El evangelio que nos propone la liturgia de este domingo es muy breve: apenas cuatro versículos del capítulo 10 del evangelio de San Juan. Es éste un largo capítulo en el que, en su primera parte, la más extensa, Jesús define su relación con los discípulos: “Yo soy el buen pastor” (v. 11) y en la segunda parte, más breve, define su relación con el Padre: “Yo y el Padre somos uno” (v. 30). En los versículos de hoy aparecen esos dos aspectos. Nos centramos en este comentario en un aspecto, en una afirmación concreta de la relación del Buen Pastor con sus discípulos: “Yo las conozco” (v. 27).
Jesús nos conoce. Y nos conoce a fondo. Me preguntaba preparando este comentario: ¿hay alguien que me conozca como Jesús me conoce? Es una pregunta que nos podemos hacer todos nosotros. Mi respuesta personal es que nadie me conoce con la profundidad y la verdad con que Él me conoce. En lo bueno y en lo menos bueno. Nadie como Él conoce todos los gestos de bondad, de entrega, de disponibilidad de que somos capaces, y que tantas veces quedan ocultos a miradas ajenas. Y nadie como Él conoce lo que nos duelen nuestros fallos de todo tipo y la impotencia que sentimos cuando queremos mejorar o cambiar y no podemos. Nadie como Él conoce las alegrías íntimas por sencillos gestos de amor y nadie como Él conoce el sufrimiento de fracasos, incomunicaciones, decepciones… especialmente en las relaciones humanas.
Pero quien más nos conoce es Aquel que más nos ama. El buen pastor que conoce a sus ovejas es el que no ha dudado en afirmar que “doy mi vida por las ovejas” (v. 15). Y esa doble afirmación nos abre a tres dimensiones de nuestra relación con Él:
Una dimensión de intimidad que hace de nuestra oración una relación muy especial como la que, seguramente, no podemos tener con nadie más. Una intimidad que va más allá de las palabras, porque a Él no es necesario “explicarle” nada, y que es, sencillamente dejar que Él nos acoja tal como somos y con todo su cariño;
Una dimensión de confianza porque su Amor no es sometido a prueba por nuestro amor, sino que sintiéndonos acogidos por su Amor nos vamos haciendo capaces de amar cada día más, incluso a aquellos de los que no esperamos mucho o nada. Porque la minúscula de nuestro amor se va haciendo mayúscula a medida que crece en gratuidad;
Una dimensión de esperanza. Esperanza en Aquel que no duda en afirmar “Yo les doy vida eterna” (v. 28). Vida eterna que no es otro tiempo de la vida, sino otra dimensión de la vida, otro sentido. Más allá de lo que nos es dado conocer, más allá de lo que nos cabe esperar.
El cónclave eligió este jueves, 8 de mayo, al cardenal Robert Francis Prevost como nuevo Papa. El prelado estadounidense, de 69 años, escogió el nombre de León XIV, evocando al papa León XIII, una figura asociada al compromiso social y a la apertura diplomática en la historia reciente de la Iglesia.
Monseñor Robert Francis Prevost, O.S.A. nació el 14 de Setiembre de 1955 en Chicago, Illinois (EE.UU.). Su padre, Louis Marius Prevost, es de ascendencia francesa e italiana, y su madre, Mildred Martínez, es de ascendencia española. Tiene dos hermanos, Louis Martín y John Joseph.
Infancia
Su infancia y adolescencia transcurrió con los suyos. Los inicios de su juventud se desarrollaron en el campus universitario, pues desde los 18 hasta los 22 años estudió en Villanova University-Pennsylvania, llegando a obtener el Bachellor’s Degree en Matemática (1977), además de una especialización en Philosophy (1977). El 1º de Setiembre de ese mismo año ingresó al noviciado de la Orden de San Agustín (O.S.A.), en la provincia de Nuestra Señora del Buen Consejo, en Saint Louis. El 29 de agosto de 1981 profesó los votos solemnes. Durante aquellos años estudió en la Catholic Theological Unión-Chicago, llegando a graduarse con el título del «Master of Divinity, (en Teología) con mención en Misión Intercultural» (1982).
Estudios
A sus 27 años fue enviado por la Orden a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino (el «Angelicum»). En la Ciudad Eterna recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor Jean Jadot, presidente del Consejo Pontificio para los no cristianos, el 19 de junio de 1982. Obtuvo la Licenciatura en 1984, y continuó con la preparación de la tesis doctoral, cuando fue destinado a trabajar en la misión de Chulucanas, en Piura-Perú (1985-1986), siendo vicepárroco de la catedral «Sagrada Familia» y canciller. La diócesis de Chulucanas, erigida el 8-VI-1989, comenzó como prelatura el 4 de marzo de 1965, para ser atendida por los padres agustinos norteamericanos de la Provincia de Chicago.
En 1987 obtuvo el grado de Doctor con la tesis: «El Rol del Prior Local de la Orden de San Agustín», recibiendo la calificación de Magna Cum Laude.
