Colaboración en el Corazón de la Misión

La Compañía de Jesús apuesta a formar y trabajar cada vez más a la par de sus colaboradores. Por eso, la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) ha publicado, entre otros, un documento en el que define el sentido y los modos en que la Colaboración puede llevarse adelante.

Transcribimos aquí los tres primero párrafos introductorios y compartimos el link al documento completo: 

  1. Las líneas que se ofrecen a continuación, buscan clarificar el sentido y los modos de la Colaboración, en la construcción de un mundo mejor para todos/as. Son el fruto de la reflexión compartida por un grupo de laicos/as y jesuitas en los Encuentros del Sector “Colaboración” de la Conferencia de Provinciales de América Latina – CPAL1 , y recoge los aportes de las distintas Provincias, como expresión de un proceso rico y complejo que no puede reducirse a un solo punto de vista y que sigue en construcción.
  2.  La “Colaboración” es un término que se entiende de forma diferente en distintos contextos de la Compañía de Jesús: a veces se refiere al trabajo de compañeros/as, de sujetos apostólicos, de personas corresponsables en la misión, de colegas, colaboradores o socios en una obra particular. El rasgo común de estas expresiones es el sentirnos asociados apostólicamente “con” otros, “para” realizar una misión común. Utilizamos la palabra «colaboración», siguiendo el decreto 6 de la Congregación General 35ª.
  3. Este documento se ha escrito para personas vinculadas en distintos grados con la Compañía de Jesús, sus comunidades, obras y proyectos apostólicos; también quiere llegar a simpatizantes de la espiritualidad ignaciana, lo mismo que a hombres y mujeres de buena voluntad que, inspirados por el carisma ignaciano, han unido sus esfuerzos a proyectos a lo largo y ancho de nuestro continente.

Fuente: CPAL SJ

Antonio Spadaro SJ: «En Torno al Papa, Estuvo Toda la Nación Egipcia»

Antonio Spadaro SJ es uno de los jesuitas más cercanos al Papa y uno de los que lo acompaña en todos sus viajes. En esta entrevista relata cómo ha sido la acogida del Pontífice en su último viaje a Egipto de parte de las autoridades gubernamentales, eclesiásticas y del pueblo en general.

Padre Spadaro, ¿cómo ha ido la visita papal a Egipto?

El viaje del Papa a Egipto ha sido muy intenso y bien organizado. El Papa fue invitado por el presidente, por los obispos católicos, por el Patriarca copto y por el Imán. Eso significa que, en torno al Papa, estuvo toda la nación. Es, pues, un viaje que apunta a la unidad del país. Todo fue sobre ruedas, con una acogida muy cálida.

¿Ha temido en algún momento por la seguridad del Papa?

Fue un viaje complejo, en el que, evidentemente, han estado presentes las situaciones de tensión, los atentados, recientes y pasados, contra los coptos. Ayer visitamos el templo de los mártires en la catedral de San Pedro de nuestros hermanos coptos y vimos la sangre y en las columnas las huellas de las explosiones. Hemos visto una comunidad mártir que, precisamente por eso, vive su fe con fuerza.

Por lo tanto, los riesgos existieron, pero se superaron y el viaje fue mucho más allá de los problemas de seguridad.

¿Qué frutos espera de esta visita?

Hay muchos frutos. Evidentemente fue muy importante el encuentro con el patriarca copto y su dimensión ecuménica. Ecuménica, pero que no nace de un discurso teológico abstracto, sino de la urgencia de la unidad y la concreción de hacer frente juntos a los grandes retos actuales.

¿Cuál ha sido, a su juicio, el gesto principal?

Hubo muchos gestos: el intercambio de pectorales, el abrazo con el Imán. Pero no se trata de gestos aislados, sino gestos que se enmarcan en un contexto y, desde él, hablan por sí solos.

Fuente: Periodista Digital

Avances y Desafíos del Proyecto Panamazónico de la CPAL

Entrevista al Padre Alfredo Ferro SJ, Delegado del Proyecto Panamazónico, en la que habla desafíos y logros del trabajo en esta área que ha sido tomada como territorio prioritario de la CPAL desde hace tres años.

¿Cuáles son los aportes más importantes del Plan Apostólico Común (PAC) al Proyecto Panamazónico?

El Proyecto Panamazónico es un proyecto nuevo en la Compañía de Jesús, es un proyecto que es de la CPAL propiamente. Nosotros somos una comunidad interprovincial internacional conformada por varios jesuitas de diferentes países, eso incluye una novedad en el proyecto y es que rompe fronteras.

Responde a una prioridad de la CPAL en un proyecto concreto. Nosotros tenemos la tendencia y la dificultad al mismo tiempo de definir y formular prioridades, pero si la prioridad no se concretiza en algo como es el caso de: Amazonia, Haití y Cuba, pues realmente no es prioridad.

El paso que hemos dado a crear un proyecto que concretice la prioridad es muy importante.

El aporte del Proyecto Panamazónico al PAC es que estamos en una zona de frontera y no solo física, sino en los términos de desafíos que tenemos. Estamos en la frontera de los excluidos, con los pueblos indígenas y ribereños. No somos una obra más, somos más bien un ente articulador, dinamizador. Somos un ente que empieza a crear relaciones y búsqueda, articulaciones con las diferentes redes que tiene la CPAL. Allí hay una novedad. En el papel, la identidad y la Misión de ejercer el Proyecto Panamazónico como tal.

¿Cuáles son los principales desafíos de la Compañía de Jesús en el territorio Amazónico?

En primer lugar, somos alrededor de 75 jesuitas en la Amazonia que provenimos de 9 países, en los cuales no existe presencia de la Compañía de Jesús en aquellas zonas por donde se extiende la Amazonia: Surinam, Guyana Francesa, Ecuador, Colombia y Venezuela. No tenemos propiamente comunidades jesuitas u obras de la Compañía directamente en la Amazonía de esos países.

En cambio, si nos referimos a obras o redes de la Compañía allí presentes la historia cambia. En el caso de Ecuador, Fe y Alegría cuenta con la presencia de una escuela grande cerca de ciudad del Coca y en Venezuela cuenta con 45 centros de Fe y Alegría en la Amazonía. En donde realmente no tenemos nada es Colombia, Suriman y Guyana Francensa. Del resto, hay presencia pero es dispersa y frágil, pero todavía no configura como un proyecto, una visión o propuesta de manera más articulada.

