El lenguaje de la Fe hoy

El Jubileo de la Comunicación, que el fin de semana del 24 al 26 de enero fue el primero de los eventos jubilares de este Año Santo, reunió en Roma a decenas de miles de periodistas, comunicadores, trabajadores del sector, religiosos y laicos, que cada día ponen su profesionalidad al servicio de la sociedad, y en particular de la Iglesia.

En los numerosos momentos de reflexión e intercambio, la pregunta que más se planteó fue “¿Cómo comunicar hoy?”, y nosotros, los comunicadores que trabajamos en el ámbito religioso, nos detuvimos a reflexionar concretamente sobre cómo difundir la Palabra de Dios y compartir la Fe en un mundo impregnado de violencia y destrucción. La Fe habla hoy un lenguaje que necesariamente debe adaptarse a los tiempos, sin dejar de estar anclado en la Verdad Eterna.

Vivimos en una época en la que la comunicación se caracteriza por la inmediatez, la rapidez, la hiperconexión y la multiplicidad de voces; la sociedad es cada vez más pluralista y secularizada y, en este contexto, para difundir hoy la Palabra de Dios es necesario adoptar un enfoque que tenga en cuenta estas realidades.

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El lenguaje de la Fe no puede ser estático o distante, sino que debe ser capaz de acercarse a las personas, hablando un lenguaje comprensible y capaz de tocar sus corazones.

La Fe no puede “limitarse” a expresarse de manera formal o compleja, sino que debe ser capaz de hablar un lenguaje sencillo, directo e inclusivo; debe hablar el lenguaje del amor, de la esperanza y de la compasión.

El Santo Padre, en su Mensaje para la 59ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, dado a conocer el 24 de enero al inicio del Jubileo del Mundo de la Comunicación, nos invita a “compartir la esperanza con mansedumbre”, para que el oyente se sienta acogido, comprendido y pueda descubrir o redescubrir la Palabra de Dios. El mundo necesita una comunicación que no suscite miedo y desesperación, sino que alimente la llama de la esperanza, que nos haga sentir que Dios está con cada uno de nosotros, siempre.

No debemos olvidar, sin embargo, que la Fe no es sólo anuncio, sino también escucha, escucha activa, capaz de acoger las preguntas, las incertidumbres, las dudas existenciales de quienes buscan a Dios, y a las que podemos responder utilizando el lenguaje más poderoso que tenemos: el verdadero testimonio.

Difundir la Palabra de Dios hoy significa vivir una Fe encarnada en el presente, capaz de entrar en los meandros de la sociedad sin perder su autenticidad. La misión es testimoniar que la Palabra de Dios está viva, que habla a los desafíos modernos, y que ofrece respuestas profundas a quienes buscan sentido y verdad.

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El Verbo toma carne, tiene rostro, es una persona, Jesucristo. No siempre reconocido, pero no ausente. Presente en todas las demás palabras, también ella busca hacerse carne. La Palabra crece y se revela en nuestra escucha. Escuchar significa reconocer y acoger, a menudo acoger su extrañeza y al extranjero, porque la Palabra siempre será un encuentro extraño incluso cuando la deseamos. Para escuchar, acoger, hablar y dar carne a la Palabra necesitamos un espacio -libre- para dejarla venir y “habitar” con nosotros.

El reto para todos nosotros es la receptividad, la espera y la apertura. Creo que el reto profundo de la comunicación auténtica es precisamente el espacio abarrotado de nuestro mundo y de nuestros corazones: es como estar siempre en medio de una multitud, donde todos están demasiado ocupados o preocupados, demasiado asustados o desconfiados para reconocer a Aquel que está en medio de nosotros, Aquel que pronuncia nuestro nombre y camina a nuestro lado.

 

Por Carla Bellone, Asistente del Secretario para el Servicio de la Fe

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