El Modelo de Liderazgo Político propuesto por el CIAS
En función de su experiencia con el liderazgo político en la Argentina actual, Daiana Fernández, se pregunta si tiene sentido la pregunta por el liderazgo político en un país donde la práctica política aparece cíclicamente asociada a la corrupción.
Por Diana Fernández
Liderazgo político: ¿hay modo de rescatar lo específico de esa idea en tiempos decoaches, talleres de liderazgo empresarial, asesoramiento comunicacional, seminarios para líderes organizacionales, preguntas por el liderazgo emprendedor o incluso por el liderazgo emocional? ¿Cómo pensar al líder político en el incierto territorio de la Argentina actual? Aún más (y especialmente en una semana marcada por la detención del ex secretario de Obras Públicas, José Francisco López): ¿tiene sentido la pregunta por el liderazgo político en un país donde la práctica política aparece cíclicamente asociada a la corrupción?
Rodrigo Zarazaga, sacerdote jesuita, autor de ‘La pobreza de un país rico. Dilemas de los proyectos de nación, de Mitre a Perón’ (Siglo XXI), doctor en Ciencia Política por la Universidad de Berkeley y post-doctorado en la University of Notre Dame, no solamente piensa que sí, sino que también defiende la promoción de espacios de formación en liderazgo específicamente político. Y considera que uno de los factores decisivos de esa formación tiene que ver con un concepto frecuentemente citado con pudor o suspicacia: la vocación de poder.
«Cualquier transformación de la realidad tiene que ver con el poder», asegura. Conocedor de los aspectos más devastadores de la desigualdad (su tesis de doctorado se basó en largos años de trabajo en barrios carenciados del conurbano bonaerense), insiste: «Con las ONG, las fundaciones, estamos siempre parando el viento con la mano. Si querés una transformación, tenés que incidir en el Estado. Eso supone poder».
La articulación entre teoría y práctica parece ser un continuo en la vida de Zarazaga. Quizás por eso actualmente está al frente de la Escuela de Liderazgo Político que, en el marco del CIAS (Centro de Investigación y Acción Social), atraviesa su segundo año de vida. «Queremos alumnos ambiciosos -remarca-. Alumnos dispuestos a manejar recursos. Junto a la formación teórica, buscamos que no pierdan el norte, que es el contacto con la realidad, con el país sumergido en la pobreza.» Zarazaga no tiene pruritos en defender el «realismo político», al que entiende como algo «que implica valores, pero desde una ética situada. No la ética de los boy scouts». Y la duda, otra vez: ¿cómo plantearse formar líderes políticos frente a una ciudadanía que, tanto en nuestro país como a nivel global, se siente cada vez más distante de aquellos que dicen ser sus representantes? «Hay un reclamo de la sociedad ante una política que sirve sólo a la política», reconoce Zarazaga. Pero insiste: «Igual, la solución sólo puede venir de la política».
Voces nuevas
Mariana Bardisa tenía 16 años cuando la crisis de 2001 violentó al país. Oriunda de Concepción del Uruguay, recuerda esas jornadas de furia como un hito fundacional: el momento en que se dijo que haría lo que fuera para que toda esa desolación no volviera ocurrir. La cercanía al peronismo fue un indicio; la militancia en el FPV, el camino por el que optó y en el que persiste actualmente.
A su modo, Mariana representa una de las paradojas que marcan esta época. El ingreso, durante la última década, de un importante número de jóvenes a una actividad política que reivindican y sostienen desde diversos modos de militancia. Y en paralelo la persistencia, en otros sectores sociales, de cierto desencanto y hasta una franca desconfianza -¿ecos difusos de aquel «Que se vayan todos»?- frente a la política tradicional.
«Me considero una militante», asegura Mariana, y cuenta que se acercó a la Escuela de Liderazgo en busca de «herramientas para la formación de un cuadro político». Algo similar les ocurre a sus compañeros de cursada: jóvenes que en promedio rondan los 28 años, por lo general egresados de licenciaturas o posgrados, con diversas adhesiones partidarias y, en el caso de muchos de ellos, con actividad en la política, tanto en la militancia como en la gestión pública.
