Cuerpo de Cristo, sálvame
Muchas veces voy a misa solo por costumbre, por hábito o simplemente porque cumplo un rol dentro de ella, ya sea en el coro, en la liturgia o en la participación con la comunidad a la que pertenezco. Esta parte de la oración del Anima Christi nos propone entrar en la profundidad de lo que significa comulgar. Es una oración devota, medieval, con un lenguaje que probablemente no entiendo o me cuesta acoger.
«Cuerpo de Cristo, sálvame» parece una súplica o una «orden» a Dios. Quizá desde la desesperación. Quizá desde la necesidad de salvación, es decir, de Vida (con mayúsculas), esa que sólo Él nos puede dar. De Vida plena y verdadera.
Recibir el cuerpo de Cristo, recibir en mi interior la carne de Jesús, no es solamente cumplir con un rito. Comulgar significa reconocer la necesidad que tenemos de que Él transforme nuestra vida. Que Su cuerpo en mi cuerpo sea una fuente de salvación. Es reconocer el deseo de vivir aquello que decía Pablo «no soy yo quien vive sino es Cristo que vive en mí» (Gál 2, 20).
Ser consciente de esto convierte el acto en una verdadera transformación interior. Es verdad, no es que siempre caigamos en la cuenta y seguramente lleva un camino que recorrer. Por eso tanto ayuda vivir con sentido el momento final de agradecimiento en la liturgia de la misa, entre la comunión y la conclusión. Ese instante que ya sea con silencio o con cantos podamos dialogar íntimamente con Aquel que acaba de unirse también físicamente conmigo.
Luis Arranz, sj
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