Rasgos de una teología jesuita
Por Gonzalo Villagran SJ
Rasgos de la teología jesuita
La pregunta por los rasgos propios que identifican lo “ignaciano” y lo “jesuítico” es hoy en día una pregunta muy extendida.
En el fondo de esta preocupación está probablemente el reto de ser capaces de transmitir el carisma ignaciano y jesuítico a obras e instituciones donde el número de jesuitas es cada vez menor.
Impulsores de la teología jesuita
Esta pregunta me lleva a reflexionar sobre cuáles serían los rasgos de una teología jesuita a partir del estilo común de los teólogos jesuitas de la historia.
Esta misma pregunta se hacía recientemente el teólogo jesuita francés Michel Fédou. Fédou estudiaba el pensamiento de algunos de los principales teólogos jesuitas de la historia como: Pedro Canisio, Luis de Molina, Roberto Berlamino, Francisco Suárez.
Rasgos comunes en medio de una gran heterogeneidad
Fédou concluye, tras su repaso, que lo primero que tenemos que reconocer es la enorme heterogeneidad de la teología de este conjunto de autores. Ello es debido a que, siguiendo la propia espiritualidad ignaciana, se esfuerzan en “ver a Dios en todas las cosas” incluidos los problemas de su tiempo y lugar. Por ello elaboran teologías que quieren responder al contexto que es la suyo.
Sin embargo, más allá de su heterogeneidad, sí es posible identificar unos rasgos comunes en las teologías jesuitas, lo que intentaremos hacer ahora inspirándonos parcialmente en el comentario de Fédou:
En primer lugar, una teología jesuita debe ser una teología que parta del corazón del mundo. Debe estar atenta a la situación de la humanidad y a sus problemas, y debe dejarse cuestionar por las afirmaciones de las ciencias. Esta actitud humanista brota de la conciencia de “ver a Dios en todas las cosas”.
En segundo lugar, hay una preocupación común en los teólogos jesuitas que brota de la vida de San Ignacio y de las Constituciones de la Compañía y que pone en el centro el “ayudar a las almas”. El objetivo de su reflexión teológica es siempre buscar respuestas a los problemas y preguntas de sus contemporáneos. Esto hace que se privilegien disciplinas y orientaciones con relación con la práctica como la teología moral.
En tercer lugar, podemos identificar en los teólogos jesuitas una común inspiración de fondo en la experiencia de los Ejercicios Espirituales que marcan la espiritualidad ignaciana. Esto se muestra en la teología de estos autores en varios elementos como puede ser la enorme importancia que dan a la libertad humana, o un claro cristocentrismo fruto de la petición de los Ejercicios de “conocimiento interno de nuestro Señor que por mí se ha hecho hombre”.
Finalmente, en los teólogos jesuitas se da una aplicación a su quehacer teológico de las “reglas para sentir con la Iglesia” de los Ejercicios. Esto no implica limitarse a una defensa de la posición de la Iglesia y puede incluir el tener una posición crítica, pero sí supone entender el quehacer teológico como concreción del servicio a la Iglesia, a la que experimentan como “madre” en la fe y “esposa de Cristo” según el texto ignaciano.
Ese papel de la Iglesia se concreta en la figura del Sumo Pontífice, a quien los jesuitas hacen el cuarto voto de obediencia y que es una mediación privilegiada de la presencia de Cristo en su Iglesia a quien la Compañía de Jesús quiere servir.
Punto de partida: experiencia de los Ejercicios
Al hacer teología jesuita en nuestras instituciones, y al ponerla en diálogo con otras disciplinas, estos rasgos – amor al mundo, ayudar a las almas, la experiencia de los Ejercicios y el servicio a la Iglesia – deben ser los que nos den nuestro estilo e identidad, los cuatro se recogen en la experiencia de los Ejercicios Espirituales.
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