Uno de los desafíos grandes, es la articulación de esas presencias, el poder integrar, el poder potencializarlas e ir construyendo formas de vinculación y articulación en torno a otros proyectos u otras propuestas como por ejemplo la Red Eclesial PanAmazónica (REPAM) que nació en la misma época que el Proyecto Panamazónico.

Otro desafío es responder a esa realidad desde los focos que tenemos en los pueblos indígenas, en la parte de sostenibilidad socio ambiental fundamentalmente. También aquí tenemos desafíos de articulación con otros actores locales, no solo eclesiales para ir incidiendo en acciones específicas para ir respondiendo a los desafíos de la Amazonia. Es ir identificándonos con los desafíos de la Amazonia, frente a las amenazas que tiene el territorio y al mismo tiempo responder cómo vamos a ir respondiendo a esos desafíos que tenemos como Compañía de Jesús.

¿Qué desarrollo y logros ha conseguido el Proyecto Panamazónico?

Lo primero es haberlo concretizado, es decir nos enfocamos en un proyecto, en formar una comunidad, en hacer una inserción en la Amazonia, en ir a un lugar estratégico como lo es la Triple Frontera; que es donde estamos actualmente. Es por eso, que yo creo que de inicio ya es un logro importante, el poder ubicarnos y formular un proyecto.

Nos ayudó muchísimo el encuentro que hicimos en noviembre del 2014, en donde invitamos a 60 personas para que pensáramos juntos cual sería la Misión del Proyecto Panamazónico. De hecho, no lo inventamos nosotros, hicimos esa consulta importante porque nos dieron las pistas y los elementos fundamentales para ir construyendo la propuesta. Esto es un resultado concreto, se definieron los focos centrales del proyecto, se definió los campos de acción y cuál sería el plus de la Compañía. A partir de eso comenzamos a trabajar. Otra cosa, es que a medida que hemos ido formulando y ajustado el proyecto, nos hemos sentido más cómodos.

Ahora somos referentes para muchas congregaciones religiosas que quieren ir a las fronteras y que quieren estar allá.

Un gran logro es haber podido dialogar con las redes, con Fe y Alegría, con las universidades, con los colegios y empezar a construir con esas redes un proyecto específico al servicio de la Amazonia, por ejemplo poder integrar los 144 centros que tiene Fe y Alegría en la Amazonia, más el trabajo de las universidades y los colegios con sus campañas de sensibilización. En poco tiempo (3 años) es un proyecto esperanzador que despierta la atención y que impacta. Ahora a la Amazonia van novicios, filósofos, teólogos y sacerdotes, esto está cambiado poco a poco dentro de la Compañía con una mirada de algún día ir o colaborar en este proyecto.

¿Cómo se responder al desafío de la colaboración en la Amazonía?

A mí me choca decir que nosotros somos jesuitas y ellos colaboradores. Todos somos colaboradores de la Misión, yo soy colaborador, tu eres colaboradora, somos todos colaboradores de la Misión. Otra cosa es que el papel del jesuita sea diferente, al del laico o la laica, eso es otra cosa. El que trabaja, el que está contratado, el que es voluntario, cada uno tiene su propia Misión, pero creo que desde esa mirada que todos somos colaboradores, es una Misión más concreta. Por ejemplo, ya tenemos una primera voluntaria en la Amazonia, una ecuatoriana de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) que nos está acompañando. Esto significa que estamos comenzando a construir espacios con otros y con otras y entre nosotros los jesuitas. Es articularnos para tener acciones conjuntas. Todo es fundamental para la colaboración.

Por último, ¿qué desafíos tiene el Proyecto Panamazónico?

La proyección que pueda tener el proyecto. Lo primero, es que el proyecto tenga una cierta visibilidad. Ya nosotros hemos comenzado con una estrategia de comunicación que es elaborar todos los meses desde que comenzó el proyecto una carta informativa que se llama Carta Panamazónica, y ya llevamos 35 números. Allí se ve el desarrollo del proyecto, con fotografías y algunos textos de lo que se va desarrollando. Por eso un gran desafío es eso, posicionar el proyecto, decirle a la Compañía de Jesús y a muchas personas cercanas a nosotros: Aquí hay un proyecto, aquí hay un espacio. Queremos que se solidaricen con nosotros, que conozcan y que de alguna manera se vinculen a esta prospectiva.

Lo segundo, es que los Provinciales se toquen un poco para apoyar más el proyecto. Ha habido apoyo, el Ex Presidente de la CPAL Jorge Cela, quien acaba de terminar su mandato fue muy importante para el proyecto, porque siempre estuvo convencido del mismo, animó el proyecto, nos acompañó y buscó recursos para nosotros.

Siento que los Provinciales necesitan más una toma de conciencia sobre la importancia de éste en dos tipos de apoyo: Primero, enviar jesuitas y destinar gente y segundo hay que aportar recursos. De las Provincias no ha habido recursos significados para apoyar el proyecto y creo que hay que hacerlo. Ellos deben sentirse más involucrados, yo he estado en las reuniones de los Provinciales animándolos, dando a conocer el proyecto, explicando todo para que se anime.

Fuente: CPAL SJ 

La Salida Democrática

El jesuita Luis Ugalde SJ analiza la convulsa situación actual de Venezuela y llama a tender puentes para hacer viable una salida pacífica y en beneficio de la mayoría de la población.

Por: Luis Ugalde, S.J.

“Ya es hora de hablar claramente y sin eufemismos de la salida democrática y de dar sin complejos pasos audaces, que no nos devuelvan a la nación enferma de 1992, sino a la producción creativa de una Venezuela con futuro y esperanza para todos.

Está claro que la propuesta de justicia y felicidad del actual régimen ha fracasado irremediablemente y no tiene futuro. Lógicamente los maduristas no lo confiesan públicamente, pero están convencidos y lo sufren. Prolongar la agonía de este fracaso agrava la situación del gobierno, aumenta el dolor generalizado de los venezolanos y eleva el costo: Hoy las cosas están mucho peor que hace un año para todos los venezolanos, y para el gobierno, y dentro de un mes el sufrimiento será mayor.»

