Arturo Sosa, S.J: “No podemos Resignarnos ante este Mundo de Injusticias”

Desde que el venezolano Arturo Sosa Abascal, fue electo como el 30º sucesor de San Ignacio de Loyola al frente de la Compañía de Jesús, ha tenido varias entrevistas en las que ha respondido sobre los más variados tópicos. Esta no es la excepción. Las llamadas del Papa Francisco, el rumbo de la Compañía de Jesús tras la Congregación General, su pasado en Venezuela, los ejercicios espirituales y la realidad global a la luz del fenómeno de la inmigración, son algunos de los temas que se tocan en esta entrevista.

Luigi Accattoli, publicado en el diario Corriere della Sera

A continuación, la entrevista

Padre Arturo Sosa Abascal, el primer mensaje que usted recibió del papa jesuita después de su elección como General de la Compañía de Jesús fue “Sea valiente”. ¿Qué quería decir el Papa?

Lo entendí como parte del llamado a la salida que él hace a toda la iglesia: refórmense y salgan, tengan el valor de encontrar a la humanidad de hoy con sus problemas. La humanidad real y toda la humanidad, sin seleccionar aquella que nos gustaría y sin detenernos en la que ya conocemos. El valor de pensar libremente y también de pensar algo que todavía no fue pensado. El valor de no tener miedo de incomodar al mundo y a la Iglesia, pero antes que nada, a nosotros mismos. Son elecciones exigentes. Para cumplirlas hasta el final, la Compañía no debe parar para defenderse a sí misma y no debe conformarse con lo que existe ni con lo que la Iglesia es.

Poco después de esa exhortación venida de Francisco, en la primera homilía como General usted habló de la audacia de lo improbable y hasta de lo imposible. ¿La presencia de un papa jesuita no los estaría contagiando?

No, no dejamos que eso pase por la cabeza. No es de hoy que la espiritualidad de la Compañía de Jesús busca un más allá, no se detiene en lo existente. Es la regla del magis, esto es, de lo más, como nosotros decimos. Esa intuición llegó a mí del maestro de los dominicanos, Bruno Cadorè, que en la homilía que profirió para nosotros, como prólogo de la Congregación General, nos invitó a tener la audacia de lo improbable, proponiéndola justamente como la actitud de las personas de fe que intentan testimoniar a Cristo ante la humanidad de hoy y para hacer eso, necesitan dejar atrás el miedo y remar hacia alta mar. Ese recordatorio me agradó, pero me pareció que se podía decir más y así llegué a la propuesta de no parar en lo improbable y de mirar hacia lo imposible.

¿En esa mirada hacia lo imposible no hay algo de excesivo? ¿Un ápice de locura?

Sí. Pero es la locura de la fe. Porque miramos hacia lo improbable y hacia lo imposible –como lo es la obra de proponer el Evangelio a la humanidad de hoy- no basándonos en nuestra audacia, sino en aquella que brota del llamado del Señor. Si nuestra fe es como la de María, la madre de Jesús y Madre de la Compañía de Jesús, nuestra audacia puede llegar a lo imposible, porque nada es imposible para Dios, como proclama el arcángel Gabriel en la escena de la Anunciación.

¿Usted a qué imposible alude? En el caso de María, se trataba de concebir un hijo sin el aporte de un hombre, pero ese imposible le había sido propuesto por un ángel: los jesuitas ¿a dónde deberían ir a buscarlo?

El imposible del que hablo es salir de los esquemas que nos son impuestos por la realidad que nos rodea. Fácilmente, la humanidad se convence de que no es posible otro mundo sino este, otra convivencia sino aquella en la que nos movemos hoy. Por lo tanto, se trata de ir más allá de lo existente. Somos llamados a ello ya como criaturas, porque hemos sido hechos a imagen y semejanza del Creador, y por lo tanto debemos ser creativos. Yo pienso en todas las veces que Jesús, en los evangelios, reprende a los discípulos por su poca fe y les dice: si ustedes tuvieran aunque sea un grano de fe, podrían hacer esto y aquello.

¿Qué ayuda puede dar a la humanidad de hoy la pedagogía de la Compañía de Jesús (totalmente dirigida a la formación del individuo, mientras que el mundo está totalmente orientado hacia lo económico y lo social)?

La pedagogía de los Ejercicios Espirituales, como se titula la obra más importante de nuestro fundador, es un mensaje importante para la cultura de hoy, que es –siempre se dice- una cultura de la imagen y San Ignacio considera la imagen como algo muy importante. Él siempre invita a aquel que hace los Ejercicios a contemplar a Jesús, de acuerdo con las diversas escenas propuestas por los Evangelios; no se trata de una contemplación pasiva, sino de una visión de lugar y de los personajes, encaminada a captar la dinámica de la acción evangélica en la cual la persona se puede disponer para participar de ésta. Es decir, orientada a un discernimiento y a una decisión que no se quedan en lo íntimo sino que se encaminan hacia la acción.

De acuerdo, pero ¿usted no considera que los Ejercicios Espirituales enseñados por Ignacio de Loyola son excesivamente introspectivos hoy en día?

De acuerdo con mi experiencia, los Ejercicios Espirituales llevan hacia el afuera. Ellos entran para dar frutos. Tienden a motivar a la persona a salir para los demás y para Dios. Se trata –dice Ignacio en el párrafo 189 de los Ejercicios- de “salir del propio amor, saber e interés”. En esa dinámica, hay profundidad teológica, porque el pecado no es solo la transgresión de un mandamiento, sino también, en el fondo, es encerrarse en sí mismo, el triunfo del egoísmo. Los ejercicios procuran superar ese cierre, están guiados por una lógica expansiva, que es la del lavatorio, en el que Jesús dice: Así como yo os he hecho, vosotros también hagáis los unos a los otros.

En el pasado, en su patria venezolana, usted se “ensució las manos” de varias maneras con una situación política siempre hirviente…

Muchas veces me ensucié las manos, pero después también las lavé…

Es verdad: usted admitió el error y corrigió poco a poco análisis y juicios, pero debido a estos precedentes su elección también fue criticada por sus posiciones políticas pasadas. ¿Qué responde a las críticas?

Cualquier cosa que se diga o se haga en Venezuela y sobre Venezuela es criticada. Nuestro drama es que no somos capaces de escuchar. Cuando alguien habla se intenta encajarlo, antes que escuchar lo que tiene para decir. Esa situación de diálogo entre sordos ya lleva más de 25 años, se remonta a antes del chavismo. Muchas veces me vi en encuentros en los que alguien, después de un discurso mío, sea cual fuere el contenido, venía a gritarme en la cara: pero usted está a favor o en contra? “Véalo usted mismo”, yo respondía. Yo quiero para el pueblo de Venezuela un mundo mucho mejor del que ya existe ahora, estoy seguro que es posible realizarlo, y fue por eso que me esforcé mientras estaba allá. También estoy convencido de que sólo se puede llegar a un cambio de verdad por la vía política, excluyendo el uso de la violencia, y que el primer paso que se debe dar es el de entenderse entre diferentes, de reconocerse los unos a los otros.

Muchas veces las críticas que los jesuitas latinoamericanos reciben son las mismas que el papa jesuita latinoamericano recibe. ¿Qué diría usted a quien defiende que ustedes hacen demasiada política y una política que parece ser casi siempre de izquierda, si es que hoy esa categoría todavía tiene sentido?

