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Es Inútil Defender a Francisco

Además de popular, el Papa Francisco es, no pocas veces, polémico. Entonces, surgen voces a favor y en contra. Tiene seguidores que lo adoran y opositores que lo defenestran. ¿Qué hacer cuando esto ocurre? Aquí tenemos la perspectiva del jesuita argentino Emmanuel Sicre.

Por Emmanuel Sicre,SJ

Desde que comenzaron los primeros ataques al Papa minutos después de su elección, el 13 de marzo de 2013, han surgido inevitablemente voces a favor y en contra. La radicalidad de su persona provoca en mucha gente, tanto alrededor del mundo como de modo especial en su país, que a medida que uno se acerca a él no se puede quedar indiferente. Esto se ve tanto dentro del redil eclesial como fuera. Todos sabemos que se trata de un hombre amplio al que le caben tantas interpretaciones como miradas haya. Quizá esto se deba a que su modo de ser goza de una paradójica realidad: mientras menos, más.

Sea como sea, amigos y enemigos se quedan prendados de sus gestos, palabras y acciones de tal manera que pareciera que todo necesita una explicación lógica que satisfaga sus marcos de comprensión. Para unos y para otros el problema es comprar el paquete del odio y del amor ciegos que evidentemente llevan al fanatismo. Y Francisco es una persona, ni más ni menos. Una persona que, al hacer lo que cree que debe hacer, convoca en torno a sí comentarios de todo tipo por el lugar que ocupa dentro de la sociedad mundial. A decir verdad, lo que delata el Papa es el lente interior con el que lo miramos a él, y -en definitiva- miramos la vida. Es decir, quien mira a Francisco con fanatismo, padece una estrechez de mirada que le hace ver una sola versión de la vida. Es lo que se llama, aunque suene un poco fuerte, una perversión (per versus). La culpa no es del puerco sino de quien le da de comer, dice el refrán. Porque ninguna situación de nuestra existencia puede ni debe ser comprendida en su univocidad, en su única versión de los hechos. La realidad es muy compleja y rica como para querer atraparla, por eso necesitamos una mirada más realista, más humilde, menos arrogante y más perseverante en la búsqueda del sentido que calme la sed de comprender.

En línea con esto, creo que es inútil defender a Francisco. Él no necesita defensores. Habla y hace por sí mismo. Y aquí aplica aquello que él tanto valora de que el tiempo es superior al espacio. Lo que él está haciendo no actúa en lo inmediato de la superficialidad a la que la prensa nos acostumbra, sino su modo de pensar y ejercer el poder-servicio está pensado a largo plazo, en lo profundo. Por eso, quien quiere sacar en limpio ahora todo lo que está pasando con esta personalidad, cae en la tentación de querer explicar sin paciencia. Debemos conformarnos con tramos de sentido que se hilvanan en una historia más amplia, por eso no tenemos derecho a concluir con tanta facilidad pintando todo de un solo color, sin matices.

Esto es lo que les pasa tanto a los que lo atacan como a los que lo defienden. Lo que demuestra que en sociedades tan polarizadas como las que vivimos ha resurgido en nuestro momento histórico un viejo método retórico: la apologética. Es decir, el discurso en defensa de algo o de alguien. Este método tan antiguo como actual florece utilizado por los corazones dolidos, naturalmente, ante el ataque de aquel a quien quieren y representa, además, parte de su modo de ver la vida. Y sentirse atacado en las propias convicciones molesta y llama a reaccionar sin demora.

Pero la actitud apologética solo sirve en el momento de la batalla, no cala hondo, no va más allá, es como espantar moscas. Quien mira a Francisco con los anteojos del odio no cambia con buenos argumentos en su contra, porque el tema no es solo racional, sino afectivo. Y en esto, permítanme decirlo, ni el Buen Dios puede trocar la afectividad del hombre cerrado. Quien ve así y no deja grieta por la que entrar, hay que respetarlo con tenacidad y sacrificio porque tiene su derecho a vivir así. (Otra cosa es que sea un violento serial).

Creo que la actitud apologética en nada ayuda a aclarar, no devela la verdad del sentido, sólo calma los bordes de la comprensión y nos entretiene jugando el juego de los medios de comunicación que invitan a la opinología barata a cada instante. Quien quiere realmente saber algo busca con el corazón abierto y pregunta sabiamente lo que su conciencia le presenta. Quien defiende, sólo está defendiéndose, y si bien tiene todo el derecho del mundo de hacerlo y vivir así, debe ser consciente de que sus energías pueden agotarse y hay una alta probabilidad de convertirse en su contrincante.

Convendría más bien, quizá, no lo sé del todo, una actitud más a lo Jesús, que lejos de defenderse ante su condena, dejó que el error del violento -y quien le quitara sólo una parte de la vida (la muerte)-, se convirtiera en una fuente inagotable de una Vida más fecunda, más grande y más fundamental.

 

Carta del papa Francisco por la beatificación de Romero

Papa Francisco

La beatificación de monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez, que fue Pastor de esa querida Arquidiócesis, es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia. Monseñor Romero, que construyó la paz con la fuerza del amor, dio testimonio de la fe con su vida entregada hasta el extremo.

El Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre solícito con sus necesidades. Él ve la opresión, oye los gritos de dolor de sus hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una nueva tierra, fértil y espaciosa, que ”mana leche y miel. Igual que un día eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo, sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y prudencia su rebaño.

En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor. En tiempos de difícil convivencia, Monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas.

En este día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos, damos gracias a Dios porque concedió al Obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obra un ejercicio pleno de caridad cristiana.

La voz del nuevo Beato sigue resonando hoy para recordarnos que la Iglesia, convocación de hermanos entorno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad.

 Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a ”la violencia de la espada, la del odio», y vivir ”la violencia del amor, la que dejo a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros». Él supo ver y experimentó en su propia carne ”el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás». Y, con corazón de padre, se preocupó de ”las mayorías pobres», pidiendo a los poderosos que convirtiesen ”las armas en hoces para el trabajo».

 Quienes tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno.

 Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan. El Papa participa de sus esperanzas, se une a sus oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo.

Querido hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, a la vez que imparto la Bendición Apostólica a todos los que se unen de diversas maneras a la celebración del nuevo Beato.

Importante Donación para la Escuela de Alto Verde

La provincia de Santa Fe dona $ 2 millones para la escuela de oficios de Alto Verde. Con este aporte, esperan completar el 90% de las obras. Las clases comienzan el 15 de marzo, en el SUM de la capilla de Los Milagros, hasta terminar la construcción a mediados de año.

La escuela de oficios Papa Francisco que la Fundación Manos Abiertas construye en la Manzana 7 de Alto Verde recibió el 2 de febrero una donación de 2 millones de pesos. El gobernador Antonio Bonfatti se comprometió a realizar el aporte en dos entregas: la primera será la semana próxima y la segunda después de mitad de año.

El aporte es equivalente a la construcción de dos aulas y un salón de usos múltiples, y permitirá a la institución completar un 90% de las obras proyectadas. Así lo dijo esta mañana el padre Leonardo Nardín SJ, rector del Colegio Inmaculada, quien estimó en $ 500.000 el monto restante para terminar las obras, que buscan gestionar mediante Manos Abiertas.

El Ministerio de Educación también se comprometió a subvencionar cargos y horas. Estos aportes se acordaron ayer, en la Casa Gris, donde la Fundación fue recibida por el gobernador, el vicegobernador, Jorge Henn, y el director del Servicio Provincial de Enseñanza Privada, Germán Falo.

Nardín agradeció “el respaldo por parte del gobierno provincial”. Y añadió que la construcción de la escuela “comenzó con fondos de la Fundación Manos Abiertas, logrando completar la estructura y el techo, pero ahora falta el resto de los trabajos”. También agregó que el objetivo del establecimiento es poder brindar capacitación a los vecinos de Alto Verde para lograr una mayor inserción laboral.

Comienzo de clases

En la Manzana 7 ya se evidencia el avance de obra. El predio de la comunidad jesuita donde se encuentra la Capilla Los Milagros ya se transforma en la escuela de oficios.

Los trabajos comenzaron en noviembre pasado, con la elevación del terreno a cota segura que se realizó con 800 metros cúbicos de tierra donados por la Municipalidad.

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El terreno ya está sobre elevado, con cimientos abiertos. Ya está plantada una de las naves, donde se construirán tres aulas contiguas. Por estos días, Manos Abiertas también celebra que termina la batería de tres baños —para hombres, mujeres y discapacitados— junto al salón parroquial, “lo indispensable para comenzar las clases” explicó Alicia Helú, al frente de la institución.

La fecha de inicio es el 15 de marzo, y la cantidad de preinscriptos superó las expectativas de la Fundación: suman 57. Todos, mayores de 18 años que se formarán en dos cursos: albañilería y electricidad en inmuebles. La terminación Ayudante de cocina se dictará el año próximo, cuando terminen las obras, ya que requiere instalaciones idóneas.

“La sociedad responde, colabora con lo que puede y suma esfuerzos”, agregó Helú. En este sentido, anticipó que los fondos restantes para alcanzar la totalidad de la obra serán costeados por donaciones y eventos de Manos Abiertas: el principal será la maratón del 31 de mayo.

Fuente: ellitoral.com

Novedades Papa Francisco

Los líderes mundiales en París, el Papa en África

Jaime Tatay Nieto, SJ

No es casualidad que el Papa Francisco esté en África mientras los líderes mundiales se reúnen en París para la COP21. De hecho la coincidencia de fechas es parte de una elaborada estrategia vaticana para acelerar las transformaciones que la lucha contra el cambio climático requiere – y en la que la encíclica Laudato si’ (LS) ha jugado un papel clave. En la antesala de la Cumbre del Clima, Francisco ha querido ofrecer una visión desde el Sur, donde las consecuencias del calentamiento global y otros muchos problemas sociales y ambientales ya están afectando las vidas de millones de personas.

Dicho de otro modo, el Obispo de Roma quiere poner en el centro del debate medioambiental, como siempre ha hecho la Iglesia, la cuestión de la justicia social. Pero, ¿escucharán su mensaje los jefes de estado reunidos en París?

La miopía y los intereses nacionales que condujeron al estrepitoso fracaso de la Conferencia de Cambio Climático de Copenhagen (COP15) en 2009 es algo que no podemos permitirnos. “Sería triste y me atrevo a decir, hasta catastrófico, que los intereses particulares prevalezcan sobre el bien común y lleven a manipular la información para proteger sus proyectos,” dijo Francisco hace pocos días en la sede de las Naciones Unidas en Nairobi.

La estrecha relación entre la protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo es algo que Francisco ha subrayado desde el inicio de su pontificado: “El cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad” (LS 25). Nuestra respuesta a este reto “necesita incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados” (LS 93) y evitar también “el abuso y destrucción del medio ambiente, que van acompañados por un imparable proceso de exclusión.” (Discurso del Santo Padre a la organización de las Naciones Unidas, 25 de septiembre de 2015)

Si bien es cierto que las conexiones entre los problemas sociales y medioambientales son globales, hay algunas cuestiones que son especialmente acuciantes en contextos locales – por ejemplo la caza furtiva, los refugiados ambientales o la acelerada urbanización. Estos tres retos – denunciados por Francisco en Nairobi – son complejos problemas socio-ambientales especialmente acuciantes para los africanos.

Respecto al primero, afirmó: “El comercio ilegal de diamantes y piedras preciosas, de metales raros o de alto valor estratégico, de maderas y material biológico, y de productos animales, como el caso del tráfico de marfil y la consecuente matanza de elefantes, alimenta la inestabilidad política, el crimen organizado y el terrorismo.”

El otro fenómeno que afecta a la mayoría de naciones africanas es el desplazamiento de poblaciones debido al acaparamiento de tierras, la desertificación y el conflicto armado: “Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna” (LS 25).

