La Misericordia; misión de la Iglesia

José Luis Gordillo, SJ *

El primer domingo de adviento el Papa Francisco dio inicio al Jubileo de la Misericordia. La sede para este magno evento fue la Catedral de Bangui en la República Centroafricana. De este modo la Iglesia ha invitado a toda la humanidad a orar, pensar y actuar con criterio misericordioso. Bangui, dijo el Papa, “es el centro de la fe de toda la Iglesia”.

Abrir un jubileo para toda la Iglesia en uno de los países más pobres y necesitados del mundo representa la clara postura que hace esta respecto de su misión. El Papa Francisco ha sido enfático en esta tarea desde el inicio. Al centro de la práctica de la Iglesia está el mismo modo de actuar de Cristo, y por lo tanto están los pobres. «Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres», dijo el Papa en su primera participación pública como Pontífice, en marzo del 2013, casi anunciando las características de aquello a lo que nos invitaría más adelante.

El jubileo de la Misericordia es una fiesta, pero también es una invitación a la trascendencia en actos. Se trata, dijo el Papa en la homilía del 29 de noviembre, de “compartir la vida del pueblo de Dios, dando razón de la esperanza que hay en nosotros y siendo testigos de la infinita misericordia de Dios que, «es bueno y enseña el camino a los pecadores» (Sal 24,8). Ahora tenemos claro quiénes son los preferidos (Los pobres) y cuál es la actitud (la misericordia) que debemos mostrar.

Ya el Concilio Vaticano II define como tarea propia de la Iglesia ser sal y luz para todos, para eso fue instituida como cuerpo de Jesucristo, que además es cabeza y puerta de ésta. Sin duda esta misión la debe llevar a discernir y definir su modo de estar presente en el mundo, anunciando con el testimonio la Buena Noticia que es el Reino de Dios en medio de nosotros. Es indudable que para nosotros hoy la misericordia es la Sal y la luz del mundo.

Sin embargo es claro que el contexto en el que celebraremos el Año de la Misericordia es especial; el temor que nos produce a todos la realidad de la Guerra es una pregunta hecha en medio de la esperanza al que nos invita el adviento y el Jubileo.

Si bien el mundo es espacio privilegiado de revelación y de salvación de Dios, es evidente que el momento presente es un tiempo complejo para afirmar esto. Sin embargo no deja de ser un tiempo especial para que la Iglesia cumpla la labor que tiene; anunciar el Reino, actuar con misericordia, dar testimonio de la salvación.

Como diría Juan XXIII, a quien el Papa Francisco cita en la bula Misericordiae Vultus: “En nuestro tiempo la esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la Misericordia y no empuñar las armas de la severidad”. La Iglesia, como se puede ver, ha optado por hacer de la misericordia una bandera y un criterio de acción en medio de un contexto de temor. La misericordia, entonces, es criterio de acción y criterio de discernimiento. Después de todo, hoy la Iglesia puede anunciar que no habrá paz si no hay misericordia.

Hacer de la esperanza una acción supone leer los acontecimientos cotidianos desde la pregunta acerca de la presencia de Dios en medio de nuestra vida y nuestras decisiones, pero podríamos ir más allá. Podríamos preguntarnos, por ejemplo: ¿pueden mis actos cotidianos partir de la misericordia?

Al inicio de la constitución Gaudium et Spes se dice que nada hay “verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de Cristo”. Entonces, el reto de la misericordia como acto cotidiano es parte de aquella misión que tenemos como Iglesia que es de Cristo: anunciar, discernir y celebrar mensajes de esperanza y actos misericordiosos. Este es el fundamento de nuestro año santo.

 

* Asistente Nacional CVX

 

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