A mi modo de ver, nosotros hacemos poca política: deberíamos hacer más. Me refiero a la alta política, no a la de las facciones. Para entender mi favor para con la Política, con mayúscula, tenga en cuenta que mi campo de estudios es el de las Ciencias Políticas. Estoy convencido de que sin política no es posible una verdadera vida humana, ni la lucha por la justicia. El lema del general Von Clausewitz de que la guerra es la “continuación de la política por otros medios” está profundamente errado: la guerra niega la política, que es el lugar de construcción de la convivencia. Ésta declara su derrota. El cristiano no se puede alienar de la política, pues tiene que ver con la dimensión social del Evangelio. Mi compromiso -cuando estaba en Venezuela y también ahora – es el de colocarme en ese nivel de compromiso político. La diferencia entre derecha e izquierda me parece cada día más inútil, una cuestión de rótulo. La sustancia es que nuestra fe cristiana nos lleva a la lucha por la justicia. El fiel no puede resignarse ante un mundo que está lleno de injusticias.

¿Qué tiene usted en mente cuando pronuncia esas palabras sobre las injusticias?

Pienso en el poder económico que domina el planeta, el narcotráfico, el comercio de armas, el tráfico de personas. Pienso en la creciente y antievangélica brecha entre ricos y pobres: en las últimas décadas esa zanja creció. En la liturgia, invocamos el advenimiento de un “reino de justicia, de amor y de paz” y por lo tanto, el cristiano no podrá aprobar esa tendencia.

¿Qué le dice a las personas de derecha que se escandalizan con su supuesta tendencia a la izquierda?

Yo no quiero polemizar con aquellos que están en la derecha. Mi argumento va hacia aquellos que se oponen a todo cambio; los enemigos de lo nuevo también pueden estar en la izquierda. Yo pienso que esos opositores son personas ideológicamente rígidas e íntimamente inseguras, que necesitan mantener las cosas firmes para encontrar seguridad en lo ya conocido. Necesitan un terreno seguro para apoyar los pies, mientras que el Evangelio nos eleva del suelo y nos deja en el aire “he venido a traer fuego”, “Hago nuevas todas las cosas”.

Sus palabras hacia los enemigos del cambio se parecen a las que Francisco muchas veces dirige a los católicos que se oponen a las reformas. ¿Usted qué opina sobre las contestaciones al papa que vienen de adentro de la Iglesia?

Veo las críticas hechas al papa, hoy con más libertad que ayer, como un fruto del clima que él mismo creó, invitando a un debate abierto y a decir con franqueza la propia convicción. Varias veces él invitó a la parresía, que justamente, significa decir una palabra sincera. Francisco es capaz de escuchar opiniones diferentes a las suyas. Esa escucha es útil en todos los niveles de la Iglesia. Nuestro tiempo pide decisiones nuevas, y para ir hacia lo nuevo, es necesario un debate amplio.

¿Usted qué piensa de la carta de los cuatro cardenales, que pidieron que el papa aclare cinco “dudas” sobre la exhortación Amoris laetitia? Francisco todavía no respondió y ellos publicaron la carta: usted ¿está preocupado por ese desgloce?

No estoy preocupado. Ellos cuatro tomaron la libertad de expresión a la cual el papa había invitado. Me gusta que eso pase. En nuestro lenguaje de jesuitas se dice que es necesario conocer la opinión de todos para llegar un verdadero discernimiento comunitario. Naturalmente, el juego debe ser leal: si alguien pide una aclaración porque no entendió, estamos en lealtad. El caso sería diferente en relación a aquellos que critican instrumentalmente por un cálculo de conveniencia o que hacen preguntas para crear problemas.

En uno de sus primeros compromisos públicos después de la elección, usted dijo que actualmente en China están presentes 12 jesuitas y que el gobierno sabe de su presencia. ¿Qué decirle a esos pioneros?

Gracias por estar ahí, gracias por haber respondido al llamado de una misión difícil. Ellos hacen un trabajo no religioso: enseñan idiomas, matemática, física, disciplinas económicas y administrativas. Son testimonio de una posibilidad de convivencia, de proximidad humana.

Mateo Ricci, gran jesuita, intentó hacerse “chino con los chinos”. ¿Hoy en día, nosotros los europeos deberíamos hacernos africanos y árabes con los africanos y árabes que llegan aquí?

El criterio de la inculturación, es decir, el de entrar completamente en la cultura del pueblo al cual somos enviados, siempre estuvo en el centro de la estrategia misionera de los jesuitas. Hoy además, somos de hecho una Compañía multicultural. La mayoría de nosotros ya no es europea. El desafío de hoy es la interculturalidad: en la Compañía, en la Iglesia, en el mundo. En el mestizaje de personas hay algo del rostro de Dios.

Pero, ¿qué Europa, qué Estados Unidos de América tendremos mañana con el crecimiento de los inmigrantes y la caída de los nativos?

Todos los pueblos nacieron de la mezcla, Europa y Estados Unidos aún más que otros. Y a partir de la mezcla, obtuvieron sus grandes recursos. La llegada de personas nuevas es un trauma, pero también es una esperanza. Pienso que la Europa y los Estados Unidos de mañana serán mejor con esa variedad renovada. El esfuerzo nos hace más humanos, nos saca de nuestras convicciones para ayudarnos a aceptar a los recién llegados. Cuando era joven leí a Teilhard de Chardin y a partir de ese jesuita genial, aprendí a cultivar el optimismo en los tiempos largos.

¿Por qué la Compañía de Jesús ya no se atiene a la regla que prohibía a los jesuitas aceptar cargos eclesiásticos como un episcopado, cardenalato o papado? ¿Ustedes ya no creen que su fundador tenía buenas razones para prohibir a los compañeros todo acceso al poder?

Creemos que las tenía y todavía nos atenemos a aquella regla, pero en la novedad de los tiempos. Yo explico la novedad con el ejemplo de los párrocos. El fundador no quería que los jesuitas fueran párrocos, y nosotros no lo fuimos por mucho tiempo. Porque entonces las parroquias tenían beneficios, a saber: propiedades, configuraban una situación segura, un prestigio social; mientras que el criterio misionero dictado por San Ignacio nos dirigía hacia la elección de los lugares olvidados, de las fronteras, lugares de los que otros huían. Hoy ser párroco ya no es una fuente de prestigio y hoy tenemos centenas de parroquias en todo el mundo. Algo semejante vale para el episcopado. Estuve recientemente en el juramento del hermano Paolo Bizzetti, que fue enviado a Turquía como vicario apostólico de Anatolia para asumir el lugar del mártir Luigi Padovese y juró sobre la Biblia de Padovesse que tiene la huella de la bala que lo mató. A ser obispo allá, así como en tantos otros lugares de misión, nadie quiere ir.

Pero algunas veces vemos que un jesuita se vuelve arzobispo de Milán o de Buenos Aires…

Eso también sucedía en el pasado, tuvimos cardenales jesuitas desde el siglo XVI. Para un nombre conocido, piense en el cardenal y santo Roberto Belarmino. Eso significa que el papa los obligó a aceptar esa nominación. Usted sabe que tenemos un voto especial de obediencia al papa.

¿Qué pide Dios a los jesuitas en esta época de grandes transformaciones, y los jesuitas qué le piden a Dios?

