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Papa Francisco y seminaristas

Mensaje del Papa por la Jornada de las Vocaciones 2024

Nuestra vida encuentra plenitud cuando descubrimos quiénes somos, cuáles son nuestros dones, dónde podemos hacerlos fructificar y qué camino podemos seguir para convertirnos en signos e instrumentos de amor, de acogida generosa, de belleza y de paz, dondequiera que estemos»: el Papa Francisco ofreció ese resumen de nuestra vocación cristiana en su mensaje para la 61ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que la Iglesia conmemorará este año el 21 de abril.

El mensaje del Papa para la 61ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (JMOV) se centra en el tema: “Llamados a sembrar semillas de esperanza y a construir la paz”, señalando que todos los cristianos estamos llamados a acoger la vocación que Dios nos ha dado para servirle en el mundo, ya sea a través de la vida consagrada, el sacerdocio, el matrimonio o como personas solteras.

La gratitud, dijo, debería caracterizar las celebraciones del Día Mundial de las Vocaciones, al recordar a los innumerables cristianos que sirven a Dios en todos los ámbitos de la vida. Invitó especialmente a los jóvenes a hacer espacio a Dios, para que encuentren la felicidad en su llamada, que respeta siempre nuestra libertad.

Dejen que Jesús los atraiga hacia Él”, dijo el Papa. “Llévale tus preguntas importantes, leyendo los Evangelios; deja que Él los interpele con su presencia, que siempre provoca en nosotros una crisis saludable”.

 

» Texto completo del mensaje del Papa para las Vocaciones: bit.ly/3x4WZro

» Fuente AICA bit.ly/4aG9BE7

Es Inútil Defender a Francisco

Además de popular, el Papa Francisco es, no pocas veces, polémico. Entonces, surgen voces a favor y en contra. Tiene seguidores que lo adoran y opositores que lo defenestran. ¿Qué hacer cuando esto ocurre? Aquí tenemos la perspectiva del jesuita argentino Emmanuel Sicre.

Por Emmanuel Sicre,SJ

Desde que comenzaron los primeros ataques al Papa minutos después de su elección, el 13 de marzo de 2013, han surgido inevitablemente voces a favor y en contra. La radicalidad de su persona provoca en mucha gente, tanto alrededor del mundo como de modo especial en su país, que a medida que uno se acerca a él no se puede quedar indiferente. Esto se ve tanto dentro del redil eclesial como fuera. Todos sabemos que se trata de un hombre amplio al que le caben tantas interpretaciones como miradas haya. Quizá esto se deba a que su modo de ser goza de una paradójica realidad: mientras menos, más.

Sea como sea, amigos y enemigos se quedan prendados de sus gestos, palabras y acciones de tal manera que pareciera que todo necesita una explicación lógica que satisfaga sus marcos de comprensión. Para unos y para otros el problema es comprar el paquete del odio y del amor ciegos que evidentemente llevan al fanatismo. Y Francisco es una persona, ni más ni menos. Una persona que, al hacer lo que cree que debe hacer, convoca en torno a sí comentarios de todo tipo por el lugar que ocupa dentro de la sociedad mundial. A decir verdad, lo que delata el Papa es el lente interior con el que lo miramos a él, y -en definitiva- miramos la vida. Es decir, quien mira a Francisco con fanatismo, padece una estrechez de mirada que le hace ver una sola versión de la vida. Es lo que se llama, aunque suene un poco fuerte, una perversión (per versus). La culpa no es del puerco sino de quien le da de comer, dice el refrán. Porque ninguna situación de nuestra existencia puede ni debe ser comprendida en su univocidad, en su única versión de los hechos. La realidad es muy compleja y rica como para querer atraparla, por eso necesitamos una mirada más realista, más humilde, menos arrogante y más perseverante en la búsqueda del sentido que calme la sed de comprender.

En línea con esto, creo que es inútil defender a Francisco. Él no necesita defensores. Habla y hace por sí mismo. Y aquí aplica aquello que él tanto valora de que el tiempo es superior al espacio. Lo que él está haciendo no actúa en lo inmediato de la superficialidad a la que la prensa nos acostumbra, sino su modo de pensar y ejercer el poder-servicio está pensado a largo plazo, en lo profundo. Por eso, quien quiere sacar en limpio ahora todo lo que está pasando con esta personalidad, cae en la tentación de querer explicar sin paciencia. Debemos conformarnos con tramos de sentido que se hilvanan en una historia más amplia, por eso no tenemos derecho a concluir con tanta facilidad pintando todo de un solo color, sin matices.

Esto es lo que les pasa tanto a los que lo atacan como a los que lo defienden. Lo que demuestra que en sociedades tan polarizadas como las que vivimos ha resurgido en nuestro momento histórico un viejo método retórico: la apologética. Es decir, el discurso en defensa de algo o de alguien. Este método tan antiguo como actual florece utilizado por los corazones dolidos, naturalmente, ante el ataque de aquel a quien quieren y representa, además, parte de su modo de ver la vida. Y sentirse atacado en las propias convicciones molesta y llama a reaccionar sin demora.

Pero la actitud apologética solo sirve en el momento de la batalla, no cala hondo, no va más allá, es como espantar moscas. Quien mira a Francisco con los anteojos del odio no cambia con buenos argumentos en su contra, porque el tema no es solo racional, sino afectivo. Y en esto, permítanme decirlo, ni el Buen Dios puede trocar la afectividad del hombre cerrado. Quien ve así y no deja grieta por la que entrar, hay que respetarlo con tenacidad y sacrificio porque tiene su derecho a vivir así. (Otra cosa es que sea un violento serial).

Creo que la actitud apologética en nada ayuda a aclarar, no devela la verdad del sentido, sólo calma los bordes de la comprensión y nos entretiene jugando el juego de los medios de comunicación que invitan a la opinología barata a cada instante. Quien quiere realmente saber algo busca con el corazón abierto y pregunta sabiamente lo que su conciencia le presenta. Quien defiende, sólo está defendiéndose, y si bien tiene todo el derecho del mundo de hacerlo y vivir así, debe ser consciente de que sus energías pueden agotarse y hay una alta probabilidad de convertirse en su contrincante.

Convendría más bien, quizá, no lo sé del todo, una actitud más a lo Jesús, que lejos de defenderse ante su condena, dejó que el error del violento -y quien le quitara sólo una parte de la vida (la muerte)-, se convirtiera en una fuente inagotable de una Vida más fecunda, más grande y más fundamental.

 

La Misericordia; misión de la Iglesia

José Luis Gordillo, SJ *

El primer domingo de adviento el Papa Francisco dio inicio al Jubileo de la Misericordia. La sede para este magno evento fue la Catedral de Bangui en la República Centroafricana. De este modo la Iglesia ha invitado a toda la humanidad a orar, pensar y actuar con criterio misericordioso. Bangui, dijo el Papa, “es el centro de la fe de toda la Iglesia”.

Abrir un jubileo para toda la Iglesia en uno de los países más pobres y necesitados del mundo representa la clara postura que hace esta respecto de su misión. El Papa Francisco ha sido enfático en esta tarea desde el inicio. Al centro de la práctica de la Iglesia está el mismo modo de actuar de Cristo, y por lo tanto están los pobres. «Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres», dijo el Papa en su primera participación pública como Pontífice, en marzo del 2013, casi anunciando las características de aquello a lo que nos invitaría más adelante.

El jubileo de la Misericordia es una fiesta, pero también es una invitación a la trascendencia en actos. Se trata, dijo el Papa en la homilía del 29 de noviembre, de “compartir la vida del pueblo de Dios, dando razón de la esperanza que hay en nosotros y siendo testigos de la infinita misericordia de Dios que, «es bueno y enseña el camino a los pecadores» (Sal 24,8). Ahora tenemos claro quiénes son los preferidos (Los pobres) y cuál es la actitud (la misericordia) que debemos mostrar.

Ya el Concilio Vaticano II define como tarea propia de la Iglesia ser sal y luz para todos, para eso fue instituida como cuerpo de Jesucristo, que además es cabeza y puerta de ésta. Sin duda esta misión la debe llevar a discernir y definir su modo de estar presente en el mundo, anunciando con el testimonio la Buena Noticia que es el Reino de Dios en medio de nosotros. Es indudable que para nosotros hoy la misericordia es la Sal y la luz del mundo.

Sin embargo es claro que el contexto en el que celebraremos el Año de la Misericordia es especial; el temor que nos produce a todos la realidad de la Guerra es una pregunta hecha en medio de la esperanza al que nos invita el adviento y el Jubileo.

Si bien el mundo es espacio privilegiado de revelación y de salvación de Dios, es evidente que el momento presente es un tiempo complejo para afirmar esto. Sin embargo no deja de ser un tiempo especial para que la Iglesia cumpla la labor que tiene; anunciar el Reino, actuar con misericordia, dar testimonio de la salvación.

Como diría Juan XXIII, a quien el Papa Francisco cita en la bula Misericordiae Vultus: “En nuestro tiempo la esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la Misericordia y no empuñar las armas de la severidad”. La Iglesia, como se puede ver, ha optado por hacer de la misericordia una bandera y un criterio de acción en medio de un contexto de temor. La misericordia, entonces, es criterio de acción y criterio de discernimiento. Después de todo, hoy la Iglesia puede anunciar que no habrá paz si no hay misericordia.

Hacer de la esperanza una acción supone leer los acontecimientos cotidianos desde la pregunta acerca de la presencia de Dios en medio de nuestra vida y nuestras decisiones, pero podríamos ir más allá. Podríamos preguntarnos, por ejemplo: ¿pueden mis actos cotidianos partir de la misericordia?

Al inicio de la constitución Gaudium et Spes se dice que nada hay “verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de Cristo”. Entonces, el reto de la misericordia como acto cotidiano es parte de aquella misión que tenemos como Iglesia que es de Cristo: anunciar, discernir y celebrar mensajes de esperanza y actos misericordiosos. Este es el fundamento de nuestro año santo.

 

* Asistente Nacional CVX

 

Se acerca el Inicio del Año Jubilar de la Misericordia

El logo y el lema del Año Jubilar son una buena síntesis de lo que será este año de la Misericordia.

Con el lema ‘Misericordiosos como el Padre’ se propone vivir la misericordia siguiendo el ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no condenar, sino perdonar y amar sin medida. El logo –obra del jesuita Marko I. Rupnik– se presenta como un pequeño compendio teológico de la misericordia. Muestra, en efecto, al Hijo que carga sobre sus hombros al hombre extraviado, recuperando así una imagen muy apreciada en la Iglesia antigua, porque indicaba el amor de Cristo que lleva a término el misterio de su encarnación con la redención.

El dibujo se destaca el Buen Pastor que toca en profundidad la carne del hombre, y lo hace con un amor capaz de cambiarle la vida. El Buen Pastor con extrema misericordia carga sobre sí la humanidad, pero sus ojos se confunden con los del hombre. La escena se coloca dentro la mandorla que es también una figura importante en la iconografía antigua y medieval por cuanto evoca la presencia de las dos naturalezas, divina y humana, en Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color progresivamente más claro hacia el externo, sugieren el movimiento de Cristo que saca al hombre fuera de la noche del pecado y de la muerte. Por otra parte, la profundidad del color más oscuro sugiere también el carácter inescrutable del amor del Padre que todo lo perdona.

interior tapa

El Himno inicia con las palabras “Misericordiosos como el Padre”, que es el lema del Jubileo, inspirado en el Evangelio de San Lucas (6,36). El canto presenta una estructura trinitaria – en sus tres primeras estrofas – y la invocación a la paz en la cuarta y última estrofa. La primera estrofa resalta la sabiduría con la cual, Dios Padre ha creado el mundo, el mismo, que ha guiado a su pueblo a lo largo de la historia, que acoje y perdona a sus hijos. En la segunda estrofa, se alaba a Dios Hijo, “luz de los pueblos”, que ama a las creaturas con un “corazón de carne”. La alusión al Espíritu Santo, lo encontramos en la tercera estrofa, donde se invoca sus “siete santos dones”. Finalmente, en la última estrofa se pide la paz de Dios y la llegada del nuevo cielo y la nueva tierra.

