Los Fe de los Mártires, según Scorsese

Tres aspectos de una misma Fe para observar en la Película Silencio de Martin Scorsese y que pueden resumirse en uno: una fe que da sentido.

Los santos inocentes son los protagonistas silenciosos y sangrantes de buena parte de la historia de la humanidad. En términos cristianos, esto remite a la matanza de niños pequeños acaecida en tiempos de nacimiento de Jesús (recogida en el capítulo 2 del evangelio según Mateo).

Una nueva ocasión nos la brinda la última película de Martin Scorsese, Silencio, que está a punto de estrenarse a nivel mundial. Basada en la novela de Shûsaku Endô, trata de la tremenda persecución sufrida por las comunidades cristianas en el Japón del siglo XVII.

En este contexto, ofrecemos a continuación algunas reflexiones sobre la vida y la fe, agrupadas en una triple distinción: una fe por la que matar, una fe por la que morir, una fe por la que vivir.

Una fe por la que matar

Mucho se ha hablado de las guerras de religión, de las Cruzadas y de otras violencias asociadas al cristianismo. Desgraciadamente, a lo largo de la historia, muchas veces se ha entendido que la fe es algo que justifica la muerte de otros. Por supuesto, este engaño y esta depravación no son exclusivos de la fe cristiana. En la película de Scorsese, la brutalidad de los budistas japoneses es de una crueldad espeluznante. En nuestros días, el yihadismo islámico está a la orden del día. También las ideologías “laicas” han practicado esta convicción con una fe que les lleva a matar: pensemos en Hitler, en Stalin o en Pol Pot. O, más cerca de nosotros en el tiempo y el espacio, las miles de muertes cotidianas intentando cruzar fronteras: la fe en el Estado-nación o la fe en el bienestar económico también matan. Por ejemplo, este 2016 ha batido el récord de muertes en el Mediterráneo, más de 5000. Como dijo el papa Francisco en su documento programático de 2013, “hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esta economía mata” (Evangelii Gaudium, n. 53).

Una fe por la que morir

La película de Scorsese muestra bien, y de manera dramática, la firmeza y la fortaleza de las comunidades cristianas ante la persecución del imperio japonés. Comunidades pobres, perseguidas, clandestinas, humilladas, torturadas, martirizadas. Su vida y su sufrimiento plasman con bastante nitidez que la fe cristiana tiene gran resonancia con la no-violencia activa. Y que ambas están emparentadas con palabras y realidades como aguante, fidelidad, sostén, consistencia… En hebreo, la palabra emounah (fe, firmeza) tiene la misma raíz que amén (el “sí” litúrgico). Como decía Gandhi, la no-violencia no es para los débiles, sino para los fuertes. Hay que tener mucha fe y mucha fuerza para dejarse matar. Así lo muestran los cristianos japoneses del siglo XVII. Y así lo muestran numerosos cristianos de hoy, que siguen sufriendo persecución y martirio. El día 26 de diciembre de 2016, el papa Francisco afirmó con claridad que “la persecución que sufren los cristianos es mayor e igual de cruel que la que se vivió en los primeros siglos de la cristiandad”. Pensemos, por ejemplo, en los cristianos de Alepo (Siria), los de Belén (Palestina) o los de Pakistán. Son, sin duda, santos inocentes.

Una fe por la que vivir

Uno de los núcleos más dramáticos de la película Silencio, de Scorsese, es el discernimiento que deben hacer los misioneros jesuitas. ¿Deben mantenerse fieles a la fe, interna y externamente, aun a costa de que eso suponga la tortura y el asesinato de los campesinos cristianos japoneses? ¿O deben pisar el fumie, de modo que la propia incoherencia externa sea una fuente de vida y salvación? Dicho de otra manera: ¿deben apostar por una “fe por la que morir” o, más bien, redescubrir una “fe por la que vivir”? Más allá de la situación concreta, difícil y delicada, que aborda la película, la cuestión es que, con frecuencia, hay santos inocentes que sobreviven con el peso de la violencia y que, a veces, se intenta justificar esa violencia con argumentos religiosos. Pues no: hay cruces que no son cristianas.

La fe cristiana es una fe para vivir en plenitud. Dios es el Dios de la Vida y de los vivos. El Amor es el principio y el fin del plan de Dios para la humanidad. Ojalá que la vida de tantos santos inocentes nos ayuden a redescubrirlo, a vivirlo, a compartirlo.

Fuente: Entre Paréntesis

El Silencio de Scorsese No Pisa al Más Pobre

A la luz de la película ‘Silencio’ de Martín Scorsese sobre la Fe, el valor de las palabras, los símbolos, y el lugar de los excluídos.

Por Fernando Vidal

Negarnos a pisar al más pobre o su imagen aunque sea lo más útil, lo más pragmático, lo que impone el poder, lo que más interesa, lo que nos prolongue la vida. De mucho de eso va la película Silencio de Martin Scorsese. Pueden quitarnos vida pero nadie puede obligarnos a hacer el mal.

Al discurrir tan en el fondo, la película tiene muchos alcances, pero quisiera resaltar uno que se me repetía: debemos negarnos a pisar a las víctimas, aunque solo sea a su imagen o un símbolo de éstas.

La película Silencio no va del sentido del honor que no quiere mancillar la propia ideología, religión o patria. No es una película sobre el honor ni el idealismo ni morir por las ideas. Se trata de la misma vida, habla de las Cazas de Brujas que se repiten en la historia.

En la película, Scorsese nos sitúa en la persecución del Estado japonés contra los cristianos, las torturas, ejecuciones y represión por todos los medios imaginables. Para demostrar que la persona era cristiana se le ponía ante él una imagen de Cristo crucificado y se le exigía que la pisara o escupiera sobre ella. Ese momento de pisar la imagen del crucificado es el centro de Silencio y se repite en distintos momentos.

