¿Es Posible Mirar de Otra Manera?
Cómo experimentamos y reaccionamos frente al mundo: una cuestión de mirada.
Por Emmanuel Sicre, sj
¿Por qué pasa que las mismas cosas nos resultan unas veces intolerables y otras veces las aceptamos con paciencia y hasta con agrado? Hasta sucede que hay momentos en que las mismas personas son un peso, y en otro momento las vemos con amor. ¿Qué hay detrás de algunas de estas variaciones en los modos de ver la realidad que nos rodea? ¿Es un simple cambio emocional? ¿O de hecho la realidad cambia y nosotros cambiamos con ella? Pero ¿cómo explicar que ante una realidad adversa unos reaccionen con paz y otros con desesperación? ¿No será una cuestión de mirada?
¿Cómo se ve desde una mirada contaminada?
Se ve todo mal, como sin salida. La realidad nos parece absurda, sin sentido e intolerable. Brota desde lo hondo una profunda indignación con las cosas, con las personas, con las estructuras e instituciones. Todo pesa. Ver una persona feliz nos enoja. Y algunos llegan a desesperarse. Un mecanismo de defensa inconfundible atrapa la mirada contaminada: la crítica, el sarcasmo y la ironía cruda como la peor versión del humor. Así logramos al menos castigar a alguien porque las cosas no son como quisiéramos. Los demás o son enemigos o son cómplices de nuestra mirada opaca. No hay muchas soluciones, ni creatividad para resolver los conflictos. La paradoja humana parece inaguantable y punzante. Estamos hastiados e irritados con todos y en el mejor de los casos asoma una resignación pesimista como enlutada. Es la mirada de muchos medios de comunicación cuando sólo ven el caos de la realidad, cuando sólo enfocan el morbo, la superficialidad y la banalidad de lo real porque lo sesgan, lo fragmentan y lo arrancan de su conjunto, para que pierda sentido y pinche más los ojos. La mirada contaminada no acepta ningún tipo de corrección porque es terca, boba, y se olvidó de cómo se veía desde una mirada limpia. El pesimismo le robó la memoria.
¿Y cómo se ve desde una mirada limpia?
En cambio, la mirada limpia es aquella que ve el conjunto de las cosas de la realidad y se asombra, porque es inteligente y mira con paciencia. La mirada limpia comprende, analiza, hace síntesis de lo que ve y no la arrebata el juicio. Es una mirada atenta a su alrededor, fresca, no está ensimismada en su mundito. Es una mirada que acepta la realidad, que busca ahondar en su misterio. Una mirada limpia no juzga a los demás por sus errores, los comprende porque sabe de los suyos. La mirada limpia capta el hilo fino y casi invisible que une las cosas en su armonía. Es una mirada que va a contramano de la lógica del ambiente, porque se anima a ver más allá y no se ciega con la primera dificultad. La mirada limpia se aventura con curiosidad sobre los entresijos de la vida. La mirada limpia es simple: se duele con el dolor y se alegra con la alegría, no hace show de la desgracia ni desestima la felicidad. La mirada limpia contempla a las personas en su verdad, por eso no necesita despreciarlas, sino que ve para qué está cada uno en el mundo.
¿Cómo limpiar la mirada?
Primero hay que caer en la cuenta de cómo estoy viendo la realidad. Luego tomar una decisión: ¿quiero cambiar de mirada? ¿Quiero ver de otro modo? ¿O seguiré quejándome de la realidad como si ella fuera un ente abstracto al que le puedo echar la culpa de lo que no veo bien? En la medida en que podemos responder a estas preguntas surgen alternativas al espíritu. Recorrer esas preguntas me devuelve al sitio original de cuando aprendí a ver la realidad. Me regresa al punto de partida de la niñez de mi mirada. Y la mirada del niño no es la del ingenuo, sino la del que cree de verdad y confía.
Limpiar la mirada es aceptar el tiempo, la vida y la paradoja humana con naturalidad. Es comprender que la limpieza radica en la libertad para optar qué es lo que quiero ver. Para limpiar la mirada hace falta discernimiento. ¿A dónde me lleva una mirada contaminada? ¿Qué sabor me deja una mirada limpia? Y disfrutar de un banquete posible!
Más de uno podrá decir que no es fácil. Pero ¿no será quizá más difícil vivir instalados en la contaminación que termina destruyéndonos? La contaminación de la mirada puede tener muchas causas y todas muy razonables. Pero lo que no es razonable es que la desolación nos domine y nos convierta en seres amargados. Tenemos que luchar para cambiar la mirada. Abrir los ojos a lo que verdaderamente pasa. Liberarse de las cadenas invisibles que nos tiende el mal espíritu para envolvernos en su desesperanza. Y abrirse a la vida que está en cada uno de los que camina a nuestro alrededor. Comprender desde lo más hondo lo que puede estar viviendo, asumirlo con compasión.
Sólo la compasión cambia la mirada. La transforma en puente hacia los demás. La convierte en un trampolín hacia la vida abundante. Sólo la compasión destila la contaminación del corazón herido por el camino.
Es tiempo de animarse a que la mirada se nos transforme. No hay paz en el mundo que no empiece con una mirada distinta sobre las cosas, las personas, la naturaleza y el mundo que habitamos.
Fuente: Blog Pequeñeces
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!