Restauración del Manuscrito de los Ejercicios Espirituales

Un legado que permanecerá para las futuras generaciones gracias a una minuciosa restauración: el manuscrito más antiguo de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio. Este documento, que atesora notas autógrafas del santo de Loyola, es el referente de la espiritualidad ignaciana y sin embargo, vivía amenazado por el paso del tiempo y la corrosión del ácido de las tintas.

Recientemente ha sido objeto de un tratamiento que le permitirá seguir siendo en el futuro un tesoro vivo entre los libros espirituales. Así lo corroboraba el secretario de la Compañía de Jesús, Ignacio Echarte, quien durante una conferencia en el Pontificia Universidad Gregoriana de Roma presentó los resultados de este proceso de conservación encargado por la Curia General que atesora el manuscrito en el Archivum Romanum Societatis Iesu.

El encargo se hizo a la restauradora Melania Zanetti de la Università Cattolica del Sacro Cuore. El proyecto, financiado por la Fundación Gondrá-Barandiarán, fue dirigido por Carlo Federici, de la Universidad Ca’ Foscari de Venecia y de la Escuela Vaticana de Biblioteconomía.

Echarte destacaba entonces el valor de este manuscrito, escrito en español. A diferencia de otros libros de este tipo, en los que los autores presentan sus propias experiencias espirituales y la dinámica interna de su propio viaje personal, este es un libro práctico. Un manual de usuario que lo convierte en un texto vivo.

Lo equiparó a una partitura musical que hay que practicar para escuchar el sonido que contiene. Su interpretación implica a tres personajes principales: “Tres melodías que se entrelazan armoniosamente”, decía Echarte. Como libro espiritual, su primera melodía procede de la Palabra de Dios.

En segundo lugar, el texto contiene información para la persona que hace los ejercicios y vive la experiencia. La tercera persona que interpreta la melodía es quien acompaña el proceso, el compañero y agudo observador de la experiencia.

El manuscrito ha llegado frágil y enfermo sin fecha. Desde el comienzo de la Compañía de Jesús ha sido reconocido como «autógrafo» de Ignacio, quien murió en 1556. El texto de la mano de uno o varios escribas, contiene correcciones o adiciones de Ignacio en 32 puntos. Se imprimió en español en 1615, 59 años después de la muerte del autor, si bien, antes salió a la luz la traducción italiana.

Sus 63 hojas contienen 25.000 palabras, 370 párrafos (según la numeración en el margen actualmente en uso), que han aportado a la literatura innumerables frutos: traducciones, lecturas filosófica, filológica, teológica, antropológica, psicológica… y publicaciones de padres como Sommervogel, Iparraguirre y Polgar.

Títulos, referencias, autores y citas que dan fe de la influencia de este manuscrito. Si bien, la importancia de este documento radica en la ayuda ofrecida a lo largo de los siglos a las personas para encontrar un camino. «Y esto hace que sea un clásico de la espiritualidad cristiana».

Fuente: Grupo de Comunicación Loyola

 

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