I DOMINGO DE CUARESMA: “EL DEMONIO SE MARCHÓ HASTA OTRA OCASIÓN”

En el domingo primero de Cuaresma se nos presenta en los tres ciclos el episodio de las tentaciones de Jesús en el desierto al comenzar su vida pública, inmediatamente después del Bautismo. Ya en el comienzo de su tarea apostólica Jesús experimenta la tentación. En tres formulaciones distintas, bajo tres formas diversas, la tentación es la misma: no hagas las cosas al modo de Dios, sino de otro modo. Un modo más cómodo, más espectacular, menos doloroso, más pensando en ti mismo y menos en Dios y en los demás.

He querido destacar en mi comentario de hoy la frase con la que el evangelista Lucas acaba el relato de hoy: “el demonio se marchó hasta otra ocasión”. Jesús es tentado a lo largo de toda su vida pública y hasta el final. El mismo evangelista Lucas nos cuenta la última tentación de Jesús, ya en la cruz: “Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate!” (Lc 23, 37); mira por ti mismo y baja de la cruz. De nuevo lo mismo: no al modo de Dios, sino de otro modo.

Como vemos, esas tentaciones están relacionadas todas con la misión que el Padre ha encomendado a Jesús y con el modo de llevar adelante esa misión. Son también, en otra forma, pero con el mismo fondo nuestras tentaciones: vivir y actuar no al modo de Jesús, sino al modo nuestro; el modo que el tentador nos propone y que se aleja radicalmente del evangelio de Jesús.

San Ignacio, en una famosa meditación de sus Ejercicios Espirituales, señala el antagonismo entre la propuesta de Jesús y la propuesta de quien el santo de Loyola llama “el enemigo de natura humana”, el que nos quiere hacer daño, el padre de la mentira. ¿Cuál es la propuesta engañosa?: en palabras de San Ignacio una dinámica que, comenzando por la búsqueda de la riqueza, pasa por el vano honor del mundo y acaba en la soberbia.

También, tres tentaciones que, una y otra vez nos acosan en la vida. La primera de esas tentaciones es el afán e incluso la acumulación de bienes materiales en los que parece que depositamos nuestra confianza y nuestra seguridad. La segunda, la tentación del buen nombre, de buscar a toda costa el quedar bien, el aplauso, el reconocimiento de lo mucho que nos creemos que somos y valemos. La tercera, la soberbia, el creernos el centro del mundo, los que siempre tenemos razón, los que no le debemos nada a nadie y por eso estamos exentos de cualquier forma de entrega y de servicio.

La respuesta de Jesús al tentador es tajante: “Sólo Dios”. Sí: sólo Dios es la verdad, sólo Dios es el camino, sólo Dios es la vida.

DARÍO MOLLÁ, SJ

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