La Educación Hackeada
Entrevista a Roberto Balaguer Prestes, especialista y consultor en temáticas vinculadas a tecnología, educación y juventud; quien dictó una conferencia titulada Los estudiantes en una institución educativa hackeada.
Vas a dictar un curso de actualización docente en la UCC y va a dar comienzo con una charla abierta sobre los estudiantes en una institución educativa hackeada. ¿A qué te referís con este calificativo?
El concepto de hackeo tiene que ver con la pérdida de control, con el hecho de ser invadido, tomado desde afuera. De alguna manera la Universidad, como las instituciones educativas en general, han sido hackeadas por la tecnología y su impacto en la gestión y distribución del conocimiento. Sus paredes han sido metafóricamente derribadas, el conocimiento ya ha dejado de estar exclusivamente dentro de ellas y está fluyendo por múltiples redes y nodos de conexión por fuera de las universidades. Los títulos profesionales que éstas otorgan siguen teniendo valor en muchas áreas, pero hoy también el saber hacer es casi tan importante como el saber o tener el título que habilita para hacerlo. Parte de ese hackeo puede atribuirse a una nueva cultura maker, emprendedora, ligada a los avances tecnológicos y a necesidades reales más que teóricas.
¿Y hacia dónde va el saber en este escenario?
Las universidades se han tornado en lugares en donde se establecen nuevas y valiosas redes de conexión (entre las personas) pero no es el único lugar en donde se encuentra y genera el conocimiento. Sus aulas han sido invadidas por la constante conexión que hace que algunas cuestiones que eran básicas en el aula como la atención, hoy no sean tan simples de obtener, hay que ganársela. La multiplicidad de estímulos vuelven el saber universitario uno más y en constante colisión con otros estímulos que reclaman la atención del estudiante. La Universidad se encuentra frente a una generación millennial que prefiere mezclar ocio-comunicación-diversión-trabajo-estudios-socialización, estar en sus casas y elegir cursos abiertos y si es posible gamificados, con accesos a diferentes universidades del mundo.
Hay muchos cambios en el mundo del conocimiento que hace que tengamos, entre otras cosas, una alta dependencia a la tecnología que, a su vez, genera nuevas inteligencias colectivas o conectivas que se suman a las inteligencias artificiales para sumar y aunar el conocimiento que está por ahí, distribuido y en expansión geométrica constante. Lo que tienen que hacer las universidades es ver qué valor agregado le dan a ese conocimiento distribuido para que realmente tenga sentido para el estudiante estar en las aulas y poner la atención, ese bien tan preciado, allí. Ese es un desafío para las instituciones educativas, pero particularmente para la Universidad.
¿Qué aspectos crees que cambian en la manera de relacionarse a partir del avance de las redes sociales y la conexión virtual?
La tecnología hoy ocupa un lugar muy importante entre niños y padres, entre niños y niños, entre jóvenes y jóvenes, y entre adultos estudiantes y adultos profesores. Subrayo por tanto, el entre. Tal es así que vemos muchas capas superpuestas de generaciones cada vez más conectadas entre sí (WhatsApp ha acelerado este proceso) pero menos conectadas intergeneracionalmente. Esto tiene su correlato en múltiples cuestiones cotidianas, por ejemplo, en un menor tiempo de juego padres/hijos y por tanto, menos interacción de lenguaje entre padres e hijos, menor transmisión de historias y valores. Algo similar sucede en la Universidad donde si bien eso no se mide, seguramente haya descendido. Hay una postura ambivalente por parte de los adultos-padres ante una tecnología que por un lado, fomentan, pero por otro, le temen por los peligros que trae consigo. Esto sumado a una cierta incapacidad de los padres actuales para poder freno a una conexión que va en aumento en todas las generaciones. Este contexto genera una temprana tercerización de los vínculos, los cuales son cada vez más mediatizados, es decir más pantallas y menos cara a cara, menos sostén humano y esto tiene una importancia crucial en muchos aspectos. Desde el desarrollo cognitivo y emocional de las generaciones jóvenes hasta las concepciones de cómo estamos en el mundo, las distancias, lo que tiene que ver con los vínculos, las separaciones, las pérdidas, la autonomía, la dependencia.
