Entra, Señor

Entra, Señor, y rompe mis murallas.

Por Antonio Ordóñez, sj

Entra, Señor, y derrumba mis murallas,

que en mi ciudadela sitiada

entren mis hermanos, mis amigos, mis enemigos.

Que entren todos, Señor de la vida,

que coman de mis silos,

que beban de mis aljibes,

que pasten en mis campos.

Que se hagan cargo, mi Dios,

de mi gobierno.

 

Que pueda darles todo,

que icen tu bandera en mis almenas,

hagan leña mis lanzas

y las conviertan en podaderas.

 

Que entren, Señor, en mi viña,

que es tu viña. Que corten racimos,

y mojen tu pan en mi aceite.

Y saciados de todo tu amor, por mi amor,

vuelvan a ti para servirte.

Entra, Señor, y rompe mis murallas.

 

Fuente: Pastoral SJ

 

Vigilia de Navidad

Por eso tienes que venir, oh urgente Niño a lo profundo de esta noche.

Por Manuel Simöes

Las palabras humanas

apagaron el amor y las estrellas,

anochecieron la vida…

Por eso tienes que venir,

oh urgente Niño,

a lo profundo de esta noche

ya medio construida,

para implantar la paz,

el sueño y la canción,

¡Verbo eterno de Dios,

hecho a nuestra medida!

Fuente: Pastoral SJ

Ven, Señor

Una oración para acompañar los últimos días del Adviento. Adaptación del salmo 70  de Rezandovoy

¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!

Ven pronto, ven, que el mundo gira a ciegas

ignorando el amor que lo sustenta.

Ven pronto, ven, Señor, que hoy entre hermanos

se tienden trampas y se esconden lazos.

Ven, que la libertad está entre rejas

del miedo que unos a otros se profesan.

Ven, ven, no dejes ahora de escucharnos

cuando tanto camino está cerrado

¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!

¿No has de ser la alegría de los pobres,

de los que en ti su confianza ponen?

¿No has de ser para el triste y afligido

consuelo en su pesar, luz en su grito?

¿Quién pondrá paz en nuestros corazones

si tu ternura y compasión se esconden?

¿Quién colmará este hambre de infinito

si a colmarlo no vienes por ti mismo?

¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? Ahora.

Fuente: Pastoral SJ

 

Somos lo que Miramos

“Es verdad que todos tenemos problemas y dificultades que atender, no debemos negarlos ni esconderlos, sino buscar la manera de enfrentarlos e intentar resolverlos, en la medida de nuestras posibilidades.”

Por Javier Rojas

«La lámpara del cuerpo es el ojo: por tanto, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Y si tu fuente de luz está a oscuras, ¡cuánta oscuridad habrá!» (Mt 6, 23-25)

Siempre encontraremos motivos de qué quejarnos y lamentarnos. Y si no los encontramos seguro que los inventamos. No hace falta mucha creatividad para vivir saboreando el reproche y el reclamo, cualquier cosa puede servirnos para ello.

Creo, sin embargo, que es importante que tengamos presente lo siguiente. Lo que sucede cuando llenamos nuestra mente de pensamientos negativos y nuestros labios de queja, es que nuestra mente fija la atención en esas cosas, situaciones o personas y borra del horizonte cualquier otra realidad. En esos momentos nuestra atención hace un zoom sobre lo que nos genera malestar y los agranda increíblemente. Todo el resto de la realidad desaparece y queda en primer plano solo aquello que nos provoca estos pensamientos y sentimientos negativos.

Nuestra mente queda secuestrada, alienada, embotada y no puede ver otra cosa que aquello a lo que se ha apegado. Es verdad que todos tenemos problemas y dificultades que atender, no debemos negarlos ni esconderlos, sino buscar la manera de enfrentarlos e intentar resolverlos, en la medida de nuestras posibilidades. Pero también es verdad que esa realidad no es la única que existe. Nuestra vida no es un “problema” porque tengamos un problema, no es una ruina porque tengamos un fracaso, no es un lío porque tengamos una dificultad, o una desgracia porque nos haya sucedido algo desagradable.