Los responsables de la escuela destacan dos datos que quizás estén indicando algún movimiento en el ámbito de las juventudes políticas: por un lado, la respuesta favorable ante la oferta de lugares de formación. A la hora de las inscripciones, este año se encontraron con la demanda de 460 postulantes para un espacio concebido para 30 vacantes. Por el otro, aunque conscientes de que el de las aulas es un ámbito pequeño y en cierto punto protegido, no dejan de sorprenderse ante la casi desaparición de la polarización en esos estudiantes básicamente veinteañeros y treinteañeros, provenientes de algunas de las principales fuerzas políticas del país. «Desde acá, la brecha es un mito», asegura Jorge Monge, director ejecutivo de la institución.
«Logramos espacios de debate verdadero», se entusiasma por su parte Ignacio Devitt, alumno de la escuela y funcionario del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación. Una actitud que comparten sus compañeros de cursada Juan Manuel López, abogado y asesor de Elisa Carrió en la Cámara de Diputados, y Gabriel Mraida, funcionario del Ministerio de Seguridad que no sólo rescata la cultura del diálogo sino también la posibilidad de reconocer los aciertos del otro: «Es necesario tener gestiones eficaces; implementar políticas públicas de modo eficiente y no apenas guiadas por criterios electoralistas-se explaya-. También es importante aceptar las políticas públicas que funcionaron en la gestión anterior».
Pensar un país
Construir poder desde el consenso, articular redes, modernizar el Estado, incorporar el mediano y largo plazo al diseño de políticas: en estos puntos, consideran los jóvenes estudiantes de liderazgo, existe la posibilidad de lograr un diálogo distinto en el campo de la política. Respecto de la disyuntiva «lógica de la política/ gobierno de los CEO» -otra de las dicotomías que circularon durante el último tiempo-, lanzan su fórmula: confluencia del gesto político con el rigor técnico. «Yo prefiero al político formado al político a secas o al técnico a secas», asegura Juan Manuel López.
A la hora de definir lo que para ellos significa el liderazgo político, hablan tanto de capacidad de interpretar e interpelar a la sociedad como de representar a las minorías y mayorías, trabajar en el equilibrio de intereses, saber «plantarse» y distanciarse de las presiones mediáticas, pensar en el largo plazo. Zarazaga, por su parte, no duda en definir los que, a su criterio, serían los principales desafíos que tendría que enfrentar cualquier líder político en la Argentina de hoy: «Conciernen a lo básico que hace a un modelo de país -explica-. Es decir: definir qué le vamos a vender al mundo, qué de nuestra producción vamos a proteger del mundo y cómo vamos a incorporar a la población que hoy permanece en la informalidad económica». Devitt apunta: «La Argentina es la eterna potencialidad. Hay que salir de la falta de planificación, pensar proyectos a mediano plazo».
En el caso de Claudia Cabrera, otra de las alumnas de la Escuela de Liderazgo, la reivindicación de la política tuvo su proceso. Proveniente de una familia de origen paraguayo, Claudia vivió en la Villa 31. Allí encontró, no en la acción política sino en el trabajo social, la primera vía para comprometerse con la vida de su comunidad. «En la villa siempre vi que eran los vecinos los que hacían algo, no los políticos -dice-. La gente se acerca a la política para sobrevivir, pero no está la idea de liderar.»
Claudia obtuvo una beca que le permitió estudiar Periodismo en la Universidad Católica Argentina. Convertida en la primera universitaria de su familia, quiso seguir estudiando. Otra beca le permitió llegar a la Escuela de Liderazgo. «Quería formarme. Me interesó profundizar en estos temas porque uno no puede opinar de cosas que desconoce», relata. Valores y privilegio de lo colectivo: por allí pasan sus prioridades al pensar en el liderazgo político. Y una aspiración: «Que nadie tenga que dar una dirección falsa para que lo acepten. Porque eso hacen hoy quienes viven en una villa».
Fuente: CPAL Social
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