En ese mismo año fue elegido director de vocaciones y director de misiones de la Provincia agustiniana «Madre del Buen Consejo» en Olympia Fields, Illinois (USA); además se dedicó a conseguir fondos económicos para las misiones de su provincia, en especial para la misión de Chulucanas. En 1988 fue enviado a la misión de Trujillo para ser el director del proyecto de formación común de los aspirantes agustinos de los Vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac. Allí se desempeñó como prior de la comunidad (1988-1992), director de formación (1988-1998) y maestro de profesos (1992-1998). En la arquidiócesis de Trujillo prestó servicio como vicario judicial (1989-1998), profesor de Derecho Canónico, Patrística y Moral en el Seminario Mayor «San Carlos y San Marcelo»; también ejerció como director de Estudios del mencionado Centro de Formación Sacerdotal, y fue rector encargado durante un año. Junto con estas labores académicas y espirituales; párroco fundador en la Parroquia de «Nuestra Señora Madre de la Iglesia», hoy parroquia «Santa Rita» (1988-1999) y administrador parroquial de «Nuestra Señora de Monserrat» (1992-1999).
Tras estos largos 11 años en Trujillo, regresó a los Estados Unidos porque fue elegido (en 1999) prior provincial de su Provincia «Madre del Buen Consejo» (Chicago). Después de dos años y medio, el capítulo general ordinario lo eligió como prior general, ministerio que la Orden le volvió a confiar en el Capítulo General Ordinario de 2007. De esta manera, durante dos sexenios, fue responsable de los procesos de planificación y dirección de la orden agustina a nivel mundial, por lo que tuvo que viajar por diferentes países para participar en todos los capítulos de las Provincias y Vicariatos. Además, fue moderador del Instituto «Augustinianum» y responsable de las relaciones de su Orden con los dicasterios vaticanos. En estos años, monseñor Roberto también se había convertido en un políglota, pues habla el inglés, español, italiano, francés, portugués; y lee el latín y el alemán.
Nombramiento como obispo y cargos en la Curia Vaticana
En Octubre de 2013 regresó a su Provincia (Chicago) para ser maestro de profesos y vicario provincial; cargos que desempeñó hasta que el Papa Francisco lo nombró el 3 de noviembre de 2014 administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo (Perú), elevándolo a la dignidad episcopal como obispo titular de Sufar. El 7 de noviembre tomó posesión canónica de la diócesis ante la presencia del nuncio apostólico, monseñor James Patrick Green y del Colegio de Consultores. Y fue ordenado obispo el 12 de diciembre, en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, en la catedral de su diócesis. Es obispo de Chiclayo desde el 26 de Septiembre de 2015.
Nombrado por el papa Francisco, miembro de la Congregación para el Clero en 2019. Nombrado por el Papa Francisco, el 21 de noviembre de 2020, miembro de la Congregación de Obispos. Reelegido segundo vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana en 2022.
El 30 de enero del 2023, el Papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio de los Obispos y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina (CAL).
Creado cardenal en 2023
Prevost fue creado cardenal por el Papa Francisco en el Consistorio de cardenales del 30 de septiembre del 2023.+
Con todo el Pueblo de Dios, y tantas personas de buena voluntad, compartimos la alegría de la elección del Papa León XIV, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal.
En este tiempo pascual hemos contemplado la escena en la que Jesús, el crucificado-resucitado, confirma la llamada al Apóstol Pedro a seguirlo, a hacerse cargo de sus hermanos y hermanas reunidos en la Iglesia, enviados a difundir y ser testigos de la Buena Noticia en todo el mundo. La fuente de la misión encomendada al Apóstol Pedro y sus sucesores es el amor incondicional del Padre. El Hijo, Jesús, entregó su vida para cumplir la voluntad redentora del Padre y confió a la comunidad de sus seguidores la continuación de su misión en la historia. Envió al Espíritu Santo como inspirador y consejero de sus apóstoles y ministros responsables de llevarla a cabo. El ministerio petrino cumple así un papel de primera importancia en animar el servicio de la Iglesia a la misión redentora del Señor Jesús en cada una de las complejas situaciones de la historia humana.
Para nosotros, es una oportunidad de renovar una de las dimensiones características del carisma recibido a través de San Ignacio y los primeros padres, fundadores de la Compañía de Jesús, a saber, la disponibilidad a recibir del Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra, la misión con la cual podamos ofrecer el mejor servicio a la Iglesia universal. Como hicieron mis predecesores con los Papas anteriores, le he comunicado al Santo Padre León XIV, la disponibilidad de la Compañía de Jesús a ofrecer nuestra colaboración donde y como su visión universal considere que podemos dar lo mejor de lo que hoy somos.
Igualmente aseguré al Papa León XIV la oración todo el cuerpo y cada uno de los miembros de la Compañía de Jesús. Aprovechemos este momento para renovar nuestro sentir con la Iglesia, encontrando, en fidelidad creativa al nuestro carisma, la mejor manera como hoy podemos servir a la misión del Señor Jesús.
Encomendamos al Papa León XIV, pues, de todo corazón a María Madre de la Iglesia, Nuestra Señora, la que supo aceptar la llamada del Espíritu Santo, confiar en que nada es imposible para Dios, acompañar a su Hijo Jesús durante su vida terrena y, testigo privilegiada de la resurrección, acompañar los primeros pasos de la primitiva Iglesia.
