Mes Ignaciano: Reglas Para Sentirse Iglesia
Al finalizar el libro de los ‘Ejercicios Espirituales’, San Ignacio coloca una serie de ‘Reglas para sentir en la Iglesia’. Un apartado que da cuenta de un profundo afecto de Ignacio por la misma, pero que es, al mismo tiempo, fruto de un profundo discernimiento: Ignacio se siente llamado a servir dentro de una Iglesia cuya corrupción aparece con gran evidencia ante sus ojos y que en más de una ocasión le ha juzgado y cuestionado.
Y dentro de la que, a pesar de todo, se ha podido encontrar con Jesús, que se convierte en el principio y fundamento de la vida de Ignacio. De ahí podemos entender que el afecto hacia la institución sea profundo y sincero.
Al respecto de esto se ha expresado el jesuita Javier Montes SJ, quien explica:
“El amor a Jesucristo, la imitación, el seguimiento, se continúa, se hace misión, se concreta y se prolonga para San Ignacio en el amor de la Iglesia. Esto vale para hoy. Es muy importante hablar de la Iglesia en continuidad con el amor a Jesús. Sin hablar del amor personal a Jesucristo, el amor a la Iglesia podría hacer de nosotros hombres fanáticos y sectarios. Las reglas para sentir con la Iglesia no tienen nada de sectarias, son la continuación de un amor personal y de un proceso de conversión”.
El mismo religioso, aclara el por qué del cambio en el título de las reglas, que son más conocidas como “Reglas para sentir con la Iglesia”:
‘El verdadero título dice: “Reglas para sentir en la Iglesia”; más precisamente “Reglas para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener”.
Existe un matiz de gran importancia en este en, en lugar de con. Si se siente con la Iglesia, se marca una cierta alteridad. Yo me coloco frente a ella y juzgo y veo si estoy de acuerdo o no. La visión de S. Ignacio es más delicada y más profunda; a la Iglesia, no la miramos desde fuera. A ella se la mira por dentro y desde dentro o no se la entiende. A la Iglesia debemos descubrirla como algo que nos pertenece y a la cual pertenecemos. Somos la Iglesia; estamos en la Iglesia. Integrados a ella, debemos sentirnos la Iglesia. Mis defectos son los defectos de la Iglesia, mis cualidades son sus cualidades. Las fallas de la Iglesia, las faltas de nuestros pastores, los errores de las comunidades son, en cierto modo, míos. Hay aquí una visión eclesial muy importante: comprender la Iglesia y sentirla significa no sólo amarla sino suprimir toda alteridad. Así como Jesús es cabeza de su Iglesia, así no somos dos, la Iglesia y yo. Debe haber un esfuerzo de compenetración y es necesario vivir por dentro la realidad.’
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