Debemos aprender a ‘des-identificarnos’ de las situaciones desagradables que tenemos frente a nosotros y no dejar que eliminen de nuestro horizonte todas aquellas cosas, personas y situaciones que nos hacen verdaderamente felices. ¿De qué depende que sepamos despegarnos de la queja y el malestar que nos producen ciertas cosas? En primer lugar, de la que actitud que tengamos. Hay personas que tienes una actitud positiva ante la vida y otras que deben hacer mucho esfuerzo para tenerla. Lo cierto, es que sin ella la vida se convertiría en algo sumamente difícil de sobrellevar.

En segundo lugar, ya que los motivos para el malestar están ante nuestros ojos como una oferta en una vidriera del Shopping, debemos dejar de mirar lo negativo como si fuera lo único que existe en la realidad que nos rodea.  La verdad es que existen también muchos otros motivos por los que alegrarnos y sentirnos plenos, pero con frecuencia los olvidamos o dejamos de tenerlos presentes. De modo, que si nuestra atención o conversación se fija o se centra en lo que nos trae malestar lo que conseguiremos será aumentarlo considerablemente. Los motivos por los que nos sentirnos felices y plenos también están ahí, pero no los vemos, no hablamos ni fijamos nuestra atención sobre ellos.

Si en verdad queremos vivir plenamente, debemos cambiar de actitud a pesar de las adversidades por la que nos toca atravesar, y cambiar nuestra manera de ver las cosas. Debemos comenzar por cambiar nuestra mirada sobre la realidad si queremos vivir de otra manera. Nuestra mirada condiciona nuestra manera de vivir.  Somos lo que miramos.

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Motivos para la Esperanza: Ante tantas Desesperanzas

Sólo una para la esperanza: Dios, para el que nada ni nadie será olvidado.

Por Iñigo Alcaraz, sj

Parece que lo que te pasa no lo entiende nadie. Crees que todo ese esfuerzo es invisible, inútil y cae en el vacío. Nunca nadie hizo tanto daño, ni enterró a sus hijos con tanto dolor, ni sufrió una amputación del alma tan profunda. Cómo alguien va a comprender lo que sucede en una cama de oncología infantil, en una residencia donde un anciano mira por la ventana recordando una vida que ya a nadie le importa. Cómo comprender la fatiga de una madre rescatada por un miembro de Salvamento Marítimo esta madrugada. El malestar de un niño que no quiere ponerse de portero en el patio, por lo que dirán sus aparentes amigos. Cómo alguien va a acoger la infidelidad en la que vive esa pareja de novios, donde uno ama y otro juega. Cómo alguien puede acompañar la infinita soledad de quien ha sido maltratada, de quien se levanta en la calle y sabe que hoy volverá a beber para soportar el frío del corazón, ese que hiela la existencia. Quién entiende a un universitario que solo escribe en una pantalla por miedo a conversar con sus compañeros, quién quiere hablar de esa herida familiar por todos conocida y silenciada. Nadie tuitea los sueños dados por perdidos, los anhelos que la vida te alejó. Ves inalcanzable volver a sentirte bien con tu cuerpo, formar una familia, hacer sonreír a quien te ha querido tanto, acercarte al agobio profesional de aquellos que tienes cerca. Qué más da saber cómo se llama tu vecino, qué importa llegar a un lugar ofreciendo ayuda, facilitar la vida de la gente. Si al final, lo que cuenta es aprobar, colarse, sacarlo, pasar, llegar.

Es una experiencia universal de sombra. La necesidad de sobrevivir en la jungla. La finitud como verdad última. La desesperanza. Hay muchas razones para pensar así.

Sólo una para la esperanza: Dios, para el que nada ni nadie será olvidado.

Fuente: Pastoral SJ

Prepararnos Para…

Ese “prepararnos” a veces nos pone a vivir en el futuro, sin dejarnos gustar el presente

Por María Bettina Raed*

Año tras año, llega el Adviento y volvemos a escuchar que “tenemos que prepararnos para” la Navidad, para recibir a la familia y a los amigos ese día, para la fiesta, para…Y comienza la carrera por preparar la casa, la comida, los regalos y no sé cuántas cosas más.