Los “revolucionarios” marxistas, aun en los casos en que llegan al poder por la vía electoral, se establecen para perpetuarse. No son “partidos burgueses” que aceptan la alternancia, la posibilidad de perder el gobierno y pasar a la oposición, recuperarse y volver. No así en la dictadura marxista.

Llegados a este punto lo más sensato es buscar la salida democrática excepcional con el menor costo posible para toda la población, para los que están en el poder y los demócratas opositores que deben gobernar mañana y guiar la reconstrucción de la vida democrática política, social, económica y moral en sana convivencia hacia la sociedad que deseamos y necesitamos. Es de vida o muerte. El costo humano y material de la reconstrucción será tanto mayor cuanto más se prolongue esta agonía.

Hace un tiempo el gobierno podía apelar – nacional e internacionalmente- a su legitimidad y la Fuerza Armada considerarse defensora de un gobierno democrático. Ahora los militares están obligados a defender a un gobierno dictatorial que anuló la AN resultante del voto soberano de los venezolanos, que viola la Constitución y somete al hambre, a la grave falta de medicinas, a la improductividad y a la cotidiana pérdida de valor de sus escasos ingresos. La mayoría ve que vivimos en el más corrupto reino de la ineficiencia, de la inseguridad y de la represión. Ya no es un gobierno civil con apoyo militar, sino un gobierno militar que reprime, cargando con todas las consecuencias de sus actuaciones delictivas. Por donde se mire nuestra tragedia nacional, hay que buscar un cambio democrático que es imposible sin una decisión predominante en la Fuerza Armada para el rescate de la democracia. No estamos ante elecciones normales en circunstancias normales. El gobierno no las permite, pues las sabe perdidas. Si las hubiere, el nuevo gobierno electo se enfrentaría a la inmediata necesidad de una “cirugía mayor”, para salvar a esta nación moribunda; lo que no podría hacer un gobierno electo en mayoría precaria y con fuerte oposición.

Una transición necesaria

Es imprescindible un gobierno de transición, de “salvación nacional” que abra un camino inequívocamente democrático y electoral con decisiones que requieren apoyo masivo y plural para relanzar la economía, sanear la inflada, corrupta e incapaz burocracia, recoger las armas de su actual posesión y uso malandrizado. Es indispensable el apoyo internacional rápido y efectivo. Sin todo esto, no hay salida democrática exitosa. Nada de esto será posible con generalitos miopes, pequeños y corruptos, regodeándose en el disfrute de su botín. Tampoco con políticos sin visión, buscadores narcisistas que sueñan con su foto con banda presidencial. El chavismo originario e idealista -del que algo queda-, debe salir al encuentro de los millones de venezolanos a quienes se les ha arrebatado la comida, la salud, la seguridad y, lo que es peor, la dignidad y la esperanza.

Es hora de tender puentes hacia aquellos con quienes ayer no queríamos hablar y de rechazar el falso y burlón discurso oficial dedicado a ocultar la realidad y la gravedad del enfermo. En las áreas fundamentales ya se sabe lo que hay que hacer, pero es imposible sin unión y sin encuentro con el otro, sin verdadera negociación de propuestas y decisiones concretas. Incluso con ese gobierno de transición, antes de la no lejana elección, hay que sanear y legitimar el CNE y el TSJ, hoy sumisas sirvientes del dictatorial Poder Ejecutivo.

Ya es hora de hablar claramente y sin eufemismos de la salida democrática y de dar sin complejos pasos audaces, que no nos devuelvan a la nación enferma de 1992, sino a la producción creativa de una Venezuela con futuro y esperanza para todos. Estamos en una hora dramática que exige y busca en millones de la sociedad civil, en la Fuerza Armada, en el régimen y en la oposición, decididos y capaces demócratas. Hay una base constitucional firme y plural producto de la última masiva manifestación electoral democrática (6D 2015) que es la Asamblea Nacional. Aunque violada por la dictadura, tiene plena legitimidad de origen, y va al encuentro con el país entero con su nueva legitimidad de ejercicio y de conducción política en situación de emergencia excepcional. Así hemos visto a la dirigencia política en estos días; la misma que meses antes fue repudiada por su falta de unidad y de conducción responsable. Es la hora de quienes pueden tender puentes para salir de la actual agonía dictatorial y conducir a la población a un NUEVO GOBIERNO centrado en la reconstrucción democrática.

Fuente: CPAL Social

Madre Catalina Rodríguez a un paso de ser proclamada beata

Fue la fundadora de las Esclavas del Corazón de Jesús, una congregación que se identifica con la espiritualidad ignaciana. Madre Catalina colaboró con los ejercicios espirituales siendo religiosa y laica.

La venerable Madre Catalina de María Rodríguez, fundadora de las Esclavas del Corazón de Jesús (Esclavas Argentinas) y colaboradora en la tarea evangelizadora que desplegó en las sierras de Córdoba el Santo Cura Brochero, quedó a un paso de ser proclamada beata.

El plenario de obispos y cardenales aprobó recientemente el milagro efectuado por intercesión de la religiosa, por lo que resta que el papa Francisco firme el decreto correspondiente y fije la fecha de la beatificación.

El proceso de beatificación atravesó los pasos que determina la Congregación para las Causas de los Santos. En 1998 fue declarada venerable y desde 2013 se propuso una gracia como posible milagro para la beatificación. Dicha gracia obtuvo la aprobación de los médicos en julio de 2016 y en enero de 2017 fueron los teólogos quienes se sumaron a la determinación de que la misma fue por mediación de la Madre Catalina.

Esposa, viuda y luego se vistió con el hábito

Josefa Saturnina Rodríguez -luego Madre Catalina de María- nació en Córdoba el 27 de noviembre de 1823. Cuando tenía tres años perdió a su madre y a los 9 a su padre. Estos hechos fueron determinantes en su vida, ya que su educación quedó a cargo de sus tías Luisa e Ignacia Orduña, de profunda fe religiosa.

