San Francisco Javier
Nació en el castillo de Javier (Navarra) el año 1506. Cuando estudiaba en París, conoció a Ignacio de Loyola, hizo los ejercicios espirituales, y junto a él y un grupo de Compañeros fundaron la Compañía de Jesús.
Javier fue ordenado sacerdote en Roma el año 1537. El año 1541 se marchó al Oriente como misionero. Su vocación evangelizadora lo llevó a recorrer de manera incansable la India y el Japón durante diez años. Murió el año 1552 en la isla de Sanchón Sancián, a las puertas de China.
Francisco Javier fue canonizado en 1622, al mismo tiempo que Ignacio de Loyola, Teresa de Avila, Felipe Neri e Isidro el Labrador.
Para Reflexionar a luz de la Vida de Javier
Dinero, fama, títulos académicos, éxito en el deporte… las ambiciones de Francisco Javier (Navarra, 1506-1552) no son muy distintas de las que encontramos hoy por la calle. En París, un compañero estudiante lo desarmó: “Javier, ¿de qué le aprovechará al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?”(Mc 8,36).
Así Ignacio de Loyola despertó a un gigante: ni lenguas, ni países, ni peligros, frenaron el celo apostólico de Francisco Javier para llevar a Jesucristo hasta el extremo conocido, siguiendo aquella máxima: «Id, inflamad todas las cosas». Era el 7 de abril de 1541, y esta frase fue pronunciada después de un inesperado cambio de planes: ¡era él el enviado de Pablo III a la misión de las Índias!
Trece meses navegando mientras servía a enfermos y necesitados, hasta que desembarcó en Goa, donde empezó una odisea titánica de islas, lenguas, predicaciones y servicio desde allí hasta Japón. «Os hago saber, queridos hermanos, que tomé de las cartas vuestros nombres, escritos por vuestras propias manos, junto al voto de profesión que hice, y los llevo siempre conmigo, por las consolaciones que recibo de ellos».
Sus denuncias al Rey de Portugal por el espolio de riquezas en las Índias en lugar de favorecer la evangelización le costó dolorosos fracasos, pero pidiendo fuerzas a Dios prosiguió incansable hasta la isla de Sancián, en un intento de entrar en China. Allí, al lado del indio Cristóbal y del chino Antonio, representantes de su misión en aquél continente, a los 46 años entregó su espíritu sembrando en la tierra su honda huella por Cristo, de donde nacería una entera generación de misioneros.
Fuente: Ser Jesuita
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