Pedimos la consolación, que es la palabra ignaciana que debe ser totalmente entendida: no es la alegría del corazón, sino la confirmación interior de la misión recibida. La seguridad de que aquello para lo cual soy llamado es lo que el Señor quiere de mi. La actitud de Jesús en el Huerto: aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya.

¿Y Dios qué les pide?

Pienso que Él nos pide, como siempre y a todos, ir y anunciar el Evangelio. Específicamente, él nos pide que nos pongamos en los puestos de frontera de los que hablábamos, en aquellos nuevos o peligrosos en donde se arriesga la vida. Y quedarnos allí. En Turquía, como mencionaba. En China. En los centros de acogida a refugiados. En la zonas de luchas tribales. En las tierras en donde están los más pobres de los pobres.

Fuente: CPAL Social

 

La Sagrada Familia

La imagen de la Sagrada Familia es ineludible a lo largo de este tiempo de Navidad. A pesar de su carácter tradicional, sigue siendo una imagen que invita a la reflexión y que puede ayudarnos a descubrir a Dios oculto y actuando en los más pequeños de este mundo.

Por P. Rubén Francisco Bellante

Señor, celebrando tu nacimiento quiero decirte que creo, creo que podés resucitar en mi y en cada uno la mirada del niño para que más allá del pesebre y de los pañales en que estás envuelto perciba tu mirada de ternura y adivine que vos me sonreís y que mendigas mi sonrisa de niño de ese niño que duerme en mí y que grita por nacer.

Hoy voy a leerles una carta a Jesús escrita por el padre jesuita Jonh Sobrino:

”Querido hermano Jesús,

siempre es bueno preguntarnos quien sos, Navidad parece que nos lo facilita. Naces en una familia pobre y honrada, pastores y sabios llegan a visitarte, los ángeles cantan como buenos poetas y sin embargo, mucho me temo hermano Jesús, que Navidad no ayuda mucho a conocerte, a veces ocurre lo contrario. A esta ignorancia y peor aún al engaño nos induce el aire que respiramos día a día.

Quien de verdad se ha acercado es el dios mercado, el más activo juez que decide sobre salvación y perdición. Es evidente que en estos días nos empuja el consumo pero no es solo eso lo más pernicioso. Quieren configurar nuestro modo de pensar y esperar y ponernos lo que es normal y lo que no lo es, forzarnos a ser competitivos aunque la fraternidad muera con ello. Promete bendición, hoy por hoy su oferta más clara es el buen vivir y el éxito para relativamente pocos y ojalá tampoco ocultemos las tradiciones religiosas de estos días o por exceso de sentimentalismo cuando lo reducimos a un infante sin una palabra seria que decirnos y por eso con el peligro de infantilizarnos.

O por exceso de solemnidad cuando lo presentamos como descendiente de algún rey o pretendiente de algún trono, alguien que quiere reinar y hacernos súbditos y no hermanos y hermanas. Francisco de Asís a base de locuras llegó a ser el más cuerdo de todos.

Para celebrar Navidad inventó el nacimiento, nada de Santa Claus, trineos, ni nieve que no los hay en Palestina sino seres humanos llenos de vida, de trabajo y de amor. Las figuras de José y María nos dicen bien de donde venís. De tu padre José hombre justo aprendiste a ser trabajador y honrado, soñador de libertad y luchador por la justicia. De tu madre María, la buena vecina, aprendiste el cuidado cotidiano y la ternura y aprendiste a alegrarte en el Dios de los pobres.

Para sorpresa y espanto de muchos hasta el día de hoy, decía María que Dios derribó a los potentados de sus tronos y ensalzó a los humildes, que a los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.

Hermano Jesús, vos que ves en lo escondido más allá de apariencias e hipocresías estoy seguro que al mirar a este, nuestro mundo, vos también ves lo que hay en él de un gran nacimiento.

No me refiero a esa construcción que llaman el mundo globalizado sino a lugares, grupos y personas que con sus vidas mantienen al mundo en pie. Con ojos limpios amantes de la verdad, con hambre y sed de justicia, con trabajo por la paz y me parece muy importante recordarlo en nuestros días para conocerte bien, también a través de leyendas vivientes, tus testigos de hoy y para renacer nosotros en Navidad.

Marías hay muchas, en las esquinas, en los mercados populares como las hubo en refugios y como las hay en muchos hogares cargando con el peso de los hijos y de la casa y hay otras Marías como las 4 religiosas mártires norteamericanas o las que sufren en Sudán o los que son perseguidos y muertos en Paquistán.

Que si son madres llenas de esa inmensa riqueza de ser mujer. También hay Josés, campesinos y obreros que se rebuscan para vivir y llevar vida a la casa. Con frecuencia abandonan tierra y hogar para poder mantenerlos desde lejos. Pero Herodes sigue matando sin piedad. Según la ONU la mitad de los 2.000 millones de niños en el mundo viven en extrema pobreza y al año mueren de hambre 5.000.000 de niños

Y bien sabemos que según donde nace el niño así será su Navidad. Los costos de la gestación y nacimiento de un bebe en los Estados Unidos son 400 veces mayores que en Etiopía. Así es el mundo globalizado. Pastores pobres con trabajo mal pagado, sin trabajo, sin dignidad y sin nombre es lo que más abunda en nuestro mundo y no hace falta repetirlo.

Siguen esperando salvación, siguen rezando a su Dios, que a veces no es el Dios oficial y a vos Jesús, bien lo sabes, no te tienen miedo. En su inmensa mayoría no saben bien quien sos, son incapaces de repetir y menos de comprender las fórmulas ortodoxas pero intuyen que sos de los suyos, y tienen toda la razón. Hoy se movilizan y mueven a otros a unirse a movimientos y organizaciones de todo tipo, mujeres, indígenas, ecologistas, ecuménicos, interreligiosos, de derechos humanos, de solidaridad. A veces se juntan por miles y los une la esperanza de que otro mundo es posible. Algunos sabios los realizan periódicamente y hacen propuestas para caminar en esa dirección.

¿Cuánto poder tendrán? Dios lo sabe pero mantienen una esperanza

Que los pastores de hoy junto con algunos sabios acumulen fuerza y vigor para cambiar un mundo inhumano y en cualquier caso que el poder que acumulen tome un sesgo humanizador y no como el de los poderosos de siempre.

Hermano Jesús, en la medida en que reproduzcamos en nuestra vida a la buena vecina, a un varón justo, a pastores de vida difícil, a sabios inquietos estaremos existencialmente, más cerca de vos, comprenderemos mejor lo que fuiste, el mayor, misericordioso y fiel, defensor del débil y profeta contra el opresor, comprenderemos mejor tu cruz y no será una sorpresa total que Dios te devolvió la vida para animarnos, inspirarnos, humanizarnos y escucharemos tu palabra.

Así te recordamos hermano Jesús y te celebramos y te hacemos presente en vivo en una eucaristía, una comida de hermanos y hermanas. Estás presente en el pan y el vino y estás presente de manera entrañable cuando nos amamos los unos a los otros como vos nos has amado. Entonces te hacemos presente a este mundo que tanto te necesita y entonces brilla el servicio, la fraternidad y el amor. Este es el ideal de la humanidad de siempre.