A lo largo de su pontificado, el papa Francisco abogó por una Iglesia que escucha, acompaña y, sobre todo, que reza. Un aspecto clave de esta visión fue la revitalización de la Red Mundial de Oración del Papa (RMOP), que él consideraba un movimiento global de servicio eclesial, arraigado en el corazón compasivo de Cristo, más que una simple recopilación de intenciones. El P. Cristóbal Fones, SJ, director internacional de la RMOP, reflexiona sobre el profundo legado espiritual que el papa Francisco ha dejado a través de la Red, caracterizado por una profunda oración personal, un compromiso activo con el sufrimiento del mundo y una llamada a vivir la vida cotidiana como una misión de compasión.
¿Cómo describirías el legado espiritual que el Papa Francisco deja a través de la Red Mundial de Oración del Papa?
Es claro que para el Papa Francisco, como lo repitió muchas veces, “el corazón de la misión de la Iglesia es la oración”. Esta convicción siempre estuvo en el centro de su pontificado. Todo lo que somos y hacemos como discípulos de Jesús tiene su fuente en el encuentro con Él, que nos constituye sus amigos y apóstoles.
Para Francisco, orar no es simplemente decir palabras. Es sobre todo cultivar una relación personal, abierta y sincera de amistad con el Señor. De esas que nos comprometen… Y con toda su persona, representada en su Corazón. Esto quedó bien condensado en su carta Encíclica Dilexit Nos, que nos dejó como su gran testamento espiritual. Y el itinerario espiritual de la Red de Oración (El Camino del Corazón) que nos pidió difundir, nos ayuda a profundizar en este fundamento espiritual.
El Papa Francisco a menudo enfatizó la oración como una forma de acción. ¿Cómo inspiró a la RMOP a ser no solo una red de oración, sino también un movimiento de compromiso compasivo con el sufrimiento del mundo?
Es que la oración verdadera es siempre un acto de amor, de un amor compasivo y comprometido con los dolores de la humanidad. Uno reza por lo que le importa, por lo que le parece valioso. Y mientras más cerca estamos del Corazón de Jesús, más nos importan sus preocupaciones y sufrimientos, más nos vamos haciendo disponibles para colaborar con su misión. Ser cristiano y ser social son parte de la misma experiencia. La proximidad con Cristo nos lleva a los necesitados y nos va haciendo sensibles a nuevas realidades, incluso algunas que nos parecen lejanas o desconocidas.
Por eso las intenciones de oración que nos ofrece el ministerio de Pedro, como Vicario de Cristo entre nosotros, son desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia claves y urgentes. Son un llamado a despertar a realidades que deben ser atendidas como parte de nuestra misión eclesial. Y desde el primer momento, como buen hijo de Ignacio de Loyola, el Papa comprendió que “el amor se ha de poner más en las obras que en las palabras” (EE 230).
Mirando hacia atrás, ¿cómo reflejaron sus intenciones de oración mensuales sus preocupaciones más profundas por la humanidad y la Iglesia? ¿Hay alguna intención en particular que sientas que capturó el corazón de su pontificado?
Es muy interesante hacer un recorrido de su pontificado a partir de las intenciones de oración. Reflejan sus grandes preocupaciones. Así será seguramente con el próximo Papa también. Es bien impresionante, si se visita por ejemplo la página de El Video del Papa, constatar esa preocupación permanente por lo concreto. Sus intenciones de oración son un modo de recoger su magisterio pastoral.
Y no me cabe duda que una de sus grandes preocupaciones fue la paz. Porque animar la auténtica fraternidad humana era el gran norte de su pontificado y la guerra es la expresión más fuerte de aquello que contradice este propósito. La humanidad enfrenta muchos desafíos, y este es el mayor y más grande de todos. Lo repetía casi en todas las Audiencias Generales y los ángelus, además de ser el centro de su último mensaje, el día de la Pascua del Señor y la bendición solemne Urbi et Orbi, del pasado domingo 20 de abril.
Estaba profundamente comprometido con una Iglesia que escucha y acompaña. ¿Cómo influyó ese ethos en el enfoque de la PWPN hacia el alcance espiritual, especialmente hacia los jóvenes y los marginados?
La sinodalidad para Francisco no era un tema más entre otros… Él no buscaba introducir algo ajeno a la vida de la Iglesia, sino recuperar su misma esencia. Este enfoque nos ha ayudado muchísimo, pues la RMOP es una obra mundial que se basa en la participación de muchas y diversas personas. No somos un movimiento laical, sino un servicio eclesial. Aquí caben todos, todos, todos; como nos repitió con tanta fuerza.
Esto marca mucho la obra pontificia. Y no sólo por la diversidad de lenguas y culturas que siempre tenemos delante de los ojos, sino también porque oramos por situaciones mundiales que nos llevan a mirar más allá de nuestros contextos, con un foco particular en los marginados y los jóvenes. Todavía más, son justamente las personas sencillas las más comprometidas en este verdadero apostolado de la oración. Esto hace de la Red una red fundada fundamentalmente en nuestro bautismo común, no en nuestros cargos o funciones, sean ellos dentro o fuera de la comunidad eclesial. En cierto sentido, nuestra misión se aleja bastante de clericalismos y relaciones de subordinación, para ponerse más bien al servicio de todos, especialmente de los más débiles.
Mirando hacia el futuro, ¿qué crees que querría él que esta red se convierta para las generaciones futuras?