Su vocación despertó alrededor de 1840. Pero no pudo cumplirla porque en la Argentina y sus alrededores sólo había conventos de clausura, y no existía en ese momento la opción de vida religiosa apostólica para las mujeres. Se dedica entonces a promover y sostener la obra de los Ejercicios Espirituales, y a los 29 años contrae matrimonio con el coronel Manuel Antonio de Zavalía, viudo, padre de dos niños. En los trece años que duró su matrimonio fue modelo de esposa y madre. Así, cuando en 1865 murió su esposo, quedó libre para concretar su primera vocación, que se despertó con mayor vehemencia.

Pero para llegar a este sueño dorado, pasaron siete largos años llenos de obstáculos y luchas que impedían su realización. Finalmente el 29 de septiembre de 1872 fundó en Córdoba el instituto de las Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús (Esclavas Argentinas), dedicado a la educación y promoción de la mujer y atención de casas de ejercicios espirituales.

La Madre Catalina fue una mujer cordobesa de su tiempo que buscó vivir la plenitud del amor a Dios y al prójimo como laica, como madre y como religiosa.

En 1877, invitada por el San José Gabriel Brochero, el “Cura Brochero”,  se instaló en Villa del Tránsito (Córdoba), y ambos tuvieron una fecunda misión en la Iglesia de fines del siglo XIX, sobre todo en la evangelización de las sierras cordobesas y la difusión de los ejercicios espirituales.

La religiosa murió el 5 de abril de 1896, y fue declarada venerable el 17 de diciembre de 1997 por el papa Juan Pablo II.

Fuente: AICA

A. Sosa SJ, La Reconciliación Según los Jesuitas

Un texto que reflexiona sobre la reconciliación a la luz de la experiencia, oración y reflexión conjunta que se llevó adelante en la Congregación General 36, que se celebró en octubre del año pasado.

En misión con Cristo el Reconciliador

Como preparación para la Congregación General 36, el P. Adolfo Nicolás invitó a la Compañía a iniciar un proceso de búsqueda para escuchar “la llamada del Rey Eterno, y discernir las tres llamadas más importantes que el Señor dirige hoy a toda la Compañía”. Nuestras Provincias y Regiones respondieron a esta invitación a través de sus Congregaciones Provinciales y Regionales. Con frecuencia y con fuerza fue emergiendo la llamada a participar en la obra de reconciliación que Dios está realizando en nuestro mundo herido. Lo que la CG 35 había localizado como las tres dimensiones de esta labor de reconciliación, es decir, la reconciliación con Dios, la de unos con otros y la de los seres humanos con la creación, ha adquirido nueva urgencia.

Esta reconciliación es siempre obra de la justicia; una justicia discernida y formulada por las comunidades y contextos locales. En el centro de la obra de la reconciliación de Dios se encuentra la cruz de Cristo y también nuestra participación en ella. Esta misión puede conducir al conflicto y a la muerte, como lo hemos testimoniado en la vida de muchos de nuestros hermanos. Aunque hablamos de tres formas de reconciliación, en realidad, las tres son una única acción de Dios, interrelacionada e inseparable.

1ª Llamada: la Reconciliación con Dios

Al acogerla, la reconciliación con Dios nos enraíza en la gratitud y nos abre a la alegría. El Papa Francisco escribe, “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. (…) Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. Anunciar y compartir el Evangelio sigue siendo para la Compañía la razón de su existencia y su misión: que Jesucristo sea conocido, que sea correspondido en su amor, y que el amor de Cristo sea fuente de vida para todos. Él sigue siendo la fuente de gozo y esperanza que ofrecemos a los demás. Por eso la Compañía debe responder de manera más decisiva a la llamada de la Iglesia a una nueva evangelización, poniendo un énfasis especial en el servicio a y con los jóvenes y las familias.

Una contribución especial que los jesuitas y la familia ignaciana ofrecen a la Iglesia y a su misión de evangelización es la espiritualidad ignaciana, que facilita la experiencia de Dios y en consecuencia puede ayudar considerablemente en los procesos de conversión personal y comunitaria. El Papa Francisco afirma una y otra vez que el discernimiento debe desempeñar un papel muy especial en la familia, entre los jóvenes, en la promoción vocacional y en la formación del clero. La vida cristiana se hace cada vez más personal a través del discernimiento.

La proclamación del Evangelio se hace en contextos muy diferentes: a) en muchas culturas la secularización es un desafío de primer orden que exige creatividad, especialmente para atraer e iniciar a las generaciones jóvenes en la fe cristiana; b) en un mundo cada vez más plural, el diálogo interreligioso, en sus múltiples formas, sigue siendo una necesidad, no siempre fácil y con el riesgo de incomprensiones; c) en muchas partes del mundo la Compañía es llamada a responder al reto de fieles que abandonan la Iglesia en búsqueda de sentido para sus vidas y de espiritualidad; d) con el fin de ayudar a muchos a profundizar en su comprensión del Evangelio en los diferentes contextos culturales, con sus problemas y sus esperanzas, los jesuitas debemos seguir dando importancia a los estudios teológicos y escriturísticos; estos estudios deben asumir el acompañamiento de los pueblos, desde lo más profundo de sus tradiciones espirituales.

2ª Llamada: la Reconciliación de la humanidad

A lo largo de nuestra preparación para esta Congregación, como cuerpo universal con una misión universal, hemos escuchado relatos sobre las escandalosas formas de sufrimiento e injusticia que padecen millones de hermanos y hermanas nuestros. Al reflexionar sobre todo ello escuchamos a Cristo que nos convoca de nuevo a realizar un servicio de justicia y de paz, sirviendo a los pobres y excluidos, y ayudando a construir la paz. Desde muchas Provincias y Regiones, entre las diversas formas de sufrimiento, tres aparecen con mayor consistencia:

Los desplazamientos de población (refugiados, migrantes y desplazados internos). Ante las actitudes de hostilidad hacia estas personas, nuestra fe invita a la Compañía a promover dondequiera que sea, una más generosa cultura de la hospitalidad. La Congregación reconoce la necesidad de promover una articulación internacional de nuestro servicio a los migrantes y refugiados, encontrando formas de colaboración con el SJR.