El pregón que hemos escuchado dice que naciste cuando todo el orbe estaba en paz. Por eso Navidad es un tiempo de paz pero es a la vez clamor a construir la paz . Y ojalá comencemos esa noble tarea por nosotros mismos, por nuestra familia, nuestra casa, nuestra comunidad. Si algo bueno, humano y cristiano se conserva todavía de las tradiciones navideñas es la cena de familia todos alrededor de la mesa.

Ojalá en las comidas de estos días podamos compartir cariño, comprensión, reconciliación y también perdón cuando sea necesario, que sanen las heridas y abunde la alegría. Así celebraremos Navidad como Dios manda y nos alegraremos de que hayas venido y te hayas quedado con nosotros, nos alegraremos de que con vos y en vos Dios está con nosotros. Es el Emmanuel, el Dios con nosotros.”

Fuente: Radio María

Aprender a Vivir Desde la Esperanza

¿Qué significa vivir desde la esperanza? ¿A qué está unida? ¿Qué tiene que ver con la Justicia? Una reflexión para pensar sobre qué y cómo esperamos en los tiempos que corren.

Por Félix Palazzi

A veces confundimos la noción de esperanza con la fuga o negación de la realidad, y la esperanza es, ante todo, esperanza en la justicia: sin la búsqueda de la justicia la esperanza se convierte en una ilusión y la justicia sin la esperanza pierde toda capacidad de renovarse.

La esperanza no es producto de un estado de ánimo o la proyección de nuestros buenos deseos. Martin Heidegger afirmó: “debo decir que la filosofía no podrá provocar un cambio inmediato del estado presente del mundo… sólo un Dios puede aún salvarnos”. Hemos de admitir que todos esperamos un cambio de la situación actual que vivimos; más allá de las tendencias políticas o religiosas, todos anhelamos un cambio. Pero la esperanza considerada únicamente como la posibilidad de un cambio o una acción repentina por parte de un liderazgo o de un sistema político o religioso nos hunde más bien en una situación de desesperanza.

La esperanza no se decreta, tampoco se impone. La esperanza nos motiva a buscar y a construir la justicia, esa justicia que, evidentemente, no es directamente equiparable a nuestro sistema jurídico, es decir, la justicia tiene su expresión en un código jurídico y en sus instituciones, pero es mucho más que su expresión legal, porque realmente su finalidad es proteger la diferencia y garantizar que esta exista. Es por ello que sólo la esperanza crea justicia y en la injusticia se crece nuestra esperanza, pues la esperanza se fortalece cuando acoge la espera del otro.

La esperanza nos mueve a la participación y transformación de la realidad. Vivimos en un mundo sin esperanza porque nos hundimos en el mar de la indiferencia. La construcción de un proyecto de nación o eclesial implica una participación de todos que se inicia en el simple gesto de permitir y acoger la diferencia en la que el otro se muestra. No hay justicia donde no se reconoce y se garantiza esa diferencia, y toda lucha por la justicia comienza en el simple reconocimiento y aceptación de lo diferente. Este reconocimiento tiene que hacerse real en las relaciones cotidianas y en el fortalecimiento de espacios comunes. La esperanza más que un estado ilusorio se expresa en la dinámica de nuestra participación en la construcción de una realidad donde la justicia sea posible en todos los ámbitos de nuestra vida.

Recordemos las palabras de Benedicto XVI: “Pero el esfuerzo cotidiano por continuar nuestra vida y por el futuro de todos nos cansa o se convierte en fanatismo, si no está iluminado por la luz de aquella esperanza más grande que no puede ser destruida ni siquiera por frustraciones en lo pequeño ni por el fracaso en los acontecimientos de importancia histórica”. Heidegger tenía razón: sólo una esperanza mayor, en Dios, nos libera del cansancio o del fanatismo y transforma nuestra esperanza en búsqueda de la justicia.

Fuente: Teología Hoy

Constructores de Fraternidad en una Sociedad Fragmentada

¿Cuánto puede decirle el modo de vida de Jesús a nuestro modo de vida actual? Un texto para reflexionar y dejarse interpelar.

Por Rosa Ramos

La realidad con sus luces y sus sombras es el punto de partida de una ética, de una teología, y una pastoral contextual, siguiendo el principio de encarnación.

Todos, cristianos o no, estamos desafiados a la construcción de fraternidad, somos parte de lo mismo, parte del problema y parte de la solución. La fragmentación es un problema que nos involucra. El desarrollo científico técnico económico dominante, ha generado dos pobrezas, una material y una espiritual. Dos terceras partes de la humanidad ha sido condenada a la primera, pero si nos alcanza la indiferencia por la suerte de los hermanos, es que nos alcanzó la pobreza espiritual. Como cristianos tenemos que vencer dos tentaciones peligrosas: la del mesianismo y la del abstencionismo.

Llamados a seguir a Jesús encarnados y encarnándonos en la historia

El estilo de vida y cercanía, el modo de construir fraternidad, no puede ser otro que el de Jesús, y priorizando lo que él priorizó y a los que él priorizó.

Nuestro compromiso como cristianos tiene una razón de ser, un sentido, y una fuerza que nos viene de nuestro Maestro. De ahí la necesidad de beber de la fuente, de la persona histórica de Jesús. Es tiempo de “volver a encontrarnos” con Jesús de Nazaret. ¿Dónde, en qué tiempos y sociedad, en qué escenarios se movió, de quiénes se rodeó, a quiénes en particular “salvó” Jesús?

Si volvemos a Jesús, constatamos que allí donde alguien queda caído en el camino, allí donde una viuda llora a su hijo muerto, allí donde un mendigo, o un pecador, quedan fuera de la mesa compartida, allí donde una mujer o un niño sufren la violencia o son “ninguneados”, allí donde la gente tiene hambre… En todos esos “allí” siempre encontramos a Jesús “salvando”, rescatando de esas situaciones de injusticia, consolando, invitando a comer, abrazando, mirando a los ojos y dialogando, enviando a los discípulos a dar de comer, bendiciendo el pan a ser compartido… Luego en el libro de los Hechos se resume la vida de Jesús: “pasó haciendo el bien” (Hc. 10, 38).

Jesús predica y hace presente el reino con muchos signos

El propio Jesús es esa novedad de Dios que irrumpe en la historia, y la significa con gestos sanadores, incluyentes. Mateo lo expresa diáfanamente en la respuesta de Jesús a Juan el bautista cuando manda preguntar desde la cárcel si es él o hay que esperar a otro (Mt. 11, 5-6).

En los relatos evangélicos queda clarísimo que, sin hacer acepción de personas, hay en Jesús una peculiar sensibilidad y solidaridad para con los más pobres, y con los que sufren todo tipo de marginación. Y esa es una clave ineludible para nosotros, Jesús hoy también nos llama a optar y estar junto a todos los invisibilizados, los nadies, los descartables o sobrantes de la sociedad del consumo, los que los medios de comunicación estigmatizan, los que la cultura del confort nos lleva a olvidar…

Los infiernos de la historia son también lugares teológicos”, dice González Buelta. No falta el drama oscuro, el miedo, el dolor lacerante, pero tampoco falta la esperanza, la generosidad, la solidaridad, signos inequívocos de la presencia de Dios. Por eso los infiernos de la historia no son mudos, son también lugares de revelación divina.

Y esto sucede –quizá- porque cuanto más herido y frágil, más sensible es el ser humano al abrazo de Dios y de los hermanos, más desnudo está para sentir su tibieza, y más libre para aceptar una nueva oportunidad de vida plena. Así lo vivieron los contemporáneos de Jesús, tantos desvalidos que lo buscaban.