Pero se pone a los sacerdotes ante un dilema aún mayor: si pisa la imagen del crucificado, podrá salvar la vida de numerosos fieles que en ese momento están siendo torturados ante él. Sin duda el primer impulso es pisar la imagen del crucificado. Y así lo afirma el protagonista. ¿Qué importa un símbolo? Ya lo dice el Inquisidor: es sólo una formalidad, es sólo un icono, es sólo un símbolo, una imagen. Solo son palabras, meras palabras. Ninguna bandera merece un solo muerto. Silencio está exquisitamente realizada y uno no puede sino sentir compasión por los presos, torturados y amenazados de muerte. Y hasta por la propia vida. ¿Cómo no va a pisar lo que parece ser sólo una imagen? Salvarles lo excusa todo. ¿Sí?

A la vez sentí un choque: identificado con ellos, no quería pisar ni la imagen del crucificado. Rechazaba la idea de pisar a un excluido, a una víctima. Quizás me hubiera resignado a pisar la imagen de un Rey, una Bandera, un Partido, un Papa, mi propia imagen o incluso la de los míos. Pero no la de un crucificado, un ejecutado, un inocente condenado, un pobre, un excluido. Si la piso seguirán siendo pisados siempre. A veces se debe cortar la cadena de la violencia con la paz de la propia renuncia, haciendo silencio incluso a uno mismo.

No tenía razón el Inquisidor: no era solo un símbolo ni un principio ni una formalidad ni solo una idea. Hay ocasiones en que las palabras son hechos. Hay veces en que lo que nos queda es ser personas de palabra o personas de silencio. Estoy pensando en Jesús ante Pilato: un hombre de silencio, un hombre de palabra, una Palabra de Silencio.

Una vida sin sentido

Los inquisidores pedían a los presos que fueran pragmáticos y decidieran desde la lógica de la utilidad. Y lo útil era seguir vivos a cualquier precio. Y eso hacía que las palabras y los símbolos no valieran nada. Pero un hombre sin palabra no vale tampoco nada. Quienes negaron una y otra vez al crucificado se convirtieron no sólo en hombres sin palabra sino en hombres sin vida. Una vida sin Palabra es una vida sin sentido.

Se fue formando en mí una convicción conforme transcurría la película: no debemos pisar a los crucificados, a las víctimas, a los excluidos, a los pobres. Ni siquiera sus imágenes, que frecuentemente es lo único que queda de ellos. Hoy no nos amenazan de muerte para que los pisemos, pero ¿cuántas veces pisamos su memoria o les usamos para demostrar que somos más fuertes, más ricos, más útiles, más santos, más poderosos, más carismáticos? Quien usa la imagen del pobre para ganar en carisma o popularidad, pisa su imagen y le pisa a él. ¿Qué pobres o símbolos de ellos pisamos hoy para mantenernos en nuestro estatus?

Los símbolos son cruciales porque hablan del valor de las cosas. El valor de las palabras son el corazón de la condición humana. Si no sabemos qué decir, cómo resolver el dilema sin pisotear al más débil, siempre nos queda el no-poder del Silencio.

Fuente: Entre Paréntesis

Curas Villeros: Declaración sobre la Inmigración

El tema de la inmigración está en boga. Incialmente debido a medidas y declaraciones que se sucedieron en el contexto internacional. Ahora en Argentina también, la situación de los migrantes se ha endurecido debido a recientes medidas políticas. Los ‘Curas Villeros’ se pronuncian al respecto en la declaración que compartimos aquí.

En un contexto internacional donde hay un creciente deseo de levantar muros en lugar de tender puentes entre los pueblos, en un escenario local de declaraciones racistas y xenófobas de gran parte del arco político, replicadas hasta el hartazgo por los medios masivos de comunicación, surge un decreto de necesidad y urgencia que endurece las leyes de migración y de ciudadanía, salteando la discusión legislativa, espacio apropiado para el tratamiento de un tema tan delicado.

Los sacerdotes que vivimos en las villas, barriadas y asentamientos de GBA y CABA (Gran Buenos Aires y Ciudad Autónoma de Buenos Aires) estamos muy preocupados por las consecuencias discriminatorias de la medida implementada desde el gobierno nacional, y por su consecuente incentivación del racismo y la xenofobia en nuestro pueblo.

Rechazamos la estigmatización del migrante, identificándolo con el delito, responsabilizándolo del problema de la droga, la inseguridad y de todos los aspectos negativos de la sociedad. El problema no es la inmigración, el problema es el delito.

Advierte el Papa Francisco que “ningún pueblo es criminal o narcotraficante o violento. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión”.

¿Cómo llamar “igualdad de oportunidades” a una medida que deporta a un extranjero sin condena, por el hecho de ser acusado de resistir a la autoridad, vender en la vía pública, ejercer la prostitución o ser protagonista de un accidente automovilístico grave? Entendemos que aunque el objetivo de la norma fuera el de dar celeridad a la deportación de narcotraficantes y delincuentes, en la práctica la medida lleva a una persecución de todos los inmigrantes, que ya no podrán ni sonreír delante de un policía por miedo a ser deportados.

¿Cómo hablar de “igualdad de oportunidades” cuando como sociedad escuchamos a diario el llanto de las niñas y niños, hijos de los migrantes, que en las escuelas sufren la discriminación y la violencia cotidiana; cuando vemos el modo en que muchos migrantes son explotados a causa de su situación aceptando trabajos indignos?

Como sacerdotes católicos afirmamos que los posicionamientos discriminatorios son profundamente anticristianos.

Como vecinos de las villas, barriadas y asentamientos en que vivimos somos testigos diarios del sufrimiento causado por la xenofobia y el racismo. Estamos convencidos de que la explotación que a menudo sufren los migrantes es causada por los muros invisibles de la discriminación, que nos separan de ellos como de los otros, insensibilizándonos e instalándonos en la defensa imaginaria de un miedo que sólo se justifica en el prejuicio.