Creo que hacia el futuro el querría que el próximo Papa hiciera también suyas estas intenciones y a su vez propusiera las que broten de su corazón. Estoy seguro que para Francisco lo principal sería que mantengamos los ojos fijos en Jesús, para no caer en la tentación de transformarnos en un proyecto de comunicación sobre temáticas interesantes, sino que podamos continuar siendo una verdadera red de personas que se ofrecen junto al Señor cada día y comprenden su propia vida cotidiana como misión, envío, apostolado; como verdadera colaboración en la misión de compasión de Jesús.
El Papa Francisco, primer Papa jesuita, falleció el lunes de Pascua, 21 de abril de 2025. El Padre General Arturo Sosa invita a rezar por el descanso del alma del Papa Francisco y envía una carta a toda la Compañía de Jesús.
A TODA LA COMPAÑÍA
Queridos hermanos:
La Compañía de Jesús participa del dolor de todo el pueblo de Dios, reunido en la Iglesia, junto a otras muchas personas de buena voluntad, por el final de la vida terrena del Papa Francisco. Lo hace profundamente conmovida y con la serenidad que nace de la firme esperanza en la resurrección por la que el Señor Jesús nos abrió la puerta a la plena participación en la Vida de Dios.
Sentimos dolor por la desaparición de quien fue puesto al servicio de la Iglesia Universal ejerciendo el ministerio petrino por más de 12 años. Al mismo tiempo sentimos la partida de nuestro querido hermano en esta mínima Compañía de Jesús, Jorge Mario Bergoglio. En ella hemos compartido el mismo carisma espiritual y un mismo estilo de seguimiento de Nuestro Señor Jesucristo.
En medio del desconcierto por su partida, brota espontáneamente de nuestros corazones un profundo sentimiento de agradecimiento a Dios Padre, rico en misericordia, por tanto bien recibido a través del servicio de toda una vida y por el modo como el Papa Francisco supo guiar a la Iglesia durante su pontificado, en comunión y continuidad con sus predecesores en el esfuerzo por poner en práctica el espíritu y orientaciones del Concilio Ecuménico Vaticano II.
El Papa Francisco mantuvo una mirada atenta a cuanto ocurría en el mundo para ofrecer una palabra de esperanza a todos. Sus extraordinarias encíclicas Laudato Si’ y Fratelli tutti revelan no sólo un lúcido análisis de la situación de la humanidad, sino que, a la luz del evangelio, ofrecen vías para la superación de las causas de tanta injusticia y promover la reconciliación. Para el Papa Francisco, el diálogo de unos con otros, entre rivales políticos o entre religiones y culturas, es el camino para seguir proponiendo la paz y la estabilidad social, para crear entornos de comprensión mutua, de cuidado del otro y apoyo solidario. En muchos momentos hemos escuchado su palabra, su reflexión pastoral y hemos admirado su actividad incansable, proponiendo iniciativas o sumándose a las de otros; siempre convencido del valor de la palabra y del encuentro. ¿Cómo no recordar el momento extraordinario de oración convocado por él mismo ante la emergencia del coronavirus en marzo de 2020, en la plaza de San Pedro, vacía? O la permanente preocupación por la paz ante la intolerancia y las guerras que amenazan la convivencia internacional y generan un sufrimiento indecible en los más indefensos. O la sintonía de su corazón con el inmenso flujo de migrantes forzados en todo el mundo, especialmente aquellos obligados a arriesgar sus vidas cruzando el mediterráneo.
Desde las palabras pronunciadas la noche del 13 de marzo de 2013, al saludar a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro para festejar al Papa recién electo, encontramos dos dimensiones claves de su ministerio: la importancia de caminar juntos, Obispo y pueblo, en una ruta de fraternidad, de amor, de confianza, de esperanza; y la centralidad de la oración, especialmente la de intercesión.
El caminar juntos se ha concretado de un modo particular en la importancia dada al desarrollo del Sinodo de los Obispos y en la atención dada a la sinodalidad como dimensión constitutiva del ser Iglesia, que en nada disminuye el Primado de Pedro o la responsabilidad episcopal; por el contrario, permite ejercerlo en una manera más participativa por parte de todos los bautizados, del pueblo de Dios en camino, reconociendo la presencia y acción del Señor en la comunidad eclesial a través del Espíritu Santo.
En nuestra memoria ha quedado grabada la invitación a la oración que hizo aquella noche a todos los fieles: recemos juntos, Obispo y pueblo. Les pido que ustedes recen al Señor para que me bendiga. A lo largo de todo su pontificado concluía sus intervenciones, incluido el ángelus dominical, con la misma invitación: por favor, no se olviden de rezar por mí. No se cansó nunca de recordarnos cómo la oración nace de la confianza y la familiaridad con Dios y cómo en ella podemos descubrir el secreto de la vida de los santos (cf. Audiencia General del 28 de septiembre de 2022).