En este mundo en el que estamos en conexión por defecto, tenemos que hacer un ejercicio extra y casi contracultural para desconectarnos de esa red y volver a conectarnos con nosotros, para desconectarnos de esa inteligencia colectiva y conciencia ambiental que nos permite saber qué pasa en lugares remotos, perdiendo de vista a quienes tenemos más cerca, los cuales muchas veces son los más importantes en nuestras vidas. Algunas series actuales como Black Mirror ponen de manifiesto algunos de estos miedos que tenemos a la separación, a la autonomía de los chicos que cada vez tienen un período de dependencia mayor con sus padres, debido a que no logran desconectarse, transitar la adolescencia y llegar a la adultez como un punto de llegada porque no es un lugar deseable, ni siquiera para los propios adultos. Hoy los niños pasan más rápido a la adolescencia, pero es más lenta la transición de adolescentes a adultos. Esto tiene un fuerte impacto en cómo concebimos ese lugar de llegada y cuál es el lugar deseable para nuestra sociedad hoy.
¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta la educación en este contexto?
La educación enfrenta múltiples desafíos en estos tiempos de conexión ilimitada. Se dan algunas paradojas porque al haber tanta conectividad hoy la institución educativa ha quedado como una suerte de bastión analógico, porque ya no puede seguirle el ritmo a la tecnología. Quedan pocos espacios analógicos para el desarrollo de algunas habilidades, sobre todo de las denominadas habilidades blandas que hoy son muy importantes en el trabajo. La generación millennial por lo pronto, ya muestra en el entorno laboral algunas dificultades en ese sentido. Muchos empleadores provenientes de otras generaciones, como los babyboomers o de la generación X, encuentran dificultades laborales para manejarse con esta generación millenial en permanente conexión. Entonces la educación tiene el desafío de pensar qué tipo de perfil queremos generar porque la tecnología y el mundo actual produce este modelo de millennials o centennials que tiene características propias pero que tienen que coexistir con determinadas formas de trabajo y relacionamiento que predominan en el mundo, lo cual no es fácil. Por otro lado, también está la pregunta de cuáles son los saberes, cuál es la alfabetización necesaria para desarrollar eso que buscamos. A la alfabetización tradicional, se suman la alfabetización en medios, en imágenes, en información y sobre todo la que tiene que ver con el pensamiento computacional, que para muchos va a ser una habilidad necesaria para subsistir. Los desafíos entonces son analogizar alumnos demasiado digitales (nativos digitales) y poder desarrollar en ellos habilidades blandas para que se desenvuelven fuera de las pantallas. Esto es algo que la institución educativa debe implementar en su currícula, al tiempo que debe dar respuesta educativa a la incorporación del Big Data y el Machine Learning.
Un desafío de otro orden es captar la atención nuevamente. Frente a una sobreinformación que proviene de una multiplicidad de estímulos permanentes que tienen los jóvenes, frente a una suerte de bulimia informativa, ¿cómo hacer para vencer cierta apatía existente y lograr que esta generación acostumbrada a la gamificación, al espectáculo, pueda sostener la atención y lograr enfrentar tareas que no precisamente son divertidas pero que son necesarias para incorporar determinados saberes? Esto se relaciona con otro desafío que tiene que ver con la didáctica y en cómo concebimos el aprendizaje, con dolor, con placer, con una mezcla de los dos y a cuál le ponemos énfasis. Todas estas cuestiones forman parte de esas discusiones que se dan en el ámbito educativo, que no siempre logran consenso.
¿Y cuál es el rol de la Universidad en particular?
De alguna manera la Universidad también se ha “taylorizado”; genera papers, investigaciones que no siempre resultan de genuino valor sino que está más motivada por una permanencia en el cargo o requerimiento de la gestión y no por unas legítimas ganas de aprendizaje o generación de conocimiento. El conocimiento y la generación de ideas se dan en ambientes distendidos, en el que no existe una presión por escribir sino que debe existir la motivación intrínseca para aprender y saber más. En ese sentido, la Universidad se ha formalizado demasiado y se muerde la cola. Por eso, sería bueno incorporar más el saber hacer para que tenga una pata anclada más en la realidad y no tanto en la teoría que muchas veces se despega de la realidad. Esta disociación sigue siendo tema de debate.
Fuente: UCC
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