La Dirección Nacional de Política Criminal en Materia de Justicia y Legislación Penal publicó en 2016 el “Sistema Nacional de Estadística sobre ejecución de la Pena” (SNEEP) 2015. En el informe se indica que solo el 6% de los privados de su libertad son extranjeros. Es casi la misma proporción que la de extranjeros en la población general. Es decir, de los casi 2.000.000 de extranjeros que habitan nuestra patria, solo el 0,2 están privados de su libertad. ¿De dónde nace entonces la identificación del inmigrante con el delito? ¿Cuál era la urgencia que instaló el tema en la agenda política y mediática?

Vemos en este momento el inmenso riesgo de profundizar la fragmentación de nuestra patria, aniquilando nuestro sueño nacional de pueblo, y dejándonos con los horizontes fragmentados de grupos divididos y autorreferenciales. Esperamos que nuestros dirigentes, del espacio político que sean, nos ayuden a mirar más lejos, a vislumbrar el horizonte de Nación que como pueblo nos merecemos, superando la búsqueda cortoplacista del impacto mediático y el rédito político.

Entendemos el dolor y la impotencia de quienes sufrieron algún hecho de inseguridad, pero queremos afirmar que una cosa es ser delincuente y otra muy distinta es ser inmigrante, y que la relación entre ambas situaciones solo se origina en posicionamientos públicos, políticos y mediáticos nacionales e internacionales que calan hondo en el pueblo, conduciéndolo a la división y el racismo.

Estamos convencidos de que debemos recibir a los migrantes como recibiríamos al mismo Jesús. Que en lugar de los posicionamientos discriminatorios, xenófobos y racistas, nuestro pueblo tiene reservas morales que nos invitan a la solidaridad y a la hospitalidad. Por eso preferimos una legislación que no se enfoque tanto en castigos sino en tratar de dirigir todo el potencial de los migrantes para el bien común de nuestra Nación.

Creemos necesario señalar que los narcotraficantes, los delincuentes de la trata de personas, los terroristas y criminales, no ingresan por los controles migratorios. La droga no ingresa por los controles oficiales, y si lo hace, es con la complicidad de funcionarios que lo permiten. El endurecimiento de las medidas migratorias no es contra los delincuentes, sino contra la familia trabajadora.

Aproximaciones al tema desde la Sagrada Escritura, el Magisterio y la Historia Argentina

La Biblia está llena de migraciones. A Abram, el padre de la fe, le toca vivir un momento muy difícil migrando al país de Negue.

El pueblo de Israel estuvo esclavo en Egipto, y migró por el desierto rumbo a la tierra prometida, que estaba ocupada, viviendo la situación traumática de tener que instalarse precariamente en los alrededores de la ciudad. Luego, cuando el pueblo estuvo cómodamente establecido y había perdido la memoria de sus sufrimientos pasados, Dios le recuerda su deber de solidaridad. “También ustedes amarán al extranjero, ya que han sido extranjeros en Egipto”. Era necesario que Dios lo recordara porque la comodidad adormece el corazón, y el satisfecho deja de percibir el dolor de su hermano.

En el Antiguo Testamento los inmigrantes constituyen, junto con los huérfanos y las viudas, la trilogía típica del mundo de los marginados. Una y otra vez, se recuerda el deber para con ellos. En la actualidad, no están en una situación muy distinta.

En sus normas de conducta, Israel tiene clara la prohibición de oprimir, de explotar, atropellar, defraudar el derecho del migrante: «No oprimirás al extranjero»; «No lo molestarás»; «No lo explotarás»; «No defraudarás el derecho del emigrante»; «Maldito quien defrauda de sus derechos al emigrante». Porque es muy fácil aprovecharse del inmigrante, incluso hoy pareciera que queremos y buscamos su trabajo (en la albañilería, los talleres textiles, las quintas, etc.) pero a ellos no los queremos.

Ya en el Nuevo Testamento María y José sufren la discriminación del migrante y son rechazados en Belén, llegando incluso a improvisar el lugar de nacimiento del niño Jesús en un establo.

Jesús, el Señor, eleva al extranjero a signo de la acogida de su Reino y se identifica personalmente con el inmigrante: «Fui extranjero y me acogisteis» (Mt. 25,35). La tradición espiritual de la Iglesia recoge la identificación, y la regla de San Benito sentencia: “El huésped es Cristo”.

San Pablo proclamará que la unidad es más profunda que la división: «Ya no hay judío ni griego, ni hombre ni mujer, ni esclavo ni libre porque todos sois uno en Cristo» (Gal. 3,28).

El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, en su decreto Erga Migrantis Caritas Christi del 2004, denuncia que la globalización es del capital pero no del hombre.

El tema aparece con mucha fuerza en el Papa Francisco, quien una y otra vez llama a la hospitalidad que nace de la fe y a la memoria familiar adormecida por la comodidad: “en la experiencia dolorosa de estos hermanos y hermanas volvemos a ver la del niño Jesús, que en el momento del nacimiento no encontró alojamiento y vio la luz en la gruta de Belén”; “las personas de este continente no le tememos a los extranjeros porque muchos de nosotros fuimos extranjeros. Lo digo como hijo de inmigrantes, consciente de que muchos de ustedes también descienden de inmigrantes”. “Es, en verdad, un problema del mundo. Nadie debería verse obligado a huir de su Patria. Pero el mal es doble cuando, frente a esas circunstancias terribles, el emigrante se ve arrojado a las garras de los traficantes de personas para cruzar las fronteras y es triple si al llegar a la tierra donde creyó que iba a encontrar un futuro mejor, se lo desprecia, se lo explota e incluso se lo esclaviza. Esto se puede ver en cualquier rincón de cientos de ciudades.”

En nuestro país desde hace más de un siglo que el porcentaje de inmigrantes se ha ido reduciendo poco a poco. En 1917 el 30% de los habitantes era extranjero. Hoy apenas el 4% por ciento lo es. Sin embargo nos presentan una realidad ficticia donde estamos “invadidos de extranjeros”.

