Domingo de Gloria: Ha resucitado Cristo, mi Esperanza
A lo largo de esta semana santa compartiremos distintos materiales escritos por jesuitas de Argentina y Uruguay, con la invitación a no dejar pasar esta semana santa sin haber rezado, reflexionado y acompañado el camino de Jesús desde su entrada gloriosa en Jerusalén hasta su Resurrección en el Domingo de Gloria.
Por Rafael Stratta SJ
“Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado. He visto a los ángeles, testigos del milagro, he visto el sudario y las vestiduras. Ha resucitado Cristo, mi esperanza, y precederá a los discípulos en Galilea”.
(Tomado de la secuencia de Pascua)
A partir de hoy, domingo de Gloria, la liturgia nos invita a rezar con la secuencia de Pascua, una oración muy antigua que se lee en las misas antes del Evangelio. Estas palabras son como la puerta de acceso al relato de resurrección, y en ella se “cita” a la primera de los testigos del hecho: María Magdalena.
Siempre me ha consolado el testimonio de esta gran mujer. Ante la pregunta por el dato –qué viste- responde por el Quién. Sólo unos pocos signos le bastan para hacer la declaración de su vida: “resucitó Cristo, mi esperanza, quien me mantiene viva, quien me ha dado vida”. En este domingo de Pascua se hace patente este dato: Dios es amor y también es esperanza. Dios es el sostén amoroso donde se apoya nuestra vida, pero también es el horizonte abierto de gracia que quiere contar con nuestra libertad para elegir siempre la vida.
El camino de madrugada de “la magdalena” refleja muy bien la realidad de la Pascua, que es a la vez “paso” –camino- de la muerte a la vida y “comienzo” –madrugada- de algo nuevo. La gloria de Dios de este domingo no sólo se da por el milagro ocurrido, sino también por lo que viene. Por esto la esperanza y la misión son dos compañeras inseparables.
San Ignacio de Loyola, cuando invita a rezar en los Ejercicios Espirituales con los relatos de resurrección, recalca que es bueno considerar “cómo la divinidad, que parecía esconderse en la pasión, aparece y se muestra ahora tan milagrosamente” por sus efectos. Jesús se muestra plenamente como aquel hombre atravesado de divinidad, y plenamente también como ese Dios atravesado por la humanidad. La divinidad se muestra en la Vida, en la consolación. Y su primera consecuencia no es otra que la misión: el Resucitado “precederá a los discípulos en Galilea”.
El domingo de Gloria es consecuencia de una lucha entre la muerte y la vida. Hablar del “sepulcro del Cristo viviente” es dejar en claro que la vida y la esperanza de hoy no eximen de la lucha contra la muerte y la desesperanza, son un llamado a enfrentarlas y a combatirlas en nuestras Galileas de todos los días, en nuestras tierras de misión cotidianas. Así como no se entiende el amor separado de la esperanza (Dios es ambos), tampoco se puede separar la resurrección de la misión, el Resucitado glorioso y Sufriente crucificado son el mismo Cristo. Ambas caras forman parte del mismo milagro: la acción de Dios que nos regala Vida y Esperanza, frente a la muerte y el dolor que evidentemente no tienen la última palabra.
Uno de los Padres de la Iglesia, San Ireneo, se ha hecho muy conocido por una frase que ayuda a vivir este domingo de Pascua: “La gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios”. La resurrección conjuga de la mejor manera esta frase, por eso hablamos de “Domingo de Gloria”, pues el Hombre está vivo, y los hombres pueden ver en ese mismo Hombre a Dios en su plenitud. ¿Dinos qué viste?… He visto al Cristo viviente.
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