Retrato de Carlos Mugica sepia

La memoria del padre Mugica late en la UCC

Recién terminaba de celebrar la misa, aquel 11 de mayo de 1974, cuando el padre Carlos Mugica fue asesinado a balazos en la puerta de la Iglesia de San Francisco Solano, en Villa Luro, Buenos Aires, víctima de la violencia política de los que, por entonces, no toleraban testimonios de compromiso como el del primer cura villero de la Argentina.

Mugica tenía 44 años vividos, en gran parte, desde su sacerdocio, con una entrega total al servicio de los más pobres, sobre todo de los habitantes de la Villa 31, en Retiro, donde vivió y ejerció su sacerdocio hasta su muerte.

Mural P Carlos Mugica parroquia cristo obrero letras fileteadas a color

Dieron –y todavía dan- testimonio de esto, en medio de las acusaciones de las que fue objeto en su tiempo, los continuadores de la presencia de la Iglesia en las villas porteñas: los actuales integrantes de la Vicaría para las villas del Arzobispado de Buenos Aires, en particular, el obispo Gustavo Carrara y el padre José “Pepe” Di Paola, dos referentes de esta pastoral.

Son continuadores de la obra de Mugica y también de quien fue su sucesor y amigo, el padre José María “Pichi” Meisegeier S.J., un sacerdote jesuita que no sólo se encargó de cuidar y acompañar a quienes lloraron el crimen de Mugica en el corazón de las villas porteñas. El “Padre Pichi” también se preocupó por cuidar el archivo personal de su amigo asesinado, sus papeles, sus cartas, sus libros, los recortes de diarios en los que Mugica había opinado, las fotos, panfletos y hasta las amenazas o acusaciones falsas que recibió.

 

Lo buscado y vivido por el padre Meisegeier, quien falleció el 27 de diciembre de 2011, el archivo de Mugica, lo que sumó en los años de la última dictadura, su actividad en el campo de la problemática de las «villas miseria» y asentamientos urbanos, su vinculación con el Grupo de Sacerdotes para el Tercer Mundo y con movimientos de derechos humanos conformó una auténtica colección de material de interés histórico, científico, bibliográfico. Y, al tanto de eso, a fines de 2007, el propio Meisegeier ofreció el material a nuestra Universidad.

Una colección a disposición

Formalmente, la Compañía de Jesús y la Universidad Católica de Córdoba suscribieron un convenio para la custodia y cuidado de la Colección Meisegeier – Archivo Mugica, una colección que forma parte del acervo del Sistema de Bibliotecas UCC, ordenada y sistematizada en el subsuelo de la Biblioteca Jean Sonet S.J., en nuestro Campus universitario.

Los libros, volantes, afiches, carteles, panfletos, fotografías, revistas, folletos, recortes de diarios, diapositivas, vídeos, etcétera (hasta un pañuelo y el misal con el que rezaba Mugica todos los días), están allí a disposición de investigadores/as de todo el mundo que, cada tanto, piden consultarlos. Por eso se puede decir que la memoria de Mugica, al menos en parte, también “late en la UCC”.

Lo expresó, años atrás, cuando se inauguró la Colección, el exrector de la Católica y actual Provincial de la Compañía de Jesús en Argentina y Uruguay, padre Rafael Velasco S.J.: “Carlos Mugica y tantos otros han ‘hecho memoria’, y por eso son para nosotros memoria viva de la entrega de Jesús. Ellos nos recuerdan que la honda carga humana y de transformación social que entraña el Evangelio es permanente y esencial, y que no es posible creer en Jesús y recluirse en la esfera de lo privado desentendiéndose del destino de los hermanos, en particular de los que más sufren. La fe en Dios va unida inseparablemente a la solidaridad con los hombres y su destino. Por eso, en este acto queremos recuperar la memoria para reconocer y agradecer”.

En aquella oportunidad, el padre Velasco hizo un importante reconocimiento “a quien ha sido –dijo- recopilador y protagonista de esta historia: el padre José ‘Pichi’ Meisegeier, jesuita, amigo de Carlos Mugica y protagonista de la historia en primera persona. Un Jesuita que no ha renunciado al testimonio entre los pobres, con los pobres y por los pobres. Por eso esta colección lleva su nombre, como reconocimiento y gratitud por su trabajo y sobre todo por su testimonio de discípulo y compañero de Jesús. En él reconocemos a tantos y tantas que han entregado sus vidas –y muchos también su sangre- para intentar hacer realidad el Reino de Dios anunciado y testimoniado por Jesús”.

Y concluyó, en aquella oportunidad, el entonces rector de nuestra Universidad: “No sólo hacemos memoria; queremos hacer presente. Queremos significar en este acto lo que creemos como universidad jesuita: creemos que el servicio de la Fe debe ir inseparablemente unido a la promoción de la justicia. Creemos, en la UCC, que la Universidad debe formar profesionales y académicos que trabajen por la liberación de los más pobres y desfavorecidos de la sociedad”.

 

Fuente UCC

 

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