Fracasos
Fracasar es parte de la vida, y aunque no es el horizonte más alentador a la hora de enfrentar un desafío, sabemos que siempre es posible. Como en todos los ámbitos, en el trabajo pastoral la posibilidad de fracasar está siempre abierta. La particularidad, es que al darse en este lugar pone en juego otras cuestiones, como nuestra fe y nuestras convicciones. Sabemos que es inevitable, ahora bien ¿Cómo gestionarlo cuándo ocurre?
Dani Cuesta sj
Aunque es algo que normalmente se trata de ocultar… tengo que reconocer que fracaso a menudo.
Es algo que nos pasa habitualmente a los que trabajamos haciendo pastoral, o le dedicamos a ella buena parte de nuestro tiempo libre. Invertimos grandes esfuerzos, ponemos medios, hacemos planes y objetivos, para obtener finalmente unos resultados francamente pobres. Y es un problema, porque en el fondo en la vida nadie nos enseña a fracasar o a gestionar los fracasos, sino que la tónica va por caminos totalmente contrarios.
Y en el mundo de la pastoral o de la evangelización, el tema de la gestión del fracaso es si cabe todavía más complicado. En primer lugar porque toca uno de nuestros elementos más esenciales; ya que con la fe queremos compartir la propuesta que da sentido a nuestra vida. Y claro, ante el rechazo o la indiferencia delante de esta propuesta, quien más y quien menos siente como algo se le tambalea dentro. En segundo lugar, porque ante la pastoral todo el mundo tiene claro lo que se hace mal, y la mayoría de la gente tiene la solución para este problema: habría que hacerlo más atractivo… acercarse más a los jóvenes… salir… Y ante estas críticas y propuestas, cuando se ha tratado de poner toda la carne en el asador, uno se queda tocado y preocupado por el hecho de no saber qué tecla tocar para poder hacerlo bien.
Llegados al punto en el que se ha fracasado en las propuestas pastorales, uno se siente frustrado al ver que tiene mucho que ofrecer (de hecho lo mejor) pero no encuentra el modo de hacerlo. Ahí vienen las salidas fáciles: echarles la culpa a los otros (que son los que no quieren escucharme), refugiarme en una espiritualidad cerrada e intimista (con mi grupito y nada más), alejar la mirada del problema y poner el acento en mis éxitos (profesionales y personales) o rebajar al máximo la propuesta pastoral (es decir en lugar de adaptar el mensaje, tratar de diluirlo lo más posible para que así pueda tener el mayor número de gente en la foto con la que justificaré mi “éxito” delante de mí mismo y de los demás) etc.
Pero en el fondo, todas estas vías de escape son una trampa que antes o después lleva a la frustración o al abandono de la causa. Por eso creo que la única salida (o entrada) para afrontar el fracaso pastoral es mirar a Jesús: el triunfador y también el fracasado. No digo nada nuevo, ni descubro el Mediterráneo, precisamente porque no hay otra manera de afrontar que nuestros planes pueden salir mal, igual que pasó con los suyos. Pero esta mirada a un Jesús que fracasa, no debe dejarnos encerrados en nosotros mismos y menos aún hacernos tirar la toalla. No, esta mirada nos tiene que llevar a descubrir que no todo depende de nosotros, sino que en nuestros planes debemos contar con la libertad de las personas y sobre todo con la acción de Dios.
Digo todo esto porque estoy seguro de que si trabajas en pastoral, habrás tenido igual que yo la experiencia de que, además de fracasar… de vez en cuando Dios se cuela en la vida de las personas y a través de ti les dice cosas que ni tú mismo te hubieras imaginado. Es verdad que esto suele ocurrir menos veces de las que planeamos, pero lo cierto es que es algo de lo que todos tenemos experiencia. Y creo que esto es algo muy importante, sobre todo porque nos hace darnos cuenta de que no todo depende de nosotros, sino que en nuestra tarea pastoral (a diferencia de cualquier otro tipo de trabajo) la intervención de Dios es la parte más importante de todas.
Por tanto, ante el fracaso en la pastoral no vale ni lamentarse, ni quedarse de brazos cruzados esperando que la acción de Dios surja de manera espontánea. Sino que más bien se trata de entender que nuestra tarea es la de preparar el camino al Señor. Sé que de nuevo no descubro el Mediterráneo, pero es así. En el trabajo pastoral, toda acción es en realidad colaboración. Y cuando uno trabaja en equipo, tiene que saber aceptar los tiempos y modos de hacer del otro.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!