Francisco Bettinelli SJ: «Me veo colaborando en una Iglesia que se quiera convertir cada vez más en espacio de vida»
Desde Santiago de Chile, Francisco Bettinelli comparte su testimonio en camino a recibir las órdenes sacerdotales, marcado por la realidad que estamos viviendo. «El contexto no me es indiferente a la hora de dar este paso. Cuándo se caen las estructuras que nos daban seguridades y certeza, cuándo nos quedamos sin palabras, ¿qué queda?.»
Testimonios SJ
Mi nombre es Francisco Bettinelli, tengo 31 años, soy de Buenos Aires y entré a la Compañía de Jesús en el año 2010. Actualmente, estoy cursando mi último año de teología en Santiago de Chile.
Pido las órdenes sacerdotales en medio de este contexto de pandemia, marcado por tanta incertidumbre y por el sufrimiento de tantos y tantas. El contexto no me es indiferente a la hora de dar este paso. Cuándo se caen las estructuras que nos daban seguridades y certeza, cuándo nos quedamos sin palabras, ¿qué queda? Aparece el Dios que está detrás de toda estructura, que está detrás de toda palabra. Esa es mi experiencia de este tiempo, encontrarme de un modo nuevo con un Dios que está en lo profundo, que siempre estuvo y estará, que me sostiene, llama e impulsa. Con esa confianza en Dios me acerco a la ordenación.
Siento además que no es un paso que doy solo. Por el contrario, es un regalo que se me ha ido confirmando a través del Pueblo de Dios, que me ha ido acompañando y formando en esta vocación que no es sólo mía. Los distintos lugares donde me ha tocado estar y servir los recuerdo con mucho cariño. En el Noviciado, la pastoral penitenciaria y Ciudad mi Esperanza. En San Miguel, primero en la Parroquia San José y la capilla Santos Mártires, y luego en la capilla Nuestra Señora de Itatí, principalmente en el MEJ. El Magisterio lo hice en el Colegio Seminario de Montevideo, trabajando especialmente en la pastoral de ciclo básico y el Movimiento Horneros. Ahora en Chile, estoy acompañando la CVX jóvenes y, antes de la cuarentena, visitando el centro penitenciario femenino de San Joaquín.
Pienso que se viene un tiempo muy novedoso para el mundo, pero también para la Iglesia. No sabemos qué va a surgir de todo esto que estamos viviendo. Es un tiempo que va a necesitar de mucho diálogo, de mucho repensarnos en nuestra misión, en nuestro modo de servir como sacerdotes, pero también como la Iglesia que somos todos. Un tiempo para aprender mucho, para dejarnos interpelar por la sociedad, la cultura y los dolores de la gente, para arriesgarnos a encontrar nuevos caminos de libertad y plenitud.
Me veo colaborando en una Iglesia que se quiera convertir cada vez más en espacio de vida para muchos y muchas, que sepa acompañar procesos de sanación y reconciliación, que sea camino para encontrarnos en la dignidad de ser hijos e hijas de un mismo Dios, que esté cerca de quienes más están siendo afectados por la realidad que estamos viviendo. Desde donde me toque servir, me siento llamado a acompañar en ese camino. Creo que la Palabra de Dios tiene mucho para seguir mostrándonos, y es hoy uno de los lugares donde podemos encontrar una esperanza verdadera que transforme nuestra realidad. Eso he aprendido en mi vida, y eso quiero compartir.
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