Jesús salva desde sus entrañas de misericordia

El encuentro con ese Jesús “tan humano que sólo puede ser divino”, como dice Leorardo Boff, nos pone hoy también en camino al oír una vez más su voz: “ve y haz tú lo mismo” (Lc. 10, 37). Este llamado nos pone tras sus huellas con renovado entusiasmo y humildad (Miq. 6, 8).

Ser cristiano es “seguir a Jesús” (una categoría de movimiento y no estática). Seguirlo supone mirar como mira, creer como cree (más que tener fe en Jesús, se trata de vivir la fe al modo de Jesús), amar como ama (misericordiar, dice Francisco), trabajar como trabaja, vivir como vive y estar dispuestos –si fuera necesario- a morir como muere… Porque ya sabemos que las opciones radicales exigen pagar el precio.

Ese es el compromiso del bautizado, ser testigo, y caminamos acompañados-guiados por “una nube de testigos”, tantas y tantos que han regado la historia con su sangre o con su sudor cotidiano, en la construcción de fraternidad.

Estamos llamados a seguir a Jesús hoy, y aquí, en tiempos difíciles y complejos (donde hay que evitar tanto interpretaciones como acciones simplistas) tenemos el desafío permanente de la encarnación, una encarnación continua, como fue la de Jesús: asumiendo los límites y las posibilidades epocales. Por el principio de encarnación, no basta responder a los efectos devastadores de la crisis, urge entender las dinámicas de exclusión que están en la base de la fragmentación que nos interpela. Por tanto la respuesta a los desafíos presentes deberá apelar a las mediaciones científicas: políticas, económicas, sociológicas, epistemológicas. No alcanza la buena intención, la complejidad del mundo actual exige inteligencia y acciones coherentes.

Fuente: Teología Hoy

La Conversión de la Iglesia

Volver a lo esencial de nuestra fe y del modo de ser del cristiano: Jesús. Un texto para pensarnos como Iglesia a las puertas de la celebración de la Navidad. 

Por Rafael Luciani

«Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos a un Cristo sin la cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, y podemos ser obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor». Con estas palabras se dirigió el nuevo papa Francisco al Colegio Cardenalicio en la eucaristía que presidió el  14 de marzo del 2013. Son palabras que recuerdan las que Jesús dijo para definir lo esencial de quien se llame cristiano: «Mi madre y mis hermanos son los que oyen la Palabra y la ponen en práctica» (Lucas 8,21).

¿Por qué son tan importantes estas palabras?

En primer lugar, dan continuidad al gesto de la renuncia de Benedicto XVI, que criticó a las estructuras eclesiásticas de poder, desacralizó la figura del Papado, y le devolvió su carácter funcional y de servicio. En segundo lugar, las dirige a la jerarquía eclesiástica acostumbrada al trato solemne y sacral que separa a los sujetos según sea su pertenencia y posición en la Iglesia, o en la sociedad. Tercero, definen, con toda claridad, lo que es esencial para ser cristiano, como es el seguimiento de Jesús. Todo lo demás es añadidura.

El cristiano, pues, continuó diciendo el Papa en su homilía, debe «caminar siempre en presencia del Señor, a la luz del Señor, buscando vivir con aquella irreprochabilidad que Dios le pidió a Abraham en su promesa», es decir, con una fe que se manifieste en la transparencia de la propia vida, dándose todo y sin reservas a los más pobres y a Dios. Una fe que viva de la confianza, la compasión y el servicio.Viviendo así, se puede pensar en edificar a la Iglesia ante la crisis que atraviesa. De otro modo, no se puede, porque ella debe vivir aquello que está llamada a testimoniar en medio del mundo; y, como cuerpo de Cristo, debe estar sostenida por la «piedra angular que es el mismo Señor», antes que por intereses mezquinos y mundanos. Lo esencial no es el poder ni el dinero, ni el ser Papa o sacerdote, sino vivir con el mismo espíritu de Jesús. Ser discípulos verdaderos.

Debemos regresar a Jesús y confesarlo como el único Mesías (Cristo), para poder alejar todo aquello que divida y siembre odio, que alimente envidias y destruya la vida de los demás.Es lo que Francisco denominó, en continuidad con los últimos mensajes que había dicho Benedicto XVI, que quienes en la Iglesia no vivan teniendo a Jesús como única referencia, entonces sólo les queda vivir engañados y acostumbrándose a la «mundaneidad del diablo». Recordemos que en el Nuevo Testamento la expresión diablo nos remite a las acciones personales y estructurales que causan y provocan división hasta deshumanizar a una persona o a una sociedad entera. Es cierto que siempre habrán «movimientos que nos hacen retroceder» en ese camino, pero hay que recomenzar desde el perdón para que pueda crecer la fraternidad.

Hay tres gestos iniciales (2013) que comienzan a perfilar este modo cómo Francisco I entiende la presencia de la Iglesia hoy:

Primero, haber inclinado su cabeza ante los fieles reunidos en la plaza San Pedro, simboliza el reconocimiento de la Iglesia como Pueblo de Dios. Noción que viene del Concilio Vaticano II. Por ello, les pide, primero, la bendición, antes que darla. Con ello reconoce que es él quien está para servir al pueblo, y no al revés. Este hermoso gesto lo actualizó el pasado domingo, al celebrar la eucaristía en una parroquia romana y saludar a las personas como un hermano más, con la cercanía de un abrazo.

Segundo, al salir al balcón de la basílica de San Pedro, el cardenal Jorge Bergoglio no se llamó Papa, sino Obispo de Roma, que debe ser ejemplo de caridad y fraternidad para el resto de las Iglesias locales. Este pequeño gesto simboliza la recuperación de la comunión entre las Iglesias locales y la Iglesia de Roma. Una comunión que se medía y se mide por la caridad fraterna, y no por la imposición y el cumplimiento de las instrucciones de la Curia romana.

Tercero, en el discurso que dirigió el día 16 de marzo del 2013 a los representantes de todos los medios de comunicación social, pronunció unas duras palabras que definieron el modo como se debe entender la presencia de la Iglesia en medio de este mundo: «Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres». Este es el gran reto, entre todos, que Francisco tendrá durante su pontificado. Será la medida de la conversión de la Iglesia en todas sus instancias, porque es signo de la fidelidad a la opción que el mismo Jesús, el Señor, hiciera por los olvidados, los pobres y las víctimas de la sociedad.

Ciertamente ha iniciado su ministerio con sencillez, apertura y con un compromiso por la conversión de la Institución eclesiástica. Nos deja la esperanza y la expectativa de sentir aires que refresquen a la Iglesia, que inviten a la conversión de cada uno de sus miembros, y que nos lleven a una entrega real al pobre. La esperanza de una Iglesia que pueda decir, como él: «Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica, y otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio, a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios» (audiencia del 16 de marzo).

Queda, pues, colaborar con en este llamado a caminar, edificar y confesar.

Fuente: Teología Hoy 

Alternativas de Consumo para la Sostenibilidad Ambiental

Frente a la explícita necesidad de cambiar nuestro modo de vida, que destruye, no sólo el planeta sino que también altera las sociedades: ¿Qué podemos hacer?