Las injusticias y desigualdades que viven los pueblos marginados: Junto a un enorme crecimiento de la riqueza y el poder en el mundo, se da un enorme y continuo crecimiento de la desigualdad. Los modelos de desarrollo dominantes hoy día dejan a millones de personas, especialmente a jóvenes y a personas vulnerables, sin oportunidades para integrarse en la sociedad. Los pueblos y las comunidades indígenas, como son los dalits y los tribales de Asia Meridional, representan un caso paradigmático de este tipo de grupos. En muchas partes del mundo son las mujeres las que viven esta injusticia de modo particular. Estamos llamados a apoyar a estas comunidades en sus luchas, reconociendo que tenemos mucho que aprender de sus valores y su valentía. La defensa y promoción de los derechos humanos y de una ecología integral constituyen un horizonte ético que compartimos con muchas personas de buena voluntad, que buscan también responder a esta llamada.

El fundamentalismo, la intolerancia y los conflictos étnico-religioso-políticos, son fuente de violencia: En muchas sociedades se da un creciente nivel de conflicto y polarización, que frecuentemente origina una violencia que resulta tanto más escandolosa, en cuanto encuentra justificación en convicciones religiosas deformadas. En estas situaciones, los jesuitas, junto con todos aquellos que buscan el bien común, están llamados a contribuir, desde su tradición religioso-espiritual, a la construcción de la paz a nivel local y global.

3ª Llamada: la Reconciliación con la creación

El Papa Francisco ha subrayado la conexión fundamental que existe entre la crisis ambiental y la crisis social que vivimos actualmente. La pobreza, la exclusión social y la marginación tienen conexión con la degradación del ambiente. No se trata de crisis independientes sino de una única crisis que es síntoma de algo mucho más profundo: el modo equivocado como están organizadas nuestras sociedades y nuestras economías. El sistema económico actual, con su enfoque depredador descarta tanto los recursos naturales como las personas. Por esta razón el Papa Francisco insiste en que la única solución adecuada es una solución radical. La orientación del desarrollo debe ser cambiada para que éste sea sostenible. Los jesuitas estamos llamados a prestar ayuda en la sanación de un mundo herido, promoviendo una nueva forma de producción y de consumo que coloque la creación en el centro.

El desafío polifacético de ocuparse de nuestro hogar común, exige de la Compañía una respuesta también polifacética. Comencemos por cambiar nuestro estilo de vida personal y comunitario, adoptando un proceder que sea coherente con nuestro deseo de reconciliación con la creación. Tenemos que acompañar y permanecer cercanos a los más vulnerables. Nuestros teólogos, filósofos y otros intelectuales y expertos deben contribuir a hacer un análisis riguroso de las raíces y soluciones de la crisis. El compromiso de la Compañía con regiones como la Amazonía y la Cuenca del Congo, esenciales reservas ambientales para el futuro de la humanidad, debe ser apoyado. Hemos de gestionar nuestras inversiones económicas de modo responsable. Y no podemos olvidar celebrar la creación, dando gracias por “tanto bien recibido”.

Fuente: Entre Paréntesis

¿Abolimos ya el 1º de Mayo?

¿Hay motivos para seguir celebrando el 1° de mayo o es sólo una fecha conmemorativa cuyo sentido de fondo se ha perdido o tornado anacrónico? Una reflexión para abrir esta pregunta.

Por Juan Fernández de la Cueva

Me dice mi sobrino que ya no existen razones para celebrar hoy el 1º de Mayo reivindicativo. Eso era cuando el proletariado vivía y trabajaba hace cien años en condiciones infrahumanas. Además los sindicatos sobran.

¿Cuánto de verdad hay en esta opinión? ¿Debemos abolir el 1º de Mayo? Démosle una vuelta a estos interrogantes.

La situación de los trabajadores es una tragedia. El CIS sigue manteniendo el paro en España como la primera preocupación ciudadana y la precariedad es la ley general en el mercado de trabajo hoy. Ya 20 de cada 100 asalariados tienen contrato temporal y en el caso de los jóvenes llegan al 50%. Para más inri, mucha de esta ocupación temporal tiene un carácter estacional. Hay trabajadores que pasan por 14 empleos de forma intermitente en un año, la mayoría sin contrato y derechos sociales.

Todo esto ha provocado una notable brecha salarial entre los que llevan tiempo trabajando en un mismo puesto y los jóvenes recién incorporados con las nuevas condiciones de contratación, cosa que se ha asumido como normal e irreversible. ¿Cultura de la indiferencia?

Más grave todavía es la situación de los mayores de 50 años, quienes a menudo acaban en el paro al ser sustituidos por personas con condiciones y niveles salariales inferiores. Cada vez aumenta el colectivo de los llamados “trabajadores pobres”. Hoy en día la ocupación ya no garantiza salir de la pobreza (mucho menos a las mujeres y los migrantes).

¿No habrá que mantener el 1º de Mayo hasta que estos sectores tan desfavorecidos consigan un trabajo decente por el que los mismos trabajadores salgan de la pobreza con su esfuerzo y su salario, sin que tengan que recibir una limosna de subvención?

Fuente: Entre Paréntesis

Los Diversos Rostros de la Pobreza

Reflexión de monseñor Jorge E. Lozano, arzobispo coadjutor de San Juan de Cuyo y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, frente a los datos que constatan una aumento en los porcentajes de la población que vive debajo de la línea de pobreza.

Cuando se dan a conocer los datos numéricos de la pobreza tenemos que cuidarnos de no quedarnos en cifras y porcentajes, sino de conocer las historias concretas de las familias, personas, comunidades. Algunas situaciones tienen un largo arrastre de décadas y generaciones de pobreza y exclusión.

Visitando familias en ranchos de adobe, techos de paja, pisos de tierra, sin acceso al agua, a la salud, la educación… conversando, me cuentan quienes allí habitan que son descendientes de varias generaciones en las mismas condiciones: papás y mamás que repiten situaciones de miseria desde sus abuelos y bisabuelos, o más. Por eso se habla de “pobreza estructural”, que está como arraigada e instalada.

No alcanza con llegar allí con un refuerzo económico. Es necesario un acompañamiento integral que ayude a cada miembro a avanzar un poco más en condiciones de vida digna.