Cuando se dirigió a nosotros, sus hermanos jesuitas, insistió siempre en la prioridad de reservar en nuestra vida-misión el espacio suficiente a la oración y al cuidado de la experiencia espiritual. Basta recordar lo que escribió en la carta del 6 de febrero de 2019 con la que me comunicaba su aprobación y confirmación de las Preferencias Apostólicas Universales: La primera preferencia (mostrar el camino hacia Dios a través de los Ejercicios Espirituales y el discernimiento) es capital porque supone como condición de base el trato del jesuita con el Señor, la vida personal y comunitaria de oración y discernimiento. Te recomiendo que, en tu servicio de Superior General, insistas sobre esto. Sin esta actitud orante lo otro no funciona. Reafirmaba de esta manera la exhortación que hizo en su encuentro con los miembros de la Congregación General 36ª (24 de octubre de 2016), en el que insistió con fuerza en la recomendación de pedir constantemente la consolación, dejándonos conmover por el Señor clavado en la cruz que nos mueve al servicio a tantos crucificados en el mundo actual.
En esa ocasión nos indicó algo que podemos considerar un elemento esencial de nuestra identidad. Como si respondiera a una pregunta implícita sobre quién es un jesuita, el Papa Francisco se dirigió a los congregados afirmando: el jesuita es un servidor de la alegría del evangelio en cualquier misión en la que se desempeñe. De esta alegría brota nuestra obediencia a la voluntad de Dios, al envío al servicio de la misión de la Iglesia y también nuestros apostolados junto a nuestra disponibilidad al servicio de los pobres. Es esta alegría la que debe caracterizar nuestro modo de proceder para que sea eclesial, inculturado, pobre, servicial, libre de toda ambición mundana.
El llamado a la alegría que proviene del Crucificado-Resucitado y su Evangelio a través del cual se anuncia esta consoladora noticia, ha sido una constante del pontificado del Papa Francisco. No es por casualidad que muchos de sus documentos magisteriales, comenzando por la exhortación apostólica programática de su pontificado, Evangelii Gaudium, tengan desde el mismo título esta referencia a la alegría profunda, para él imprescindible.
Será precisamente a partir de una relación viva y vivificante con el Señor, fundada en la consolación y la alegría, como podremos ser con la acción pastoral, pero sobre todo con el testimonio de una vida enteramente consagrada al servicio de la Iglesia, Esposa de Cristo, levadura evangélica del mundo, en la búsqueda incesante de la gloria de Dios y el bien de las almas (Respuesta del Papa Francisco a la felicitación del P. Adolfo Nicolás por su elección, 16 de marzo de 2013).
Recordamos con el corazón agradecido la discreta y constante atención del Papa Francisco a la Compañía de Jesús, a nuestra vida y nuestro apostolado. Muchos de ustedes pudieron encontrarse con él en diversos países del mundo porque siempre tenía tiempo para el compartir franco y fraterno con los jesuitas que vivían y trabajaban en los lugares que visitaba.
Acompañamos con nuestro corazón y nuestra oración al Papa Francisco en su encuentro definitivo con Dios, amor incondicional y misericordia infinita, cuyo rostro nos mostró con su vida y magisterio. Confiados en que el Señor acoge en el banquete del cielo a su Siervo fiel, movidos por su ejemplo, renovamos nuestro deseo y nuestro compromiso de seguir a Jesús pobre y humilde y de servir a su Iglesia.
Cada año, con la semana santa, buscamos un artista que ilustre los contenidos que compartiremos en redes sociales.
Este año optamos por un artista contemporáneo de origen ucraniano, comprometido con la representación figurativa de los relatos bíblicos que combina arte y el misterio de LA Palabra en la que radica la fuerza de sus obras.
La situación de conflicto que vive su país, parte de un mundo roto, contrasta fuertemente con la composición, el estilo y la paleta de colores que predomina en sus representaciones de escenas bíblicas.
El artista ucraniano Alexander Antonyuk (1971- ) es originario de la ciudad de Kamenets-Podolsky. Se graduó de la Universidad de los Cárpatos V. Stefanyk. Ahora Alexander vive y trabaja en la ciudad de Khmelnitsky. Las obras del artista se encuentran en colecciones privadas y diversas galerías del país y del extranjero. Es miembro de la Unión Nacional de Artistas de Ucrania.
Las pinturas de Alexander muestran influencia de la pintura de iconos rusa y del estilo naif. Los personajes, su plasticidad y disposición en el lienzo, sumada la combinación de colores, crean una impresión completa que permite “leer” fácilmente el profundo significado interior de cada pintura. Entre sus temas favoritos están las historias bíblicas. Los héroes bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento son representados por el artista con especial amor y reverencia.
“Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían…” (Lc. 24, 27)
Su interés por el Antiguo Testamento brota de la inquietud por comprender las raíces de la enseñanza bíblica; aporta matices y profundidad adicionales a las palabras familiares, añade iluminación… No hay palabras superfluas en las Escrituras. Aquellos que entienden esto tratan de profundizar en cada PALABRA.
“Las personas que conoces en las Escrituras son reales y están vivas. Su fuerza y grandeza no están en ellos mismos, sino en el Creador”
El artista participa de tradición centenaria de representar personajes bíblicos cercanos a la cultura del pueblo en el que el artista crea. Así, por ej., Cristo y la samaritana viste camisas tradicionales ucranianas como una forma de acercar al espectador a los acontecimientos descritos en la escritura. Propone tratar este acontecimiento como algo que está sucediendo aquí y ahora.