 Mucho se está hablando actualmente sobre la necesidad de transitar hacia otro modelo de desarrollo y relación con nuestro entorno. El escenario actual de aumento de la desigualdad social y de deterioro medioambiental está poniendo en evidencia la necesidad de reflexionar, entre otras muchas cosas, sobre la sostenibilidad de nuestros patrones de producción y consumo.

 Muchos ciudadanos y ciudadanas llevan décadas asumiendo este reto, de manera que existe todo un movimiento internacional de puesta en marcha de iniciativas socio económicas alternativas que nos posibilitan apostar por nuevas formas más sostenibles de organización social y económica.

 Muchas de estas iniciativas se engloban dentro de la Economía Social y Solidaria: una forma de realizar actividades económicas, que se caracteriza por dar un giro a los principios que presiden la actual economía de mercado, apostando por los siguientes:

  •  Equidad
  • Sostenibilidad ambiental
  • Gestión autónoma, transparente, democrática y participativa
  • Compromiso con el desarrollo local, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, la cohesión social y la inserción de personas en riesgo de exclusión social
  • Primacía de las personas y el fin social frente a la generación de capital

 La sostenibilidad, la solidaridad o la cooperación son valores comunes de las entidades que forman parte de la Economía Social y Solidaria, las cuales invitan a utilizar las crisis globales como periodos de reflexión y de búsqueda de nuevas formas de organización más sostenibles, tanto desde el punto de vista social como medioambiental. Bajo estos parámetros, la economía deja de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio al servicio de las necesidades de las personas, recuperando la dimensión humana, social y cultural que nunca debió perder.

 La Economía Social y Solidaria cuenta con una Ley española desde 2011, y engloba únicamente en España a unas 45.000 entidades. Entre las entidades que forman parte de ellas, podemos encontrar Fundaciones, Asociaciones, Cooperativas, Centros Especiales de Empleo y demás estructuras que ofrecen todo tipo de servicios, desde dentistas, ropa o asesoría jurídica. Disponemos, de esta manera, de toda una infraestructura de entidades que apuestan por situar valores como la solidaridad, la justicia social o la sostenibilidad ambiental en el fin y razón de ser de las instituciones a las que acudimos para satisfacer nuestras necesidades.

Si como ciudadanos y ciudadanas nos atrae este tránsito hacia un modelo de vida y consumo más acorde con estos principios y con los desafíos globales a los que nos enfrentamos en el momento histórico que vivimos, estos son algunos de los primeros pasos con los que podemos iniciar el camino:

  •  Investigar y hacernos conscientes de la realidad socio ambiental actual, su relación con nuestros patrones de consumo y nuestra capacidad de acción como ciudadanos/as globales.
  • Investigar sobre qué tipo de instituciones tenemos en nuestro entorno que apuesten por la sostenibilidad socio ambiental: disponemos de interesantes páginas web que ofrecen consejos y catálogos de entidades, como puede ser REAS, la Red Estatal de Economía Solidaria, ‘MeCambio‘, o las webs de los ‘Mercados Sociales’ de cada Comunidad Autónoma, o medios digitales especializados en esta temática, como puede ser ‘El Salmón Contracorriente‘.
  • Empezar poco a poco a participar en ellas.

Superado el momento inicial de duda, desconfianza o incomodidad que acompañan a cada proceso de tránsito, pronto puede descubrirse cómo esta forma cooperativa y comunitaria de satisfacer nuestras necesidades supone una opción sólida de apoyo a los valores de justicia social y medioambiental que deberían presidir nuestras sociedades, capaz de crear bienestar social y otorgar coherencia y compromiso comunitario a nuestras opciones y modos de vida personales.

Fuente: Entre Paréntesis

Espiritualidad Ignaciana Femenina en la Frontera

Los días 26 y 27 de noviembre, se celebró el Seminario de Espiritualidad Ignaciana Femenina en la Frontera, en Madrid. Lo cuenta una de sus protagonistas e impulsoras.

 Por Belén Bezmes

 Pertenecemos a la Red Miriam que hunde sus raíces en 1983, cuando un grupo de religiosas de gobierno y de espiritualidad ignaciana, iniciaron una búsqueda para profundizar en dicha espiritualidad recreándola a la luz de los nuevos signos de los tiempos y en contraste con sus propias tradiciones carismáticas. Se crece en consciencia de su originalidad femenina y de su aportación específica a la espiritualidad ignaciana. En su recorrido, se incorporan mujeres laicas y religiosas, y el colectivo crece en identidad tomando el nombre de Red Miriam Espiritualidad Ignaciana Femenina en el 2012.

 Este Seminario nace en 2012 y pretende hacer un proceso de búsqueda y reflexión desde las fronteras de la realidad social y de la espiritualidad ignaciana que nos ayude a confrontar y armonizar, dinámicamente y de un modo circular, la realidad emergente y cambiante de nuestro mundo, las claves fundamentales de la espiritualidad ignaciana y nuestro pensar, sentir y estar en la realidad como mujeres. Nos sentimos convocadas por la vivencia de la espiritualidad ignaciana pensada y vivida con perspectiva de género y a la luz de nuevos paradigmas teológicos.

 En este encuentro nos hemos hecho esta pregunta: ¿cuál es el modo adecuado de hablar de Dios?, a partir del libro La que es. El misterio de Dios en el discurso teológico feminista (Herder, Barcelona, 2002) de Elisabeth Johnson. Nos ha guiado nuestro compartir, para dar forma al lenguaje de Dios desde las que somos creadas a su imagen.

 La imagen de Dios que ambientó la reflexión

El sábado partimos de la oración con una imagen femenina que nos descolocaba y nos ayudaba a situarnos de otra manera. El lenguaje exclusivo masculino para hablar de Dios construye un imaginario que consolida un mundo donde se subordina y se excluye a la mujer. Nos invitamos a un cambio en la comprensión de lo divino donde la reciprocidad, el amor y la justicia están articulados en nuevos intentos de interpretación de la tradición en diálogo con la vida de las mujeres, en nuevos intentos de análisis crítico de las opresiones heredadas y de la búsqueda de alternativas a la sabiduría y a la historia suprimida.

 Esto nos ayuda, también, a dar nombre a las cosas en nuestra tradición de espiritualidad ignaciana. Está en juego la liberación del hombre y la mujer de modelos de realidad y roles sociales debilitadores; también, el alumbramiento de nuevas formas de relaciones salvíficas con toda la creación, e incluso, la viabilidad misma de la tradición cristiana para las generaciones presentes y futuras.

 ¿Qué aportan los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de liberación a las mujeres? ¿Es su discurso lo suficientemente verdadero como para explicar, iluminar e integrar la experiencia de las mujeres?

 Nos asomamos de forma crítica a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, pues descubrimos que su lenguaje vehicula una experiencia con la Transcendencia. ¿Qué significa para nosotras humildad, humillaciones, pobreza, soberbia…? ¿Es lo mismo para un hombre y para una mujer? ¿Qué construcciones culturales rigen a la hora de entender lo que es ser mujer y lo que es ser hombre humillados?

 Guiadas por esta sospecha nos sentimos urgidas a desvelar nuevos lenguajes que encajen mejor con imágenes que no nos marginen como mujeres ni justifiquen estructuras que nos excluyen. El hombre se autoproclama de una forma muy natural como la norma y esto también afecta a la norma del lenguaje. El símbolo de Dios funciona y necesitamos encontrar una clave hermenéutica entre la sabiduría de los Ejercicios de San Ignacio y la sabiduría cristiana feminista para cruzar al paradigma de la humanidad co-igual de la mujer.