Desde el punto de vista cultural e histórico, nunca hemos considerado “extranjero” a un boliviano, a un peruano, a un uruguayo o a los latinoamericanos en general.

¿Cómo considerar extranjero a un boliviano si el primer Presidente de nuestro territorio fue Cornelio Saavedra, nacido en Potosí, titular de la Primera Junta en 1810?

¿Cómo considerar extranjero a un peruano, si Ignacio Álvarez Thomas, nacido en Arequipa, fue Director Supremo de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, cargo equivalente a Presidente de la Nación?

¿Cómo considerar extranjero a un paraguayo, si fue Asunción la fundadora de Buenos Aires?

¿Cómo despreciar a los inmigrantes si históricamente muchos argentinos han debido emigrar por motivos políticos, laborales y de otra índole?

¿No fue José de San Martín el Libertador de Sudamérica?

En nuestra declaración del año 2007 sobre la urbanización de los barrios obreros habíamos señalado que: “Valoramos la cultura que se da en la villa, surgida del encuentro de los valores más nobles y propios del interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana. La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos. Es el cristianismo popular que nace de la primera evangelización; el pueblo siempre lo vivió como propio, con autonomía, y siempre desde su vida de cada día. Es un cristianismo no eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores evangélicos”.

Ya señalábamos el aporte de los migrantes. Ellos no se llevan nada. Llegan con sus manos llenas de experiencias, vivencias, historias y culturas que no hacen más que enriquecernos como personas y como sociedad. Incluso los jóvenes que vienen a estudiar nos aportan también sus conocimientos y mantienen nuestra amistad e influencia social y cultural. Los migrantes aportan una fuerza económica insustituible y dignificadora: el trabajo. La construcción de nuestras casas, la ropa que usamos, las frutas y verduras que consumimos, incluso el cuidado de nuestros enfermos y de nuestros mayores… todo está relacionado al trabajo de inmigrantes que nos ofrecen su cuidado y dedicación.

Que la Virgen de Guadalupe, patrona de toda América, nos enseñe el camino de la inclusión y la hospitalidad. Que no sea el miedo el que nos conduzca, sino el amor a todas las personas que pisan nuestro suelo argentino.

Fuente: Arg21 Noticias

Criterios de Discernimiento para Pensar la Teología del Pueblo

Cómo construir una Iglesia ‘pobre y para los pobres’, que funcione como un cuerpo integrado desde la propuesta del Papa Francisco y la Teología del Pueblo.

Por Félix Palazzi

Una opción teológica y pastoral de inspiración latinoamericana

A lo largo de sus discursos, el Papa Francisco viene teologizando su acción pastoral desde criterios que provienen de la “Teología del Pueblo” o también conocida como “Teología de la cultura”. (…)

La teología del pueblo se inspira en el llamado que hicieron los obispos argentinos en 1969 con la publicación del “Documento de San Miguel”. En él encontramos algunos de los criterios de discernimiento y las líneas de acción pastoral que el Papa viene promoviendo en fidelidad al Concilio Vaticano II (1962-65) y a las Asambleas Generales de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas, especialmente las reunidas en Medellín (1968), Puebla (1979) y Aparecida (2007). En esta última el entonces Cardenal Bergoglio hizo sendas reflexiones sobre el sentido liberador de la “evangelización de la cultura”.

Francisco viene proponiendo un nuevo modo de ser de Iglesia que asuma su talante profético en la vida pública.(…) En fin, si apostamos por «una Iglesia pobre y para los pobres» con todas sus «consecuencias en la vida de fe de todos» (EG 198). Lo que el Papa propone no es una mera aplicación radical de la doctrina social de la Iglesia, como muchos analistas suelen entender al no estar familiarizados con la opción teológica y pastoral latinoamericana de fondo que inspira al magisterio de Francisco.

Ser ciudadanos en el seno de un pueblo

En el discurso de Apertura de la Congregación Provincial XIV de los Jesuitas en 1974, Bergoglio manifiesta «la convicción de que es necesario superar contradicciones estériles intraeclesiásticas para poder enrolarnos en una real estrategia apostólica que visualice al enemigo y una nuestras fuerzas frente a él». Argentina vivía entre conflictos sociales y divisiones al interno de la Iglesia Católica. Una parte importante del clero y la vida religiosa apoyaba al peronismo. En medio de esta situación, el padre Bergoglio, quien era para ese entonces provincial superior de los jesuitas en Argentina, pide «recordar los infecundos enfrentamientos con la Jerarquía, los conflictos desgastantes entre ‘alas’ (por ejemplo, ‘progresista’ o ‘reaccionaria’) dentro de la Iglesia. Terminamos dando más importancia a las partes que al todo».

A raíz de esta experiencia de divisiones y fracturas sociopolíticas y eclesiásticas, nace un nuevo ideal, el de construir un proyecto de nación y de Iglesia. Bergoglio se propuso fomentar una unidad mayor a la coyuntural entendiendo que el bien común, que es «el todo», es más importante que cada postura y opción individual, a las que se refiere como «las partes». Al absolutizar la visión individual de la realidad, se anula el diálogo y toda posibilidad de alcanzar al bien común. El tema de construir esta unidad mayor, o bien común, aparece como central en la teología que inspira a Bergoglio.

Sin embargo, como solía decir Lucio Gera, padre de la Teología del Pueblo, es necesario el cambio de algunas «mentalidades» que impiden alcanzar este fin. ¿Qué criterios debemos tomar en cuenta, entonces, para lograr el bien y el desarrollo integral del pueblo? (…)

Hacia mediados de la década del 70, el padre Bergoglio comienza a formalizar algunos criterios que ayuden a discernir la participación en la vida pública. Propone los siguientes: «la unidad es superior al conflicto, el todo es superior a la parte, y el tiempo es superior al espacio». Casi 40 años después, en el 2010, los retomará como Cardenal en la Conferencia que diera con motivo del Bicentenario de la Independencia, y ahí agregará un cuarto criterio de discernimiento: «la realidad sobre la idea». (…) Hagamos una breve reflexión en torno a estos criterios de discernimiento que propone Francisco.

