Esta noche Jesús cenará
Esta noche Jesús cenará con nosotros. Habrá que prepararse. Sé que iremos parte de los suyos. Siempre acostumbra compartir la mesa con nosotros, aunque no se le niega la entrada a nadie. Pero, esta noche, hay algo extraño en el ambiente. Jesús ha venido pronunciado un discurso al que no estamos habituados. Es comprensible. Nadie jamás podrá entender a Dios, me dije muchas veces. En Él se percibe una especie de revelación, un fantasma pero un hombre-Dios, una alucinación. Se ve a un insurrecto, un agitador, pero lento, amante, y a la vez pacífico, nervioso, todo eso junto. Esta noche cenará con nosotros. Los invitados estamos algo ansiosos hoy. Algunos, sé, irán como llevados por un halo misterioso; otros, convencidos por su mirada, por sus obras, otros por la costumbre de seguirlo. ¿Y yo?
Algunas mujeres ya están preparando la mesa. Ellas sí que lo viven distinto, es como si se supieran elegidas por este hombre misterioso. Su sensibilidad les ha dicho que este es un gran varón. Ya se siente el olor del alimento que llenará los platos. Está mezclado con una serie de aromas que recuperan toda la tradición de nuestro pueblo durante toda su peregrinación en los cuarenta años del desierto. Nunca dejé de preguntarme cómo manjares tan sabrosos fueron protagonistas de una espera desoladora. No es irrelevante la comida en estos casos, ya lo creo. Las manos de las mujeres golpean la masa, antes trigo en el mortero, que se hará pan para acompañar la cena, que se hará pan para sopar el sazonado jugo que bordea el plato.
Es increíble: cada vez que pienso en esta noche me pongo nervioso, ansioso y nada puede combatir una angustia que me deja perplejo. No es que se pueda explicar porque no estoy mal, sino simplemente ansioso. Pero, de qué. Qué es lo que me desenfrena la sangre, qué es lo que galopa cerquita del corazón. Acaso no conozco este tipo de encuentros. Sí, claro. Lo de siempre, risas, comer, cantos, chistes, alegría, quedarse hasta tarde, contar anécdotas de días pasados. Es que Jesús no está muy bien en estos días, se lo ve tenso, pero al mismo tiempo como decidido; serio, pero sin querer perder de vista estar con nosotros. Parece increíble que se lo vea así. Celebraremos la pascua sus seguidores y casi ni encuentro motivos de celebración. ¿Qué es eso de su hora, qué es ‘ha llegado el tiempo propicio’? ¡Jesús, qué poco te entiendo! ¿Cómo es que te animas a decirnos que se te acabó el tiempo de estar entre nosotros para volver la Padre?
Está noche iré a la cena, me sentaré, saludaré a todos y podré observar sus rostros. Seguramente las mujeres nos servirán con gracia, como acostumbran, entre risas y piropos. La chimenea arderá entre nosotros para calentar la fría habitación del segundo piso que nos han prestado. Llamarán a comer, tomaremos nuestros lugares, probablemente haya algo de música. Qué más podré pedir. Es lo de siempre. Pero no, hoy, debo admitir que es diferente. Sí, no es como siempre. Me siento algo brujo, pero no creo que esta noche sea como siempre. Sé que la brisa que ha rosado nuestra piel en estos días tiene muy poco de lo que hemos percibido semanas atrás, uno o dos años atrás. La Pascua hoy es diferente. Pero, qué podrá tener esa brisa. Es miedo, sí, es tranquilidad, también. Realmente se trata de algo indefinible. Ignoro lo que sucede y me pesa esperar tanto. ¿Qué está pasando?
Jesús, nos has tenido tan acostumbrados a certezas, a palabras sabias, discursos consoladores, arremetidas correctas, cuentitos fantásticos y una sarta de frases escandalosas. Has logrado convertirnos en seres que poco saben vivir sin vos. Y esta noche la cena no será la misma. ¿Por qué? Qué te estás guardando bajo la manga.
Es hora de salir. Hoy el día ha sido como otros: levantarse temprano, trabajar, almorzar, descansar un poco, volver al trabajo…y ahora…. caminar para llegar a la casa de quien nos recibirá para cenar. Dejo atrás mi casa, camino lentamente y parto a la cena.
Emmanuel Sicre SJ
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