Para poner sólo un ejemplo, 3 de cada 10 menores de 18 años comparten colchón para dormir, y no siempre del mismo sexo ni del mismo núcleo familiar. En muchas provincias, algunos duermen a la intemperie porque no hay lugar en el rancho, y no faltan los niños que, como abrigo, tienen un perro flaco.

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Algo semejante podemos ver en los bolsones de pobreza de los cordones urbanos de las ciudades más pobladas. Casillas de cartón, lona, plástico, chapa, madera…

Estas situaciones no se resuelven en una gestión de gobierno. Se necesitan políticas públicas sostenidas en el tiempo: vivienda, alimentación adecuada y equilibrada, educación, salud, familia, comunidad, trabajo…

¡Cuánto que hay por hacer! Si bien es responsabilidad del Estado en sus diversos niveles, no podemos dejar de asumir como comunidad el papel que nos corresponde. Por un lado el rol profético de señalar estas situaciones de injusticia y falta contra la dignidad humana. También nos urge asumir una actitud proactiva en la caridad y la promoción humana desde cada comunidad cristiana. La práctica de las obras de misericordia “posee un dinamismo inclusivo mediante el cual se extiende en todas las direcciones, sin límites. En este sentido, estamos llamados a darle un rostro nuevo a las obras de misericordia que conocemos de siempre. En efecto, la misericordia se excede; siempre va más allá, es fecunda. Es como la levadura que hace fermentar la masa (cf. Mt 13,33) y como un granito de mostaza que se convierte en un árbol” (cf. Lc 13,19), nos decía Francisco en la Carta Misericordia et misera (Mm19).

A su vez, tenemos que estar atentos a nuevos rostros de la pobreza. “El mundo sigue generando nuevas formas de pobreza espiritual y material que atentan contra la dignidad de las personas. Por este motivo, la Iglesia debe estar siempre atenta y dispuesta a descubrir nuevas obras de misericordia y realizarlas con generosidad y entusiasmo” (Mm 19). Pensemos por ejemplo en los desplazados y forzados a migrar por razones del hambre, la guerra, los desastres ambientales. Los perseguidos a causa de su fe o raza.

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Y bien cerca de nosotros, en tantos lugares del país, los adictos a los diversos tipos de drogas, las víctimas de la trata para la explotación laboral y sexual, la violencia en el hogar y la escuela, la discriminación a los migrantes.

El Papa no pide que estemos atentos y seamos solidarios. “Pensemos solamente en los niños y niñas que sufren violencias de todo tipo, violencias que les roban la alegría de la vida. Sus rostros tristes y desorientados están impresos en mi mente; piden que les ayudemos a liberarse de las esclavitudes del mundo contemporáneo” (Mm 19).

El tiempo de Cuaresma nos llama a dedicarnos más a la oración. Pidamos “que el Espíritu Santo nos ayude a estar siempre dispuestos a contribuir de manera concreta y desinteresada, para que la justicia y una vida digna no sean sólo palabras bonitas, sino que constituyan el compromiso concreto de todo el que quiere testimoniar la presencia del reino de Dios” (Mm 19)

Ante los nuevos datos que se conocieron del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), algunos me preguntaban si está en riesgo la paz social. Me acordaba de lo escrito por el Papa… “mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa (cf. Lc 16,19-21), no podrá haber justicia ni paz social”. (Mm 21). La paz ya está vulnerada.

En el mensaje para la Cuaresma Francisco nos enseña: “La palabra es un don. El otro es un don”. Abramos el corazón a la Palabra y a nuestros hermanos.

Fuente: AICA

Arturo Sosa: “El reto es juntar el progreso con mayor Justicia Social”

Entrevista al Superior General de los jesuitas, Arturo Sosa Sj, de origen venezolano (aunque actualmente viviendo en Roma) en ocasión de su visita a Latinoamérica donde estuvo participando del Encuentro ImPACtando, en Perú junto a más de 100 jesuitas, religiosas y colaboradores laicos del continente. En la misma, habla del llamado a trabajar por la reconciliación en realidades concretas de los países en donde está radicada la Compañía de Jesús.

Por María Elena Castillo

Usted dijo que el llamado de los jesuitas es buscar una reconciliación que permita vivir en sociedades justas y en respeto con la naturaleza. ¿Cómo lograrlo?

El anterior general preguntó a las provincias sobre el mayor desafío para la Compañía de Jesús. Y en todas apareció el tema de la reconciliación, porque detrás de eso está la realidad tan dura que vivimos en sociedades realmente heridas: en algunos casos en situación de guerra, en otros con discriminación de tipo racial o religiosa, en otros la desigualdad. América Latina sigue siendo el continente más desigual del mundo, y la mejora económica no garantiza el crecimiento ni la reducción de esa desigualdad.

¿Qué hacer frente a ello?

Somos un granito de arena pero queremos hacerlo desde lo que somos, hombres de fe, y desde allí queremos aportar a la reconciliación, que implica perdón, misericordia y justicia.

¿Borrón y cuenta nueva?

El perdón no está en contradicción con la justicia, que tampoco puede convertirse en venganza sino en una medicina. Si alguien mató a mi hijo, la justicia no es matar al hijo del otro, eso produce guerra, genera mayor violencia y dolor. Tenemos que superarlo mutuamente. Cuando ha habido abuso hay que reconocerlo y dar las acciones respectivas pero también dar el paso hacia la reconciliación. Hay que ver que la sanción ayude a que la sociedad mejore.

¿Cómo esperar la reconciliación con gobernantes como el presidente de Estados Unidos que quiere levantar muros?

La manera en que los gobernantes no hagan locuras es tener una sociedad bien organizada, que ejerce una presión sobre el Estado y hace que se ponga al servicio de la gente, cuando hay democracia real. Eso es lo que quisiéramos fortalecer. Y para poder hacerlo el pueblo necesita crecer políticamente, como sociedad organizada, que tiene como norte el bien común y no intereses particulares. Esa es la verdadera reconciliación.

Usted habla de una reconciliación con la naturaleza…

Todavía hay tanto que aprender en el tema de cómo nos reconciliamos con la naturaleza. Este modelo económico, social, político que prevalece en el mundo está acabando con la vida del planeta Tierra.

Y eso genera cambios climáticos con problemas de inundaciones como aquí en Perú.