La lista de lo que hay que preparar se hace a veces interminable, y queremos arreglar, corregir, reparar y solucionar. Salimos a comprar y planificamos el menú, la mesa, la comida. Si además coincide con el tiempo en el que se inician las vacaciones anuales o tiempo de descanso, estos preparativos se suman a preparar las vacaciones. Ese “prepararnos” a veces nos pone a vivir en el futuro, sin dejarnos gustar el presente. Haciendo de la preparación un “algo” que tiene que pasar rápido para que llegue lo que ha de venir. Haciéndonos perder el gusto del proceso, la profundidad del aquí y ahora.

Incluso nos puede pasar que cuando nos ponemos a reparar, arreglar o solucionar, nos demos cuenta de que hay aspectos que no podemos lograr o que siguen otro rumbo inesperado y entonces, o nos sentimos indignos de recibir a Jesús porque la casa no está preparada o por el contrario, amontonamos todo lo que no nos gusta en el “cuartito del fondo”.

A veces nos olvidamos de lo importante: Jesús nació en un pesebre y no en el palacio de Herodes. Para él sólo hubo lugar en un pesebre, porque “no tenían sitios para ellos en el alojamiento…”. El pesebre fue digno para el Salvador porque Él lo hizo digno con su nacimiento. Jesús con su nacimiento dignificó ese pesebre.

Si hay algo que “preparar para la Navidad” es “un lugar para el Niño en el pesebre”, hacer lugar en el “cuartito del fondo”, allí donde tenemos guardado todo lo que no podemos reparar, arreglar, o solucionar allí todo huele a pesebre.

Allí, “en el pesebre”, hay que hacer un lugar para que Jesús con su nacimiento lo dignifique. Jesús no quiere, palacios, ni pisos lustrados, prefiere el pesebre, porque ahí viene a dar VIDA, ahí viene a TRANSFORMAR todo lo que existe con su nacimiento.

Prepara el pesebre en tu corazón y en tu vida cotidiana, allí quiere nacer Jesús.

*Coordinadora Click to Pray versión española.

Co – Coordinadora Internacional Click to Pray.

Red Mundial de Oración del Papa AO / MEJ.

Fuente: Click to pray

Un Tiempo para Ilusionarse

Recuperar el Adviento es recuperar la esperanza.

Qué bueno es tener motivos para esperar. No pasa nada si nos falta algo, si hay heridas, si en algún momento la vida va achuchada. En realidad hay etapas en las que lo importante es escuchar la promesa de algo bueno. Y creerla, si quien promete es alguien de fiar (Dios lo es). Llegará la sanación para las heridas. Llegará la luz para disipar las sombras. Llegará la paz a las personas. Llegará el amor a poblar las soledades. Llegará la palabra a tender puentes. Llegará el descanso, compartido. Llegarán nuevas ideas, nuevas canciones, nuevos proyectos. Llegará Jesús.

¿Qué me ilusiona hoy?

¿Qué espero, anhelo, deseo en este momento de mi vida?

Fuente: Pastoral SJ 

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Los Santos no nacieron en los Altares

‘¿Qué tienen de especial los santos canonizados y los anónimos? Precisamente que no tienen “nada” de especial.’

Por Javier Rojas SJ

Hay momentos en que Dios nos permite comprender el amor que nos tiene, descubriendo cómo es capaz de amar un hombre o una mujer, como vos o como yo. Tal vez me dirás, ¡esos son los santos! Sí, los santos son tales por su capacidad de amar y servir a Dios y al prójimo; pero los santos no nacieron en los altares. Existen personas de carne y hueso que las encontramos caminando por las calles, sentados en un banco en la plaza, compartiendo su tiempo con amigos, ayudando y sirviendo a los que necesitan de apoyo y consuelo, que embellecen nuestro mundo con su capacidad de amar y de perdonar. Esas personas también llevan en su corazón la misma pasión que los santos canonizados.