El tercer problema observado en África – y en la mayor parte del Sur Global – es el rápido, y a menudo caótico, proceso de urbanización. Un fenómeno “desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir” (LS 44). Una insalubridad de la que fue testigo como Obispo de Buenos Aires y en la que es habitual “el crecimiento de la violencia y el surgimiento de nuevas formas de agresividad social, el narcotráfico y el consumo creciente de drogas entre los más jóvenes, la pérdida de identidad” (LS 46).

Ante la gran complejidad de estos retos, Francisco se dirige a los reunidos en la COP21 y les interpela diciendo: “Esta situación es un grito que viene de la humanidad y de la Tierra misma, uno que tiene que ser escuchado por la comunidad internacional.”

¿Escucharán sus palabras los líderes políticos reunidos en París? ¿Escucharan el grito de la Tierra y el grito de los pobres que se alza desde el Sur?

Francisco nos invita a ser testigos del amor de Cristo

Este III Domingo de Pascua, en la Regina Coeli, el papa recordó la importancia que tiene ser verdaderos testigos del amor de Jesús, para la Iglesia y el mundo.

Remarcando el testimonio que da Pedro acerca de la Resurrección del Señor y las Palabras mismas de Cristo que ponen al descubierto la condición de los apóstoles, cuando dice, “Ustedes son testigos de todo esto.” (Lc 24,48), el obispo de Roma, nos recuerda cómo la alegría de la Resurrección fue el motor para que los amigos del Señor salieran a predicar para que la verdad de su mensaje llegara a todos mediante su testimonio.

Y no solo eso. Francisco, hablo de la gran tarea que los cristianos tenemos encomendada a partir de ese momento de alegría, en que cada uno se convierte y ya no puede ignorar tal gozo. Entonces el testigo relata, no en manera fría y distante sino como uno que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado vida. El testigo es uno que ha cambiado vida.

Testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz, esta es la invitación, y quizá la obligación que todos los bautizados tenemos en este tiempo pascual, que vale la pena cada día renovarla como un compromiso, como un pasito mas. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su constante conversión en la Penitencia, recuerda Francisco, al mismo tiempo que no le da lugar a pensar en una vida de poca entrega o a medias, pensando más bien en un cristiano donde su testimonio es mucho más creíble cuanto más transparenta un modo de vivir evangélico, alegre, valeroso, humilde, pacífico, misericordioso. Bien lo decía Francisco de Asís “predica el evangelio en todo momento, y cuando sea necesario, utiliza las palabras”.

Al finalizar sus breves palabras, el Papa, le rogó a nuestra Madre María que nos concediera este don de su hijo, de poder serle testigos, mas allá de las fragilidades, de la gran alegría y misericordia que el Señor tiene en cada uno, gozo que no es estático sino que invita a salir al encuentro del otro.

 

«El Camino de Jesús nos lleva siempre a la Felicidad»

Recordamos las palabras con las que Francisco reflexionaba sobre la Transfiguración del Señor en el segundo domingo de Cuaresma. 

«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasado domingo la liturgia nos presentó a Jesús que es tentado por satanás en el desierto, pero que sale victorioso de la tentación. A la luz de este Evangelio, hemos tomado nuevamente conciencia de nuestra condición de pecadores, pero también de la victoria sobre el mal donado a cuantos inician el camino de conversión o, como Jesús, quieren hacer la voluntad del Padre. En este segundo domingo de cuaresma, la Iglesia nos indica la meta de este itinerario de conversión, es decir, la participación a la gloria de Cristo, en quien resplandece el rostro del Siervo obediente, muerto y resucitado por nosotros.

El texto evangélico narra el evento de la Transfiguración, que se ubica en el culmen del ministerio público de Jesús. Él se encuentra en camino hacia Jerusalén, donde se cumplirán las profecías del “Siervo de Dios” y se consumará su sacrificio redentor. La gente no entendía esto y frente a las perspectivas de un Mesías que contrasta con sus expectativas terrenas, lo han abandonado. Porque ellos pensaban que el Mesías habría sido un liberador del dominio de los romanos, liberador de la patria. Y esta perspectiva de Jesús no le gustaba a la gente y lo dejan. Incluso los apóstoles no entienden las palabras con las cuales Jesús anuncia el cumplimiento de su misión en la pasión gloriosa. No entienden. Entonces Jesús toma la decisión de mostrar a Pedro, Santiago y Juan una anticipación de su gloria, aquella que tendrá después de la Resurrección, para confirmarlos en la fe y alentarlos a seguirlo en el camino de la prueba, en el camino de la Cruz. Y así sobre un monte alto, en profunda oración, se transfigura delante de ellos: su rostro y toda su persona irradian una luz resplandeciente. Los tres discípulos se asustan, mientras una nube los envuelve y de lo alto resuena – como en el bautismo del Jordán – la voz del Padre: «Este es mi Hijo, el amado: ¡escúchenlo!» (Mc 9,7). Y Jesús es el Hijo hecho Servidor, enviado al mundo para realizar por medio de la Cruz el plan de salvación. ¡Para salvarnos a todos nosotros!

Su plena adhesión a la voluntad del Padre hace que su humanidad sea transparente a la gloria de Dios, que es el Amor.

Así Jesús se revela como el ícono perfecto del Padre, la irradiación de su gloria. Es el cumplimiento de la revelación; por ello junto a Él transfigurado aparecen Moisés y Elías, que representan la Ley y los Profetas. Esto significa que todo termina e inicia en Jesús, en su Pasión y en su Gloria.

El mensaje para los discípulos y para nosotros es este: “!Escuchémoslo!”. Escuchar a Jesús. Es Él el Salvador: síganlo. Escuchar a Cristo, de hecho, significa asumir la lógica de su misterio pascual, ponerse en camino con Él para hacer de la propia existencia un don de amor para los demás, en dócil obediencia a la voluntad de Dios, con una actitud de desapego de las cosas mundanas y de libertad interior. En otras palabras, es necesario, estar listos a “perder la propia vida”, donándola para que todos los hombres se salven y nos encontremos en la felicidad eterna. El camino de Jesús nos lleva siempre a la felicidad. No lo olvidemos: ¡el camino de Jesús nos lleva siempre a la felicidad! Habrá siempre en medio una cruz, las pruebas, pero al final siempre nos lleva a la felicidad.