 A través de la escucha mutua, la empatía, la acogida, el reconocimiento de la singularidad de cada una y de su aporte a la reflexión, nos vamos haciendo compañeras de búsqueda. Este tejer juntas nos hace avanzar.

 Los Ejercicios Espirituales desde el Principio y Fundamento desarrollan una imagen de Dios que luego va a recorrer todos ellos. ¿Cuál es el imaginario que está en juego? Puesto que toma a la persona entera, ¿qué discurso es liberador para la persona y ésta, mujer? Pero esta es una tarea que queda en el aire para siguientes reflexiones.

Entre Paréntesis

Relevancia social de las Redes Sociales

Para reflexionar sobre el sentido social de las diferentes plataformas de comunicación de las que hoy disponemos.

 Por José Fernando Juan

 De forma general decimos que Internet ha transformado la realidad personal y social. Pero podríamos hablar de forma particular de la relevancia social de redes sociales y de cómo éstas han supuesto un nuevo canal que encauza y dirige la vida política. Ya hemos constatado el interés de muchos sectores por controlar y manejar la opinión pública a través de Twitter o cómo en esta misma red cuando algo interesa se hacen memes, se ridiculiza, pero quizá no adquiere el fondo necesario y la profundidad que requiere el tema.

 En mi análisis, que ahora expongo, parto de la constatación de su pérdida progresiva de relevancia social. Curiosamente, a pocos años de nacer, estaríamos hablando del deshielo de la cuestión social en Internet, en aras de una mayor presencia de lo privado y lo íntimo. El tejido social se queda en relaciones personales meramente, los proyectos comunes no nacen con la fuerza que anteriormente, y se da una especie de cansancio a pesar de sus muchos éxitos y logros. La inmediatez de la cultura, la falta de paciencia, el abrigo en lo propio hacen que se vaya desestimando su enorme potencial e impacto.

 Historia de la relevancia social de las redes sociales

En un principio su novedad fue tal que todos se vieron inclinados hacia ellas. Fundamentalmente dos grandes redes sociales se hicieron con el espacio público: Facebook y Twitter, aunque de manera desigual por países. El hecho relevante es contemplar que personas con distintos intereses y procedencias se dieron cita en este espacio y comenzaron a “tomar posiciones”. Se contempló como un canal más, que pasó a ser preferente, para el diálogo y la difusión de ideas sobre asuntos sociales. Quienes llegaban a las redes sociales tenían mucho bagaje al respecto.

En segundo lugar, en estas redes se producen transformaciones que amplían su impacto y generan la sensación de compartir un macromundo comunicativo, en el que todos pueden participar, que adquiere una enorme relevancia. En este sentido creo que hay que destacar dos cuestiones. La viralidad, que refleja un fenómeno en el que millones de personas intervienen tanto pasiva (consumiendo un contenido) como activamente (dándolo a conocer más aún, compartiéndolo). El fenómeno de lo viral está unido a la respuesta masiva de un gran grupo de personas que se adhieren a una causa. Y, por otro lado, hay que destacar la cuestión del #TrendingTopic. Un acierto de Twitter, por ahora único, que vincula millones de mensajes en torno a una etiqueta que los hace comunes, los relaciona y posiciona como socialmente relevante una causa, lucha o tema. De aquí que Twitter sea una red fundamental para la cuestión social y política, no sólo en nuestro país. Su misma estructura destaca “lo más” del momento. Y provoca el interés por situarse en esta lista lo más arriba posible. Es una especie de ola universal que llega a todos.

 Surgimiento de nuevas redes.

A la par que se dan los procesos anteriores, las redes crecen y se especifican, aparecen otras redes sociales de distinta índole. Principalmente Instagram ocupa este nuevo espacio entre los más jóvenes, que no aprecian ya lo anterior, tan ideológico y de contenidos, y se vuelcan masivamente en el uso del móvil y de la comunicación con imágenes. La palabra pasa a ser el pie de foto, no excesivamente relevante. Lo personal y privado, en lugar de lo público, queda en primer lugar. No existe tampoco una visión de la red como espacio público de encuentro en torno a asuntos que afectan a todos, sino que es encuentro igualmente personal, de ámbito privado cuando no directamente íntimo. El tejido, el interés y el impacto del uso del móvil queda relegado y pierde importancia social. No hay #TrendingTopic sino corazones que miden “lo propio”. Dicho de otro modo, la perspectiva desde la cual los más jóvenes usan el móvil y crecen con él, está desprovista de este gran debate que se da en Twitter y determinados espacios de Facebook. Se rebaja descaradamente el tejido social, la cuestión pública. Pero más aún con el surgimiento de Snapchat, que ahora agrupa a los más jóvenes. Algo que se observa, por completar este análisis, es cómo cada generación crece de la mano de su propia red sin prestar excesivamente atención a las anteriores. Claramente se puede decir que estas nuevas redes van perdiendo su apellido “social”, su interés público. Estaríamos hablando de “redes personales o íntimas”, que carecen de su impacto público.

El paso a YouTube y la generación de los vídeos. Dejamos de hacer caso a la televisión para tener ahora cada cual su pantalla en la que ver (no leer) vídeos. La relevancia social de esta plataforma va creciendo conforme aumenta la edad de sus usuarios. Los intereses con diferentes, ya no sólo se trata de gameplayers o los youtubers más famosos, sino que indagan y buscan más para satisfacer sus cuestiones. Digamos que en YouTube, donde hay de todo, se consume igualmente de todo. Tan pronto una conferencia, como música, como cortos, como sketchs graciosos, como tutoriales, como videos caseros hechos en cualquier sitio. Sin embargo, triunfan masivamente algunos que acaparan la audiencia (casi global) en torno a sus opiniones, gustos, acciones… ¡Los ideales del mundo moderno! Y aquí quería llegar. Hace poco alguien me decía que podemos hablar de los 20 personajes más relevantes del siglo XX casi de carrerilla, pero no sobran dedos en la mano para hablar de este tipo de referencias públicas en el siglo XXI. ¿Tendrá que ver con este proceso en el que las referencias generacionales pertenecen al ámbito privado, sin interés por la vida pública, la cuestión social, el debate y el diálogo?

 Recuperar la relevancia social de las redes sociales

Hablo de recuperar, porque entiendo que hay que invertir la tendencia. De algún modo el panorama da pasos hacia la desaparición del debate común, centrándose en unas cuantas referencias e influencias personales. Que a la postre no sabemos bien de qué lado están o estarán.

 El acento del espacio compartido. Vuelve a ser imprescindible recuperar la red como espacio público, de encuentro y diálogo, no sólo de consumo y escucha. Por encuentro aquí me refiero a la necesidad de reconocimiento mutuo y de entrelazar debates, opiniones, abrir puertas. El silencio digital, esa presencia que por todos sitios pasa sin dejar huella ni comentario, supone la destrucción del tejido común que posiblemente se estuviera tejiendo.

La recuperación del diálogo. Ya hablé sobre esto en mi anterior post, pero sin diálogo e intercambio la red pierde sentido social y queda amarrada en el consumo, el ocio, la diversión o el posicionamiento de lo propio. El diálogo, siendo el núcleo fuerte, requiere algo más que interacción puntual. Es decir, se da en una cierta constancia, en un hilo de conversación y no meramente en una respuesta. ¿Qué espacios lo promueven? Casi ninguno, aunque siempre hay posibilidades.