Nos solidarizamos con las víctimas pero hay que ver también las causas. Lo que pasó aquí se puede repetir, como puede ocurrir en otra parte del mundo. Pero no debería pasar si se respetara la naturaleza. Ahí tenemos otra gran tarea de reconciliación y eso significa pensar en modos alternativos de producir y de consumir.

Usted es el primer latinoamericano elegido superior de los Jesuitas, al igual que el Papa Francisco. ¿Qué lectura le da?

Significa que la Iglesia Latinoamericana ha hecho un camino importante. El Papa Francisco y yo somos producto de una historia. No es un mérito personal sino de la Iglesia Latinoamericana que se tomó en serio el Concilio Vaticano II y empezó a reflexionar. Aprendimos a leer el Evangelio de otra manera. Hemos hecho un camino y es tan bien recibido porque refleja a una Iglesia que se preocupa por los demás, que está medio de la gente, que sabe hablar el lenguaje de la gente.

El Papa ha reivindicado la Teología de la Liberación…

Claro. Se etiquetó la Teología de la Liberación cuando la verdad fue una bocanada de aire fresco para la Iglesia. Es una manera de hacer teología desde la experiencia de fe compartida con la gente. La Iglesia Latinoamericana comenzó a reflexionar y eso ha sintonizado con otras partes del mundo.

Pero persiste un sector que considera “curas rojos o izquierdosos” a los que la siguen…

Esas son etiquetas que se han descolorido bastante. Lo que importa es el compromiso con la dignidad humana, la superación de la pobreza, la búsqueda de la justicia social. Lo que importa es ser coherente con lo que pide el Evangelio.

Algunos dicen que eso es hacer política…

El ser humano es un ser social y tiene que relacionarse para resolver los problemas comunes. Eso es la política, pero el tema es cómo se hace política. El Evangelio nos dice “el que quiera tener poder, póngase al servicio” y ha habido una tradición de la Iglesia a animar en la politización y a entrar en política, pero no a utilizar instrumentos de la política para beneficio personal.

Usted es venezolano. ¿Cómo llegar a esa reconciliación en su país, que está tan polarizado?

Allí hay varios elementos. Cuando nosotros, pero sobre todo los que tienen poder político o los que quieren tenerlo, pongan los ojos en las víctimas de la situación. Mientras tengan los ojos puestos en “a mí no me quitan de aquí” o “yo te quiero quitar de allí”, vamos a seguir en lo mismo. Ahora en Venezuela, como siempre los más pobres sufren más. Y eso nos va a obligar a dialogar, pues no hay solución posible mientras que no haya la posibilidad de un gobierno que tenga un programa consensuado y a largo plazo, mientras que Venezuela no supere el rentismo sobre el cual gira la vida económica y social, siempre tendremos conflictos.

Fuente: Portal La República

R. Jaramillo SJ, Arriesgarse a pensar otro modelo para América Latina

El actual presidente de la Conferencia de Provinciales para América Latina, Ricardo Jaramillo SJ habla en esta entrevista sobre los desafíos para el trabajo de la Compañía de Jesús en América Latina, enfocándose en aquellas obras dedicadas a trabajar en pos de la justicia social y con los sectores más vulnerables de la región.

Por Diana Tantaleán C.- Apostolado Social, Provincia del Perú

¿Qué trabajo ha ido realizando la CPAL en lo referente al Cambio Climático y la ecología en la región?

La CPAL tiene, como uno de sus desafíos, el aumentar la conciencia y la práctica amigable con el medioambiente. Pero no podemos hacerlo solos y, para ser sincero, creo que hemos hecho poco en ese sentido.

Una de las maneras en que lo hacemos es a través de la Asociación de Universidades confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL), que también realiza un trabajo de reflexión sobre los fenómenos del cambio climático y cómo enfrentarlo de manera local o regional. La AUSJAL tiene un “grupo de homólogos del medio ambiente”, del cual participa el Sector Social de la CPAL, trabajando en cómo hacer sus campus cada vez más amigables y educativos con el medio ambiente, de manera que los estudiantes puedan reproducir, en su acción profesional y en sus casas, lo que ven en la universidad.

También en los Centros Sociales jesuitas hay trabajos de promoción y cuidado con la tierra, de producción de alimentos y seguridad alimentaria, concretamente en el Programa Comparte, con 14 centros a nivel de Latinoamérica. Ellos trabajan con más de 200 asociaciones de productores en pequeñas parcelas y productores de las periferias urbanas, formando en la consciencia de que otras maneras de producir son posibles, siendo amigables con el ambiente y buscando insertarse de manera escalable en las economías locales, regionales o internacionales.

El equipo del Proyecto Pan Amazónico está, también, muy presente en la Red Eclesial Pan Amazónica (REPAM) que busca concientizar, no solo al interior de la Amazonía, sino de la Iglesia toda, sobre el cuidado de los ríos, de las etnias, de las culturas y de los recursos naturales que viven en ese macro sistema del cual, finalmente, dependemos todos nosotros.

¿Qué efectos ve en la Amazonía por este problema ecológico?

La Amazonía es un lugar paradójico, tiene recursos muy abundantes todavía, pero es muy frágil.

Las comunidades indígenas amazónicas son las más pobres y sufren las consecuencias de la codicia de las empresas, agroindustrias y de la economía de mercado, que la piensan como una gran alacena con mucha agua, madera, minerales, tierra, pero donde –dicen y sostienen ellos- “hay poca gente”. En el fondo, sí se ha entendido que la Amazonia es un bioma con características únicas, pero no les interesa aceptarlo ni mostrarlo de esa manera porque detrás de su percepción hay codicia de recursos naturales y de tierras.

La Amazonía nunca ha salido de los ciclos extractivos. En estos ciclos sucesivos los indígenas se fueron quedando sin tierras y sin espacios de caza ni de producción, muchas veces sin ciclos económicos que les permitan mantener su cultura viva. La más extrema manifestación de todo esto son las comunidades que han perdido su lengua, su religión y sus tradiciones; muchas de ellas, al ser urbanizadas, han tenido que reinventar su identidad política. Lo que no quiere decir que dejen de ser indígenas.

Todas las comunidades asentadas en la Amazonía viven en condiciones muy pobres: tienen mala alimentación, pocas expectativas de vida, bajísimos niveles de enseñanza, precaria atención en salud, malas y escasas vías y formas de comunicación, pobres niveles de participación política.