El primero es: ‘el tiempo es superior al espacio’. Lo más importante en cualquier praxis pastoral, o sociopolítica, es iniciar procesos porque «uno de los pecados que a veces hay en la actividad socio-política es privilegiar los espacios de poder sobre los tiempos de los procesos» (2010). Para muchos agentes pastorales, académicos y políticos, es más importante la cantidad que la calidad, el poder que el servicio, la estructura y los proyectos que la relación real y próxima al otro. La consecuencia es clara: «somos una sociedad fragmentada que ha cortado sus lazos comunitarios» (Cf. La nación por construir, 2005). De ahí la necesidad de superar el individualismo feroz que domina en los países más desarrollados y construir la fraternidad entre los pueblos, pasando de la creciente globalización de la indiferencia a otro modelo que privilegie el encuentro antes que la ocupación de los espacios ¬—políticos y religiosos— y la obtención de ganancias —económicos— como fines en sí mismos.

El segundo criterio es: ‘la unidad es superior al conflicto’. Esto significa que para que se logre el bien común hay que «meterse en el conflicto, sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de una cadena, en un proceso» (2010). El fin de esto ha de ser la unidad mayor y así la superación de las divisiones y los conflictos coyunturales que podamos estar atravesando. Construir la unidad significa recuperar tres elementos: la memoria de las raíces, la captación de la realidad presente y el coraje del futuro. El reto está en construir «una unidad plurifacética. Alejada de lo hegemónico, tanto de un proyecto globalizante, que uniformiza y elimina la diversidad, como de un relativismo atomizador y despersonalizante» (2005).

El tercer criterio, y quizás el más interesante frente a la creciente cultura de la indiferencia, es: ‘la realidad sobre la idea’. Como él nos explica: «la realidad es, mientras que la idea se elabora». Pero, se pregunta: «entre realidad e idea: ¿qué está primero? La realidad. Ella es superior a la idea» (2010). Aquí hace eco del método teológico latinoamericano al reconocer la necesidad de «ver» primero aquello que se muestra y es evidente ante nuestra mirada, lo que no puede ocultarse porque es un «hecho». Entre otros, podemos mencionar al consumismo derrochador y a la inequidad social que afectan a las grandes mayorías de la humanidad (Laudato Si, 48.49.90.109). Si nos quedamos en «lo ideal» podemos vivir la falsa ilusión de valorar positivamente el actual proceso de globalización, pero al «ver la realidad» que nos rodea descubrimos que nos estamos deshumanizando, que estamos perdiendo «toda referencia a lo común y con todo intento por fortalecer los lazos sociales» (LS 116).

El cuarto y último criterio es: ‘el todo es superior a la parte’. Esto significa que «un ciudadano que conserva su peculiaridad personal, su idea personal, está unido a una comunidad, como sucede con la figura del poliedro. Por ello, la característica fundamental del ser ciudadano es la projimidad» (2010). Con esta expresión, el entonces Cardenal Bergoglio proponía un estilo de vida evangélico que permitiría superar el individualismo atroz que nos distingue como sociedad moderna, pero que, a la vez, frustra a tantos que viven sumergidos bajo la cultura de la indiferencia y la indolencia, donde cada uno vela por sus propios proyectos e intereses, mientras considera al otro como uno más del montón, de la masa, con quien no logra edificar una conexión real, una relación prolongada o un mundo de vida compartido.

(…)

Las consecuencias para la institución eclesiástica son claras. Necesita una conversión pastoral o cambio de mentalidad como decía Lucio Gera. Lo que vio suceder en los procesos sociopolíticos, ahora lo ve en la Iglesia. Por eso, su palabra sigue vigente, llamando a superar «la lucha por el poder que sirve a intereses individuales y sectoriales; de posicionamientos y ocupación de espacios, más que de conducción de procesos» (2010).

Fuente: Teología Hoy

¿Estamos solos en el Universo?

Entrevista a José Gabriel Funes SJ, exdirector del Observatorio Astronómico Vaticano y actual investigador en la Universidad Católica de Córdoba. Su proyecto de investigación multidisciplinar tiene como objetivo estudiar las implicancias antropológicas y religiosas del potencial descubrimiento de vidas extraterrestres.

¿Qué significa este descubrimiento para la humanidad en general?

Uno de los primeros hexoplanetas fue descubierto en 1995, desde entonces hasta ahora se han ido descubriendo nuevos planetas que giran alrededor de otras estrellas. La cuestión es poder encontrar planetas semejantes a la Tierra y que, además, estén en una zona habitable. Eso significa que se puede esperar que haya vida.

Lo que nos dice este hallazgo es que el número de planetas semejante a la Tierra es más común de lo que pensamos. Lo que queda por saber, que puede tardar de 5 a 10 años, es si los componentes químicos son semejantes a los de la Tierra. Entonces la pregunta que todos se hacen, y por eso la noticia importa y tiene repercusión, es si estamos solos en el universo.

Ya viene de los griegos, no es nuevo. Pero con este descubrimiento la idea de vida extraterrestre se reaviva y nos desafía en distintos aspectos. ¿Es la vida un fenómeno común en el Universo o es algo tan raro que posiblemente seamos los únicos en nuestra galaxia? ¿Es la vida un fenómeno más frecuente? No lo sabemos. No sabemos si hay otro tipo de vida y si esa vida evoluciona en vida inteligente. El único caso que conocemos es la vida en nuestro planeta Tierra.

¿Cómo influye en el trabajo de investigación que usted dirige?