“En mis obras, -declara Antonyuk- intento compartir mis reflexiones sobre lo que me interesa: una persona y el mundo en el que vive. No tanto el mundo externo como el interior. No me importa la forma ni el estilo de lo que hago; los críticos de arte serán los jueces. Utilizo materiales tanto tradicionales como nuevos, a veces combinándolos. La Biblia, a diferencia de la ficción, no solo plantea preguntas, sino que también ofrece respuestas. Al trabajar con historias bíblicas, me vienen a la mente pensamientos peculiares. Quizás esto se deba a que el lenguaje de la Biblia es tan figurativo como el de las bellas artes.”
El jueves 23 de enero, el Papa Francisco ofreció un mensaje profundo y esperanzador a representantes de la Red Mundial de Oración en una audiencia privada. En este encuentro, nos recordó nuestra misión central: promover una espiritualidad enraizada en el Corazón de Jesús, que nos impulse a ser testigos vivos de Su amor compasivo por el mundo.
El Papa destacó tres puntos esenciales que iluminan nuestro camino:
1. La nueva encíclica Dilexit Nos como alimento espiritual
El Santo Padre señaló que su reciente encíclica Dilexit Nos será un recurso valioso para profundizar en la espiritualidad del Corazón de Jesús, que constituye el núcleo de nuestra misión. Este documento nos invita a contemplar el amor infinito de Cristo, un amor que nos transforma desde dentro y nos envía a ser canales de Su misericordia en el mundo. En este sentido, la encíclica es una guía para renovar nuestra vida espiritual y nuestro compromiso con los demás, especialmente con los más vulnerables.
2. Un itinerario formativo de corazón a corazón
El Papa subrayó que nuestro itinerario formativo, El Camino del Corazón, refleja adecuadamente dos dinámicas esenciales de nuestra espiritualidad: por un lado, el camino de Jesús, que desde su Sagrado Corazón se abre al corazón del mundo; y, por otro, nuestro propio camino personal, desde nuestro corazón herido hacia el centro de Su Misericordia. Este doble movimiento es una invitación a dejarnos transformar por el amor de Dios y a ser testigos de ese amor en nuestras comunidades y en el mundo.
3. María, peregrina de esperanza, como guía en el camino
El Santo Padre también nos recordó el papel fundamental de María en nuestra espiritualidad. Como peregrina de esperanza, María nos enseña a custodiar nuestra amistad con el Señor y a caminar con confianza, guiados por la presencia del Espíritu Santo. En ella encontramos un modelo de fe y de amor que nos inspira a vivir nuestra misión con generosidad y alegría.
El Jubileo 2025: oración y compasión en acción
El Papa Francisco nos ha encomendado además una misión especial en el marco del Jubileo 2025: ayudar a las personas y a las comunidades a vivir este tiempo de gracia como un camino en el que la oración y la compasión se conjugan inseparablemente. Nos ha llamado a promover una espiritualidad que une la oración con la cercanía a los últimos, la oración con las obras de misericordia.
Este Jubileo es una oportunidad única para vivir un amor que se expresa más en las obras que en las palabras, un amor que activa nuestra vida cristiana en relación con los hermanos y hermanas, especialmente los más vulnerables. Se trata de una oración que no se queda solo en el ámbito personal, sino que nos impulsa a salir al encuentro del prójimo, a ser instrumentos de la misericordia de Dios en el mundo.
Las intenciones de oración del Papa: brújula espiritual para el Jubileo
En este camino, las intenciones de oración mensuales del Papa son una brújula que nos orienta hacia las realidades que requieren nuestra intercesión y nuestro compromiso. Estas intenciones, que reflejan las necesidades del mundo y la misión de la Iglesia, nos invitan a abrir el corazón a los desafíos de nuestro tiempo.
Conocerlas, rezarlas en comunidad, difundirlas y utilizar los materiales formativos que ofrecen nuestros proyectos internacionales, como El Video del Papa y Click To Pray, son formas concretas de responder a esta llamada. Participar activamente en esta red de oración, ya sea en nuestros grupos parroquiales, comunidades y movimientos, o sea de modo personal, es ya un modo de vivir nuestra fe de manera comprometida y solidaria durante este tiempo. Eso irá transformando nuestra mirada y nos ayudará a discernir los modos concretos en que se nos invita a servir, según nuestros contextos.
Una invitación a las comunidades locales
Con el fin de facilitar esta vivencia espiritual durante el Jubileo, hemos enviado una carta a todas las Conferencias Episcopales y a los templos jubilares de Roma, en colaboración con el Dicasterio para la Evangelización. En esta carta, invitamos a las comunidades locales a integrar las intenciones de oración del Santo Padre en sus actividades jubilares. También hemos recordado la importancia de conocer estas intenciones a través de la plataforma oficial de oración del Papa (www.clicktopray.org).
Un tiempo de gracia y renovación
El Jubileo 2025, como nos explica el Papa en su bula Spes non confundit, es un tiempo de gracia particular en el que se ofrece la indulgencia plenaria a quienes vivan este camino de fe, oración y misericordia. En este contexto, orar por las intenciones del Santo Padre es una forma de unirnos a la misión universal de la Iglesia y de recibir las gracias de este tiempo jubilar.
Como Red Mundial de Oración del Papa, renovamos nuestro compromiso de acompañar a las personas y a las comunidades en este camino espiritual. Queremos ser un puente que conecta la oración con la acción, la fe con la vida, el amor de Dios con las necesidades del mundo.
