Laudate Deum: La ecología a la luz del evangelio

El 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, el Papa publicó una exhortación apostólica dedicada a la «crisis climática». El documento se titula con dos palabras latinas, que son una cita del poverello: «Laudate Deum por todas sus criaturas».

Al santo, que parece haber tenido dificultades para escribir una regla de vida religiosa, le gustaba cantar con palabras y gestos, para expresar la alegría de vivir junto a otras criaturas, sus hermanas. De ahí el título, a partir del cual debemos leer este documento del magisterio del actual pontificado. La mística de san Francisco se revela así fundamental para una correcta hermenéutica del texto.

En este sentido, a medida que avanzamos en la lectura del documento, es importante que no perdamos de vista la centralidad de Dios, a quien alabamos por sus criaturas. De lo contrario, fácilmente podríamos llegar a pensar que el Papa adhiere a cualquier ideología de moda en la actualidad, escrita por algún grupo ecologista laico que quisiera abogar por la protección de la naturaleza, a la que se opone el ser humano y el progreso de sus sociedades.

Sin embargo, sean largas o cortas, se encuentren al principio o al final de la exhortación, las referencias bíblicas son fundamentales para una correcta interpretación del documento. A partir de estos enlaces, es fácil ver que el Papa no habla como el jefe de alguna ONG, sino como un verdadero líder espiritual, sobre todo cuando sienta las bases de lo que es propio de una ecología que quiere ser explícitamente «cristiana».

Esta es la tesis que trataremos de exponer en las siguientes páginas: apelando siempre a la sensibilidad y a la urgencia del cuidado del medio ambiente y de nuestra «casa común», Francisco se apoya en la Escritura y en la Tradición como depositum fidei, para mostrar la visión cristiana del compromiso de proteger la creación en el actual contexto de crisis ambiental. Y al hacerlo, el Papa se acerca claramente a la perspectiva de Teilhard de Chardin (1881-1955).

En este sentido, cabe destacar la referencia a Teilhard que Francisco hace en su primera encíclica social, Laudato si’ (LS): el Papa menciona al paleontólogo jesuita en una nota a pie de página en el n. 83, para mostrar que la «marcha del universo» hacia su «plenitud universal» implica superar la actitud de «dominio despótico e irresponsable del ser humano sobre las demás criaturas» (LS 83).

Para que la crítica de esta actitud sea auténtica y explícitamente cristiana, es necesario establecer tres principios fundamentales, que encontramos en el cuidado de la casa común preconizado por el Papa Francisco. En primer lugar, el respeto a la naturaleza debe basarse en el acto creador de Dios, ya que el mundo, es decir, nuestra «casa común», contiene un valor intrínseco que debe ser respetado en la medida en que es un don gratuito del amor divino. En segundo lugar, la sensibilidad ecológica promovida por el Pontífice surge de un «antropocentrismo situado», al que la tradición cristiana no puede renunciar. En tercer lugar, puesto que el respeto a la naturaleza deriva sobre todo de una espiritualidad que nos hace sentir a todos hermanos entre nosotros y con las demás criaturas, el activismo cívico – o incluso político – al que nos exhorta Francisco será siempre el del diálogo, la reflexión y la cooperación, renunciando en todo caso a la violencia de los gestos que nos enfrentan unos a otros, provocando la destrucción del tejido social y, por tanto, de nuestra casa común.

www.laciviltacattolica.es

Enlace al artículo completo: bit.ly/3unq53Z 

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