En el marco de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), dirijo un proyecto de investigación que se llama O.T.H.E.R. Son las siglas de Otros mundos, Tierra, Humanidad, Espacio y Remoto. Conformamos un grupo multidisciplinar, de investigadores de la UCC y de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), al cual llamo ‘laboratorio de ideas’ porque abordamos esta antigua pregunta desde distintas perspectivas. Estudiamos los aspectos astronómicos, biológicos y antropológicos de la evolución de la vida, la inteligencia y también sobre la espiritualidad.

Este tipo de descubrimiento no cambia mucho para nuestro proyecto pero nos anima a seguir adelante. En realidad nos dice que vamos entendiendo mejor el número de planetas semejantes a la Tierra. La gran pregunta es si hay vida y el origen de la vida. Una astrónoma reconocida, Sara Seager, dice que la próxima revolución copernicana va a ser el descubrimiento de vida extraterrestre. Algunos científicos piensan que aunque sea una bacteria lo que encuentren en otro planeta ya sería un cambio. Cambiaría nuestra forma de pensar. Nosotros vivimos en una sociedad globalizada. Cualquier noticia es conocida enseguida por todos. Tenemos una conciencia global, el ser humano ya no es solo un cordobés, un argentino, un latinoamericano sino que es un ser humano, es un proceso de siglos que ahora lo vivimos como algo cotidiano. Si nosotros descubrieramos vida en el universo ya no seríamos terrestres, tendríamos una perspectiva cósmica de nuestra existencia por lo que algunos sugieren que esto ocasionaría un cambio importante en nuestra modo de pensar. Esto es lo que queremos reflexionar.

Lo importante es acercarnos a esto pero desde distintas perspectivas, que no sea sólo lo astronómico porque hay más temas que merecen ser tratados, poniendo el acento en la dimensión espiritual de esta búsqueda. También apuntamos a la dimensión social. Una parte interesante de nuestro proyecto tiene que ver con enseñar la importancia del trabajo multidisciplinar, lo que esperamos pueda servir como extensión universitaria y que pueda llegar a los colegios. Nuestro trabajo es un ejemplo de un caso de estudio multidisciplinario que demuestra que hay temas que no se pueden abordar desde una sola perspectiva. Es lo que queremos transmitir en la formación de los jóvenes. Queremos que nuestra investigación sea un aporte a la sociedad y que no quede en ciencia ficción.

 

Fuente: Prensa UCC

 

Razones para Estrechar Lazos entre Organizaciones Jesuitas e Incidencia Pública

La Directora de la ONG jesuita Entreculturas de España, reflexiona sobre la importancia de la incidencia pública y enumera una serie de motivos para que las organizaciones jesuitas perseveren en su tarea y busquen el modo de ejercer una mayor influencia dentro de las sociedades en las que están inmersas.

Por Valeria Méndez de Vigo

En efecto, estos cambios en la ciudadanía alrededor del mundo ocurren a través de la incidencia pública que puede definirse, en líneas generales, como un proceso destinado a lograr cambios en las actitudes, prácticas, políticas públicas y leyes de individuos influyentes, grupos e instituciones. Su propósito es cambiar la manera en que el poder, los recursos y las ideas son creadas, ejercidas y distribuidas para que las personas y las organizaciones tengan oportunidades reales de tener el control sobre las decisiones que las afectan.

La incidencia pública se lleva a cabo a través de la investigación y el análisis, la sensibilización, la comunicación, el trabajo en red con organizaciones y grupos, la movilización de la ciudadanía y las relaciones con los encargados de tomar decisiones.

La incidencia pública ignaciana se define por sus elementos clave: es cualificada, es decir apoyada por estudio e investigación; relacional, enfocada en la gente, no solo en temas, avanzando a manera de encuentros. Aquí van algunos motivos por los que esta debería expandirse y aumentar su grado de influencia:

  1.  La incidencia pública es vital a la hora de cambiar actitudes, valores, mentalidades y políticas públicas en favor de la justicia. Porque además de acompañar a las personas y a los grupos, las organizaciones con un proyecto de transformación social (como las organizaciones jesuitas) tienen que contribuir al cambio de las estructuras sociales y políticas. De hecho, tienen la responsabilidad de hacerlo.
  2.  La incidencia pública se conecta con la voz y los derechos —tan a menudo silenciados, tan a menudo violados— de las personas y los grupos excluidos, pues implica la defensa de sus derechos e intereses y la apertura de espacios en el dominio público.
  3.  La incidencia pública fortalece la democracia y la gobernanza al fomentar la participación ciudadana en la toma de decisiones. La movilización de la comunidad educativa de más de 10 millones de personas en 100 países a favor del derecho a una educación de calidad para todos, promovida por la Campaña Global por la Educación —en la que participan activamente muchas organizaciones jesuitas— ha llevado, entre otras cosas, a la eliminación de los costos de inscripción y a la gratuidad en la enseñanza en varios países.
  4. Permite que ciertos asuntos se incluyan en la agenda política. La lucha en contra del cambio climático es un claro ejemplo de la acción concertada por numerosas organizaciones y movimientos sociales que han contribuido decisivamente para que sea considerado como un tema global y para situarlo en un lugar relevante en la agenda política internacional.
  5. Tenemos que generar ideas y propuestas alternativas. En tiempos de la pos-verdad, en los que lo aparentemente importante es que las emociones afloren es más significativo que nunca proveer datos, información veraz, argumentos, razonamiento. Los lazos entre las organizaciones sociales jesuitas y las universidades podrían fortalecer este propósito.
  6. La incidencia pública ayuda a leer y entender la realidad a través del análisis, la investigación, los estudios y los informes, además del contacto directo de las personas con las que está conectada, y, en ese sentido, a que muchas organizaciones jesuitas mantengan la relevancia de ciertos asuntos.
  7. La incidencia pública es relevante para fortalecer el discurso y las narrativas de las organizaciones sociales en asuntos relacionados con el desarrollo, las causas, las conexiones y las propuestas de solución.