Los autores, de la música, Paul Inwood, y del texto, el jesuita Eugenio Costa, han donado los derechos de autor de esta obra al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización con el fin de facilitar la difusión del Himno en toda la Iglesia.

La grabación ha sido ejecutada por la Capilla Musical Pontificia, bajo la dirección de Mons. Massimo Palombella, y de Radio Vaticana.

Himno de la Misericordia

Del comunismo al consumismo

Por Victor Codina

Hasta fines de los años 80 el enemigo común del mundo occidental era el comunismo soviético marxista, el comunismo del telón de acero y de la cortina de bambú, del Archipiélago Gulag y del muro de Berlín.

La caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 simbolizó el final de una época histórica, la caída del comunismo soviético del Este. Esta caída fue celebrada en el mundo occidental como el final de la historia, como el triunfo de la «american way of life»: en el futuro ya no habría más sorpresas, íbamos a vivir siempre más de lo mismo. El capitalismo neoliberal levantaba su bandera como la solución a todos los problemas.

25 años después los problemas no se han solucionado. Grandes sectores de la sociedad y de la humanidad viven en la escasez y la miseria, la tierra ha sido contaminada y destrozada por los defensores del paradigma tecnocrático que defienden el mito del progreso sin límites a costa del descarte de muchos y de la destrucción del medio ambiente.

Al comunismo ha sucedido el consumismo, una forma tan insidiosa de materialismo como el materialismo dialéctico marxista. «Consumo, luego existo», quienes no consumen no existen, son descartados de la sociedad del bienestar. La avidez con la que los ciudadanos del Berlín oriental después de la caída del muro se lanzaron frenéticamente a comprar y beber en el Berlín occidental, puede simbolizar este tránsito del comunismo al consumismo.

Son muchas las personas lúcidas y de buena voluntad, los movimientos populares y sociales, las víctimas de un sistema que mata… quienes creen que otro mundo es posible y necesario, que el sistema actual ya no se aguanta, que necesitamos un cambio de estructuras, que hemos de cuidar nuestra casa común, que ni el comunismo ni el consumismo son la solución.

En la tradición cristiana existe la palabra «comunión» densa en contenidos: significa e incluye la comunión entre todos los seres humanos, en especial con los pobres y excluidos, la comunión con la naturaleza y en última instancia con Dios Padre que nos hace hijos e hijas, hermanos y hermanas, y derrama la lluvia sobre buenos y malos. El Padre ha enviado a su Hijo Jesús y al Espíritu para que vivamos en comunión y podamos participar de la comunión trinitaria. La Iglesia es un espacio de comunión y su centro es la eucaristía, el sacramento de la comunión con Jesús, al cual estamos todos invitados. La mesa compartida, sin excluidos ni descartados, es la imagen simbólica de este paradigma de la comunión con Dios, de la comunión con los hermanos y hermanas, más allá de las diferencias de género, etnia, cultura y religión, y de la comunión con la tierra, nuestra madre y casa común.

Como dice Francisco, los conflictos se han de resolver desde una síntesis superior, pues «la unidad prevalece sobre el conflicto». Ni comunismo ni consumismo: comunión. Y el fruto de la comunión es la paz.

Fuente: CPAL SJ

Los 10 temas fuertes del sínodo

Por Rodrigo Ayude, Roma

Los trabajos del sínodo entran en su recta final. Quedan, prácticamente, las sesiones en las que se presentará el borrador del documento que se entregará al papa Francisco el sábado. Un documento que nació como Instrumentum Laboris y al que se han incorporado las propuestas recogidas en las 39 relaciones de los grupos lingüísticos (círculos menores). Además de esto, cada padre sinodal tendrá la oportunidad de corregir, añadir y sugerir cambios tanto el jueves por la tarde como en la sesión del viernes por la mañana.

Compartimos, a continuación, algunos de los temas que han salido con más fuerza en las sesiones de trabajo del sínodo y que han tenido una acogida muy amplia entre los padres sinodales.

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1. Un nuevo lenguaje

Entre los temas más repetidos se encuentra la necesidad que tiene la Iglesia de un nuevo lenguaje, capaz de dialogar con la cultura postmoderna. Ese lenguaje, según los padres sinodales, ha de construirse sobre dos ejes: la inclusión y la misericordia. Debe ser un lenguaje de inclusión, que evite los juicios negativos sobre personas o situaciones, que respete a las personas en su ser más profundo y que parta de una escucha atenta de las necesidades. Un lenguaje que tenga como fundamento la misericordia, es decir, una forma de hablar que salga al encuentro del alejado, que se ponga a su altura y se haga cargo de sus dificultades, que le cure las heridas y que lo porte a la verdad.

2. Pastoral de inmigrantes

Los padres de Oriente Medio y África compartieron en el Aula los dramas de la migración, especialmente la derivada de la guerra, de la persecución por la fe y de la pobreza. Algunos obispos han propuesto una pastoral específica que promueva la cultura del encuentro. Para ello consideran necesario una colaboración más estrecha entre las iglesias locales en los países de origen de las personas y las iglesias de los pasíses de acogida. Se busca acoger e integrar de la mejor manera a los que han tenido que dejar forzosamente su tierra para revestirlos de una nueva dignidad.

3. Matrimonio como vocación

Los obispos del sínodo han reflexionado ampliamente sobre el matrimonio como proyecto vocacional de Dios, la gracia específica de esta vocación y su misión propia en la Iglesia. Tras semanas de estudio, cada vez es más clara la idea de la importancia de la familia como edificadora de la Iglesia y no sólo como beneficiaria de una pastoral. Son muchos los campos donde las parroquias pueden y deben contar con las familias.

4. Catequesis de preparación para el matrimonio

La perspectiva vocacional del matrimonio también ha suscitado el estudio sobre si es suficiente o no la preparación actual de los novios para crear esta “iglesia doméstica”. Los padres sinodales consideran escasa la formación que se da para el matrimonio. En muchas ocasiones se queda en la explicación de la ceremonia. Están buscando un camino más largo -se habla de unos seis u ocho meses- en los que los futuros esposos profundicen en los aspectos propios de la vocación matrimonial y en su misión

5. Pastoral con convivientes estables

Entre las situaciones irregulares, el sínodo ha prestado particular atención a aquellos que, sin estar casados, conviven de forma estable y prolongada. Los obispos consideran que esa convivencia puede tener algunos elementos propios del matrimonio: unidad, indisolubilidad y apertura a la vida. Por eso buscan fórmulas para acompañar a estas parejas hacia el sacramento del matrimonio, que les prestará la ayuda eficaz para vivir con plenitud su proyecto de amor.

6. Acompañamiento en los primeros años de matrimonio

La alta cifra de separaciones y divorcios no ha pasado desapercibida a los padres sinodales. Con frecuencia las rupturas suceden tras los primeros años de convivencia. Teniendo en cuenta esto, los obispos consideran necesario que cada parroquia cuente con algunos matrimonios con experiencia que puedan acompañar a los nuevos esposos durante los primeros años. Compartir las dificultades y comprobar que otros han sabido superarlas es una buena herramienta para ayudar eficazmente a las familias.

7. Educación sexual

Los obipos del sínodo propusieron una mejor educación sexual en el camino de preparación al matrimonio. Consideran que la Iglesia debe entrar en este ámbito con determinación, ante una actual educación sexual negativa. La Iglesia quiere presentar la buena noticia de la sexualidad humana como un camino de amor y no como un camino de pecado. Además, la educación de la afectividad es considerada fundamental para entender la donación esponsal y, por ello, formará parte del camino de preparación para el matrimonio.

8. Formación de los sacerdotes

Los fuertes cambios sociales que afectan a las familias exigen nuevas herramientas para los sacerdotes, de modo que puedan ayudarlas eficazmente en sus problemas cotidianos. Para este fin, se ha hablado tanto de incluir nuevas materias sobre familia y bioética en la formación de los futuros clérigos. En cuanto a los seminaristas, se ha valorado la posibilidad de que dediquen parte del tiempo en la parroquia a visitar a las familias para conocer su vida cotidina, sus preocupaciones y sus necesidades. Otra propuesta es, por ejemplo, dar cursos de asesoramiento familiar a los párrocos.

9. Atención a las situaciones dolorosas

Los padres sinodales coinciden en que no habrá “recetas generales” para admitir a los sacramentos a los bautizados que han establecido una nueva convivencia después del fracaso del matrimonio sacramental. Sobre esta realidad hay numerosos puntos de vista entre los obispos. Desde perspectivas diversas, todos están de acuerdo en respetar la doctrina actual y en que se deben evitar soluciones del tipo “todo o nada”, “sí o no”. Los padres sinodales opinan que corresponde al obispo diocesano conocer las situaciones concretas y juzgar caso por caso. En este discernimiento, convendrá descubrir los problemas que han llevado a la familia a este punto, especialmente para quienes es ya imposible volver con su marido o su mujer.

10. Papel de la mujer

Un tema profundizado en los círculos menores es el papel de la mujer en la Iglesia. El papa recordó frecuentemente que es necesaria una teología de la mujer. Aunque no han trascendido propuestas concretas, el tema ha sido ampliamente debatido. En cambio, para los obispos resulta claro que la mayor participación de la mujer en la Iglesia, de servicio o diaconía, nada tendrá que ver con el sacramento del orden.

Fuente: Iglesia En Directo

Laudato si’ y la ecología integral: No tener miedo

Pedro Walpole

“No tener miedo,” podrían haber sido las palabras introductorias del papa Francisco en su encíclica, ya que él nos pide que profundicemos, y no tengamos miedo de profundizar en nuestra vida diaria: “La paz interior de las personas tiene mucho que ver con el cuidado de la ecología y con el bien común, porque, auténticamente vivida, se refleja en un estilo de vida equilibrado unido a una capacidad de admiración que lleva a la profundidad de la vida” (n.225).

Al leer esta encíclica, crecemos espiritualmente en tanto que expresamos nuestra preocupación, actuamos con justicia ambiental y buscamos la reconciliación con el dolor de la tierra. Este es un documento vivo que encuentra su seña en el mundo de las decisiones políticas y de mercado a través de la necesidad de incrementar la solidaridad de abajo hacia arriba y el uso responsable de los recursos. Reflexiono sobre la encíclica, por tanto, desde el punto de vista de estos cinco temas clave: no tener miedo, profundizar, perseverar, el dolor de la tierra, y encontrar la marca.

De estos cinco puntos, los tres primeros son acerca de la conversión personal, y las dos últimas se centran en las injusticias, el consumo excesivo y la pérdida de la equidad en la sociedad actual. El dolor de la tierra se compone tanto del sufrimiento humano y la degradación del medio ambiente – son uno y el mismo llamado a la justicia. Y el objetivo de la encíclica es el poder de los mercados globales sobre el uso y distribución de los recursos naturales, que en muchos casos no tiene en cuenta igualmente las necesidades locales y la sostenibilidad global.

Escribo desde la perspectiva de Asia Pacífico, una parte del mundo donde hay economías de consumo en expansión, un crecimiento, inseguro, de clase media, un número creciente de pobres y altos niveles de explotación y riesgos ambientales. Estos riesgos pueden variar en relación a otras regiones, pero son específicos y reales. Las respuestas a las preocupaciones ambientales son mixtos debido a consideraciones políticas, incertidumbres financieras, el deseo por el crecimiento económico, la creencia en el desarrollo tecnológico y una intervención estratégica confusa. La región quiere triunfar en el mundo y Asia-Pacífico tampoco está exenta de algunas de las personas más ricas del mundo.