¿Qué tienen de especial los santos canonizados y los anónimos? Precisamente que no tienen “nada” de especial. Su amor no es especial, es simplemente amor. Al igual que el amor de Dios, es simple y generoso a la vez. En ocasiones ni siquiera ellas son conscientes del amor que son capaces de dar. No se sienten distintas ni diferentes al resto. Sólo son ellas mismas. Su capacidad de amar (perdonar, compadecerse, sacrificarse, etc.), pasa inadvertida para ellas, pero no para quienes sabemos que esa calidad de amor proviene de la Fuente del Amor: Dios.

Hace poco conocí una persona así. No quiero dar su nombre por respeto, pero me gustaría decir que me cautivó su historia. Cuando lo escuché hablar me sorprendió. Estaba algo nervioso y hasta podría decir que sentía vergüenza, no lo sé con exactitud, pero en su voz fui percibiendo mayor serenidad a medida que relataba y ahondaba en su historia, no sin hondas pausas producidas por las lágrimas. Era una historia de dolor y de amor. Historia de pecado y de perdón. Historia de desconciertos y de confianza. Historia de pérdidas dolorosas y de reencuentros. En pocas palabras, alguien que aprendió lo que es amar y perdonar.

Las personas que desarrollan y potencian su capacidad de amar y perdonar tienen en común que han atravesado por momentos muy difíciles en sus vidas. A veces incluso, trágicas. Pero, en lugar de hundirse en el dolor, el lamento o la depresión, han sacado sabias experiencias de esos momentos. Es como si el dolor las hubiera fortalecido en la bondad y el amor. Las dificultades no les amedrentan ni los fracasos les impiden continuar. ¿Qué hay en estas personas que parecen invencibles? Se han conectado con la Fuente de Amor. El amor que tienen hacia los demás, y las ganas de vivir traspasan los límites del bienestar meramente personal. No se mueven por la sensiblería empalagosa de los anuncios televisivos que invitan a colaborar en alguna colecta por los “más pobres”, sino que amar y servir se ha convertido en un estilo de vida para ellos.

Cuando conectamos con Dios y comprendemos que su amor hacia nosotros es más grande que cualquier dificultad, cuando nuestra confianza en Jesús es más fuerte que la muerte, y comprendemos que nada nos separará de Él, encontramos que en cada tropiezo hay una mano firme y fuerte que se tiende para levantarnos. Ese es Dios, el Padre bondadoso y misericordioso que nos ama como ningún otro. Amor que no se entiende hasta que lo compruebas, o vislumbras latiendo en el corazón de personas con capacidad para amar. Todos llevamos en nuestro corazón las mismas pasiones que los santos canonizados. Tu y yo somos llamados a la santidad. ¡Qué no se nos olvide que al celebrar a los santos no estamos haciendo otra cosa que reconocer nuestro destino! Tu corazón, ¿Es capaz de amar y perdonar?

 

Recuperar el Adviento

Es tiempo de anticipar, con ilusión, algo bueno

Esto no es solo el tiempo previo. No es únicamente una temporadita que tiene que pasar para que llegue algo bueno. El Adviento tiene su propio ritmo, su propia historia, su propio encanto. Es el tiempo de prepararse. Es tiempo de anticipar, con ilusión, algo bueno… Es tiempo de abrir las ventanas de fuera y de dentro, para que se airee la vida y se renueve la esperanza. Es el tiempo del deseo, de las expectativas, de las promesas que te llenan de expectativas. Quizás estas próximas semanas puedo vivir este tiempo con toda la hondura que me ofrece.

Fuente: Pastoral SJ

Esperaré

Una oración que invita a la espera activa.

Por Benjamín González Buelta, sj

Esperaré a que crezca el árbol

y me dé sombra.

Pero abonaré la espera con mis hojas secas.

Esperaré a que brote el manantial

y me dé agua.

Pero despejaré mi cauce

de memorias enlodadas.

Esperaré a que apunte

la aurora y me ilumine.

Pero sacudiré mi noche

de postraciones y sudarios.

Esperaré a que llegue

lo que no sé y me sorprenda

Pero vaciaré mi casa de todo lo enquistado.

Y al abonar el árbol,

despejar el cauce,

sacudir la noche

y vaciar la casa,

la tierra y el lamento

se abrirán a la esperanza.

Fuente: PastoralSJ