¡Jesús no nos engaña! Nos ha prometido la felicidad y nos la dará, si nosotros seguimos su camino.

Con Pedro, Santiago y Juan subamos también nosotros al monte de la Transfiguración y permanezcamos en contemplación del rostro de Jesús, para recibir el mensaje y traducirlo en nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el Amor. En realidad el Amor es capaz de transfigurar todo: ¡el Amor transfigura todo! ¿Creen ustedes en esto? ¿Creen? … Me parece que no creen tanto por aquello que escucho… ¿Creen que el Amor transfigura todo? … Bien, ahora veo… Nos sostenga en este camino la Virgen María, a quien ahora invocamos con la oración del Ángelus.»

Papa Francisco

Fuente: news.va

Volver con todo el Corazón a Dios

Cercanos ya a vivir este segundo domingo de Cuaresma, compartimos las Palabras del Papa Francisco previas al ángelus del domingo pasado, en las que nos invitaba a la reconciliación y regreso a Dios para estar también más cerca de nuestros hermanos. 

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

El miércoles pasado, con el rito de las Cenizas, ha comenzado la Cuaresma y hoy es el primer domingo de este tiempo litúrgico que se refiere a los cuarenta días transcurridos por Jesús en el desierto, después del bautismo en el río Jordán. San Marcos escribe en el Evangelio de hoy: “En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras y los ángeles lo servían” (1, 12-13). Con estas pocas palabras el evangelista describe la prueba afrontada voluntariamente por Jesús, antes de iniciar su misión mesiánica. Es una prueba de la cual el Señor sale victorioso y que lo prepara a anunciar el Evangelio del Reino de Dios. Él, en aquellos cuarenta días de soledad, enfrentó a Satanás “cuerpo a cuerpo”, desenmascaró sus tentaciones y lo venció.

Y en Él hemos vencido todos, pero nos toca a nosotros proteger en nuestro cotidiano esta victoria.

La Iglesia nos hace recordar tal misterio al comienzo de la Cuaresma, porque ello nos da la perspectiva y el sentido de este tiempo, que es tiempo de lucha – en la Cuaresma se debe luchar – un tiempo de lucha espiritual contra el espíritu del mal . Y mientras atravesamos el ‘desierto’ cuaresmal, tenemos la mirada dirigida hacia la Pascua, que es la victoria definitiva de Jesús contra el Maligno, contra el pecado y contra la muerte. He aquí entonces el significado de este primer domingo de Cuaresma: volver decididamente al camino de Jesús, el camino que conduce a la vida. Mirar a Jesús, qué ha hecho Jesús e ir con Él.

Y este camino de Jesús pasa a través del desierto. El desierto es el lugar en el cual se puede escuchar la palabra de Dios y la voz del tentador. En el rumor, en la confusión, esto no se puede hacer; se escuchan sólo las voces superficiales.

En cambio, en el desierto, podemos bajar en profundidad, donde se juega verdaderamente nuestro destino, la vida o la muerte.

¿Y cómo escuchamos la voz de Dios? La escuchamos en su Palabra. Por esto es importante conocer las Escrituras, porque de otra manera no sabemos responder a las insidias del Maligno. Y aquí quisiera volver a mi consejo de leer cada día el Evangelio: cada día leer el Evangelio, meditarlo un poquito, diez minutos; y llevarlo también siempre con nosotros: en el bolsillo, en la cartera… Tener siempre el Evangelio a mano. El desierto cuaresmal nos ayuda a decir no a la mundanidad, a los ‘ídolos’, nos ayuda a hacer elecciones valientes conformes al Evangelio y a reforzar la solidaridad con los hermanos.

Entonces, entremos en el desierto sin miedo, porque no estamos solos: estamos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu Santo.

Es más, como fue para Jesús, es precisamente el Espíritu Santo que nos guía en el camino cuaresmal, aquel mismo Espíritu descendido sobre Jesús y que nos ha sido donado en el Bautismo. La Cuaresma, por lo tanto, es un tiempo propicio que debe conducirnos a tomar siempre más conciencia de cuánto el Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, ha obrado y puede obrar en nosotros. Y al final del itinerario cuaresmal, en la Vigilia Pascual, podremos renovar con mayor conciencia la alianza bautismal y los compromisos que de ella derivan.

Que la Virgen Santa, modelo de docilidad al Espíritu, nos ayude a dejarnos conducir por Él, que quiere hacer de cada uno de nosotros una “nueva criatura”.

A Ella confío en particular, esta semana de Ejercicios Espirituales que iniciará esta tarde y en la cual tomaré parte junto con mis colaboradores de la Curia Romana.  Recen para que en este ‘desierto’ que son los Ejercicios podamos escuchar la voz de Jesús y también corregir tantos defectos que todos nosotros tenemos, y hacer frente a las tentaciones que cada día nos atacan. Les pido, por lo tanto, que nos acompañen con su oración.

Francisco – 22/02/2015

 

 

 

 

Fortalezcan sus Corazones

Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015 que lleva como título “Fortalezcan sus corazones”. El texto ha sido dado a conocer por la Sala Stampa de la Santa Sede el 4 de Octubre de 2014.

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos.

Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.

Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.

La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.

Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra.

Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.

El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.

1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia

La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.

Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen «parte» con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.

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La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos.

Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.

2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades

Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).

Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.

En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia.

La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).

También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.

Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.

Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.

Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.

3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente

También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?

En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.

En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.

Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.

Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31).

Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: «Fac cor nostrum secundum Cor tuum»: «Haz nuestro corazón semejante al tuyo» (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.

Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.

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La Visión de los Estados Unidos al Papa Francisco

Gustavo Morello es sacerdote jesuita, sociólogo de la religión y doctor en ciencias políticas por la UBA. Es autor de «Dónde estaba Dios. Católicos y terrorismo de Estado en la Argentina de los setenta» (2014). Es profesor del Departamento de Sociología del Boston College, donde estudia los comportamientos religiosos de los inmigrantes latinos, y miembro de la pastoral carcelaria de la diócesis de Boston.

