“SOPLÓ SOBRE ELLOS… RECIBID EL ESPÍRITU SANTO”
En este domingo de Pentecostés la liturgia nos propone para nuestra contemplación la escena de la aparición de Jesús a sus discípulos al atardecer del primer día de la semana, del día de la Resurrección. Son varios los gestos de Jesús en esa aparición, todos ellos llenos de contenido, en una escena de una gran profundidad teológica: el atravesar las puertas cerradas, el situarse “en medio de ellos”, el deseo de paz expresado por dos veces, el mostrar las heridas de las manos y el costado, el envío a la misión y ese “sopló sobre ellos” en el que Jesús les entrega el Espíritu Santo. Hoy, en este domingo de Pentecostés, vamos a centrarnos en este último gesto, en ese “soplar”.
El “soplar” de Jesús que infunde el Espíritu a los discípulos es una clara alusión al “soplar” creador de Dios en el comienzo de la vida humana. El versículo 2,7 del libro del Génesis dice: “Entonces, Yahvé Dios modeló al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”. El “soplar” de Dios es la vida. El Espíritu que transmite Jesús es una nueva vida, una plenitud de vida. No somos simplemente seres animados, no. Los que hemos recibido el Espíritu de Jesús tenemos otra “calidad” de vida. Eso que llamamos los “dones del Espíritu Santo” y que configuran una criatura nueva.
De esos “dones del Espíritu Santo” los textos de la liturgia de este domingo subrayan fundamentalmente dos, especialmente importantes hoy en nuestra vida personal y en la vida de la Iglesia: la comunión de los diversos y el discernimiento.
Tanto la primera lectura de hoy que narra la experiencia de Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles, como la segunda lectura tomada de la carta de San Pablo a los cristianos de Corinto resaltan el tema de la unidad, de la comunión de los diversos como fruto de la efusión del Espíritu. La soberbia humana, reflejada en el episodio de la torre de Babel (Génesis, 11), produce la división. La gracia del Espíritu en Pentecostés genera la comunión: “los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua” (Hechos 2, 11); “hemos sido todos bautizados en un solo Espíritu, para no formar más que un cuerpo entre todos” (1ª Cor 12, 13).
Con el Espíritu Jesús concede a los discípulos la capacidad de discernimiento: “a quienes perdonéis… a quienes retengáis…”. Porque no todo vale, no todo es lo mismo, no todo da igual. No todo es conforme con el Espíritu de Jesús. Ni en la sociedad, ni en la Iglesia, ni dentro de cada uno de nosotros. Hay cosas y actitudes “imperdonables”. No según criterios humanos, sí según criterios evangélicos. Y el Señor nos da la capacidad de discernir lo uno de lo otro.
DARÍO MOLLÁ, SJ
(Juan 20, 19- 23) | Domingo de Pentecostés – Ciclo C
@centroarrupevalencia
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