El Silencio de Scorsese No Pisa al Más Pobre
A la luz de la película ‘Silencio’ de Martín Scorsese sobre la Fe, el valor de las palabras, los símbolos, y el lugar de los excluídos.
Por Fernando Vidal
Negarnos a pisar al más pobre o su imagen aunque sea lo más útil, lo más pragmático, lo que impone el poder, lo que más interesa, lo que nos prolongue la vida. De mucho de eso va la película Silencio de Martin Scorsese. Pueden quitarnos vida pero nadie puede obligarnos a hacer el mal.
Al discurrir tan en el fondo, la película tiene muchos alcances, pero quisiera resaltar uno que se me repetía: debemos negarnos a pisar a las víctimas, aunque solo sea a su imagen o un símbolo de éstas.
La película Silencio no va del sentido del honor que no quiere mancillar la propia ideología, religión o patria. No es una película sobre el honor ni el idealismo ni morir por las ideas. Se trata de la misma vida, habla de las Cazas de Brujas que se repiten en la historia.
En la película, Scorsese nos sitúa en la persecución del Estado japonés contra los cristianos, las torturas, ejecuciones y represión por todos los medios imaginables. Para demostrar que la persona era cristiana se le ponía ante él una imagen de Cristo crucificado y se le exigía que la pisara o escupiera sobre ella. Ese momento de pisar la imagen del crucificado es el centro de Silencio y se repite en distintos momentos.
Pero se pone a los sacerdotes ante un dilema aún mayor: si pisa la imagen del crucificado, podrá salvar la vida de numerosos fieles que en ese momento están siendo torturados ante él. Sin duda el primer impulso es pisar la imagen del crucificado. Y así lo afirma el protagonista. ¿Qué importa un símbolo? Ya lo dice el Inquisidor: es sólo una formalidad, es sólo un icono, es sólo un símbolo, una imagen. Solo son palabras, meras palabras. Ninguna bandera merece un solo muerto. Silencio está exquisitamente realizada y uno no puede sino sentir compasión por los presos, torturados y amenazados de muerte. Y hasta por la propia vida. ¿Cómo no va a pisar lo que parece ser sólo una imagen? Salvarles lo excusa todo. ¿Sí?
A la vez sentí un choque: identificado con ellos, no quería pisar ni la imagen del crucificado. Rechazaba la idea de pisar a un excluido, a una víctima. Quizás me hubiera resignado a pisar la imagen de un Rey, una Bandera, un Partido, un Papa, mi propia imagen o incluso la de los míos. Pero no la de un crucificado, un ejecutado, un inocente condenado, un pobre, un excluido. Si la piso seguirán siendo pisados siempre. A veces se debe cortar la cadena de la violencia con la paz de la propia renuncia, haciendo silencio incluso a uno mismo.
No tenía razón el Inquisidor: no era solo un símbolo ni un principio ni una formalidad ni solo una idea. Hay ocasiones en que las palabras son hechos. Hay veces en que lo que nos queda es ser personas de palabra o personas de silencio. Estoy pensando en Jesús ante Pilato: un hombre de silencio, un hombre de palabra, una Palabra de Silencio.
Una vida sin sentido
Los inquisidores pedían a los presos que fueran pragmáticos y decidieran desde la lógica de la utilidad. Y lo útil era seguir vivos a cualquier precio. Y eso hacía que las palabras y los símbolos no valieran nada. Pero un hombre sin palabra no vale tampoco nada. Quienes negaron una y otra vez al crucificado se convirtieron no sólo en hombres sin palabra sino en hombres sin vida. Una vida sin Palabra es una vida sin sentido.
Se fue formando en mí una convicción conforme transcurría la película: no debemos pisar a los crucificados, a las víctimas, a los excluidos, a los pobres. Ni siquiera sus imágenes, que frecuentemente es lo único que queda de ellos. Hoy no nos amenazan de muerte para que los pisemos, pero ¿cuántas veces pisamos su memoria o les usamos para demostrar que somos más fuertes, más ricos, más útiles, más santos, más poderosos, más carismáticos? Quien usa la imagen del pobre para ganar en carisma o popularidad, pisa su imagen y le pisa a él. ¿Qué pobres o símbolos de ellos pisamos hoy para mantenernos en nuestro estatus?
Los símbolos son cruciales porque hablan del valor de las cosas. El valor de las palabras son el corazón de la condición humana. Si no sabemos qué decir, cómo resolver el dilema sin pisotear al más débil, siempre nos queda el no-poder del Silencio.
Fuente: Entre Paréntesis
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