-¿Cómo se recibió en Estados Unidos la elección de Bergoglio?

-Sorprendió. No sabían quién era. Los latinos sí festejaron su designación, va a ser alguien que «nos va a dar bola». Pero Estados Unidos no entiende el populismo y el peronismo. Para ellos peronismo es Madonna cantando «Evita» y a Bergoglio sin el peronismo es muy difícil de entenderlo.

-¿Qué ven en Bergoglio, sin la traducción del peronismo?

-Los progresistas de izquierda ven un pastor cercano a la gente y no tanto un canonista. A los elitistas no les gusta esto. El problema es que Bergoglio va a desilusionar a los dos. Los que están contentos por su aproximación pastoral, esperan algo sobre la ordenación de mujeres. Le piden cosas que no prometió. Esa no es su agenda. No es fácil legislar globalmente. En Palestina no se entendería un sacerdote mujer. En Pakistán las chicas no pueden ir a la escuela. Y cuando se legisla desde Roma se legisla también para Pakistán.

-La comunión para los divorciados vueltos a casar, que está en la agenda de Bergoglio, ¿es controversial?

-Es una discusión teórica. Es algo que se arregla con el cura por cuestiones de conciencia. En la práctica ya está instalada. No estoy diciendo que los curas rifen la eucaristía, pero muchas veces se acerca alguien, habla de un matrimonio de hecho, de años de convivencia y el cura, con discreción, como respuesta pastoral lo acepta. El Papa busca unificar criterios para que no quede como un arreglo personal del cura. Es la manera de mostrar la cara misericordiosa de la Iglesia y de institucionalizar cambios.

-¿Se empiezan a advertir esos cambios en la parroquia?

-Antes, en la Universidad Católica en Córdoba, desde la curia jesuita nos llamaron la atención por pedir ser más misericordiosos con los divorciados. Y eso con Francisco ha cambiado. No existe el ambiente de sospecha que existía antes. A veces los obispos escriben cartas para que la lea el sacerdote en la misa y el sacerdote la pega en el fondo de la parroquia para que la lea el que quiera. La Iglesia es mucho menos vertical de lo que parece.

-El episcopado norteamericano votó en contra de esos cambios en el Sínodo. ¿Por qué?

-Son liberales: no entienden el manejo de una corte renacentista como era el Papado hasta ahora. Quieren un gobierno más ágil, optimizar la burocracia de la curia romana. Pero eso no significa que tengan una agenda progresista. Muchos obispos conservadores se quedaron sin interlocutores en el Vaticano. Están desconcertados, no saben qué hacer. Hay donantes de la Iglesia, relacionados con el Partido Republicano, que dicen que el Papa no entiende el capitalismo.

-¿Qué se espera del viaje de Francisco a EE. UU. en septiembre?

-En el armado de la agenda se verá quién tiene el poder de susurrar al oído del Papa. Si va a la catedral de Nueva York, será un guiño hacia los conservadores. Pero si va a una parroquia de Harlem, o a Arizona a dar una misa en la frontera con México, será de gran impacto para los progresistas. (Ndr: Ya se confirmó que hablará en el Congreso).

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-¿Qué lugar tiene la religión en Estados Unidos?

-El catolicismo es la primera minoría, seguido por ex católicos, pentecostales, baptistas … hay una gran diversidad. Los pastores tienen muchos cargos en el Estado. Hay una separación de Iglesia y Estado, pero en los EE. UU. hay una enorme vinculación entre Iglesia y política, más de lo que en Argentina estamos acostumbrados.

-¿Qué está investigando?

-Estudio cómo practican la religión los inmigrantes latinos, con autonomía de la institución. Se la llama «la religión vivida». La Iglesia sigue siendo el lugar de refugio, en búsqueda de cierta autoridad, pero el creyente va eligiendo las prácticas religiosas que le cierran más. Trabajo sobre las bases del catolicismo. Creo en la fe de la gente de a pie. Esto no me hace creer que la periferia sea siempre progresista. Ayudo en una cárcel y a veces los presos son conservadores. Los dominicanos, que llevan años de marginación, son racistas con los haitianos. A la periferia no hay que idealizarla porque se corre el riesgo de romantizar una realidad humana que, como tal, es ambigua.

-En su libro, dice que pese a las víctimas católicas de la dictadura, la Iglesia no se sintió perseguida.

-Para la institución religiosa y para muchos laicos, a los católicos que se comprometían con algo –barrios, política, sindicatos- no se los reconocía como «auténticos» católicos, sino como «marginales». Creían que sólo un Estado católico podía garantizar una sociedad católica. Era su forma de enfrentar la modernidad y la secularización.

Fuente: Diario Clarín

Papa Francisco en Videoconferencia con Niños Discapacitados

El Papa Francisco ha emocionado en la tarde del 5 de Febrero a los miles de internautas que siguieron su conmovedora videoconferencia – a través de Hangout – con ocho niños discapacitados de las Scholas Ocurrentes, a quienes afirmó que sus vidas son “un tesoro”.

“Adelante, lo que ustedes hacen desde el sitio en el que están nos ayuda a comprender que la vida es un tesoro pero solo tiene sentido si la damos. ¡Muchas gracias!”, afirmó el Papa.

“Todos ustedes tienen un cofre y dentro hay un tesoro, y el trabajo de ustedes es abrir la caja, sacar el tesoro, hacerlo crecer y darlo a los demás y recibir de los demás el tesoro de los demás. Si lo guardamos queda encerrado, si lo compartimos con los demás el tesoro se multiplica con los tesoros de los demás. Les quiero decir que no escondan el tesoro que cada uno tiene. A veces este tesoro se encuentra enseguida, a veces hay que hacer como en el juego del tesoro, buscarlo, pero una vez encontrado ¡hay que compartirlo!”, animó el Pontífice.

