Misión a San José del Boquerón – Santa Fe
El grupo misionero “San Francisco Javier” de Santa Fe, estuvo misionando en Julio en San José del Boquerón. Uno de los misioneros, que visitó el lugar por primera vez, nos cuenta su experiencia.
Por Luciano Fonti
El grupo se dividió en 3 para cubrir los 3 parajes a los que fuimos que eran San Isidro, Paaj Pozo y Guayacán. Los grupos estaban conformados por entre 8 o 9 misioneros.
Dividimos el día en dos partes: la mañana y la tarde. Por la mañana, comenzábamos el día teniendo un ratito de oración siguiendo los pasos de la oración ignaciana. Para cada día había una parábola distinta. Luego, la idea era salir a recorrer el lugar, dividirnos en pequeños grupos y visitar a la gente para poder charlar un poco, compartir un rato la mañana, conocerlos e invitarlos a participar de las actividades de la tarde. Hubo días en los que nos adentramos en el monte y caminamos varios kilómetros para ir a visitar algunos parajes que se encontraban un poco alejados de la capilla donde paraba cada subgrupo.
Por la tarde, como mencioné antes, teníamos preparadas actividades para los niños, como juegos, obras de teatro y distintas animaciones. También había actividades para los adultos, que en general consistían en hacer manualidades, como pintar los personajes del pesebre o recortar imágenes. Tanto para los chicos como para los más grandes, estas actividades tenían algún anclaje con el evangelio que rezábamos ese día.
Por ejemplo, en las obras de teatro representamos alguna parábola, como la del hijo pródigo o la del buen samaritano entre otras, en forma entretenida para los chicos, donde cada representación tenía una reflexión. Tratábamos de hacer una ‘catequesis’ diferente y más entretenida para ellos.
Fue una experiencia hermosa e inolvidable. Creo que no me equivoco al decir que cada uno de los misioneros se lleva algo muy lindo del lugar y más de uno pudo experimentar ese sentimiento de “recibir más de lo que uno da”. Por mi parte agradezco profundamente a Dios haber vivido esta semana. Quizás, al principio fue impactante haberme chocado con una realidad tan diferente de la mía; pero creo que eso me abrió un poco la cabeza y me permitió aprender algo de cada persona que me encontré.
Lo que más me llevo de la gente es la sencillez y la hospitalidad de cada uno. En modo en que nos recibían y el cariño que nos dieron es impagable. Las virtudes de estas personas para mí son una gran motivación para ser mejor día a día. En cada una de ellas vi ese amor de Dios que nos alimenta tanto el corazón como el alma.
Por eso, desde que volví, comenzó mi cuenta regresiva para volver a ver este lugar y a la gente de San José del Boquerón que me mostró, una vez más, que Dios está en la otra persona y que nunca nos deja solos.
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