Que María, nuestra guía en este camino, nos ayude a vivir este Jubileo con un corazón abierto y disponible a la voluntad de Dios. Y que el Corazón de Jesús, fuente de misericordia y esperanza, nos impulse a ser testigos de su amor en el mundo.
Por Cristóbal Fones, SJ – Director Internacional, Red Mundial de Oración del Papa
En su mensaje para la 58ª Jornada Mundial de la Paz, el Papa reflexiona sobre el tema central del próximo Jubileo de la Esperanza y reitera su apremiante llamado a la condonación de las deudas.
La esperanza ha sido un tema constante en todos los mensajes del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz. Esto es aún más cierto en su mensaje para la 58ª Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero de 2025, cuando la Iglesia inicia el Jubileo de la Esperanza en medio de una combinación sin precedentes de desafíos que enfrenta el mundo de hoy.
«Perdónanos nuestras ofensas»
El mensaje de este año está dedicado al tema «Perdona nuestras ofensas: danos tu paz», subrayando el significado profundo de la tradición jubilar que nos recuerda que todos estamos «en deuda» con Dios, quien en su infinita misericordia y amor perdona nuestros pecados y nos llama a perdonar a quienes nos ofenden.
Recordando que en la tradición judía el Jubileo era un año especial de remisión universal de los pecados y de las deudas liberando a los oprimidos, el Papa señala que también en nuestros días este año especial de gracia «es un acontecimiento que nos inspira a tratar de instaurar la justicia liberadora de Dios en nuestro mundo», marcado por injusticias y desafíos «sistémicos» que san Juan Pablo II definió «estructuras de pecado».
Injusticias sistémicas y desafíos «interconectados»
El Papa cita el trato inhumano infligido a los migrantes, la degradación del medio ambiente, «la confusión creada voluntariamente por la desinformación, la negativa a comprometerse en cualquier forma de diálogo y los inmensos recursos gastados en la industria de la guerra».
«Cada uno de nosotros debe sentirse de algún modo responsable de la devastación a la que ha sido sometida la Tierra, nuestra casa común, empezando por aquellas acciones que, aunque sólo indirectamente, alimentan los conflictos que hoy asolan a nuestra familia humana», escribe.
Estos desafíos «interconectados», sostiene el Papa Francisco, exigen no «actos esporádicos de filantropía», sino «cambios culturales y estructurales» para «romper los lazos de la injusticia y proclamar la justicia de Dios».
Los recursos de la tierra son un regalo de Dios para toda la humanidad
Citando a San Basilio de Cesarea, el Papa nos recuerda que todo lo que reivindicamos como nuestro es, de hecho, un don de Dios y que, por tanto, los recursos de la tierra están destinados al beneficio de toda la humanidad, «no sólo de unos pocos privilegiados».
Al perder de vista nuestra relación con Dios, dice, las interacciones humanas quedan contaminadas por la lógica de la explotación y la opresión, «donde la fuerza hace el derecho».
Esto refleja la dinámica de las élites en el tiempo de Jesús, que prosperaban gracias al sufrimiento de los pobres, y encuentra resonancia en el mundo globalizado actual, que perpetúa injusticias como las que demuestra la crisis de la deuda que atrapa a las naciones más pobres del Sur Global en un círculo vicioso de dependencia y desigualdad.
La deuda externa, un medio de control para los países más ricos
De hecho, observa el Papa, «la deuda externa se ha convertido en un instrumento de control mediante el cual ciertos gobiernos e instituciones financieras privadas de los países más ricos explotan sin escrúpulos e indiscriminadamente los recursos humanos y naturales de los países más pobres, simplemente para satisfacer las demandas de sus propios mercados».
Además, «diversos pueblos, ya agobiados por la deuda internacional, se encuentran también obligados a soportar el peso de la «deuda ecológica» contraída por los países más desarrollados».
En el espíritu de este Año Jubilar, el Papa reitera su llamamiento a la comunidad internacional para que trabaje en favor de la condonación de la deuda externa, reconociendo la deuda ecológica que existe entre el Norte y el Sur del mundo. «Es un llamamiento a la solidaridad, pero sobre todo a la justicia», subraya.
Lea aquí el Mensaje integral del Papa Francisco t.ly/Y_8tT
El nacimiento de Jesús, pobre y humilde, fue una “revolución” silenciosa y decisiva que generó una transformación fundamental de la humanidad. La Navidad es el gozoso cumplimiento de la promesa de salvación de Dios, en quien ponemos nuestra Esperanza.
Como experimentamos en la Contemplación de la Encarnación en los Ejercicios Espirituales, la mirada amorosa de la Trinidad revela un mundo de extremas desigualdades y polarización: el bien y el mal, el amor y el odio, la alegría y la tristeza, los ricos y los pobres, la paz y la guerra, la vida y la muerte. En un contexto, no muy diferente al nuestro hoy, en el momento señalado, Jesús tomó nuestra condición humana y plantó su tienda entre nosotros (Juan 1:14). Con San Ignacio de Loyola, pedimos la gracia del conocimiento interno de Jesús, para amarlo más profundamente y seguirlo más de cerca (Ejercicios Espirituales 101-109).