La incidencia pública requiere perseverancia —los cambios toman tiempo— porque en ocasiones hay reveses. Requiere incluso sobreponerse a la poca importancia que en la práctica le es dada a nuestras organizaciones. Aun así, con estas razones y muchas otras que pueden ser imaginadas, ¿puede alguien dudar que la incidencia pública sea una de las mejores cosas que pueden llevarse a cabo en favor de las personas marginadas?

Tomado y Adaptado de CPAL SJ

La Teología en Tiempos de Francisco

Seguimos compartiendo resonancias del Encuentro Iberoamericano de Teólogos, que se llevó a cabo el Boston. Esta vez, una entrevista al jesuita argentina Juan Carlos Scannone, uno de los organizadores.

Por Tierras de América

Balance del primer congreso con el teólogo Scannone

“Respondió a la expectativas que se tenían”, le aseguró a Tierras de América. “Aún más, las superó, sobre todo por el tono de calidez “latina”, amistad y cordialidad que lo caracterizó”.

En el documento conclusivo se destacó la “urgencia de colaborar con la pastoral y la teología del Papa Francisco”. ¿Qué significa concretamente? ¿Hay otras acciones que se deben emprender en esta dirección?

Estamos convencidos que la teología iberoamericana puede y debe acompañar teológicamente la pastoral y la teología del Papa Francisco, su intento de reforma de la Iglesia y de reformas en la Iglesia, y la misión humanizadora que el Papa está realizando de la actual globalización. En mi exposición señalé tres ámbitos prioritarios, intrínsecamente interconectados entre sí: la misericordia como esencia y sustancia del Evangelio, una “Iglesia pobre para los pobres” y el discernimiento eclesial.

Se habló de “periferias como lugares teológicos”. ¿Qué significa?

El Papa afirma que la realidad entera se ve mejor desde las periferias (geográficas, pastorales, existenciales…) que desde el centro. Creo que esto también vale para la teología. La teología debe adoptar esa perspectiva, colocarse dentro de la opción preferencial evangélica por los pobres, los excluidos, las víctimas históricas, reproduciendo la mirada misericordiosa de Jesús.

Boston y Estados Unidos no son precisamente una “periferia”…

Lo importante es que, desde Estados Unidos y desde Boston, el Boston College como Universidad jesuita se ha acercado a las periferias para ofrecerles su servicio y, por eso, convocó a ese grupo de teólogas y teólogos que viven en las periferias y tratan de plantear la teología desde ellas, acompañando así la labor evangelizadora del Papa Francisco. Por eso no es de extrañar que, inmediatamente después del encuentro e incluso con muchos de sus participantes, el mismo Boston College haya congregado a los movimientos populares de Boston -principalmente formados por migrantes hispanos, no pocos de ellos indocumentados-, a fin de ofrecerles su servicio como Universidad católica.

Los “teólogos hemos de oler a pueblo y calle”. ¿Los que se reunieron en Boston son así?

Si no tenemos “olor a pueblo y calle”, deseamos tenerlo. Sentimos que es muy importante la cercanía con el pueblo fiel en nuestros respectivos lugares, en especial, con el pueblo pobre y excluido de América Latina y el Caribe, así como de los hispanos de Estados Unidos.

Hablaron de “migrantes como un gran sueño de nuestro tiempo”. En un momento y en un lugar en que se están implementando políticas restrictivas contra los migrantes…

Precisamente cuando cunden políticas restrictivas con respecto a los refugiados y migrantes, la teología -con su reflexión, estudio y acción- ha de secundar la voz del Papa, que en eso es la voz del Evangelio, que habla en favor de los que quizás hoy son los más pobres y discriminados, una de las periferias más lacerantes. De alguna manera puede decirse que ellos vienen a “salvarnos” de la globalización de la indiferencia que lamentablemente vivimos y de la autorreferencialidad como Iglesia y como pueblos, en la que siempre podemos caer.

Fuente: Teología Hoy

UCA: hay 1,5 millones más de Pobres en Argentina

Mientras nos ocupamos y nos formamos sobre cómo poner la Fe al servicio de la Justicia, es importante mirar las condiciones de inclusión-exclusión social que vivimos en nuestros países.

El Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA) sostuvo este jueves que la tasa de pobreza en Argentina es del 32,9 por ciento, medida hasta setiembre del año pasado, y que tiene como principal afectado a «segmentos de clase media baja o sectores populares vinculados a la economía informal».

En tanto, advirtió que «la desigualdad persistente y la pobreza estructural son resultado de un modelo económico-productivo concentrado y desequilibrado con efectos de exclusión y desigualdad a nivel socio-laboral».

La medida es mayor que la registrada en abril de 2016, cuando la UCA había publicado que la pobreza era de 32,6%; un 1,4 millones de personas más que en 2015.

La cifra fue publicada en el informe, titulado «Pobreza y desigualdad por ingresos en la Argentina urbana 2010-2016», que fue presentado en conferencia de prensa en la sede de la universidad por el director de Investigación del Observatorio, Agustín Salvia.

«La tasa de pobreza ascendió de 29 por ciento a fines de 2015 a 32,9 en el tercer trimestre de 2016, lo cual significaría un aumento de 1,5 millones de nuevos pobres (cerca de 13 millones de personas por debajo de la línea de pobreza). Estos niveles serían los más altos de los registrados desde 2010 a la fecha», precisa el informe conocido este mediodía.

Indigencia

En tanto, ubica la indigencia en el 6,9 por ciento y aclara que estos porcentajes son «significativamente superiores» entre la población en hogares perceptores de programas de transferencias por fuera del sistema contributivo».

Según el Barómetro, «durante el último año, las medidas de ajuste económico, el contexto internacional adverso, la política anti-inflacionaria y la rezagada inversión privada y pública habrían agravado el escenario de crisis, más recesivo y adverso en materia de empleo y poder adquisitivo para amplios sectores sociales».

Baja inflacionaria

En tanto, el Barómetro destaca que «si bien en el segundo semestre se registró una baja notoria en el ritmo inflacionario y, al final del mismo, habría tenido lugar una efectiva recuperación del empleo, hacia el tercer trimestre del año no se evidenciaban cambios significativos en el nivel de actividad ni en la demanda laboral».

