ECOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD IGNACIANA
A finales de junio, pusimos en línea la versión integral de “JESUITAS 2024”, revista anual que publica la Curia General sobre los compromisos que tiene la Compañía de Jesús con el mundo. El tema de la presente edición es el cuidado de nuestra casa común. Bernard Hudon, hermano jesuita de la Provincia de Canadá, especialista en ecología, nos ofrece sus reflexiones sobre el vínculo entre esta Preferencia Apostólica Universal y la espiritualidad ignaciana.
Fue en la 35ª Congregación General, celebrada en 2008, cuando la Compañía de Jesús se posicionó oficialmente acerca de las cuestiones ecológicas, tras una mención en un breve decreto de la 34ª Congregación General celebrada en 1995. En el Decreto 3, titulado: Desafíos para nuestra misión hoy, la Compañía manifiesta su deseo de Reconciliación con la creación, incluido en una revisión de su misión decretada en 1975, a saber, que “la misión de la Compañía de Jesús hoy es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta, en cuanto forma parte de la reconciliación de los hombres exigida por la reconciliación de ellos mismos con Dios” (Decreto 4 de la CG 32, Roma, 1975). Se trata del famoso Decreto 4, que supuso un firme compromiso de la Compañía con la justicia social y que dio lugar a la creación de numerosos centros de análisis social en todo el mundo, así como al martirio de unos cuarenta jesuitas, especialmente en América Latina.
35ª Congregación General, 2008
Esta Congregación ha revisado su misión expresada en 1975, definiéndola como Reconciliación con Dios, Reconciliación de unos con otros y, finalmente, Reconciliación con la creación. En el nº33, leemos: “El modo de acceder y explotar las fuentes de energía y otros recursos naturales está rápidamente aumentando el daño al suelo, al aire, al agua y a todo el medioambiente, hasta el punto de ser una amenaza para el futuro del planeta. Agua insalubre, aire contaminado, deforestación masiva, residuos atómicos y desechos tóxicos están causando muerte e indecible sufrimiento, particularmente a los pobres.”
Análisis
Para los jesuitas, un compromiso firme con nuestra “casa común” supone un deseo de compromiso sociopolítico, en contraste con la visión que suelen tener los franciscanos, que es de contemplación de las bellezas de la naturaleza. El Papa Francisco, jesuita también él, escribió su encíclica Laudato si’, que está dirigida a las personas de buena voluntad, en lugar de a los católicos, como es habitual. Es un llamamiento a la “ecología integral”, entendida como auténtico enfoque social que engloba la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la economía global que margina a miles de millones de personas, y el crecimiento de la población, que no es un problema en sí mismo, sino más bien el problema de la distribución desigual de los recursos. Francisco afirma asimismo lúcidamente que son los países del Norte los que tienen una deuda con los países del Sur. No es de extrañar que el actual Papa haya sacudido los pilares del templo del neoliberalismo dominante. Se ha granjeado enemigos entre la intelectualidad de derechas, especialmente en algunas partes del mundo. Inspirado en la espiritualidad ignaciana, afirmaba Francisco con gran contundencia en su discurso a la última COP: “Estoy con vosotros para plantear la pregunta a la que ahora estamos llamados a responder: ¿trabajamos por una cultura de la vida o por una cultura de la muerte? Yo les exhorto: ¡elijamos la vida, elijamos el futuro!”
Por Bernard Hudon, SJ
t.ly/xgUGX
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