Mientras tanto, hay un sentido limitado de la cohesión social y el compromiso personal con la rendición de cuentas. Hay marginación, no sólo de los pobres en general, sino del mundo rural pobre y de las comunidades indígenas en particular. La producción de comida más globalizada, corporativa, se traduce en una pérdida de la seguridad alimentaria local y calidad de los alimentos, mientras que los residuos co-existen con el hambre. El agua es ahora una mercancía, y en muchos lugares no es un derecho. La biodiversidad y los ecosistemas se encuentran seriamente amenazados.

Ninguno de los flujos económicos o de los ecosistemas del mundo llegará a ser más sostenible e integrador, salvo que, uno a uno, cambiamos por la búsqueda de un estilo de vida más simple y que trascienda nuestras necesidades y las imágenes de éxito a través de una espiritualidad de la presencia y de la reconciliación. Tenemos que escuchar el llamado de nuevo y responder con la reflexión y la perseverancia, en solidaridad con los demás. Necesitamos, en este proceso, una actitud y espíritu que comparten en el gozo, la fragilidad y la paz de la vida; pero también necesitamos una comprensión de la ciencia, la ética y la gobernabilidad.

Tenemos el desafío de entender los mundos financiero y técnico, si la dimensión espiritual es conectar con ellos y ser una fuente de la reconciliación y la regeneración. El papa Francisco reconoce la necesidad del campo de la ciencia de “sumar todo lo que ha generado el conocimiento en las demás áreas del saber, incluyendo la filosofía y la ética social. Pero este es un hábito difícil de desarrollar hoy” (n.110).

Tenemos el desafío de manera similar a entender la ciencia y las complejidades del mundo físico. Tenemos que adquirir este hábito cuando vengamos de una perspectiva espiritual, con el fin de reflexionar partiendo del conocimiento generado por los demás y entender su papel integral en el desarrollo humano y la curación de la Tierra. Tenemos que llegar a un acuerdo con el lenguaje científico y asumir los frutos de la investigación científica, “dejarnos interpelar por ella en profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual como se indica a continuación” (n.15). Las soluciones a la crisis del medio ambiente no son simplemente técnicas, pero desafían la humanidad en el nivel más profundo de ser responsable de la vida.

Los niveles de la explotación del medio ambiente y el riesgo se pueden expresar a través de los nueve límites planetarios, originalmente definidos en 2009 por un grupo de 28 científicos con el objetivo de “estimar un espacio operativo seguro para la humanidad en relación con el funcionamiento del Sistema de la Tierra” que se publica en Ecología y Sociedad (2009), Ciencia (enero de 2015), y en el Centro de Resiliencia de Estocolmo (enero de 2015). Estos límites planetarios están profundamente interconectados y su medición e impacto son inseparablemente tanto bioquímicos y sociales.

Podríamos preguntar, ¿qué tienen estos límites planetarios que ver con la espiritualidad? Estos límites son tan parte integral de nosotros y de la forma de vida de mis vecinos que la reflexión espiritual me lleva a la profunda preocupación en cuanto a lo que puedo hacer, y cómo evitar culpabilidad opresiva y la acción sin fondo. Me encuentro con estos límites cada día, pero no necesariamente de manera directa. Puede que no sean objeto de mi trabajo la preocupación de mi vida en el hogar o las necesidades que presento a Dios, sino que son intrínsecos a la mayor parte de lo que toco, como y compro. Estoy muy conectado con la integridad del mundo que estoy diariamente empujando y tirando de estos límites planetarios. Puedo pensar en una burbuja, pero no vivir realmente en una burbuja, sino en la atmósfera del planeta.

La espiritualidad nos permite abrazar el sufrimiento con ensayos personales o familiares y cuando pasamos tiempo con los pobres. Conociendo a los pobres como amigos y no sólo como los necesitados nos da una experiencia muy diferente de la vida. Participar de la vida de manera marginal no es tan difícil cuando tenemos este tipo de amigos que nos ayudan a entender lo que es. Las experiencias y necesidades de vida de las personas pobres se ven reflejados en la enseñanza del papa Francisco. Eleva estas preocupaciones para que sean escuchadas a nivel mundial, al tiempo que son comprendidas a nivel local. En el silencio del corazón de este hombre, que acompaña a los que sufren.

No tener miedo

¿Por qué no tener miedo? Todo un complejo de problemas ecológicos y sociales vinculados está empeorando; nuestros políticos están haciendo lo menos posible; y el consumismo crece día a día a medida que nos urbanizamos. ¿Qué diferencia hace una sola voz en un mundo de negación? Tenemos que empezar por la gratitud y la alabanza a Dios, no por enfocar los temas. “El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza” (n.12). A continuación, los temas se convierten en preocupaciones que se internalizan y actúan sobre ellas.

El papa Francisco habla de la contaminación, el agua, la energía, la biodiversidad y el clima en términos del bien común. Su espiritualidad y la solidaridad están capacitando, y comparte que “los hombres y las mujeres son todavía capaces de intervenir positivamente. Como ha sido creado para amar, en medio de sus límites brotan inevitablemente gestos de generosidad, solidaridad y cuidado” (n.58). El bien común está vivo pero necesita vitalidad – nuestra vitalidad.

Hay una profundidad del amor y de la vida aquí para todo el mundo, y los que tienen fe humildemente siente que este es un llamado de Dios: somos atraídos a hacer la obra de Dios en el mundo. Somos transformados en el proceso y experimentamos una mayor esperanza y un poco más de la integridad. Al mirar a las “raíces éticas y espirituales” de la crisis ecológica, nos encontramos con la liberación del miedo (n.9). Y cuando superemos la indiferencia y el miedo, se nos presenta una nueva misión; gratitud y alabanza resuenan de nuevo a medida que tratamos de servir.

Profundizar

Una vez nos encontramos con gratitud, lentamente nos mueve a la solidaridad y sentimos la capacitación crecer en nuestros corazones. Las actitudes cambian por deseo mucho más fácilmente que fuera de un imperativo moral. En última instancia, el amor profundo a la vida está abierto a una fe profunda en la fuente de la vida. Sobre la conversión ecológica, el Papa escribe: “Porque no será posible comprometerse en cosas grandes sólo con doctrinas sin una mística que nos anime, sin «unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria »” (n.216).

Otra forma en la que tenemos que profundar es mirar hacia el futuro mediante la transformación de la educación para todos. En palabras de la encíclica: “si se quiere conseguir cambios profundos, hay que tener presente que los paradigmas de pensamiento realmente influyen en los comportamientos. La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza” (n.215).

Profundizar más es también conseguir ampliar, conectando a más gente. Los jóvenes, en particular, quieren tener diferentes experiencias, conocer gente diferente, conocer el mundo como lo que es. ¿Cómo puede el joven que buscan fuentes de inspiración encontrar apoyo suficiente para actuar con un sentido del espíritu humano? ¿Cuáles son las estructuras sociales fuera de la escuela en la que dichos valores y aspiraciones pueden formar un entorno de trabajo para ellos más allá de los programas de fin de semana de reflexión y de la exposición a corto plazo?

Perseverar

El miedo y la sensación de fracaso destruyen tantas buenas intenciones cuando carecen de un compromiso inicial, mientras que los hábitos de estilo de vida roban la vida y la existencia de quienes son confiados e irreflexivos. Es difícil perseverar cuando no vemos ningún cambio concreto como resultado de nuestros esfuerzos y cuando las contribuciones de muchos son fácilmente destruidas, pero el compromiso espiritual y la solidaridad nos permiten ir más allá de lo que creíamos posible. Laudato si’ comparte esperanza y el profundo e integrador significado de nuestro modo de vida, que nos pueden llevar a el punto de la liberación y la transformación.

Las comunidades de práctica son lugares donde podemos vivir, con actividades simples, una relación con la creación y que nos da a todos la vida. La Iniciativa Satoyama, con sede en Japón, es compatible con las formas tradicionales de base local y en el que las comunidades gestionan y conviven con una forma de medio ambiente y no destruida por la actividad humana. Un creciente interés en un sentido más amplio del buen vivir está surgiendo en diferentes formas a nivel mundial. Buen vivir se basa en las ideas clásicas sobre una buena calidad de vida, pero con un enfoque específico en el bienestar dentro de la comunidad.

Incluso los períodos cortos de reflexión y conversación en la comunidad pueden ayudar a constituir la forma en que utilizamos la mayor parte de nuestro tiempo y para ser parte de “una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático” (n.111).

Aquellos de nosotros que vivimos una vida privilegiada, segura en todas nuestras necesidades básicas y podemos tener un poco más, debemos vivir con moderación y con generosidad hacia los demás. La generosidad más importante es la generosidad con el tiempo, la que nos permite experimentar lo que es vivir en los márgenes, dejando de lado nuestras propias obsesiones y contemplar la vida con los demás, servir y luchar por su beneficio. Este compromiso nos fortalece para el objetivo a largo plazo de “cambio profundo.”

El dolor de la tierra

Las historias de hombres y mujeres que trabajan en la tierra y que sólo han conocido una comunidad nos dicen cómo las cosas han cambiado. Si usted pertenece a una comunidad tradicional, tiene un patrón de comunicación diaria, conoces la tierra, el cambio de todos los céspedes, cada embarazo, nacimiento, matrimonio y muerte en relación con todas las personas de esa comunidad. Cada persona, joven o anciano, se dedica a las actividades comunes diarias y un conjunto común de las relaciones sociales. Hay mucho que aprender de esta experiencia de la vida en la comprensión de la integridad de nuestra acción en el mundo.

La experiencia personal es muy diferente para aquellos que vivimos y trabajamos en las ciudades modernas. Todos los días vemos imágenes y escuchamos los informes sobre desastres, guerras y pérdidas humanas terribles, contiendas económicas y política. Los medios de comunicación nos informan sobre la vida más allá de nuestra propia comunidad, pero también nos quitan poder, porque sabemos que los problemas son demasiado grandes para cualquiera de nosotros, demasiado complejos y, a menudo muy lejos para afrontar. Podemos compartir la experiencia de estos problemas, incluso si es sólo a través del tráfico y la contaminación, pero el efecto de esto es a menudo centrarse en nuestra propia necesidad de seguridad, nuestra necesidad de seguir avanzando –lo que sea que eso signifique.

¿Podría alguna vez tomar un día libre de mi ajetreo y seguir mi misma basura al final de su viaje, a qué lugares me guiará? ¿Qué aprenderíamos mi familia, mi comunidad y yo? Puede ser difícil de averiguar adónde van nuestras aguas residuales, pero ¿sabemos de dónde proviene nuestra agua, en primer lugar, dónde cae la lluvia en realidad? ¿Y qué pasa con los menos afortunados? La peregrinación a encontrar esas cosas es una experiencia interior, conocer a gente en el camino y ver sus vidas, hacernos preguntas y reflexionar profundamente. Pero, ¿nos ayuda a cambiar nuestras acciones?

¿Cómo podemos saber la complejidad de esta situación de una manera que nos haga actuar? ¿Cómo podemos lograr la justicia medioambiental y “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (n.49)? No va a ser fácil pasar del “dolor de la tierra” a una nueva experiencia del “amor de los márgenes.”

Encontrar la marca

Nuestro marco actual de las negociaciones globales no permite el cambio de mentalidad que se necesita para hacer frente a las preocupaciones locales inmediatas de muchas comunidades. La profundidad de realización, el sentido de la conexión, y la esperanza que necesita ser compartida por los cambios en los sistemas económicos y políticos globales son insuficientes, precisamente porque esos cambios todavía no se han sucedido. Hay una fragmentación del pensamiento y de la toma de decisiones, y las realidades científicas, económicas y sociales no coinciden. Las estructuras políticas no están diseñadas para la intervención, ya sea a nivel local, como hacer frente a los efectos particulares de un desastre ambiental, o en el plano mundial, la aplicación de un impuesto sobre el carbono eficaz. Hay una llamada de un cambio fundamental.

