A lo largo del mes de enero, en las provincias de Tucumán, Córdoba y Mendoza, cerca de 120 jóvenes han participado del Camino Ignaciano.
Esta experiencia está comprendida por un Taller de Autoconocimiento y una semana de ejercicios espirituales.
Durante el Taller se dan diferentes propuestas y dinámicas que ayudan a los participantes a ir entrando, de a poco, en una actitud de reflexión. El TAU es también una instancia para compartir experiencias, confrontar y enriquecerse al poner en común los efectos y sentimientos que las actividades propuestas van despertando en los participantes.
Durante los 8 días de ejercicios, el compartir verbal de la vida que se da durante el TAU, se transforma en un acompañarse desde el silencio, favoreciendo así el clima de oración y encuentro con Dios para uno mismo y para el resto.
Además, en cada uno de los puntos del país, el Camino Ignaciano cuenta con un grupo de acompañantes, que, además de prestar un oído y confrontar sobre el proceso que va haciendo cada ejercitante a lo largo del retiro, se encargan de dar los puntos de oración para cada semana del mes de ejercicios.
El Camino Ignaciano constituye una propuesta de red que invita a los jóvenes a hacer un alto al iniciar el año, para sumergirse en la profundidad del misterio de Dios que se hace carne en la historia de cada uno; y encontrarse con otros jóvenes, que en oración y silencio, están en la misma búsqueda y desean caminar tras el mismo Jesús.
Testimonio de Miranda Bosatta – Camino Ignaciano en Tucumán
El Camino Ignaciano es una experiencia que siempre quise hacer y nunca me animé; hasta que un día visitando a mi comunidad jesuita en Corrientes un cura amigo me dijo: “Del 15 al 25 de Enero, Camino en Tucumán” y me miró con cara de “¿me vas a decir que no?”.
Ahí estuve del 15 de Enero, subiendo el cerro camino a Belén, llena de miedos e incertidumbres. “¿Podré poder pasar ocho días en silencio?”
Pude. Pero no solo estar en silencio, sino también, encontrarme con Dios, conmigo misma, con los otros.
Pude volver a confiar en ese Dios que nos ama siempre, que nos llama, incesantemente, una y mil veces.
Ese Dios que sale a nuestro encuentro y nos dice “Zaqueo, baja, que hoy vengo a alojarme en tu casa” aunque esté desordenada, te dé vergüenza, no la limpies hace mucho o tenga mil defectos; porque te amo tan inmensamente que no importa. “Hoy me quiero encontrar con vos para comenzar a recorrer juntos un nuevo camino, para amar y servir a los demás.”
Dios que nos conoce, nos rodea, nos invade.
Nos mira con sus ojos misericordiosos ante todos nuestros errores y nos perdona, siempre.
Nos hace sentir su mayor amor desde la misericordia de perdonar todos nuestros pecados, aún aquellos que nos hacen sentir bajos, nos causan dolor, nos hacen sentir miserables y pensar: “¿cómo puede ser que lo haya hecho, que no me haya dado cuenta?”.
De eso se trata este camino que nos deja con ganas de recorrerlo por completo, de “Darse Cuenta”: agarrar nuestra vida, todas nuestras experiencias, sueños, anhelos, errores, quiénes somos y ponerlos a los pies del Señor. Entregárselos en ocho días de oración para que en nuestro encuentro con él, nos ilumine y nos muestre su voluntad en nuestras vidas. Y así, ser felices y desde esta felicidad, construir su Reino con amor y servicio. Porque si no vinimos a este mundo a hacernos uno con el más necesitado y a jugarnos por el otro, ¿a qué vinimos? Ese es el mayor designio de Dios para con nosotros.
Es una experiencia para sentir y gustar internamente, no hay palabras suficientes que expliquen lo que se vive y se siente en estos días de profundo encuentro con Dios, de animarse que Dios nos está esperando ansioso, que quiere salir a nuestro encuentro y colmarnos con su gozo y su gracia. ¡ÁNIMO!