III Domingo de Cuaresma: “POR SI DA FRUTO EN ADELANTE”

En el evangelio que nos propone la Iglesia en este tercer domingo de Cuaresma aparece una breve parábola en la que el dueño de una viña que tiene una higuera, al ver que esa higuera no produce fruto, le dice al viñador que la corte. El viñador, imagen de Dios, le pide que tenga paciencia: “déjala por este año todavía”. La parábola nos habla de la necesaria paciencia que es una forma concreta de la misericordia de Dios. Cuaresma es el tiempo de la misericordia y una de las manifestaciones concretas, y no fácil, de la misericordia es la paciencia. Sobre esta virtud, y, como virtud gracia, de la paciencia quiero proponer algunas reflexiones.

La paciencia de Dios es nuestra salvación. Dios misericordioso es infinitamente paciente con nosotros, con nuestras incoherencias, con nuestros fallos y debilidades. Su paciencia no conoce límites, Y, además, la paciencia de Dios, como su misericordia, no es pasiva, sino activa: “mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante”. Dios no deja nunca, ni un solo instante, de ayudarnos con la gracia de su Espíritu, aunque tantas veces somos incapaces de reconocerlo y acogerlo.

El evangelio nos llama a “ser misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6, 36) y, en consecuencia, nos llama a ser pacientes como nuestro Padre es paciente. ¡Y cuánto nos cuesta eso! Las prisas y la impaciencia nos comen y, tantas veces, nos hacen duros e incluso injustos con los demás. Es decir: inmisericordes. Somos invitados a una paciencia que no se limita a esperar pasivamente que el otro cambie o que el otro mejore, sin hacer nada, sino que, como la del viñador de la parábola, nuestra paciencia ha de ser proactiva, ha de ayudar al otro en aquello que esté en nuestra mano.

Son muchas las vertientes de esa paciencia, que seguramente comienza por la paciencia con nosotros mismos, que tampoco es una resignación pasiva, sino una aceptación misericordiosa de lo limitados que somos, mientras no dejamos de trabajar en nuestra superación y de pedir la gracia de Dios para ser más humanos, más misericordiosos, más cercanos a la propuesta de vida de Jesús.

Hay también una necesaria paciencia con todos aquellos hermanos y hermanas que la vida pone en nuestro camino, que ninguno es perfecto, que todos tienen sus límites (y, en ocasiones, límites que nos enojan mucho). Sean límites físicos, psicológicos, espirituales. Paciencia que acepta, con infinita sabiduría, la complejidad y, muchas veces, la lentitud de los procesos humanos.

Y paciencia con nuestras instituciones, incluida, cómo no, la Iglesia, a veces tan pesadas, a veces tan lentas en sus procesos y en sus cambios, pero igualmente necesitadas de misericordia y de misericordia comprometida.


(Lucas 13, 1-9) | Domingo 3º Cuaresma – Ciclo C

DARÍO MOLLÁ, SJ

@centroarrupevalencia | t.ly/OrA-E

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