Mientras Laudato si’ expone la demanda dentro de la Iglesia institucional para una ecología integral, la profundidad espiritual y un compromiso renovado en la fe y la solidaridad, que también participa diálogos y procesos de cambio global.

La encíclica imparte una energía para el cambio, para que las personas se reúnan en las calles y proclamen su solidaridad con la humanidad y el planeta necesitado. Da a la sociedad civil cierta influencia respecto a las elecciones nacionales que tendrán lugar en muchos países durante en 2016. El documento no va a alterar los resultados de las reuniones o elecciones, pero la participación del Papa se presta mejor al enfoque y la profundidad.

El mensaje es atractivo en un contexto secular, porque hay muy poco liderazgo en el mundo que comanda la esperanza. Francisco es la definición de una actitud y una cultura preparada para “hacer frente a esta crisis” (n.53). Agua, los diamantes de sangre, la energía, los refugiados – todos estos temas están conectados en este periodo de crisis profunda que requiere “decisiones valientes” (n.59) frente a las “criterios obsoletos que siguen rigiendo al mundo” (n.189).

Y porque Laudato si’ es inspirador y genera un impulso interior, mueve todas las generaciones a actuar, y los apoya no de forma piadosa pero de una manera apostólica. ¡Ahora tenemos un sentido de la espiritualidad y la solidaridad que es capaz de inspirarnos a nada menos que la conversión del mundo!

Fuente: EcoJesuit

“Hoy es tiempo de misericordia”, dijo el Papa en la clausura del Sínodo

Fuente: AICA

El papa Francisco clausuró, este domingo 25 de octubre, el Sínodo de la Familia que desde el pasado 4 de octubre reflexionó sobre “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”.

Con una solemne misa en la Basílica de San Pedro, ante la presencia de los padres sinodales, el Pontífice recordó en su homilía -comentando las lecturas y el Evangelio de la liturgia del día-, la necesidad de hacer como Jesús, que se inclina hacia el necesitado, evitando construirnos un mundo como nos gustaría a nosotros, el cual excluye a las personas heridas.

El Pontífice señaló que el pasaje del Evangelio “nos presentan la compasión de Dios, su paternidad, que se revela definitivamente en Jesús” y señaló que “sólo el encuentro con Jesús da al hombre la fuerza para afrontar las situaciones más graves”. Además advirtió del riesgo de caer en una “espiritualidad del espejismo” y en la tentación de una “fe que sigue un programa”.

Finalmente el Santo Padre agradeció a los padres sinodales “por el camino que hemos compartido con la mirada fija en el Señor y los hermanos, en la búsqueda de senderos que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anunciar el misterio de amor de la familia”.

¿Qué nos deja Laudato Si’?, Una mirada desde la teología pública

Por Gustavo Monzón SJ

En esta encíclica del Papa Francisco sobre ecología, nos encontramos una invitación a ampliar horizontes. En ese sentido, en un contexto de crisis planetaria tal como el que vivimos, la palabra del Papa es un llamado de atención para poder reflexionar acerca de nuestro lugar en el mundo y cómo administrar los dones que el Señor nos ha regalado.

Este documento nos recuerda el desafío al cual nos invitaba Benedicto XVI en su discurso en la Universidad de Ratisbona, en septiembre de 2006. El Papa afirmaba que la razón es ampliada por la fe cristiana en sus posibilidades, mediante la búsqueda de la verdad. Para que se genere esta “ampliación” debe ser capaz de abrirse a los interrogantes más profundos de la experiencia humana, pues una razón que no se abre a las cuestiones de la ética, del destino humano y de las últimas preguntas, se está suicidando. Toda propuesta, para ser merecedora de atención al hombre que piensa, debe ofrecerle un conocimiento de la realidad, una ética con criterios para vivir en la bondad y en la verdad, una propuesta de salvación última [1].

Estas reflexiones nos abren a la denominada teología pública. Esta corriente o escuela teológica, es la versión estadounidense de la teología política europea que surge después de la Segunda Guerra Mundial. En ese sentido, se considera a la teología no limitada a una serie de afirmaciones sobre las propias creencias judeo-cristianas, entendidas como un todo cerrado, como si no tuvieran ninguna relación con la experiencia humana, sino a comprenderlas en cuanto a una relación con el conjunto de la realidad objeto de experiencia humana [2].

De esta forma, se parte desde el hecho de que en las sociedades plurales tal como las que vivimos el papel de la religión es generar ideas que ayuden a constituir un horizonte común de valores cívicos compartidos por todos los ciudadanos [3].

Por tanto, leeremos esta encíclica desde una triple perspectiva. En primer lugar, como un análisis de la crisis del paradigma de civilización, en segundo lugar, considerando los aportes que realiza al Magisterio Social, y, por último, como una ampliación de horizontes tal como lo mencionábamos anteriormente.

Crisis del paradigma civilizatorio

Es en este contexto de crisis de la racionalidad científica y técnica [4](LS, 19) -que lleva al cuestionamiento profundo de un modelo de desarrollo-, y a la incertidumbre sobre el futuro que el Papa Francisco nos presenta la Encíclica Laudato Si’, Sobre el cuidado de la casa común. En estas líneas, el Pontífice se hace consciente del deterioro del mundo y la pérdida de la calidad de vida (LS,18) que lleva a considerar a la tierra como un depósito de porquería (LS,21) fruto de la cultura del descarte (LS,22).El problema ecológico presenta un reto a la teología, en cuanto el considerar a la realidad como Creación puede aportar un sentido último de responsabilidad y un llamado de atención sobre el cuidado de la misma, entendiendo al hombre como una criatura del mundo con derecho a vivir en dignidad y felicidad (LS, 43).

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Este aporte de la reflexión teológica ayuda a detenerse y a reflexionar acerca de nuestro lugar en el mundo. Para lo cual, en la encíclica nos encontramos con el concepto de “ecología integral” (LS, 59).

Al analizar la raíz humana de la crisis ecológica (LS, 101) realiza una crítica del paradigma tecnocrático dominante, además de mostrar que el poderío tecnológico pone al hombre en una encrucijada ante la Creación (LS, 102-103).

Con este análisis pone en el tapete que el ser humano no tiene una capacidad de ejercer el poder con autonomía propia (LS, 105).

Asimismo, coloca como otro de los males del momento al relativismo práctico (LS, 122), por el cual el hombre se ubica como única fuente de criterio, no respetando el don de lo creado por Dios (LS, 123).

Al analizar la raíz humana de la crisis ecológica, Francisco realiza una crítica del paradigma tecnocrático dominante, además de mostrar que el poderío tecnológico pone al hombre en una encrucijada ante la Creación.

Ante la complejidad de la crisis socio ambiental (LS, 139), Francisco propone una ecología integral (LS, 137) en donde el valor inalienable de cada ser humano se da sin importar su nivel de desarrollo (LS, 137).

Es en este punto del Magisterio Social (LS, 15), en el cual se incorpora esta encíclica, en donde las propuestas teológicas pueden ser integradas como «saberes» en los respectivos sectores de la experiencia humana y social. Saberes que colaboren con un debate serio y honesto (LS, 61).

Aportes al Magisterio Social de la Iglesia

Esta encíclica se inserta en la línea de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, en la que se afirma que “las enseñanzas de la Iglesia sobre situaciones contingentes están sujetas a mayores o nuevos desarrollos y pueden ser objeto de discusión, pero no podemos evitar ser concretos —sin pretender entrar en detalles— para que los grandes principios sociales no se queden en meras generalidades que no interpelan a nadie [5]”. De esa manera, tal como nos los recuerda Francisco, “hace falta sacar sus consecuencias prácticas para que puedan incidir eficazmente también en las complejas situaciones actuales. Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos” [6].

¿De qué manera nos amplía los horizontes?

Antropológicos

En primer lugar, ante el individualismo metodológico que predomina como forma de entender al hombre, Francisco considera al humano como un ser capaz de diálogo con otros (LS, 81), de ser libre siendo capaz de limitar a la técnica y colocarla al servicio del mismo hombre (LS, 112-113).

Ante una razón incapaz de encontrar horizontes últimos, manifiesta que todo está conectado (LS, 120), y, teniendo esta certeza, supera al cartesianismo moderno (LS, 115,116) y pasa a colocar al hombre en relación con su entorno.

Con respecto a la crisis de un paradigma científico técnico heredero del positivismo, Laudato Si’ nos invita a ver al hombre como capaz de abrirse al encuentro de otros modos de pensar, en los que el aporte sapiencial de las diversas tradiciones religiosas contribuyen con un significado específico al debate. En ese sentido, ante el triunfo de la indiferencia religiosa y la privatización de la religión, afirma que el pensamiento judeo-cristiano coloca un compromiso y responsabilidad ante la Creación (LS, 78), y un aire a la fragmentación de saberes que no reconocen horizontes éticos de referencia al perder el sentido de la totalidad (LS, 110).

Con respecto a la crisis de un paradigma científico técnico heredero del positivismo, Laudato Si’ nos invita a ver al hombre como capaz de abrirse al encuentro de otros modos de pensar, en los que el aporte sapiencial de las diversas tradiciones religiosas contribuyen con un significado específico al debate.

Noción de Creación

De esta manera, el aporte de los principios del cristianismo a la razón secular puede ayudar al cuidado del medioambiente. En ese sentido, la idea de Creación, don originario que conlleva una responsabilidad, nos invita a ver a la naturaleza no como una fuente de recursos, sino con una finalidad determinada, que es Dios mismo (LS,80,83). A su vez, la tierra es la herencia común. Es un derecho universal, y este destino de los bienes es el primer principio ético de organización social (LS, 93).

Gobernanza global

Ante la complejidad del asunto, la sugerencia papal pasa por un desarrollo de una ecología económica como capacidad de ampliar la realidad productiva (LS, 141). En ese sentido, frente el desencanto o indiferencia ante el fenómeno de lo político, se nos invita a los cristianos a que colaboremos en la salud institucional en los países, ya que un civismo para el desarrollo de la solidaridad y el respeto de la ley es necesario para que se dé un sano desarrollo de la vida social (LS, 142). De esta forma, nos recuerda el papel de la sana política en la doble capacidad de reformar las instituciones y propiciar grandes fines (LS, 181) además de ser capaz de construir diálogos y acuerdos básicos (LS, 177).

Por último, ante el relativismo moral que conduce a la ley de la selva o a una dictadura del relativismo, este esfuerzo expresado en la encíclica nos interpela y ayuda a reconocer un criterio de objetividad moral, que le permita al hombre ser capaz de seguir una ley existente en el interior de su corazón que debe saber respetar (LS,155), ya que de oír este llamado interior va a entender al mundo, no como un espacio de consumo, sino como un proyecto en común (LS,164).

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Conclusiones y perspectivas

Esta encíclica puede ser leída desde un paradigma teológico como la teología pública. Esta lectura implica que se considere a las proposiciones fundamentales del cristianismo como públicas y capaces de construir valores comunes de cara al cuidado de nuestra casa común. En esa línea, se inserta en una comprensión de la teología como capaz de transformar la esfera pública en sociedades pluralistas y secularizadas, aportando símbolos y discursos religiosos que inspiren o fortalezcan los imaginarios sociales de cara a los problemas contemporáneos. Pues, “sólo si el cristianismo interviene en la construcción de una sociedad mundial, podrá hacer valer en ella y para ella su propio ideal de solidaridad sin odio ni violencia. Pero el amor al enemigo, la resistencia al odio y la violencia no dispensan al cristianismo de la lucha para que todos los hombres sean sujetos. De lo contrario, faltaría su misión de ser: la esperanza en el Dios de vivos y muertos que llama a todos los hombres a ser sujetos en su presencia” [7].

[1] BENEDICTO XVI, Fe, razón y universidad. Recuerdo y reflexiones. Discurso en el Aula Magna de la Universidad de Ratisbona, 12 de septiembre de 2006, 7.

[2] D. HOLLENBACH, Common Good and Social Ethics, Cambridge University Press, 2002, 22.

