Conferencia de Liderazgo y Discernimiento en Roma
Entrevista a Daniela Gargantini, quien participó de la Conferencia de Liderazgo y Discernimiento que se llevó adelante en la Curia Jesuita en Roma de desde el 1° al 5 de abril. De ella participaron jesuitas y laicos ignacianos de todo el mundo.
¿De qué se trató el encuentro ‘Discernimiento y Liderazgo’?
Durante la primera semana de abril, la Oficina de Discernimiento y Planificación Apostólica de la Curia convocó a Roma a referentes de diversas partes del mundo (jesuitas y laicos) con la intención de conformar una comunidad global que colabore con la renovación creativa de la Compañía de Jesús y la Iglesia a partir de las preferencias apostólicas anunciadas por el padre General.
La convocatoria surge a partir de detectar una necesidad creciente y un deseo de formación ignaciana en discernimiento y liderazgo, no como un apéndice sino integrada profundamente con el quehacer diario de la Compañía y sus obras.
¿Quiénes estaban representados?
El Encuentro reunió a 54 líderes ignacianos con experiencia en diversos campos de acción de todos los continentes. De ellos 26 fuimos laicos. Sólo 9 mujeres participamos del encuentro. Latinoamérica estuvo representada por 6 latinoamericanos de diferentes obras (FLACSI, AUSJAL, CPAL, Sector social y Migrantes)
¿Qué temas se propusieron?
El encuentro se estructuró en torno a los siguientes ejes temáticos:
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Recibir orientación personalizada por parte del padre General sobre las preferencias apostólicas y discernir cómo hacerlas avanzar con los referentes de las Conferencias regionales, las provincias y los encargados de las diferentes obras.
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Aclarar los elementos claves del liderazgo en una forma ignaciana de proceder.
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Reflexionar sobre los desafíos del trabajo en las fronteras y las vulnerabilidades de nuestro mundo, y sus implicancias en nuestro modo de entender el discernimiento y el liderazgo.
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Adquirir conocimientos teóricos y prácticos de cómo liderar procesos comunitarios de cambio y superación de crisis y dificultades.
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Compartir experiencias, conocimientos, buenas prácticas y recursos en liderazgo y discernimiento ignacianos.
¿Qué expectativas tenías sobre el encuentro? ¿Se fueron cumpliendo?
Recibir la invitación fue una gran sorpresa para mí. Asistir representando a todas las universidades de América Latina implicó una gran responsabilidad.
Acepté la invitación con algo de temor, asumiéndola como un llamado a profundizar mi vivencia de fe profundamente unida a mis tareas cotidianas en la universidad y a mi propia vida, y preguntándome qué esperaba Dios de mí tras la invitación.
La experiencia, la formación y la gracia recibida superaron ampliamente mis expectativas. Fui grata y exigentemente sorprendida por un Dios que no se cansa de llamarnos a vivir en coherencia nuestra fe en medio de las obras y tareas cotidianas. En ello cultivar la identidad y espiritualidad ignaciana constituye un gran apoyo.
La metodología del encuentro fue propicia para ir integrando los contenidos teóricos y prácticos a una profunda reflexión y discernimiento no sólo personal sino comunitario. Esa fue una de las principales riquezas del encuentro. No sólo discernir el qué sino el modo de alcanzar los objetivos frente a los desafíos vigentes.
¿Con qué quedaste más impactada de lo vivido en esos días?
La vivencia universal de la Iglesia y de la Compañía fue una experiencia que me impactó profundamente. El encontrar un llamado y modo de proceder común en medio de diferentes culturas y lenguas fue muy movilizador.
Junto con eso, el poder experimentar las vulnerabilidades sociales y eclesiales despertaron en mí mociones de gran desolación.
Frente a ello, la integración de nuestra fe a opciones de vida y de ejercicio concreto de nuestra profesión o actividad a partir del modo particular de proceder ignaciano fue motivo de gran consolación, que se transformó en una invitación a un compromiso más activo para poder compartir con otros lo recibido.
¿Qué desafíos percibís como más cercanos para la Iglesia y la Compañía en Argentina?
Creo que el principal desafío es poder ofrecer espacios de relectura y reflexión profunda de las preferencias apostólicas, donde poder iniciar procesos de discernimiento comunitario y colaborativo que nos permitan, no sólo pensar qué vamos a hacer o qué tenemos que hacer frente a los diferentes desafíos que tenemos delante, sino, fundamentalmente, cómo lo vamos a hacer.
La formación e invitación a compartir la identidad y los modos de proceder ignacianos resulta una deuda pendiente en la mayoría de nuestros espacios. Sin que ello se comprenda y se vivencie profundamente tanto en jesuitas como en laicos colaboradores, será difícil cumplir con la misión encomendada y ser factores de transformación real de nuestra sociedad y de la misma Iglesia.
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