Otra de las preocupaciones de la Compañía de Jesús es la realidad migratoria y de refugiados que, en los últimos años, ha cobrado relevancia, ¿cómo es el trabajo de los jesuitas en América Latina en el tema de inmigrantes y refugiados?

Este es uno de los trabajos más importantes y se realiza a través de dos redes: el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), fundado por el padre Arrupe, y el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM).

El SJR tiene su base en Colombia, donde atiende a la población desplazada internamente y a quienes solicitan refugio en otros países. Durante muchos años ha sido un actor importante en los flujos producidos por el conflicto guerrillero y paramilitar en Colombia. En los últimos años, con el agravamiento de la situación en Venezuela y la crisis de su relación con Colombia, ha ido aumentando también el flujo de venezolanos refugiados en Colombia o colombianos deportados que requieren atención en su país después de pasar muchos años en Venezuela. También se atiende el flujo hacia los países del sur, pasando fundamentalmente a través de Ecuador.

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El SJM, por su parte, tuvo su inicio hace casi 20 años, trabajando especialmente con migrantes forzados. Este se estableció, fundamentalmente, en tres lugares, que corresponden a los flujos migratorios más grandes: el primero, y el más deshumano de todos, es Centroamérica-Norteamérica (CA-NA), que es el flujo de personas de Guatemala, El Salvador y Honduras, llamado Triángulo Central Centroamericano, hacia Estados Unidos; pero ahora, dada la situación en EEUU, también de personas que buscan mejores situaciones en Costa Rica y Panamá.

Otra de las zonas de trabajo del SJM es la triple frontera Perú-Bolivia-Chile; se trata del flujo principalmente de colombianos y bolivianos que buscan posibilidades de vivir en Chile, atravesando Ecuador y Perú. También se integra a esta zona el Centro Zanmi, en Belo Horizonte (Brasil) que trabaja con haitianos, senegaleses y bolivianos. Esta es una labor más aislada, pero pertenece a la región sur.

La tercera región del SJR es la Caribe, que atiende especialmente los flujos de la población haitiana hacia República Dominicana. Ambos países tienen una frontera definida, pero históricamente permeable; hay miles de haitianos maltratados en República Dominicana en condiciones de vida muy difíciles.

La RJM agrupa, pues, el SJR y los SJMs, y anima sus acciones manteniendo el contacto con los organismos de Iglesia que trabajan la problemática de las migraciones en el Continente, así como con ACNUR o la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que son organismos multilaterales.

En este trabajo participan, fundamentalmente, muchos laicos generosísimos; hombres y mujeres que dedican tiempo y esfuerzo para defender a los migrantes, hacer incidencia en los países y parlamentos, y en la atención directa en los albergues.

¿Qué opinión le merecen las políticas de desconfianza y barreras hacia los migrantes que se están dando en diversos países de AL?

Estoy absolutamente convencido de lo que dice el Papa: no hay que construir muros sino puentes. La actitud de construir muros, de separar e impedirle a la gente movilizarse, va contra los derechos humanos y es una política suicida, recordemos que es en la riqueza de la diversidad donde podemos crecer juntos. No hay nadie sensato que defienda la segregación o exclusión por razones de nacionalidad, lengua, costumbres o religión, no es ético ni moralmente justificable.

En estos últimos tiempos el problema del refugio, la migración y la deportación ha crecido y nos desafía cada vez más. Nos desafía a intentar respuestas en red, no solo de jesuitas sino red con otros, aprender y apoyar esfuerzos que hacen los gobiernos, las municipalidades y otras iglesias.

Todas estas medidas responden a un proteccionismo económico, el problema es cuando ese tipo de protección se convierte en agresión a los derechos humanos de los migrantes o de los refugiados.

Hay una urgencia en repensar el modelo económico de nuestros países, de hacer alianzas entre nosotros y ser menos dependientes de las grandes economías mundiales. (…)

Hay que arriesgarse a pensar un modelo económico para AL, no dar respuestas individuales que no permitan hacer bloque. Ese es el desafío: cómo pensar nuestras economías a partir de una posibilidad de no injerencia de los mercados del norte. Se debe dejar de pensar que “el sueño es vivir como en el extranjero”, con el modelo del consumismo, del neoliberalismo y la cultura del descarte. El sueño es comer bien, vivir bien, es poder producir y consumir aquí, es estimular mercados regionales y locales.

La economía de mercado que vivimos ha colocado un precio a todo lo que nos rodea, incluso a las personas, y en los últimos tiempos estamos viendo sus consecuencias con los escándalos de corrupción, ¿cree que esto se puede revertir?

Creo que el problema de la corrupción y los escándalos que han surgido, y que apenas está iniciando, solo puede encontrar solución si hay un pacto político y social, si hay un resurgir de los resortes más íntimos de la dignidad de las personas, de los pueblos, de las organizaciones, de las empresas y las familias.

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Mucha gente justifica la corrupción diciendo: “si todo el mundo recibe, ¿por qué yo no voy a recibir?” Ahí está el problema, en la conciencia personal, en la destrucción de la dignidad. Cuando los principios se venden, se desbarata la posibilidad de la armonía social y el respeto, la dignidad se va por el caño. La única salida de este espiral de degradación es recuperar la dignidad desde los valores más básicos del ser humano, la honestidad.

La corrupción es problema de fiscales, investigación y controles, pero es fundamentalmente un problema ético espiritual. Ahí la Iglesia toda, y los jesuitas desde el trabajo en red que hacemos, tenemos la responsabilidad de crear conciencia, de reforzar los resortes espirituales para que la gente diga “no”, que un hermano le pueda decir a su hermano “no”, que un hijo le pueda decir a su padre “no me vendo”, que un cura le pueda decir a su superior “no se hace”. No se trata de crear bandos, sino de rescatar a otros, desde la propia dignidad, para que sean dignos también.

Solo si se reconstruye el ser humano desde dentro, y esa persona es capaz de tomar opciones y decisiones éticamente responsables, donde la conciencia no se vende, será posible construir otra América, otros pueblos, otra Iglesia.

Fuente: CPAL SJ