[3] Ibid, 100.

[4] Laudato Sii, 19. En adelante, citaremos la referencia del documento papal al lado de la idea que manifiesta de la siguiente manera: (LS, n°).

[5] Evangelii Gaudium, 182

[6] Op. Cit., 183

[7] JOHAN BAPTIST METZ, La fe en la historia y en la sociedad, Ed. Cristiandad, 244

Reflexión del Evangelio, domingo 4 de octubre

Por Emmanuel Sicre Sj

Evangelio según San Marcos 10, 2-16.

Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?”. 

Él les respondió: “¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?”.

Ellos dijeron: “Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella”. Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, “Dios los hizo varón y mujer”. “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne”. De manera que ya no son dos, “sino una sola carne”. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”.

Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: “El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquélla; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio”.

Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

¿Qué hacer con el divorcio? Y ¿cómo considerar a los niños?

La liturgia nos regala dos momentos de la vida de Jesús muy importantes para la comunidad cristiana del primer siglo, cuando se redactaba el Evangelio de Marcos, el primero de todos: ¿Qué hacer con el divorcio? Y ¿cómo considerar a los niños? Ambas cuestiones nos llegan a nosotros hoy donde al parecer aún seguimos buscando cómo enfrentarnos al fracaso en el amor de los esposos y al trato de los niños. El tema es muy serio.

Hoy 5 de octubre comienza en la Iglesia católica un sínodo sobre la Familia que aborda justamente estos temas, entre otros. Veamos algunas actitudes de fondo.

Los fariseos: ellos quieren poner a prueba a Jesús frente a un tema escabroso. En verdad pareciera que la respuesta nos les interesa, sino que tienen la intención de hacer caer a Jesús para tener otra razón para acusarlo. La pregunta que ellos plantean ya está respondida en la Ley. Pero Jesús va más allá de la Ley y los pone en contacto con el origen del amor de la familia humana. Los conecta con el ideal de la creación: De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pero Jesús no es torpe y sabe que entre el ideal y la realidad hay que trabajar mucho. Por eso vuelve a responder a la pregunta de los discípulos cuando llegan a casa. En esto anda la Iglesia en el año de la Misericordia y del sínodo de la Familia.

¿Cómo y qué le preguntamos hoy a Jesús nosotros sus discípulos sobre estas cuestiones difíciles? ¿Acaso nos interesa de corazón saber qué piensa Jesús sobre la realidad de hoy? ¿O tenemos miedo a que nos responda algo que no nos guste? ¿Qué diría Jesús ante la realidad tan dura de los matrimonios que fracasan en su intento? ¿Los condenaría? ¿No será que nos pide al emprender un proyecto de vida que nos conectemos con el origen, en vez de con la Ley? Por eso el Papa Francisco ha dicho que con cuatro charlitas prematrimoniales para un sacramento que dura toda la vida, hay algo que no funciona. Se necesita algo que sea mucho más profundo, más auténtico, más originario en la preparación, que las flores, la iglesia y el cura. Por eso cuando no hubo algo más hondo y honesto desde el principio de la pareja, cuando venció uno sobre el otro y no fueron “una sola carne”, sino una idea bonita pero desencarnada de lo que a cada uno realmente le toca para entregarse al otro, la cuestión no funciona, y en este sentido es que algunas veces se habla de nulidad matrimonial (y no de divorcio católico, cosa que no existe porque nunca hubo matrimonio).

Los discípulos, en el segundo momento, apartan a los niños de Jesús quizá reproduciendo la actitud de la época que no valoraba los niños, (y de hecho muchas veces si sobraban los mataban). Jesús una vez más nos revela cuál es la actitud de Dios para “los que son como ellos”: los más débiles y frágiles de la sociedad son los que reciben la Buena Noticia del Reino. ¿Qué hacer? Tomar la actitud de Dios: acoger a los pequeños y ser como ellos de corazón. Cuidándolos, respetándolos, siéndoles sinceros para que cuando crezcan no se venguen de una familia humana que los maltrata.

Creo que hoy Jesús nos pide unas actitudes hondas: amor, honestidad y cuidado mutuo. No podremos acceder a ellas por nuestra propia voluntad. Es un regalo que se recibe en el diálogo con Jesús desde la realidad que a cada uno le toca. ¿Dejaremos pasar esta oportunidad de disponernos a escuchar lo que tiene para decirnos en nuestra propia conciencia y en la de la comunidad?

 

Novedades Papa Francisco

Exhortación Apostólica ‘Amoris Laetitia’

Ya está en manos de obispos, sacerdotes y laicos la Exhortación apostólica del Papa, fruto de los dos Sínodos sobre la familia.

La Exhortación tiene como corazón espiritual el capítulo cuarto que trata del amor en el matrimonio. Es una colección de fragmentos de un discurso amoroso que está atento a describir el amor humano en términos absolutamente concretos. La profundización psicológica entra en el mundo de las emociones de los cónyuges –positivas y negativas- y en la dimensión erótica del amor. Se trata de una contribución extremadamente rica y preciosa para la vida cristiana de los cónyuges, que no tiene hasta ahora parangón en precedentes documentos papales.

A su modo este capítulo constituye un tratado dentro del desarrollo más amplio, plenamente consciente de la cotidianidad del amor que es enemiga de todo idealismo: “no hay que arrojar sobre dos personas limitadas» –escribe Francisco- el tremendo peso de tener que reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el matrimonio como signo implica “un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios” (AL 122). Pero por otra parte el Papa insiste de manera fuerte y decidida sobre el hecho de que “en la naturaleza misma del amor conyugal está la apertura a lo definitivo” (AL 123), propiamente al interior de esa “combinación de alegrías y de fatigas, de tensiones y de reposo, de sufrimientos y de liberación, de satisfacciones y de búsquedas, de fastidios y de placeres” (AL 126) está, precisamente, el matrimonio.

News.Va

Leer Amoris Laetitia Completa

El viaje del Papa Francisco a México y la renovación política y eclesial

Por Ismael Bárcenas SJ

En los pocos días que lleva visitando tierras mexicanas, Francisco ha podido palpar el cariño de muchedumbres que se mide en decibeles, por ruidosas ovaciones. Como nos tiene acostumbrados, el Papa ha dado interesantes declaraciones.

El primer día que llegó, salió a saludar a los reunidos afuera de la Nunciatura, lugar donde pernocta. Había gritos y gente deseosa de cantarle serenata. Francisco pidió un momento de silencio y traer a la mente a los seres queridos y a los no tan queridos, y orar por ellos. Había que descansar después del largo e intenso viaje, con escala en Cuba donde se encontró con el Patriarca Ruso.

Al siguiente día, en un encuentro con el Presidente y la clase política, Francisco habló de que la principal riqueza de México son los jóvenes. Ante la incertidumbre que atraviesa el país, recalcó que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común. Y siendo discreto, pero apuntando a la diana, dijo: “La experiencia nos demuestra que, cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.

Posteriormente fue a la Catedral de la Ciudad de México, ahí en la homilía se dirigió a los obispos y con sinceridad y aguda puntería, resaltó (hago resumen):

Sean Obispos de mirada limpia, de alma trasparente, de rostro luminoso.

No se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa.

Tengan una mirada capaz de interceptar la pregunta que grita en el corazón de vuestra gente. Estén atentos y aprendan a leer sus miradas.

No pierdan tiempo y energías en cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías. No se dejen arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias.

Que vuestras miradas sean capaces de cruzarse con las miradas de los jóvenes, de amarlos y de captar lo que ellos buscan.

Les ruego no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana.

La proporción del fenómeno del narcotráfico, la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión, como metástasis que devora, la gravedad de la violencia que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a nosotros, Pastores de la Iglesia, refugiarnos en condenas genéricas sino que exigen un coraje profético.

Les pido una mirada de singular delicadeza para los pueblos indígenas, para ellos y sus fascinantes, y no pocas veces, masacradas culturas.

Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas.

Los exhorto a conservar la comunión y la unidad entre ustedes. Esto es esencial, hermanos (aquí el Papa hizo una pausa, volteó a ver a los obispos y dijo que lo que seguía no venía en lo que había escrito): Si tienen que pelearse, peléense; si tienen que decirse cosas, se las digan; pero como hombres, en la cara, y como hombres de Dios que después van a rezar juntos, a discernir juntos. Y si se pasaron de la raya, a pedirse perdón, pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal. Comunión y unidad entre ustedes.

No se necesitan «príncipes», sino una comunidad de testigos del Señor.

Este discurso será motivo de análisis y reflexión, el mensaje no es exclusivo para mitrados, sino para cualquier cristiano del mundo (especialmente, claro, para los ministros de culto). Recordemos que los verdaderos amigos son los que, con y por cariño, son capaces de decirnos verdades, a ratos incómodas, viéndonos a los ojos.

En la Basílica de Guadalupe, dedicó bellas palabras a la Virgen Morena. A familiares de las víctimas de la violencia, les brindó consuelo: “Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos”. Y recordó lo que la Madre del Cielo dijo al indio Juan Diego: «¿Qué entristece tu corazón? ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?» (Nican Mopohua, 118-119).

En los próximos días estará en Chiapas, en Michoacán y en Ciudad Juárez. Estaremos atentos a los mensajes, gestos y detalles que tenga. Seguramente habrá sorpresas. Bien dice Juan Villoro, escritor mexicano, que intentar adivinar lo que hará o dirá el Papa Francisco es tan incierto como tratar de marcar a su paisano Lionel Messi.

Que este viaje papal siga impulsando el entusiasmo, aumentando nuestra fe y renueve nuestra esperanza.

En lo personal, a distancia, festejo lo que hace y dice el Papa Francisco como cuando Messi mete un golazo con el Barcelona.

Descargar discursos del Papa en México

 

Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2016

1. Maria, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada

En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.

María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, María canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.

2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia

El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.

Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.

Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.

3. Las obras de misericordia

La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.

Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino para sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «serán como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.

La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida.

No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).

Vaticano, 4 de octubre de 2015 – Fiesta de San Francisco de Asis

Francisco

Fuente: AICA

El Papa al SJR: “Dar a los niños y a las niñas un asiento en la escuela es el regalo más hermoso que pueden hacer”

Ante el dramático fenómeno de las migraciones forzadas, casi 60 millones de personas refugiadas y desplazadas en el mundo, y con motivo del 35 aniversario de la fundación del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), el Papa Francisco ha recibido este sábado en el Vaticano a quince refugiados, así como a trabajadores y amigos del JRS procedentes de más de 45 países. Desde España participaron en este encuentro, Dani Villanueva sj, Director de la Fundación Entreculturas, Mateo Aguirre sj, Director Adjunto de ALBOAN y Agustín Alonso sj, ex-director de Entreculturas.

El Papa puso de relieve la importante obra que realiza el JRS siguiendo el ideal de su fundador, el entonces Superior General de la Compañía de Jesús, el padre Pedro Arrupe; ‘salir al encuentro de las necesidades humanas y espirituales de los refugiados, no solo de sus necesidades inmediatas de alimento y asilo, sino también de la exigencia de ver respetada su dignidad humana herida y de ser escuchados y confortados’.

Así mismo el Papa reconoció que, la misión del JRS de acompañar, servir y defender los derechos de las personas refugiadas y desplazadas y la elección de estar presentes en los lugares donde hay mayor necesidad, en zonas de conflicto y de post-conflicto, ha hecho que el JRS sea conocido internacionalmente por ello.

Durante 35 años, el JRS ha proporcionado educación de calidad a las personas refugiadas y desplazadas como una herramienta para que las personas puedan desarrollar mejor su propio potencial y contribuir plenamente al crecimiento, la fortaleza y la estabilidad de sus comunidades. El Papa afirmaba que para aquellos que se han visto obligados a huir, “las escuelas son espacios de libertad” que les permiten crecer en la confianza, realizar el máximo del potencial innato en ellos y ponerlos en condición de defender los propios derechos ya sean individuales o comunitarios.

