener algo de lo que acusarlo. Quieren ponerlo a prueba. Los fariseos no escuchan, sino que indagan, provocan, cuestionan. Le hacen a Jesús una pregunta sobre el matrimonio y el divorcio que, en efecto, no es fácil de responder. Lo ponen frente a la espada y la pared: Jesús debe responder sí o no.

Ahora bien, Jesús no entra en la trampa legalista que le tienden sus adversarios. Habla de la dureza de corazón que no es otra que la cerrazón de los fariseos que preguntan sin escuchar, que no se dejan interpelar realmente por lo que ven. La dureza de corazón del que ya sabe todo y no necesita de nadie más. La respuesta de Jesús, antes que definir lo que está bien o está mal, trata principalmente de señalar un camino, estableciendo una propuesta de plenitud. Habla de una sola carne, y es que en el proyecto de Dios no se entra en cuotas, sino que implica todo lo que somos. El proyecto de Dios para cada uno, sea cual sea, implica nuestra vida, nuestra historia, nuestra afectividad, nuestros sueños, incluso nuestra fragilidad. Es en esa realidad vulnerable que somos donde se muestra la posibilidad real de amar y ser amados.

 Precisamente, el Evangelio termina con una imagen muy peculiar que se opone a la de los fariseos. Frente a la cerrazón, la dureza, el prejuicio y el legalismo, Jesús afirma que el Reino de Dios es para los que son como niños. Imagen de vulnerabilidad, pero también de apertura, de aceptación, de confianza. Cuando el niño pregunta, pregunta de verdad, porque quiere saber, quiere aprender, conocer. Jesús nos recuerda que para entrar en el Reino de los Cielos debemos renovar la capacidad de hacer preguntas. El fariseo se muestra como el adulto: ya no tiene preguntas de verdad, ya tiene todo sabido y seguro. No necesita de nadie más, es autosuficiente, esconde su fragilidad.

Pero el Reino de Dios es siempre novedad. Solamente haciéndonos como niños, recuperando nuestra capacidad de asombro, podemos realmente abrirnos a esa plenitud que Jesús nos promete y quiere regalar. Solamente asumiendo nuestra fragilidad y vulnerabilidad es que podemos reconocer que necesitamos de alguien más que nuestras seguridades, y así abrirle un espacio al Señor que quiere venir a nuestro encuentro. En definitiva, este Evangelio nos interpela para poner en cuestión los aires propios de autosuficiencia y darle una oportunidad al Señor que desde la realidad nos grita para que escuchemos su Palabra, quizá, en quienes menos pensamos que puedan tenerla.

La Religiosidad en Córdoba

El pasado mes de junio la Universidad Católica de Córdoba (UCC) recibió la visita del P. Gustavo Morello SJ., ex docente y asesor pastoral de la casa de estudios, que actualmente se desempeña como profesor de Sociología en el Boston College (EE.UU). Morello expuso sobre estos temas bajo el título “Cambios religiosos y dinámicas demográficas: un siglo de catolicismo en Córdoba”.

Tomando como referencia la relación entre el número de nacidos y de bautizados en Córdoba entre los años 1914 y 2014 un grupo de investigadores trató de poner luz sobre las coincidencias y divergencias entre las conductas, costumbres y creencias en la provincia.

Del estudio surgen datos cualitativos como el incremento del porcentaje de bautizados en los nacidos entre los años los año 1947 y 1960, el descenso entre en las décadas de 60 y 70, el pico (en contra de la tendencia del año 1978), la estabilización en un 80% (aprox.) durante los años 80, y la tendencia que comienza en el año 2002 y se extiende hasta la actualidad en la cual es mayor el número de nacidos que el de bautizados. Los datos numéricos consultados al Arzobispado de Córdoba fueron contrastados con la contemporaneidad de gobiernos dispares: los liberales, más proclives a independizarse de la tutela de la iglesia, y los conservadores (incluso dictatoriales) menos proclives que los anteriores.

Igualmente es tomada en cuenta la incidencia de otros factores como el logro en el año 1974 de la paridad legal de la mujer en Argentina, dando comienzo a un cambio en la dinámica de los hogares al incorporar masivamente a la mujer a la economía fuera del hogar lo cual menguó el rol femenino en la formación religiosa doméstica. Otras influencias consideradas en la investigación son las pasadas directivas surgidas del Concilio Vaticano II o las actuales que marcan el tratamiento de “lo religioso” en los medios de comunicación.

“Lo religioso es un fenómeno emocional, la variable política sirve pero no lo explica todo” señala Morello, “El término creyente incluye al católico no practicante, al creyente “no afiliado” y a una constelación de creencias que van desde la reencarnación a la naturaleza religiosa de la práctica del psicoanálisis; para comprender todo esto hoy se intenta incluir sociología contemporánea en la formación de sacerdotes”. Con claro sesgo sociológico, apunta Morello: “Hoy el 30% de los hogares son monoparentales, es un fenómeno inserto en una población parte de la cual siente que la religión no tiene nada que ofrecer a personas entre los de 25 a 35 años de edad”.

Por otra parte: “Algunas personas religiosas “leen” todo lo que hacen en términos religiosos, su sentido es religioso y por eso aún las prácticas seculares son leídas religiosamente. Para algunas personas lo religioso es una forma de dar sentido a la vida, un sentido más allá de lo inmanente, para otras personas el sentido no está fuera de este mundo, piensan que trascender es llegar a futuras generaciones, a los hijos, a la sociedad en general.

Sobre las actuales formas del acceso a lo religioso de las clases populares, observa el sacerdote: “El domingo ya no es (exclusivamente) un día religioso, hay competencia por el tiempo libre”, y en cuanto a la localización geográfica y la lección entre cultos señala: “Se usa muchísimo lo que se tiene a mano”.

“Las religiones han sido amplias y variadas, con muchos siglos y distintas tradiciones, y muchas veces las diferencias son por cosas que no son dogmáticas sino por las aplicaciones de esos dogmas. En todo caso, esa es tarea de teólogos, no de sociólogos”, concluyó.

Fuente: UCC