Fe y Alegría: una visita al futuro
Una publicación de Jorge Cela SJ para el anuario «Jesuitas – La Compañía de Jesús en el mundo – 2020».
Fe y Alegría es parte del sueño de «nueva sociedad», «nuevos cielos y nueva tierra», que motiva el apostolado social y educativo de la Compañía de Jesús. Por eso el P. Arturo Sosa, SJ, les decía a los delegados congregados en el Congreso de Madrid 2018: «Con ustedes la Compañía quiere visitar el futuro».
Cuando entré a trabajar en Fe y Alegría en 2003 aprendí que nuestro objetivo no era que nuestros estudiantes tuvieran los mejores resultados académicos, sino que la educación del país mejorara. Porque para su fundador, el P. José María Vélaz, SJ, la justicia social comienza por la justicia educativa. En nuestra sociedad del conocimiento, una persona sin educación es candidato seguro a la pobreza, la discriminación y la manipulación. Por eso, decía el fundador, «no podemos dar una pobre educación a los pobres». El padre Arrupe, como superior general de la Compañía de Jesús y antiguo compañero de noviciado, escribía al P. Vélaz: «Le invito a seguir con ese espíritu de innovación cualitativa al servicio del crecimiento de los pobres como sujetos de su propio destino, hijos de Dios, constructores de una sociedad justa y fraterna».
Al comenzar Fe y Alegría en Caracas en 1955, la cuarta parte de la población venezolana era analfabeta. Hoy en América Latina solo Haití tiene analfabetismo por encima del 10 %. El continente ha ganado la batalla de la cobertura escolar, pero no la de la calidad educativa. Desde su origen Fe y Alegría se empeña no solo en llegar con la educación «donde no llega el asfalto», sino en garantizar que los pobres reciben una educación de calidad que les permita saltar la brecha de la injusticia social.
Sabemos que los pobres son muchos. En 1960 en América Latina más de la mitad de la población era pobre (51 %). En 2016 lo era todavía casi la tercera parte: 30,7 %. Solo una respuesta masiva puede enfrentar el reto de la educación de los pobres. Es necesario ganar como aliados al Estado, a la sociedad civil, y a toda la población. Por eso Fe y Alegría nace como un movimiento social que convoca a toda la población, incluidos los mismos pobres, para vencer la pobreza con educación.
Y va logrando comprometer a los Estados con esta forma de educación pública no estatal; a más de 100 congregaciones religiosas que colaboran en el proyecto; al empresariado, y a los mismos sectores populares, que asumen su responsabilidad ciudadana con la educación. Se rompe así la falsa dicotomía entre educación pública estatal y educación privada lucrativa.
Pero ¿es verdad que se logra calidad educativa en contextos de pobreza aguda? Hoy se afirma que la dificultad mayor para el aprendizaje es la pobreza. Las escuelas de Fe y Alegría están todas en contextos de pobreza, e incluso pobreza extrema. Los estudiantes de Fe y Alegría tienen este elemento en su contra y, a pesar de ello, logran mejores rendimientos.
Una prueba es el nivel de repitencia y deserción escolar. Fe y Alegría logra niveles de deserción por debajo del 5 %. En contraste, cinco países de América Latina tienen los niveles de deserción por encima del 25 %. Igual sucede con la repitencia, que está por debajo del 5 %. Solo 4 países de la región tienen una tasa tan baja.
Entre los aportes a la educación latinoamericana de Fe y Alegría podemos hablar del concepto mismo de calidad educativa y los programas que la promueven; la práctica de la educación inclusiva; los aportes a la educación intercultural, sobre todo en contextos indígenas; los sistemas de formación de maestros; los modelos de educación para el trabajo, incluida la capacitación de jóvenes con capacidades especiales; las redes de escuelas rurales; las formas de participación de la comunidad en la escuela y de esta en la comunidad; la incorporación de las nuevas tecnologías en el proceso educativo. En España está la formación de la conciencia de responsabilidad en la cooperación internacional y en Italia la capacitación de migrantes.
Con la presencia de Fe y Alegría en África, se incorpora una nueva forma de relación con la comunidad, típica de las culturas africanas. Surge el reto de crear nuevos sistemas de calidad adaptados a los diversos contextos de «fronteras» geográficas y sociológicas.
Cada oficina nacional de Fe y Alegría tiene un equipo dedicado a incidir en las políticas educativas para que se haga realidad el derecho de los pobres a una educación de calidad. Como dice el P. Arturo Sosa, SJ, «No se comprendería el trabajo de Fe y Alegría si no incide de manera gradual y medible tanto en la transformación de la educación pública como en las definiciones y puesta en práctica de políticas públicas que hagan realidad el derecho a la educación de calidad, en cualquier lugar del mundo. Es una lucha local y simultáneamente global».
Fuente: jesuits.global
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