Sin embargo, a día de hoy, son muchos los niños, niñas y jóvenes refugiados y desplazados que no reciben una educación de calidad. Por ello el Papa exhortó a los presentes a seguir trabajando en esta línea y seguir ofreciendo esperanza y futuro a través de la educación. Hizo un llamamiento dirigido a que durante el próximo Jubileo de la Misericordia nos “fijemos el objetivo de ayudar a ir a la escuela a otros cien mil refugiados” a través de la campaña “Pongamos en movimiento la Misericordia”.

Queridos hermanos y hermanas:

Les doy la bienvenida con motivo del 35° aniversario de la fundación del Servicio Jesuita a Refugiados, querido por el Padre Pedro Arrupe, entonces Superior General de la Compañía de Jesús. La impresión y la angustia que él sufrió frente a las condiciones de los boat people sud-vietnamitas, expuestos a los ataques de los piratas y a las tempestades en el Mar Chino Meridional, lo indujeron a tomar esta iniciativa.

El Padre Arrupe, que había experimentado la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, se dio cuenta de las dimensiones de aquel trágico éxodo de prófugos. En esto reconoció un desafío que los Jesuitas no podían ignorar, si querían permanecer fieles a su vocación. Quiso que el Servicio Jesuita a Refugiados saliera al encuentro de las necesidades, tanto humanas cuanto espirituales, de los refugiados, por tanto no sólo a sus inmediatas necesidades de alimento y de asilo, sino también a la exigencia de ver respetada su dignidad humana herida, y ser escuchados y confortados.

El fenómeno de las migraciones forzadas ha aumentado hoy dramáticamente. Multitudes de prófugos parten de diversos países de Oriente Medio, de África y de Asia, buscando refugio en Europa. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ha evaluado que hay, en todo el mundo, casi sesenta millones de refugiados, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial. Detrás de estas estadísticas hay personas, cada una con un nombre, un rostro, una historia, y su inalienable dignidad de hijo de Dios.

Ustedes trabajan actualmente en diez regiones diferentes, con proyectos en cuarenta y cinco países, acompañando a los refugiados y a las poblaciones en las migraciones internas. Un buen grupo de Jesuitas y de religiosas trabajan junto a tantos colaboradores laicos y a muchísimos refugiados. En el tiempo han permanecido siempre fieles al ideal del Padre Arrupe y a los tres puntos fundamentales de su misión: acompañar, servir y defender los derechos de los refugiados.

La elección de estar presentes en los lugares donde hay mayor necesidad, en zonas de conflicto y de post-conflicto, ha hecho que sean conocidos internacionalmente por estar cerca de la gente, y ser capaces de aprender de ella cómo servir mejor. Pienso especialmente en sus grupos en Siria, Afganistán, República Centroafricana y en la zona oriental de la República Democrática del Congo, donde acogen a personas de diversas confesiones que comparten su misión.

El Servicio Jesuita a Refugiados trabaja para ofrecer esperanza y futuro a los refugiados, ante todo mediante el servicio de la educación, que alcanza a un gran número de personas y reviste especial importancia. Ofrecer educación es mucho más que dispensar nociones. Es una intervención que ofrece a los refugiados algo con lo cual ir más allá de la sobrevivencia, mantener viva la esperanza, creer en el futuro y hacer proyectos. Dar a los niños un banco de escuela es el regalo más hermoso que pueden hacer. Todos sus programas tienen esta última finalidad: ayudar a los refugiados a crecer en la confianza en sí mismos, a realizar el máximo del potencial innato en ellos y a ponerlos en condición de defender los propios derechos ya sean individuales o comunitarios.

Para los niños obligados a emigrar, las escuelas son espacios de libertad. En la clase son asistidos y protegidos por los maestros. Lamentablemente, sabemos que ni siquiera las escuelas se libran de los ataques de quien siembra la violencia. En cambio las aulas escolares son lugares del compartir, también con niños de culturas, etnias y religiones diferentes, donde se sigue un ritmo regular, un orden placentero, en donde los niños pueden nuevamente sentirse “normales”, y los padres felices de saber que ellos están en la escuela.

La instrucción ofrece a los pequeños refugiados un camino para descubrir su auténtica vocación, desarrollando sus potencialidades. Sin embargo, demasiados niños y jóvenes refugiados no reciben una educación de calidad. El acceso a la educación es limitado, especialmente para las chicas y para la escuela secundaria.

Por esto, durante el próximo Jubileo de la Misericordia, ustedes se han fijado el objetivo de ayudar a ir a la escuela a otros cien mil refugiados. Su iniciativa de “Educación Global”, con el lema “Pongamos en movimiento la Misericordia”, los colocará en condición de alcanzar a muchos otros estudiantes, que tienen urgente necesidad de una educación que los proteja de los peligros.

Por esta razón, estoy reconocido al grupo de defensores y bienhechores y al grupo internacional de desarrollo del Servicio Jesuita a Refugiados, que hoy se han unido a nosotros. Gracias a su energía y a su apoyo, la misericordia del Señor llegará en los próximos años a muchos niños y familias.

Mientras continúan con la obra de educación de los refugiados, piensen en la Santa Familia, la Virgen, San José y el Niño Jesús, huidos a Egipto para librarse de la violencia y en busca de refugio entre extranjeros; y recuerden las palabras de Jesús: “Bienaventurados los misericordiosos, porque encontrarán misericordia” (Mt 5, 7). Lleven siempre dentro de ustedes estas palabras, que les sean de estímulo y de consuelo. Por mi parte, les aseguro mi oración. Y también ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí.

Y no puedo terminar este encuentro, estas palabras, sin presentarles un icono: aquel “canto del cisne” del Padre Arrupe, precisamente en un centro para refugiados. Nos pedía que rezáramos, que no dejáramos la oración. Y precisamente él, con este consejo y con su presencia allí, en aquel centro para refugiados en Asia, no sabía que en aquel momento se despedía: fueron sus últimas palabras, su último gesto. Ha sido precisamente la última herencia que ha dejado a la Compañía. Llegado a Roma, padecería el ictus que lo hizo sufrir durante tantos años. Que este icono los acompañe: el icono de uno bueno, que no sólo ha creado este servicio, sino que el Señor le ha dado la alegría de despedirse hablando en un centro para refugiados.

Que el Señor los bendiga: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

InfoSJ

 

Mensaje de Francisco frente a la finalización del Sínodo de la Familia.

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

La Asamblea del Sínodo de los Obispos, que terminó hace poco, reflexionó a fondo sobre la vocación y la misión de la familia en la vida de la Iglesia y de la sociedad contemporánea. Fue un acontecimiento de gracia. Al final, los padres sinodales han entregado el texto de sus conclusiones. He querido que se publicara para que todos fueran partícipes del trabajo que nos ocupó durante dos años. Este no es el momento de examinar tales conclusiones, sobre las que yo mismo debo meditar.

Pero mientras tanto, la vida no se detiene, ¡en particular la vida de la familia no se detiene! Ustedes, queridas familias, están siempre en camino. Y continuamente escribís ya en las páginas de la vida concreta la belleza del Evangelio de la familia. En un mundo que a veces se hace árido de vida y de amor, ustedes cada día hablan del gran don que son el matrimonio y la familia.

Hoy quisiera subrayar este aspecto: que la familia es un gran gimnasio de entrenamiento para el don y el perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede durar mucho. En la oración que Él mismo nos ha enseñado -el Padre Nuestro- Jesús nos hace pedir al Padre: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Y al final comenta: Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt 6,12.14-15).

No se puede vivir sin perdonarse, o al menos no se puede vivir bien, especialmente en familia. Cada día nos hacemos daño los unos a los otros. Debemos tener en cuenta estos errores, que se deben a nuestra fragilidad y a nuestro egoísmo. Se nos pide que curemos las heridas que hacemos, tejer de inmediato los hilos que rompemos. Si esperemos mucho, todo se hace más difícil. Y hay un secreto sencillo para sanar las heridas y para disolver las acusaciones. Y es este: no dejar que termine el día sin pedirse perdón, sin hacer la paz entre el marido y la mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas ¡entre nuera y suegra!

Si aprendemos a pedirnos inmediatamente perdón y a darnos el perdón recíproco, sanan las heridas, el matrimonio se robustece, y la familia se transforma en una casa más sólida, que resiste a los choques de nuestras pequeñas y grandes maldades. Y para esto no es necesario hacer un gran discurso, sino que es suficiente una caricia, una caricia y ha terminado todo y se comienza de nuevo, pero no terminar el día en guerra, ¿entienden?

Si aprendemos a vivir así en familia, lo hacemos también fuera, allá donde estemos. Es fácil ser escépticos sobre esto. Muchos -también entre los cristianos- piensan que es una exageración. Se dice: sí, son palabras bonitas, pero es imposible ponerlo en práctica. Pero gracias a Dios no es así. De hecho, es precisamente recibiendo el perdón de Dios que a la vez somos capaces de perdonar a los otros. Por esto Jesús nos hace repetir estas palabras cada vez que recitamos la oración del Padre Nuestro, es decir, cada día. Y es indispensable que, en una sociedad a veces despiadada, haya lugares, como la familia, donde aprender a perdonarse los unos a los otros.

El Sínodo revivió nuestra esperanza también en esto: la capacidad de perdonar y de perdonarse forma parte de la vocación y de la misión de la familia. La práctica del perdón no solo salva las familias de las divisiones, sino que las hace capaces de ayudar a la sociedad a ser menos malvada y menos cruel. Sí, cada gesto de perdón repara la casa de las grietas y refuerza sus muros. La Iglesia, queridas familias, está siempre a su lado para ayudarlos a construir su casa sobre la roca de la cual ha hablado Jesús.

Y no olvidemos estas palabras que preceden inmediatamente la parábola de la casa: ‘No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre’. Y añade: ‘Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios en tu Nombre?” Entonces yo les manifestaré: ‘Jamás los conocí’ (cfr Mt 7,21-23). Es una palabra fuerte, no hay duda, que tiene por objetivo sacudirnos y llamarnos a la conversión.

Les aseguro, queridas familias cristianas, que si son capaces de caminar cada vez más decididas sobre el camino de las bienaventuranzas, aprendiendo y enseñando a perdonarse recíprocamente, en toda la gran familia de la Iglesia crecerá la capacidad de dar testimonio a la fuerza renovadora del perdón de Dios. Diversamente, haremos predicaciones también muy bonitas, y quizá expulsemos algún demonio, ¡pero al final el Señor no nos reconocerá como sus discípulos!

Realmente las familias cristianas pueden hacer mucho por la sociedad de hoy, y también por la Iglesia. Por eso deseo que en el Jubileo de la Misericordia las familias redescubran el tesoro del perdón recíproco. Recemos para que las familias sean cada vez más capaces de vivir y de construir caminos concretos de reconciliación, donde nadie se sienta abandonado al peso de sus ofensas.

Y con esta intención, decimos juntos: “Padre nuestro, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. Digámoslo juntos: “Padre nuestro, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. Gracias.

Fuente: AICA

 

Francisco a la FAO: «Liberar a la humanidad del hambre es un objetivo improrrogable»

Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de la Alimentación 2015 (Vaticano, 16 de octubre de 2015)

 Al Profesor José Graziano da Silva

Director General de la FAO

 1. Esta jornada en la que se celebra el septuagésimo aniversario de la fundación de la FAO, pone en un primer plano a tantos hermanos nuestros que, no obstante los esfuerzos realizados, pasan hambre y malnutrición, sobre todo por la distribución inicua de los frutos de la tierra, pero también por la falta de desarrollo agrícola. Vivimos en una época donde la búsqueda afanosa del beneficio, la concentración en intereses particulares y los efectos de políticas injustas frenan iniciativas nacionales o impiden una cooperación eficaz en el seno de la comunidad internacional. En este sentido, queda mucho por hacer por lo que se refiere a la seguridad alimentaria, que se divisa aún como una meta lejana para muchos. Este doloroso escenario, Señor Director General, está reclamando con urgencia que se retome la inspiración que condujo al nacimiento de esta Organización y nos compromete a buscar los medios necesarios para librar a la humanidad del hambre y promover una actividad agrícola capaz de satisfacer las necesidades reales de las diversas áreas del planeta.

