En diciembre de 2014, la CVX Uruguay asumió la corresponsabilidad de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, en Villa del Cerro, Uruguay. En la Parroquia, se trabaja en conjunto con la congregación de las Hijas de San José, que vienen trabajando allí desde hace mucho; los jesuitas y en constante reciprocidad con la gente de Villa del Cerro.
Entre las tareas que se realizan en la Parroquia se encuentran la catequesis de niños, de bautismos y de adultos. Además, se llevan adelante otros servicios, como la visita a enfermos en asilos y casas; el servicio de escucha; se acerca la eucaristía a los vecinos del barrio que no pueden asistir a la misa; se ha armado un ‘rincón infantil’ en el fondo del templo para que los más pequeños se sientan recibidos; y se está trabajando para generar un boletín mensual con las novedades parroquiales.
Sol Agostino, una de las integrantes de la CVX, nos cuenta en una breve entrevista su experiencia en este casi año de trabajo en la Parroquia de Fátima.
¿Podrías describir en qué consiste concretamente la labor que hacen hoy en la parroquia?
CVX asumió, a partir de la decisión de la Asamblea de diciembre de 2014, la corresponsabilidad de la gestión parroquial de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, en Villa del Cerro. Esta responsabilidad conjunta se desarrolla con la comunidad parroquial local y se concreta en diversos espacios.
Por un lado, se creó un órgano que se llama “Equipo Coordinador” (EC), compuesto por seis miembros, tres delegados enviados por CVX y tres representantes de la comunidad local (al día de hoy son las dos responsables laicas elegidas por la comunidad y el diácono permanente). Este equipo se encarga de coordinar toda la actividad de la parroquia, se trata de una pequeña comunidad que va buscando discernir, en constante oración y escucha, los caminos de acción pastoral, social y de trabajo en red de la comunidad parroquial, teniendo como centro la evangelización y conversión tanto hacia dentro como hacia afuera de la comunidad.
Esto supone un trabajo fuerte en cuanto a reuniones frecuentes del EC y participación en otras reuniones con los demás grupos y con el Consejo Pastoral, pero además, involucrarnos en todo el trabajo cotidiano de una parroquia directa o indirectamente. Es mucho de tarea sencilla y oculta (limpiar el templo, colaborar en las celebraciones litúrgicas, conversar mucho con las personas de la comunidad y aquellos que se acercan del barrio o de lejos, visitar enfermos, simplemente estar ahí, entre tantas otras cosas), de ir tejiendo espacios nuevos en los que se viva fuertemente el ser comunidad (se han creado equipos de comunicación, de escucha, de acompañamiento comunitario) y revalorizando los que ya existen desde esta perspectiva comunitaria (catequesis, pastoral de la salud, liturgia, comedor de niños y otros).
También se creó un “Equipo Económico” que trabaja con el EC apoyando con toda la información económica y su sistematización, imprescindible para tomar buenas decisiones.
Además, nos acompaña como Administrador Parroquial el P. Álvaro Pacheco, sj.
A esta nueva etapa se han sumado algunos miembros de CVX que están sirviendo en alguna misión específica, tal ha sido el caso de la catequesis de bautismo y de niños y del espacio de escucha (con personas preparadas en acompañamiento espiritual), así como personas de la comunidad local que se han comprometido con más intensidad.
En estos meses venimos viviendo una experiencia fuerte de comunión, que desarrollamos con mucha fraternidad, disponibilidad, alegría y un innegable impulso del Espíritu Santo, en la que vamos sintiendo que juntos (cevequianos y comunidad local) discernimos mejor y nos equivocamos menos.
Y si bien esta etapa es todavía reciente, también ha sido muy intensa y de un gran aprendizaje para todos.
¿Qué cambios pudieron observar en la parroquia desde el comienzo de su misión hasta hoy?
Quizás es muy pronto para apreciar con justeza estos cambios (¡ni siquiera hace un año!), igualmente, destacaría ciertos acentos y algunos logros concretos:
– El identificarnos con el trabajo como comunidad, que parte de la vivencia misma en la interna del EC (que se siente y funciona como una pequeña comunidad) y se va trasmitiendo a todos los grupos y actividades. Esta es la gran fortaleza y el gran desafío de este tiempo, porque supone dejar de lado las individualidades y protagonismos, para emprender procesos compartidos, conjuntos, a veces trabajosos, pero también fructíferos.
– Fortalecer el encuentro y el diálogo con cada grupo, integrándolos a la comunidad, haciéndolos sentir y ser parte activa de la construcción del camino y conscientes de que esto es algo que sólo será si lo hacemos entre todos.
– Intensificar la identidad de la comunidad, que tiene rasgos distintivos como la acogida, la alegría, la participación (en esto se destacan las celebraciones eucarísticas que cada domingo son verdaderas fiestas comunitarias).
¿Qué cambios generó el hacerse cargo de esta misión en el modo de vivir su CVX?
Es difícil dimensionarlo todavía, creo que por el momento percibimos con mayor fuerza dos grandes cambios. El primero, un desinstalarnos, salir de los espacios más conocidos y cómodos como movimiento e ir más hacia la evangelización territorial en lo que es la vida parroquial concreta, además en un barrio en el que viven muchas familias con realidades duras en cuanto a pobreza o marginación social.
El segundo, el desafío permanente del encuentro con otros hermanos que no son de CVX, el trabajar codo a codo con la comunidad local como iguales, que supone fortalecer nuestro ser Iglesia y todo un reto de comunicación, fraternidad y de aceptar las diferencias sin renunciar a la identidad de cada uno. Esto es todo un aprendizaje para crecer en respeto y humildad, enriquecernos recíprocamente y amar y servir más y mejor al Señor y a la Iglesia.
¿Qué le aportó a tu experiencia de fe personal el trabajo en la parroquia de Fátima?
No es fácil expresarlo, pero lo voy a intentar con algunas afirmaciones.
Me siento más vulnerable, con muchas menos certezas y más limitaciones y eso me hace sentir más cerca del Señor y de los demás.
Aprendí a desproteger más el corazón para orar con otros, para hacer mía la oración de otros, para dejar que otros hagan suya la mía y de alguna manera sintonizar mejor con el Señor.
Mi Señor viene adquiriendo muchos rostros de personas concretas que sufren y esperan, que necesitan y sueñan, que cuestionan y animan.
Y sentir que el Señor camina delante de nosotros y creerlo, creerlo con toda confianza aún desde la oscuridad de los desvelos, los conflictos, los desaciertos y la poquedad de nuestras entregas.