La videoconferencia con niños de España, Argentina, India, Brasil y Estados Unidos, fue organizada por la red Scholas Ocurrentes, la primera plataforma online colaborativa, multi-religiosa y abierta a la comunidad educativa que une a más de 400 mil entes y que lleva por consigna “Construir la paz a través de la educación y la tecnología”.

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El Papa Francisco saludó en primer lugar a Isabel Vera, una niña ciega de 13 años, española y amante del atletismo, quien compartió su pasión por las nuevas tecnologías y su teclado braille que le permite leer la computadora. La joven animó a todos los niños con discapacidad a no rendirse, “porque con un poquito de esfuerzo –dijo-, se puede alcanzar lo que uno quiera”.
“Isabel, te deseamos lo mejor acá todos, que sigas progresando, que sigas corriendo, que sigas trabajando con tu ordenador, que Dios te bendiga”, respondió el Papa.

En segundo lugar Francisco conversó con Pedro de Sao Paulo (Brasil), un niño sin brazo derecho que desea que las nuevas tecnologías le permitan a subir en bicicleta. El futbol es su deporte favorito y explica que cuando le marcan un gol no se entristece, porque para él, lo más importante es estar junto a sus amigos.

“Nos estás dando una lección, lo que importa no es ganar, lo que importa es jugar y estar juntos con los amigos”, afirmó el Santo Padre emocionado.

El momento más divertido de la videoconferencia llegó desde España con Alicia, una joven de 16 años con Síndrome de Down, quien explicó que es una apasionada del cine y preguntó al Papa sobre sus habilidades con la computadora. “Yo soy un tronco con esa máquina, no sé manejar el ordenador, ¡qué vergüenza!”, dijo riendo el Pontífice.

Alicia y otra compañera le mostró la cámara de vídeo con la que trabajan en su fundación: “Con esta podemos hacer un montón de cosas, como por ejemplo tomas falsas… me divierto viendo el resultado de las grabaciones que hacemos ¡es muy divertido! … también me gusta usar la claqueta, el sonido, y las luces, pero sobre todo trabajar en equipo”, aseguró.

El Papa también habló con dos niños con problemas de movilidad de Nebraska (Estados Unidos), quienes le aseguraron que las nuevas tecnologías les ayudan en su día a día y le pidieron consejo para vencer a las dificultades.

“Lo primero no enojarme, no hay que enojarse, estar tranquilo, después buscar la manera de vencerla, de superarla, y si no la puedo superar, aguantarla hasta que se de la posibilidad de superarla. No hay que asustarse nunca con las dificultades. Nosotros somos capaces de superarlas todas, solamente necesitamos tiempo para comprender, inteligencia para buscar el camino y coraje para andar adelante, pero nunca asustarse”, animó el Papa.

Desde India, Manog, un niño sordo de 13 años, amante del kárate y el yoga, afirmó que gracias a la red Scholas ha descubierto internet y las oportunidades que ofrece para el aprendizaje. “Hasta hace tres años no sabía lo que era una computadora. Me gustan mucho. Ahora cuando no entiendo algo de mi trabajo, voy a internet, busco fotos y entonces comprendo. Es como tener un profesor, soy un gran fan de Bruce Lee y me gusta ver sus videos en Youtube”, señaló.

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Manog preguntó al Papa ¿cómo cree que Scholas puede ayudar a los niños con discapacidad? “Tendiendo puentes –contestó el Santo Padre-, comunicarlos a ustedes, porque cuando ustedes se comunican dan lo mejor que tienen dentro y reciben de los demás lo mejor que tienen dentro, y eso es lo importante, cuando no nos comunicamos nos quedamos solos con nuestras limitaciones, y lo más importante es la comunicación, dar y recibir. Eso nos hace bien y ya no estamos solos. De modo que Scholas los puede ayudar en la comunicación”.

Por último, Buati, un joven argentino autista de 14 años, saludó al Papa dibujando un corazón con sus manos y compartió con él su afición por las tablets y las computadoras. “Me gusta usar mi tablet, saco fotos y hago cosas, después los compartos con mis amigos… los puzles me salen muy bien, yo estoy muy contento de hablar contigo hoy, mira este corazón, me gustaría ir a visitarte a Roma alguna vez”.

El Papa y sus simpáticos interlocutores se despidieron agitando sus manos con un lema “tus manos por la paz”. El objetivo del encuentro fue apoyar el lanzamiento de Scholas Labs, un programa para acelerar proyectos educativos y apoyar emprendedores tecnológicos comprometidos con la innovación y la educación, con el propósito de fomentar la integración.

Fuente: Aciprensa y Romereport

«Guiemos el pueblo a Jesús, dejandonos guiar por Él»

En el día de ayer, el Santo Padre presidió una misa en conmemoración al día de la Vida Consagrada en la Basílica Vaticana. Aquí el texto de la homilía preparada para celebrar dicha fiesta.

Pongamos ante los ojos de la mente el icono de María Madre que va con el Niño Jesús en brazos. Lo lleva al Templo, lo lleva al pueblo, lo lleva a encontrarse con su pueblo.

Los brazos de su Madre son como la “escalera” por la que el Hijo de Dios baja hasta nosotros, la escalera de la condescendencia de Dios. Lo hemos oído en la primera Lectura, tomada de la Carta a los Hebreos: Cristo «tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel» (2,17).

Es el doble camino de Jesús: bajó, se hizo uno de nosotros, para subirnos con Él al Padre, haciéndonos semejantes a Él.

Podemos contemplar en nuestro corazón este movimiento imaginando la escena del Evangelio: María que entra en el templo con el Niño en brazos. La Virgen es la que va caminando, pero su Hijo va delante de ella. Ella lo lleva, pero es Él quien la lleva a Ella por ese camino de Dios, que viene a nosotros para que nosotros podamos ir a Él.

Jesús ha recorrido nuestro mismo camino para mostrarnos el camino nuevo, es decir el «camino nuevo y vivo» (cf. Hb 10,20) que es Él mismo. Y para nosotros, los consagrados, este es el único camino concreto y sin alternativas, debemos recorrerlo con alegría y esperanza.

