Las Cartas de San Ignacio
La espiritualidad de Ignacio se refleja en las miles de cartas enviadas a diferentes personas a lo largo de su tiempo en la Compañía.
La comunicación por carta ha sido uno de los medios de comunicación más importantes en muchos períodos de la historia, hoy superado por otros muchos más rápidos y atractivos. Precisamente Ignacio de Loyola vivió en una época (el siglo XVI) donde dicha comunicación estaba en pleno apogeo. Él fue uno de los grandes escribanos de la época, pues se conservan unas siete mil cartas amén de otras muchas que se perdieron.
En su epistolario llama la atención la variedad de personajes con los que se comunicó por este medio, tanto de los altos estamentos civiles (Carlos V, Felipe II, Juan III de Portugal…), como religiosos (Papas, obispos, cardenales…), tanto con personajes posteriormente santos (Francisco de Borja, Francisco Javier, Pedro Canisio, Juan de Ávila,…), como con mujeres laicas (Inés Pascual, Isabel Roser…), tanto con religiosas de clausura (Teresa Rejadell,…) como con jesuitas esparcidos ya por medio mundo sin que falten las dirigidas a familiares y amigos.
El estudio a fondo de las cartas ha puesto de manifiesto la importancia de su espiritualidad formulada especialmente en el libro de los Ejercicios y en las Constituciones y su capacidad para iluminar desde ella las mil y una situaciones que le iban presentando la gran variedad de destinatarios de las mismas. Sin duda alguna fue uno de los medios más importantes por el que canalizó su preocupación apostólica de “ayudar a las ánimas”.
Hoy diríamos que Ignacio fue un gran comunicador a la vez que un gran acompañante, cualidades que le han convertido en un auténtico “líder espiritual”. Liderazgo envuelto en una característica esencial de su personalidad –tanto humana como espiritual- que fue la discreción con la que trataba a cada persona, adentrándose con delicadeza en su interior y procurando dejar a la persona con quien trataba pacificada y consolada. Hoy que se valora tanto el acompañamiento espiritual, tenemos en Ignacio un auténtico maestro del mismo. Pues han cambiado los medios de hacerlo pero persisten algunas constantes que Ignacio cultivó de un modo especial.
Fuente: Espiritualidad Ignaciana
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