Remarca además que esta situación «fue amortiguada, tanto en el segundo como en el tercer trimestre, por actualizaciones establecidas por ley en los montos jubilatorios, pensiones y programas sociales, entre otras medidas compensatorias».

Fuente: lavozonline 

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La Dimensión Comunitaria y Ascética del Compromiso Ecológico Cristiano

¿Qué sentido tiene que las religiones entren en el debate acerca de problemáticas relacionadas con la sostenibilidad? ¿Qué contribución pueden hacer?

Por Jaime Tatay Nieto, SJ – Extracto

La dimensión comunitaria

 En el caso de la Iglesia, la insistencia en la dimensión comunitaria es una de las contribuciones principales que realiza a este debate. Junto a las propuestas que buscan empoderar al consumidor, educar al ciudadano y transformar el orden político mediante el voto personal, no podemos obviar la dimensión comunitaria a la hora de articular respuestas operativas a los retos contemporáneos. Esto se debe a varias razones.

 En primer lugar, “no basta que cada uno sea mejor para resolver una situación tan compleja como la que afronta el mundo actual.” (Laudato si’ 219) El individuo moderno está desbordado por la complejidad y el número de decisiones que debe tomar y, por muy informado que esté, necesita apoyarse y sostener su compromiso en redes comunitarias.

 A esta razón, de orden práctico, se suma una segunda, de carácter espiritual: la convicción de conformar, junto al resto de formas de vida que habitan el planeta, una comunidad: “creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión.” (LS 89) La experiencia ser parte de una comunión cósmica no es patrimonio exclusivo de los místicos, sino invitación y tarea para todos. Es una actitud espiritual que se puede cultivar.

 En tercer lugar, la centralidad de la dimensión comunitaria de la sostenibilidad resuena también con la tradición del bien común. Se trata de una visión económica y socio-política de carácter comunitarita que, a la luz del desgobierno y de la acelerada degradación de los “bienes comunes globales” (LS 174), resulta relevante.

La dimensión ascética

Pero la espiritualidad cristiana realiza también una contribución que otros actores no son capaces de proponer. Se trata de las prácticas ascéticas que articulan la praxis histórica de la Iglesia; prácticas – como el ayuno, la abstinencia o la limosna – orientadas a purificar la relación con Dios y con el prójimo. En ellas, la sobriedad, el desprendimiento y la simplicidad articulan una vida espiritual integrada. Estas prácticas adquieren un nuevo sentido en el contexto de un planeta sobre-explotado, con recursos finitos y con una gran desigualdad socio-económica.

La pulsión consumista de las sociedades más opulentas no solo contrasta escandalosamente con la pobreza persistente de una parte significativa de la humanidad, es también el principal vector cultural de degradación ambiental: “tenemos un supe desarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora.” (LS 109)

 Frente a esta situación, la Iglesia dispone de recursos espirituales que resuenan con una tradición que valora la sencillez y la solidaridad. La necesaria transformación sociopolítica y la imprescindible acción comunitaria, en el caso de la ecología, deben unirse a una espiritualidad de la ascesis y de la simplicidad voluntaria. Esta unión otorga una profundidad religiosa a la búsqueda de la sostenibilidad: “la pobreza y la austeridad de San Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio.” (LS 11)

 Con Laudato si, Francisco ha entrado en un ámbito relativamente nuevo para el pensamiento social católico – el de la sostenibilidad – entablando un diálogo fecundo con la sociedad civil, la comunidad científica y el mundo empresarial. Un diálogo, de carácter ecuménico e interconfesional, en el que la contribución religiosa está siendo recibida con sorprendente interés.

Fuente: Ecojesuit

“Que Nuestro Trabajo se Enfoque en la Inclusión”

Reflexiones previas a ImPACtando: El año 2017 es importante para la Conferencia de Provinciales de América Latina y El Caribe (CPAL). Durante el mes de marzo se realizará el encuentro “Impactando”, que tiene como característica principal la revisión del Proyecto Apostólico Común (PAC) y reforzar sus principales prioridades.

 El tema de inclusión es vital para la CPAL; tomando en cuenta que América Latina es uno de los continentes con más problemas de exclusión y desigualdad. Es por esto, que la primera prioridad de la Compañía de Jesús en América Latina y El Caribe es: atender preferencialmente a migrantes, indígenas, víctimas de violencia y otras poblaciones vulnerables, mediante la presencia cercana, la reflexión y la incidencia; tal como lo señala el PAC.

 “Es un reto para nosotros transformar las fronteras de puntos de desencuentro y división, a espacios de encuentro, sobre todo las fronteras de mayor problema”, manifiesta el P. Jorge Cela, S.J, presidente de la CPAL. “En América Latina uno de los grandes desafíos es la exclusión; por la desigualdad que existe”.

 La labor de los Jesuitas en este continente se ha consolidado gracias al apoyo de los colaboradores. Poco a poco la dinámica y participación laical se ha incrementado proyectando así, la espiritualidad ignaciana.

 “Nosotros podemos decir que estamos en buen camino. Es una Conferencia bastante organizada, con un proyecto apostólico bien definido; abarcante y eficaz. Pero esto no nos puede dejar satisfechos, porque los retos son muy grandes”, reseña el P. Cela. “Hemos logrado entusiasmar mucha gente con nuestra misión”.

 Asegura también que las redes que conforman la Compañía de Jesús en América Latina y El Caribe cada vez son más fuertes y proponen más. La conexión entre los pueblos se ha reforzado, rompiendo viejos esquemas de países y fronteras; con una positiva cercanía con los más pobres.

 “El PAC nos ha dado un camino por el cual intervenir que nos enlaza y conecta. Desde una visión más universal, viendo los retos. Para responder cada día con mejor coordinación”, puntualiza.

 Fuente: impactandosj.org