Se trata ciertamente de un objetivo ambicioso, pero improrrogable, que se debe perseguir con renovada voluntad en un mundo donde aumentan las diferencias en los niveles de bienestar, ingresos, consumos, acceso a la asistencia sanitaria, educación y por lo que concierne a una mayor esperanza de vida. Somos testigos, a menudo mudos y paralizados, de situaciones que no se pueden vincular exclusivamente a fenómenos económicos, porque cada vez más la desigualdad es el resultado de esa cultura que descarta y excluye a muchos de nuestros hermanos y hermanas de la vida social, que no tiene en cuenta sus capacidades, llegando incluso a considerar superflua su contribución a la vida de la familia humana.

El tema elegido para la Jornada Mundial de la Alimentación de este año: Protección social y agricultura para romper el ciclo de la pobreza rural, es importante. Un problema que pone de relieve la responsabilidad hacia los dos tercios de la población mundial que carece de protección social, incluso mínima. Un dato aún más alarmante por el hecho de que la mayoría de esas personas viven en las zonas más desfavorecidas de aquellos países donde ser pobre es una realidad olvidada y la única fuente de supervivencia está ligada a una escasa producción agrícola, a la pesca artesanal o a la cría de ganado en pequeña escala. En efecto, la carencia de protección social afecta sobre todo a los pequeños agricultores, ganaderos, pescadores y agentes forestales, obligados a vivir precariamente, porque el fruto de su trabajo depende con frecuencia de condicionamientos naturales, que a menudo escapan de su control, y a la falta de medios para enfrentar las malas cosechas o para obtener las herramientas técnicas necesarias. Paradójicamente, además, incluso cuando la producción es abundante, se encuentran con serias dificultades para el transporte, la comercialización y el almacenamiento de los frutos de su trabajo.

Durante los viajes y las visitas pastorales, he tenido numerosas oportunidades de escuchar a estas personas expresar sus penosas dificultades, y es natural que yo me haga portavoz de las arduas preocupaciones que me han confiado. Su vulnerabilidad, en efecto, tiene repercusiones muy gravosas en su vida personal y familiar, ya abrumada por el peso de tantas contrariedades o por jornadas agotadoras y sin límite de tiempo, como no sucede en tantas otras categorías de trabajadores.

2. Las condiciones de las personas hambrientas y malnutridas pone de manifiesto que no es suficiente ni podemos contentarnos con un llamado general a la cooperación o al bien común. Tal vez la pregunta sea otra: ¿Es aún posible concebir una sociedad en la que los recursos queden en manos de unos pocos y los menos favorecidos se vean obligados a recoger sólo las migajas?

La respuesta no puede limitarse a buenas intenciones y propósitos, radica más bien en «la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya violación siempre genera violencia» (Enc. Laudato si’, 157). En efecto, para las personas y las comunidades, la falta de protección social es un factor negativo en sí mismo y no puede restringirse sólo a las posibles amenazas para el orden público, puesto que la desigualdad afecta a los elementos fundamentales del bienestar individual y colectivo, como, por ejemplo, la salud, la educación, la calidad de vida, la participación en los procesos de decisión.

Pienso en los más desfavorecidos, en aquellos que, por la falta de protección social, sufren las nocivas consecuencias de una crisis económica persistente o de fenómenos relacionados con la corrupción y el mal gobierno, además de padecer los cambios climáticos que afectan a su seguridad alimentaria. Son personas, no números, y reclaman que las apoyemos, para poder mirar el futuro con un mínimo de esperanza. Piden a los gobiernos y a las instituciones internacionales que actúen cuanto antes, haciendo todo lo posible, aquello que dependa de su responsabilidad.

Tener en cuenta los derechos de los hambrientos y acoger sus aspiraciones significa ante todo una solidaridad transformada en gestos tangibles, que requiere compartir y no sólo una mejor gestión de los riesgos sociales y económicos o una ayuda puntual con motivo de catástrofes y crisis ambientales. Es esto lo que se pide a la FAO, a sus decisiones y a las iniciativas y programas concretos que se lleven a cabo en los distintos lugares.

Esta perspectiva antropológica, sin embargo, muestra que la protección social no puede limitarse al incremento de los beneficios, o quedar reducida a la mera idea de invertir en medios para mejorar la productividad agrícola y la promoción de un justo desarrollo económico. Se debe concretizar en ese «amor social» que es la clave de un auténtico desarrollo (cf. ibíd. , 231). Si se considera en su componente esencialmente humana, la protección social podrá aumentar en los más desfavorecidos su capacidad de resiliencia, de asumir y sobreponerse a las dificultades y contratiempos, y a todos hará comprender el justo sentido del uso sostenible de los recursos naturales y del pleno respeto de la casa común. Pienso, en particular, en la función que la protección social puede desarrollar para favorecer la familia, en cuyo seno sus miembros aprenden desde el inicio lo que significa compartir, ayudarse recíprocamente, protegerse los unos a los otros. Garantizar la vida familiar significa promover el crecimiento económico de la mujer, consolidando así su papel en la sociedad, como también apoyar el cuidado de los ancianos y permitir a los jóvenes continuar su formación escolar y profesional, para que accedan bien capacitados al mundo laboral.

3. La Iglesia no tiene la misión de tratar directamente estos problemas desde el punto de vista técnico. Sin embargo, los aspectos humanos de estas situaciones no la dejan indiferente. La creación y los frutos de la tierra son dones de Dios concedidos a todos los seres humanos, que son al mismo tiempo custodios y beneficiarios. Por ello han de ser compartidos justamente por todos. Esto exige una firme voluntad para afrontar las injusticias que nos encontramos cada día, en particular las más graves, las que ofenden la dignidad humana y afectan profundamente nuestra conciencia. Son hechos que no permiten a los cristianos abstenerse de prestar su contribución activa y su profesionalidad, sobre todo a través de diversas organizaciones, que tanto bien hacen en las zonas rurales.

Ante las dificultades, no puede prevalecer el pesimismo o la indiferencia. Lo que hasta ahora se ha hecho, no obstante la complejidad de los problemas, es ya motivo de aliciente para toda la Comunidad internacional, para sus instituciones y sus líneas de acción. Entre ellas, pienso en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada recientemente por las Naciones Unidas. Espero que no se quede sólo en un conjunto de reglas o de posibles acuerdos. Confío que inspire un modelo diverso de protección social, tanto en el plano internacional como nacional. Se evitará así utilizarla en beneficio de intereses contrarios a la dignidad humana, o que no respetan plenamente la vida, o para omitir responsabilidades que dejan los problemas sin resolver, agravando de esta manera las situaciones de desigualdad.

Que cada uno, en aquello que dependa de él, dé lo mejor de sí mismo en espíritu de genuino servicio a los demás. En este esfuerzo, la acción de la FAO será fundamental si dispone de los medios necesarios para asegurar la protección social en el marco del desarrollo sostenible y de la promoción de cuantos viven de la agricultura, la ganadería, la pesca y los bosques.

Con estos deseos, invoco sobre usted, Señor Director General, y sobre cuantos colaboran en este servicio a la familia humana, la bendición de Dios rico en misericordia.

Vaticano, 16 de octubre de 2015.

Fuente: AICA

El Sínodo aprueba el texto sobre el ‘discernimiento’ para los divorciados en segundas nupcias

Fuente Vatican Insider

Ningún cambio de doctrina, valorización de la familia y de la enseñanza del Evangelio, pero sí un paso hacia una mayor comprensión para los divorciados que se han vuelto a casar. Esto es lo que surge de la relación final aprobada por el Sínodo de los obispos. Dos párrafos, en particular, tocan el tema (debatido y controvertido) de la actitud que hay que tener con los divorciados que se han vuelto a casar y también el de la posibilidad de que, bajo determinadas condiciones y en ciertos casos, puedan acceder a los sacramentos.

El el número 85 se cita como «criterio compresivo» este párrafo de la encíclica «Familiaris consortio» de Juan Pablo II: «Sepan los pastores que, por amor de la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. Hay, efectivamente, una diferencia entre cuantos sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y fueron abandonados de manera completamente injusta, y cuantos por su grave culpa han destruido una segunda unión en vista de la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en consciencia de que el matrimonio anterior, irreparablemente destruido, nunca había sido válido».

Con base en estos criterios, el documento aprobado por el Sínodo afirma: «Es, pues, tarea de los presbíteros acompañar a las personas interesadas sobre la vía del discernimiento según la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del obispo. En este proceso, será útil hacer un examen de consciencia, mediante momentos de reflexión y de arrepentimiento. Los divorciados que se han vuelto a casar deberían preguntarse cómo se han comportado hacia sus hijos cuando la unión conyugal entró en crisis; si hubo intentos de reconciliación; cómo es la situación de la persona abandonada; cuáles consecuencias tiene la nueva relación en el resto de la familia y en la comunidad de los fieles; cuál ejemplo ofrece a los jóvenes que se deben preparar al matrimonio».

Entonces, se ofrecen algunos criterios para «discernir» las diferentes situaciones, en relación con la anterior unión matrimonial, con los hijos, con la comunidad cristiana. Una mayor profundización tiene que ver con la relación con el confesor: «Una sincera reflexión puede reforzar la confianza en la misericordia de Dios que no es negada a nadie. Además, no se puede negar que en algunas circunstancias ‘la imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden ser disminuidas o anuladas’, debido a diferentes condicionamientos». Se trata de una cita del Catecismo de la Iglesia católica.

«Como consecuencia -continúa el texto-, el juicio sobre una situación objetiva no debe llevar a un juicio sobre la imputabilidad subjetiva» (Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, Declaración del 24 de junio de 2000, 2a). En determinadas circunstancias, las personas encuentran grandes dificultades para actuar de manera diferente. Por ello, aún sosteniendo una norma general, es necesario reconocer que la responsabilidad con respecto a determinadas acciones o decisiones no es la misma en todos los casos. El discernimiento pastoral, incluso teniendo en cuenta de la consciencia rectamente formada de las personas, debe encargarse de estas situaciones. También las consecuencias de los actos cumplidos no son necesariamente las mismas en todos los casos». Los padres sinodales, con base en la doctrina tradicional, recuerdan que además de la situación objetiva en la que viven los divorciados que se han vuelto a casar, hay que tomar en consideración las situaciones subjetivas, que pueden hacer que se reduzca notablemente la responsabilidad.

De esta manera, se lee en el párrafo 86, «el recorrido de acompañamiento y discernimiento orienta a estos fieles a la toma de consciencia de su situación frente a Dios. El coloquio con el sacerdote, en fuero interior, concurre a la formación de un juicio correcto sobre lo que obstaculiza la posibilidad de una más plena participación en la vida de la Iglesia y sobre los pasos que piden favorecerla y hacerla crecer». Este discernimiento, se precisa, «no podrá prescindir nunca de las exigencias de verdad y de caridad del Evangelio propuestas por la Iglesia. Para que esto suceda, hay que garantizar las necesarias condiciones de humildad, reserva, amor a la Iglesia y a su enseñanza, en la búsqueda sincera de la voluntad de Dios y en el deseo de llegar a una respuesta más perfecta a ella».

Es decir, los padres sinodales entregaron al Papa un texto que contiene una vía de prudente apertura para permitir evaluar las situaciones caso por caso, dejándole, en un eventual documento futuro, las decisiones pertinentes.

Un nuevo dicasterio para los laicos, la familia y el cuidado de la vida

Fuente: AICA

El papa Francisco anunció la creación de un nuevo dicasterio en competencia sobre los laicos, la familia y la vida, que sustituirá al Pontificio Consejo para los laicos y al Pontificio Consejo para la Familia, y al que estará vinculada la Pontificia Academia para la Vida.