Hasta en cinco ocasiones insiste el Evangelio en la obediencia de María y José a la “Ley del Señor” (cf. Lc 2,22.23.24.27.39). Jesús no vino para hacer su voluntad, sino la voluntad del Padre; y esto –dijo Él– era su “alimento” (cf. Jn 4,34).  Así, quien sigue a Jesús se pone en el camino de la obediencia, imitando de alguna manera la “condescendencia” del Señor, abajándose y haciendo suya la voluntad del Padre, incluso hasta la negación y la humillación de sí mismo (cf. Flp 2,7-8).

Para un religioso, progresar significa abajarse en el servicio, es decir hacer el mismo camino de Jesús, que «no considero un privilegio ser igual a Dios» (Fil 2,6). Abajarse haciéndose siervo para servir.

Y este camino adquiere la forma de la regla, que recoge el carisma del fundador, sin olvidar que la regla insustituible, para todos, es siempre el Evangelio. Pero el Espíritu Santo, en su infinita creatividad, lo traduce también en las diversas reglas de vida consagrada, que nacen todas de la sequela Christi (del seguimiento de Jesús), es decir de este camino de abajarse sirviendo.

Mediante esta “ley” los consagrados pueden alcanzar la sabiduría, que no es una actitud abstracta sino obra y don del Espíritu Santo, y un signo evidente de esta sabiduría es la alegría. Si, la alegría evangélica del religioso es consecuencia del  camino de abajamiento con Jesús … Y, cuando estamos tristes, cuando nos quejamos, nos hará bien preguntarnos como estamos viviendo esta dimensión kenotika.

En el relato de la Presentación de Jesús al Templo, la sabiduría está representada por los dos ancianos, Simeón y Ana: personas dóciles al Espíritu Santo (se le nombra 3 veces), guiadas por Él, animadas por Él. El Señor les concedió la sabiduría tras un largo camino de obediencia a su ley, obediencia que, de una parte, humilla y niega a sí mismo, pero, de otra parte, la obediencia enciende y custodia la esperanza, haciéndola creativa, porque estaban llenos de Espíritu Santo. Ellos celebran incluso una especie de liturgia, hacen una liturgia en torno al Niño cuando entra en el templo: Simeón alaba al Señor y Ana “predica” la salvación (cf. Lc 2,28-32.38). Como en el caso de María, también el anciano Simeón toma al Niño entre sus brazos, pero, en realidad, es el Niño quien lo agarra y lo guía. La liturgia de las primeras Vísperas de la Fiesta de hoy lo expresa clara y concisamente: «Senex puerum portabat, puer autem senem regebat». Tanto María, joven madre, como Simeón, anciano “abuelo”, llevan al Niño en brazos, pero es el mismo Niño quien los guía a ellos.

Es curioso notar que en esta escena los creativos no son los jóvenes, sino los ancianos: los jóvenes, como María y José, siguen la ley del Señor, en el camino de la obediencia. Los ancianos como Simeón y Ana, ven en el Niño el cumplimiento de la ley y de las promesas de Dios. Y son capaces de hacer fiesta: son creativos en la alegría, en la sabiduría. Todavía, el Señor transforma la obediencia en sabiduría, con la acción de su Espíritu Santo. A veces, Dios puede dar el don de la sabiduría a un joven inexperto, basta que esté dispuesto a recorrer el camino de la obediencia y de la docilidad al Espíritu. Esta obediencia y esta docilidad no es un hecho teórico, sino que están en relación a la lógica de la encarnación del Verbo: docilidad y obediencia a un fundador, docilidad y obediencia a una regla concreta, docilidad y obediencia a un superior, docilidad y obediencia a la Iglesia. Se trata de una docilidad y obediencia concreta.

Perseverando en el camino de la obediencia, madura la sabiduría personal y comunitaria, y así es posible también replantear las reglas a los tiempos: de hecho, la verdadera “actualización” es obra de la sabiduría, forjada en la docilidad y la obediencia.

El fortalecimiento y la renovación de la Vida Consagrada pasan por un gran amor a la regla, y también por la capacidad de contemplar y escuchar a los mayores de la congregación. Así, el “depósito”, el carisma de una familia religiosa, queda custodiado juntos tanto por la obediencia como por la sabiduría. Y, a través de este camino, somos preservados de vivir nuestra consagración de manera light, de manera desencarnada, como si fuera una gnosis, que reduciría la vida religiosa a una “caricatura”, una caricatura en la cual se actúa un seguimiento sin renuncia, una oración sin encuentro, una vida fraterna sin comunión, una obediencia sin confianza y una caridad sin trascendencia.

También nosotros, como María y como Simeón, queremos llevar hoy en brazos a Jesús para que Él encuentre a su pueblo, y seguramente lo conseguiremos si nos dejamos aferrar por el misterio de Cristo. Guiemos el pueblo a Jesús, dejando a su vez guiarnos por Él.

Esto es lo que tenemos que ser: guías guiados.

Que el Señor, por intercesión de María, nuestra Madre, de San José y de los santos Simeón y Ana, nos conceda lo que le hemos pedido en la Oración colecta: «ser presentados delante de ti con el alma limpia». Así sea.

Fuente: Radio Vaticana

Papa Francisco y el balance de su paso por Sri Lanka y Filipinas

Queridos hermanos y hermanas,

hoy me detendré en el viaje apostólico en Sri Lanka y en Filipinas, que llevé a cabo la pasada semana. Tras la visita a Corea de hace unos meses, me he dirigido nuevamente a Asia, continente de ricas tradiciones culturales y espirituales. El viaje ha sido sobre todo un encuentro con las comunidades eclesiales que, en esos países, dan testimonio de Cristo: las confirmé en la fe y en la misionariedad. Conservaré siempre en el corazón el recuerdo de la festiva acogida por parte de las muchedumbres – en algunos casos incluso oceánicas –, que acompañó los momentos principales del viaje. Además alenté el diálogo interreligioso al servicio de la paz, como también el camino de esos pueblos hacia la unidad y el desarrollo social, especialmente con el protagonismo de las familias y de los jóvenes.