A pesar de los enormes progresos realizados en diversas esferas de la actividad humana, nuestro mundo sigue acosado por inquietantes desafíos como la degradación ecológica, la pobreza deshumanizante, la crisis de liderazgo, los desplazamientos masivos de pueblos y conflictos y guerras devastadores. A todos los que instigan el conflicto, y a los que se benefician de la guerra, queremos gritarles ¡deténganse! ¡Ya basta! A todos los que han sido relegados a los márgenes de la sociedad, cuya dignidad está herida, y que soportan el peso de la agitación continua, los exhortamos a crecer en la Esperanza que no defrauda.
La Compañía de Jesús, en colaboración con nuestros partners en la misión, continuará ejerciendo su ministerio en lugares variados, complejos y difíciles, para llevar la luz del Evangelio y trabajar por la justicia, la paz, la sanación y la reconciliación. Que esta Navidad marque el comienzo de un cese el fuego tan necesario para dar paso al final de los sangrientos conflictos que desfiguran nuestro hermoso mundo en forma pacífica, justa y equitativa.
El Sínodo sobre la sinodalidad, recientemente concluido, llama a todo el Pueblo de Dios a convertirse en “peregrinos de esperanza” (Documento final, n. 115). En la víspera de Navidad, el Papa Francisco inaugura el Jubileo de la Esperanza. Nuestro mundo anhela “una esperanza que no defraude” (Rm 5,5), una esperanza que esté enraizada, inspirada y alimentada por el pobre y humilde Jesucristo, que entregó su vida por amor a la humanidad.
En esta Navidad nos unimos a los millones de peregrinos que visitarán Roma para el Jubileo de la Esperanza 2025, y por los millones más que celebrarán el Jubileo en sus diócesis y países de origen. Pedimos que cada uno de nosotros, y todos nosotros, seamos portadores e instrumentos de Esperanza en nuestro mundo.
Puesto que “Él [Jesús] nos amó” podemos seguir el consejo del Papa Francisco, y aprender del corazón de Jesucristo cómo “relacionarnos unos con otros de manera sana y feliz, y construir en este mundo el reino de amor y justicia de Dios. Nuestro corazón, unido al corazón de Cristo, es capaz de obrar este milagro social” (Dilexit nos, n. 28 – Carta Encíclica del Papa Francisco “Sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo”).
Que el nacimiento de Jesús, el Príncipe de la Paz, encienda el amor y la esperanza en nuestros corazones, en nuestras familias, comunidades, ministerios y en nuestro mundo.
¡Les deseo una Feliz Navidad y un Año Nuevo 2025 lleno de esperanza!
Cada año, el mes de diciembre nos envuelve en una vorágine de luces, compras y celebraciones. Sin embargo, detrás del bullicio comercial y social, el calendario litúrgico nos ofrece un tiempo de profunda introspección: el Adviento. Es un período que invita a redescubrir el verdadero sentido de la Navidad, un tiempo para detenernos, respirar y prepararnos espiritualmente. Pero ¿por qué parece que este tiempo pasa desapercibido para tantos?
El Adviento, que significa “venida”, no es solo una tradición antigua de la Iglesia; es una oportunidad renovada de esperanza, una pausa para mirar hacia lo esencial. Durante estas cuatro semanas, la fe cristiana nos recuerda algo que solemos olvidar: estamos esperando. Sí, esperando algo más grande, algo que trasciende la inmediatez de los regalos y las decoraciones.
Esperar no es fácil. Vivimos en una cultura que celebra la gratificación inmediata, donde todo lo queremos “aquí y ahora”. Sin embargo, el Adviento nos desafía a redescubrir el valor de la espera activa, aquella que se llena de propósito y significado. No se trata de cruzarse de brazos, sino de prepararnos internamente para recibir algo que realmente transforme nuestras vidas.
Abiertos a algo nuevo
Los creyentes esperamos el nacimiento de Jesús, el Dios hecho hombre. Pero incluso para quienes no profesan una fe cristiana, el Adviento puede ser un momento de reflexión sobre lo que significa abrir espacio en el corazón para algo nuevo: reconciliarnos con un amigo, dedicar tiempo a la familia o replantear lo que realmente importa en la vida.
Es irónico que, mientras el Adviento invita a la quietud, el mundo nos arrastra a las agendas llenas y las interminables listas de pendientes. Recuperar el espíritu de este tiempo es, en cierto sentido, un acto de rebeldía y contracorriente. El Adviento nos llama a valorar lo sencillo: una cena con seres queridos, una oración silenciosa, un gesto de solidaridad hacia los más necesitados.
Sostenidos por Dios
¿Y qué hay de nuevo en este tiempo? Revivir el Adviento no es cuestión de añadir más rituales a nuestras ya ocupadas vidas, sino de recuperar su esencia. Es un tiempo para mirar hacia atrás y reconocer cómo Dios nos ha sostenido; y para mirar hacia adelante con esperanza, confiando en que Él siempre guía nuestro camino.
En un mundo tan dividido y cansado, el mensaje del Adviento es más relevante que nunca. Nos dice que la luz vence a las tinieblas, que la esperanza no es un lujo, sino una necesidad, y que cada pequeño acto de amor puede cambiar la historia.
Este diciembre, antes de dejarnos arrastrar por la prisa, tomemos un momento para detenernos y revivir la espera. Quizás, en esa pausa, encontremos lo que realmente estamos buscando.