Participación en proyectos comunes. Aquello del networking, pero a lo social. Participar es sentirse afín en primer lugar, o interesado como mínimo. Sentirse no emocionalmente, sino vivirse implicado en algo de interés común, con horizontes comunes. De algún modo podríamos hablar del inicio de una comunidad digital, que luego tendrá que fortalecerse por otros caminos.

 Fuente: Entre Paréntesis

Creación, Amor, Justicia = Trabajo

Reflexionar sobre el valor del trabajo, tanto para el desarrollo personal como para la construcción social, más allá de su función económica

Por Pino Trejo

El trabajo en nuestros tiempos se ha convertido para gran parte de las personas en una carga, algo pesado y monótono que sobrellevan como pueden.

El por qué está bien claro: este sistema económico en el que vivimos ha pervertido el sentido verdadero y profundo de la actividad humana convirtiéndola en pura mercancía, y con ella a la persona que lo realiza.

“La persona es la medida de la dignidad del trabajo”, nos decía Juan Pablo II. Pero la realidad ciertamente nos muestra otra cosa: “el dinero es la medida de todo” y la máxima de nuestra propia vida.

Hemos olvidado que el trabajo, no sólo es un derecho fundamental, sino que es un bien para todos los seres humanos, y por lo tanto debe ser respetado y protegido.

Porque el trabajo es Creación, Amor y Justicia.

Es Creación porque se nos ha dado la capacidad de crear, de contribuir a nuestro desarrollo personal, pero también de aportar a la construcción social. Somos creadores que recreamos lo que en custodia se nos ha dejado.

Es el Amor lo que dinamiza el proceso de creación, el proceso creativo y lo que le da sentido. Trabajamos por alguien y con alguien, creando lazos, comunidad. Nos damos nosotros mismos, por amor. Por eso no es posible separar trabajo de persona. No se pueden considerar variables económicas, ni números de una estadística.

Es Justicia. El trabajo como elemento inclusivo, como medio para integrarnos en la sociedad, para generar comunión, también debe servir para que cada persona obtenga lo necesario para vivir con dignidad. Sin olvidar que los bienes nos pertenecen a todos y tenemos que ser responsables con su uso.

De ahí la importancia de que se realice en condiciones justas, respetando todas las dimensiones de la persona: la personal, la familiar, la social, la laboral, la cultural, la espiritualidad…sólo de esta forma se contribuirá a desplegar nuestra propia naturaleza humana desde la vocación.

Una sociedad no se podrá llamar justa si sus ciudadanos y ciudadanas no tienen la posibilidad de trabajar, de tener un empleo digno para ellas y sus familias. Si este no es el objetivo principal de ese nuevo mundo, no podremos alcanzar la paz social, ni estaremos contribuyendo al bien común.

Todos y todas tenemos responsabilidad en llevar a cabo la tarea de restablecer el sentido del trabajo humano, como don, como donación.

 En esto nadie puede sustituirnos, cada uno y cada una debemos contribuir para que el trabajo, sea remunerado o no, siga siendo creación, amor y justicia.

 Fuente: Entre Paréntesis

Kolvenbach: Mística y Política

Un resumen de la conferencia “Mística y política de Ignacio de Loyola” (Bolonia, Italia, 1991) del Padre Kolvenbach, quien falleció a fines de noviembre. Fue superior de la Compañía entre 1983 y 2008.

Ignacio, hombre místico y hombre político

Una precisión sobre el término “política”. Puede ser entendida como la concepción del gobierno de los estados y la organización del poder, el arte y la práctica del gobierno en una cierta sociedad por medio de un partido o de un programa. En este sentido “estatal”, la política no es ciertamente competencia del ámbito religioso en el cual se mueve la Iglesia. Pero la política significa también el servicio del bien común, la búsqueda de relaciones armoniosas y de soluciones a los conflictos entre las sociedades. Que el hombre quiera o no, estos hechos y gestos tienen una dimensión socio-política.

Ignacio en la política de su tiempo

El reconocer una estructura de pecado (según la expresión misma de Juan Pablo II) en el interior de la historia humana en la cual, a pesar de todo, Dios crucificado permanece presente, es el origen del realismo político y del optimismo místico de Ignacio.

La superación mística de la política

Es en la célebre contemplación del Reino de Cristo donde Ignacio muestra claramente que la política no basta. Para Ignacio “sola política” significaría solamente esto: penar con Cristo, trabajar como asociado en una empresa, aun siendo evangélica. Contemplando la persona de Cristo y su obra por el reino de su Padre, Ignacio toma conciencia de que la respuesta a la llamada de Cristo no puede ser un simple acuerdo de trabajo para participar en la tarea evangelizadora, sino que implica siempre una consagración mística de todo su propio ser a la persona de Cristo. La política consistirá entonces en el estar, de ahora en adelante, señalado con los rasgos de los misterios de la vida de Cristo.

Mística de servicio

La de Ignacio es una mística de servicio; menos de estar en Cristo que de estar con Cristo en su obra de salvación. Es entonces un doble “estar con” como en la Alianza: un estar con Dios en un movimiento de consagración y un estar con el mundo, la creación, la sociedad humana por medio de un movimiento de comunión. Ignacio verifica poco a poco que sólo puede en verdad “estar con Dios” si consiente “estar con el mundo” y este doble estar con Dios y el mundo se unifica en la decisión de estar con Cristo.

La prioridad del pobre

Precisamente porque ama igualmente a todos los hombres, Dios concede una prioridad a los pobres. Cuando el rico y el pobre son tratados de igual modo, la igualdad en realidad no existe. Podríamos acusar a Dios de hacer acepción de personas, si no concediese una atención privilegiada a los pobres. Podríamos acusar a Ignacio de una política de élite si no concediese, en su acción hacia los que están arriba, una atención privilegiada a los que están abajo. Este aspecto de la actividad de Ignacio muestra claramente el punto de unión entre mística cristocéntrica y política social.

Mística de abajamiento

Ignacio ha aprendido místicamente de su Señor que una salvación ofrecida a todos sin excepción, universalmente, aunque según las palabras mismas de Cristo, la buena nueva sea anunciada a los pobres. Políticamente, Ignacio vive en una concepción del mundo donde la imagen de Evangelio es absolutamente imposible servir a los que están abajo sin entrar en una relación siempre más cristiana con los que están arriba porque, por otra parte, los que están arriba no pueden llamarse cristianos sin imitar al Señor que se hace siervo, siendo la bienaventuranza de los que están abajo.

Contemplativo en la acción

Fue Jerónimo Nadal quien definió a Ignacio como “un contemplativo en la misma acción”. Un santo mundano: “en todo, palabras y acciones era consciente de la presencia de Dios, sensible a esta presencia, que sentía sobrenaturalmente atractiva”. Es cierto que este ideal puede llevar a una política que abusa de lo religioso o una mística manipulada hábilmente por la política; y de hecho, implica un problema concreto en la vida del que es llamado a vivir esta espiritualidad. Por eso, es necesario volver aquí a la orientación cristocéntrica de la espiritualidad de Ignacio. Quien es perfectamente contamplativo en la acción es ciertamente Cristo.

Fuente: Entre Paréntesis