#Sínodo: Hacia una Iglesia orante, humilde y a la escucha

Por Agbonkhianmeghe E. Orobator, SJ
Decano, Jesuit School of Theology, Santa Clara University

Soy miembro con derecho a voto de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad. Estos días han constituido un tiempo de conversaciones profundas y orantes en el Espíritu, mientras buscamos colectivamente luz para ver la voluntad de Dios y valor para cumplirla. Hablar de un sínodo como tiempo de oración puede parecer sorprendente. Las personas familiarizadas con el funcionamiento de un sínodo saben que lo habitual es participar en un maratón de discursos y prolongadas rondas de votaciones sobre textos concretos, que exclusivamente los obispos han preparado de antemano o han propuesto en la misma reunión. Esta vez las cosas no son así: los participantes realizan su trabajo en pequeños grupos de composición mixta, es decir, laicos y laicas, religiosos y religiosas, sacerdotes y obispos. Se escuchan unos a otros en múltiples rondas de conversación espiritual.

La disposición de los asistentes en mesas redondas crea un ambiente de círculo de oración. Esto hace que la atmósfera del sínodo sea de oración y propicie una atención interior a las mociones del Espíritu Santo. Los discursos e informes van intercalándose con momentos de silencio y de recogimiento interior. Las liturgias de la mañana, que dirigen monjes camaldulenses, están preparadas con esmero, igual que las reflexiones de los acompañantes espirituales.

Tal como ha sido concebido por el Papa Francisco, el tema de este sínodo, la “sinodalidad”, implica un espacio común de escucha, de diálogo y discernimiento, sobre los asuntos de mayor actualidad en la Iglesia. Hay algo profundamente ignaciano en esta experiencia, porque el discernimiento y la conversación espiritual presuponen que los participantes dedican tiempo para orar, de modo que sus aportaciones e intervenciones salgan de un recogimiento contemplativo. Esta experiencia está alimentando mi oración personal. Echo una mirada hacia atrás, a cómo ha sido mi experiencia hasta ahora, y veo que este sínodo sobre la sinodalidad se ha convertido en una forma de poner en práctica la gracia de la escucha, del diálogo y del discernimiento, de una manera orante. Es una nueva forma de ser Iglesia.

Una y otra vez Francisco nos ha recordado a los miembros del sínodo que el protagonista más importante en este ejercicio de discernimiento es el Espíritu Santo, del mismo modo que la disposición más importante es una apertura orante y respetuosa a lo que el Espíritu le dice a la Iglesia como comunidad global de discernimiento.

Incluso aunque nada cambiase después del sínodo, el integrar la oración y el discernimiento en común en los procesos de toma de decisiones, formará ya parte importante del objetivo de convertir nuestra Iglesia en una Iglesia más sinodal. Tengo la esperanza de que el resultado del sínodo sea una Iglesia que discierne más en su manera de proceder; en otras palabras, una Iglesia orante, humilde y a la escucha.

Fuente: jesuits.global/es

 

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