El papa Francisco anunció la creación de un nuevo dicasterio para la Santa Sede que atenderá los temas concernientes con los laicos, la pastoral familiar y el cuidado de la vida. Lo hizo esta tarde, al inicio de la Congregación general en el Sínodo de los Obispos.

“He decidido instituir un nuevo dicasterio con competencia sobre laicos, la familia y la vida, que sustituirá al Pontificio Consejo para los laicos y al Pontificio Consejo para la familia, y al que estará vinculada la Pontificia Academia para la Vida”, indicó el Pontífice.

Con este fin -informa un comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede- el Papa constituyó una comisión especial que elaborará un texto que describa canónicamente las competencias del nuevo dicasterio, y que será sometido a la discusión del Consejo de Cardenales, que se celebrará en diciembre.

La propuesta de un dicasterio que englobe todos estos organismos ya era trabajada desde hace tiempo por el Consejo de Cardenales constituido por Francisco, en el marco de la reforma de la constitución Pastor Bonus y la reforma de la curia romana.

El coordinador de ese equipo de asesores, el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, destacó meses atrás que el papa el Papa quiere impulsar una descentralización en la Iglesia.

El purpurado hondureño especificó entonces que el pontífice aspiraba a una especial inserción de los laicos y de las laicas en situación de “corresponsabilidad» en la estructura curial.

El cardenal Rodríguez Maradiaga estimó en aquella oportunidad que era probable llevar al actual Pontificio Consejo para los Laicos al status de congregación, o crear un nuevo dicasterio, y opinó que sería “un signo magnífico” tener un matrimonio al frente del Pontificio Consejo para los Laicos.

La humanidad necesita «una inyección de espíritu de familia»

Catequesis del papa Francisco en la audiencia general (Plaza San Pedro, el 7 de octubre de 2015)

Queridos hermanos y hermanas, buenos días

Hace pocos días comenzó el Sínodo de los Obispos sobre el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. La familia que camina en la vía del Señor es fundamental en el testimonio del amor de Dios y merece por ello la dedicación de la que la Iglesia es capaz. El Sínodo está llamado a interpretar, hoy, esta solicitud y esta atención de la Iglesia. Acompañemos todo el recorrido sinodal sobre todo con nuestra oración y nuestra atención. Y en este período las catequesis serán reflexiones inspiradas por algunos aspectos de la relación –que podemos decir indisoluble– entre la Iglesia y la familia, con el horizonte abierto para el bien de la entera comunidad humana.

Una mirada atenta a la vida cotidiana de los hombres y de las mujeres de hoy muestra inmediatamente la necesidad que hay por todos lados de una robusta inyección de espíritu familiar. De hecho, el estilo de las relaciones -civiles, económicas, jurídicas, profesionales, de ciudadanía- aparece muy racional, formal, organizado, pero también muy “deshidratado”, árido, anónimo. A veces se hace insoportable. Aún queriendo ser inclusivo en sus formas, en la realidad abandona a la soledad y al descarte un número cada vez mayor de personas. Por esto, la familia abre para toda la sociedad una perspectiva más humana: abre los ojos de los hijos sobre la vida -y no solo la mirada, sino también todos los demás sentidos- representando una visión de la relación humana edificada sobre la libre alianza de amor. La familia introduce a la necesidad de las uniones de fidelidad, sinceridad, confianza, cooperación, respeto; anima a proyectar un mundo habitable y a creer en las relaciones de confianza, también en condiciones difíciles; enseña a honrar la palabra dada, el respeto a las personas, el compartir los límites personales y de los demás. Y todos somos conscientes de lo insustituible de la atención familiar por los miembros más pequeños, más vulnerables, más heridos, e incluso los más desastrosos en las conductas de su vida. En la sociedad, quien practica estas actitudes, las ha asimilado del espíritu familiar, no de la competición y del deseo de autorrealización.

Pues bien, aún sabiendo todo esto, no se da a la familia el peso debido -y reconocimiento, y apoyo- en la organización política y económica de la sociedad contemporánea. Quisiera decir más: la familia no solo no tiene reconocimiento adecuado, ¡sino que no genera más aprendizaje! A veces nos vendría decir que, con toda su ciencia y su técnica, la sociedad moderna no es capaz todavía de traducir estos conocimientos en formas mejores de convivencia civil. No solo la organización de la vida común se estanca cada vez más en una burocracia del todo extraña a las uniones humanas fundamentales, sino, incluso, las costumbres sociales y políticas muestran a menudo signos de degradación -agresividad, vulgaridad, desprecio…-, que están por debajo del umbral de una educación familiar también mínimo. En tal situación, los extremos opuestos de este embrutecimiento de las relaciones -es decir el embotamiento tecnocrático y el familismo amoral- se conjugan y se alimentan el uno al otro. Es una paradoja.

La Iglesia individua hoy, en este punto exacto, el sentido histórico de su misión sobre la familia y del auténtico espíritu familiar: comenzando por una atenta revisión de la vida, que se refiere a sí misma. Se podría decir que el “espíritu familiar” es una carta constitucional para la Iglesia: así el cristianismo debe aparecer, y así debe ser. Está escrito en letras claras: “Ustedes, los que antes estaban lejos –dice san Pablo– […] ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios” (Ef 2,19). La Iglesia es y debe ser la familia de Dios.

Jesús, cuando llamó a Pedro para seguirlo, le dijo que le haría “pescador de hombres”; y por esto es necesario un nuevo tipo de redes. Podríamos decir que hoy las familias son una de las redes más importantes para la misión de Pedro y de la Iglesia. ¡Esta no es una red que hace prisioneros! Al contrario, libera de las malas aguas del abandono y de la indiferencia, que ahogan a muchos seres humanos en el mar de la soledad y de la indiferencia. La familia sabe bien qué es la dignidad de sentirse hijos y no esclavos, o extranjeros, o solo un número de carné de identidad.

Desde aquí, desde la familia, Jesús comienza de nuevo su paso entre los seres humanos para persuadirlos que Dios no les ha olvidado. De aquí, Pedro toma fuerzas para su ministerio. De aquí la Iglesia, obedeciendo a la palabra del Maestro, sale a pescar al lago, segura que, si esto sucede, la pesca será milagrosa. Pueda el entusiasmo de los Padres sinodales, animados por el Espíritu Santo, fomentar el impulso de una Iglesia que abandona las viejas redes y vuelve a pescar confiando en la palabra de su Señor. ¡Recemos intensamente por esto! Cristo, por lo demás, ha prometido y nos confirma: si incluso los malos padres no rechazan dar pan a los hijos hambrientos, ¡Imaginémonos si Dios no dará el Espíritu a los que –aun imperfectos como son– lo piden con apasionada insistencia (cfr Lc 11,9-13)!

Francisco

‘No es un parlamento sino un espacio de la acción del Espíritu’, dijo el Papa del Sínodo

Palabras del Papa Francisco al introducir los trabajos del Sínodo ordinario sobre la familia que comenzó el lunes 5 de octubre en el Vaticano, inaugurado el domingo con una misa solemne en la Basílica de San Pedro.

Queridos: Beatitudes, Eminencias, Excelencias, hermanos y hermanas,

La Iglesia retoma hoy el diálogo iniciado con la proclamación del Sínodo extraordinario sobre la familia, y ciertamente mucho antes, para evaluar y reflexionar juntos el texto de la Instrumentum Laboris, elaborado de la Relatio Synodi y de las respuestas de las Conferencias episcopales y de los organismos con derecho.

El Sínodo, como sabemos, es un caminar juntos con el espíritu de colegialidad y de sinodalidad, adoptando valientemente la parresia, el celo pastoral y doctrinal, la sabiduría, la franqueza y poniendo siempre delante de nuestros ojos el bien de la Iglesia, de las familias y la suprema lex: la Salus animarum.

Quisiera recordar que el Sínodo no es un congreso, un parlatorio, no es un parlamento o un senado, donde nos ponemos de acuerdo. El Sínodo, en cambio, es una expresión eclesial, es decir la Iglesia que camina unida para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios; es la Iglesia que se interroga sobre la fidelidad al depósito de la fe, que para ella no representa un museo para mirar y ni siquiera solo para salvaguardar, sino que es una fuente viva de la cual la Iglesia se sacia, para saciar e iluminar el depósito de la vida.

El Sínodo se mueve necesariamente en el seno de la Iglesia y dentro del santo pueblo de Dios, del cual nosotros formamos parte en calidad de pastores, es decir, servidores. El Sínodo, además, es un espacio protegido donde la Iglesia experimenta la acción del Espíritu Santo. En el Sínodo el Espíritu habla a través de la lengua de todas las personas que se dejan conducir por Dios que sorprende siempre, por el Dios que se revela a los pequeños, y se esconde a los sabios y los inteligentes; por el Dios que ha creado la ley y el sábado para el hombre y no viceversa; por el Dios que deja las 99 ovejas para buscar la única oveja perdida; por el Dios que es siempre más grande de nuestras lógicas y nuestros cálculos.

Recordamos que el Sínodo podrá ser un espacio de la acción del Espíritu Santo solo si nosotros, los participantes, nos revestimos de coraje apostólico, de humildad evangélica y de oración confiada: el coraje apostólico que no se deja asustar de frente a las seducciones del mundo, que tienden a apagar en el corazón de los hombres la luz de la verdad, sustituyéndola con pequeñas y pasajeras luces, y ni siquiera de frente al endurecimiento de algunos corazones, que a pesar de las buenas intenciones alejan a las personas de Dios; el coraje apostólico de llevar vida y no hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos; la humildad evangélica que sabe vaciarse de las propias convenciones y prejuicios para escuchar a los hermanos obispos y llenarse de Dios, humildad que lleva a apuntar el dedo no en contra de los otros, para juzgarlos, sino para tenderles la mano, para realzarlos sin sentirse nunca superiores a ellos.

La oración confiada es la acción del corazón cuando se abre a Dios, cuando se callan todos nuestros humores para escuchar la suave voz de Dios que habla en el silencio. Sin escuchar a Dios, todas nuestras palabras serán solamente palabras que no sacian y no sirven. Sin dejarse guiar por el Espíritu, todas nuestras decisiones serán solamente decoraciones que en lugar de exaltar el Evangelio lo recubren y lo esconden. 

Queridos hermanos, como he dicho, el Sínodo no es un parlamento donde para alcanzar un consenso o un acuerdo común se recurre al negociado, al acuerdo o a las componendas, sino que el único método del Sínodo es aquel en el que se abre al Espíritu Santo con coraje apostólico, con humildad evangélica y con oración confiada, de modo que sea él quien nos guía, nos ilumina y nos hace poner delante de los ojos, con nuestras opiniones personales, pero con la fe en Dios, la fidelidad al magisterio, el bien de la Iglesia y la Salus animarum.

Finalmente, quisiera agradecer de corazón a su Eminencia el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo; su Excelencia monseñor Fabio Fabene, subsecretario; y con ellos agradezco el relator, su Eminencia el cardenal Peter Erdo y el secretario especial, su Excelencia monseñor Bruno Forte, los presidentes delegados, los escritores, los consultores, los traductores y todos aquellos que han trabajado con verdadera fidelidad y total dedicación a la Iglesia. ¡Gracias de corazón!

Agradezco igualmente a todos ustedes, queridos padres sinodales, delegados fraternos, auditores, auditoras y asesores, por su participación activa y fructuosa.

Un especial agradecimiento quiero dirigir a los periodistas presentes en este momento y aquellos que lo siguen de lejos. Gracias por su apasionada participación y por su admirable atención.

Iniciamos nuestro camino invocando la ayuda del Espíritu Santo y la intercesión de la Sagrada Familia, Jesús, María y san José. Gracias.

Fuente: News.Va