Evangelio del Domingo. “MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO”

De inmediato, Jesús elimina toda ambigüedad y confusión a la que nos pueda inducir el título de esta solemnidad litúrgica: “Mi reino no es de este mundo”. Lo que en su día Jesús le dijo a Pilato nos lo dice también a nosotros hoy. La idea que el gobernador romano de Judea tenía de la figura de un rey no es tan distinta de la que nosotros podamos tener de un rey. También nosotros asociamos la palabra rey a poder, fuerza, dominio, riqueza. Jesús niega radicalmente esa concepción de cuál es su modo de ser rey: “si mi reino fuera de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos”.

¿Está diciendo Jesús que su reino no es de este mundo, pero es de otro mundo? No está diciendo que su reino sea de otro mundo, sino que afirma que es “otra cosa”. Tiene otro fundamento, otro sentido, otra legitimidad, otra misión. Y lo expresa de este modo: “para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad”. La verdad como fundamento de su autoridad, la verdad como misión de su reinado. Pilato, o porque no entiende nada o porque entiende demasiado bien, contesta aquello de “¿qué es la verdad?”. Frase que firmarían hoy encantados muchos de nuestros contemporáneos…

¿Y ese mensaje de que el Reino de Cristo es el reino de la verdad qué nos dice a nosotros hoy, en qué se concreta en nuestra vida? Porque esta afirmación, como todas las del Evangelio, es un mensaje para la vida. Es, fundamentalmente, una llamada a la libertad. La verdad es la fuente más cierta de la libertad: “la verdad os hará libres” (Juan 8,32).

Al reino de Cristo no se pertenece por haber nacido en tal o cual sitio, independientemente de nuestra voluntad. Al reino de Cristo no se pertenece por conquista o dominio, no se pertenece por la fuerza o la conquista de quien reina. Al reino de Cristo se pertenece por voluntad propia, por la búsqueda sincera de la verdad: el reino de Cristo es de los que buscan la verdad, de los que quieren vivir en verdad: “todo el que es de la verdad escucha mi voz”.

Pertenecer al reino de Cristo nos hace libres. En una libertad que vamos ganando día a día, y que se ve continuamente amenazada por los engaños “del padre de la mentira”, que toma tantas y tan variadas formas a lo largo de la historia y de hoy mismo. Engaños, falsedades, falsas promesas que seducen y encadenan.

Pertenecer al reino de Cristo es para siempre, va más allá de los límites de esta vida. Los reinos de este mundo son todos perecederos por fuertes que puedan parecer en un determinado momento, como la historia nos ha enseñado bien. El de Cristo es un reino que aquí en esta vida apenas nace pero que al fin de la historia se manifestará y será en plenitud.

Darío Mollá, SJ

@centroarrupevalencia | t.ly/xYiyV

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