El momento culminante de mi estancia en Sri Lanka fue la canonización del gran misionero José Vaz. Este santo sacerdote administraba los Sacramentos, a menudo en secreto, a los fieles, pero ayudaba indistintamente a todos los necesitados, de toda religión y condición social. Su ejemplo de santidad y amor al prójimo sigue inspirando a la Iglesia en Sri Lanka en su apostolado de caridad y de educación. Indiqué a san José Vaz como modelo para todos los cristianos, llamados hoy a porponer la verdad salvífica del Evangelio en un contexto multireligioso, con respecto hacia los demás, con perseverancia y con humildad.

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Sri Lanka es un país de gran belleza natural, cuyo pueblo esta intentando reconstruir la unidad después de un largo y dramático conflicto civil. En mi encuentro con las Autoridades gubernamentales subrayé la importancia del diálogo, del respeto de la dignidad humana, del esfuerzo de implicar a todos para encontrar soluciones adecuadas de cada a la reconciliación y al bien común.

Las diversas religiones tienen un papel significativo que desarrollar al respecto. Mi encuentro con los representantes religiosos fue una confirmación de las buenas relaciones que ya existen entre las diversas comunidades. En este contexto quise alentar la cooperación ya emprendida entre los seguidores de las distintas tradiciones religiosas, con el fin también de poder sanar con el bálsamo del perdón a cuantos aún están afligidos por los sufrimientos de los últimos años. El tema de la reconciliación caracterizó también mi visita al santuario de Nuestra Señora de Madhu, muy venerada por las poblaciones Tamil y Cingalesas y meta de peregrinación para los miembros de otras religiones. En ese lugar santo pedimos a María nuestra Madre que obtenga para todo el pueblo de Sri Lanka el don de la unidad y de la paz.

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Desde Sri Lanka fui al encuentro de las Filipinas, donde la Iglesia se prepara a celebrar el quinto centenario de la llegada del Evangelio. Es el principal país católico de Asia, y el pueblo filipino es bien conocido por su profunda fe, su religiosidad y su entusiasmo, también en la diaspora. En mi encuentro con las autoridades nacionales, como también en los momentos de oración y durante la concurrida Misa conclusiva, subrayé la constante fecundidad del Evangelio y su capacidad de inspirar una sociedad digna del hombre, en el que hay sitio para la dignidad de cada uno y las aspiraciones del pueblo filipino.

El fin principal de la visita, y motivo por el que he decidido ir a Filipinas, era poder expresar mi cercanía a nuestros hermanos y hermanas que han sufrido la devastación del tifón Yolanda. Me dirigí a Tacloban, en la región más gravemente afectada, donde rendí homenaje a la fe y a la capacidad de recuperación de la población local. En Tacloban, por desgracia, las adversas condiciones climáticas han causado otra víctima inocente: la joven voluntaria Kristel, golpeada y muerta por una estructura arrastrada por el viento. Después di las gracias a cuantos, de todas partes del mundo, han respondido a su necesidad con una generosa profusión de ayudas. El poder del amor de Dios, revelado en el misterio de la Cruz, se hizo evidente en el espíritu de solidaridad demostrada por los múltiples actos de caridad y de sacrificio que marcaron esos días oscuros.

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Los encuentros con las familias y con los jóvenes en Manila, han sido momentos sobresalientes de la visita a Filipinas. Las familias sanas son esenciales en la vida de la sociedad. Da consuelo y esperanza ver a tantas familias que acogen a los hijos como un verdadero don de Dios. He oído decir que las familias con muchos hijos y el nacimiento de muchos niños están entre las causas de la pobreza. Me parece una opinión simplista. Puedo decir que la causa principal de la pobreza es un sistema económico que ha quitado a la persona del centro y ha puesto en su lugar al dios dinero; un sistema económico que excluye y que crea la cultura del descarte que vivimos. Reevocando la figura de san José, que protegió la vida del “Santo Niño”, tan venerado en ese país, recordé que es necesario proteger a las familias, que afrontan diversas amenazas, para que puedan dar testimonio de la belleza de la familia en el proyecto de Dios. Es necesario también defenderlas de las nuevas colonizaciones ideológicas, que atentan contra su identidad y su misión.

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Fue una alegría para mí estar con los jóvenes de Filipinas. Quise ofrecerles mi aliento por sus esfuerzos para contribuir a la renovación de la sociedad, especialmente a través del servicio a los pobres y la tutela del ambiente natural.
El cuidado de los pobres es un elemento esencial de nuestra vida y testimonio cristiano; comporta el rechazo de toda forma de corrupción que roba a los pobres y requiere una cultura de honradez.

Doy gracias al Señor por esta visita pastoral a Sri Lanka y a Filipinas. Le pido que bendiga siempre estos dos países y confirme la fidelidad de los cristianos al mensaje evangélico de nuestra redención, reconciliación y comunión en Cristo.

Audiencia General, Miercoles 21 de enero 2015

Multitudinaria Misa del Papa Francisco en Manila, Filipinas

Ante más de seis millones de fieles reunidos en el Parque Rizal en Manila (Filipinas), el Papa Francisco pronunció una intensa homilía en la que habló sobre la necesidad de ser como el Niño Jesús y en la que explicó cómo opera «el padre de la mentira», el demonio.

El Santo Padre explicó que los filipinos tienen una especial vocación, la de ser los evangelizadores de Asia. Esa misión, alertó sin embargo, se ve amenazada con el pecado por el cual “el hombre desfiguró aquella belleza natural; destruyó también la unidad y la belleza de nuestra familia humana, dando lugar a estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción”.

“A veces, cuando vemos los problemas, las dificultades y las injusticias que nos rodean, sentimos la tentación de resignarnos. Parece como si las promesas del Evangelio no se fueran a cumplir; que fueran irreales. Pero la Biblia nos dice que la gran amenaza para el plan de Dios sobre nosotros es, y siempre ha sido, la mentira”.

El Pontífice resaltó que “el diablo es el padre de la mentira. A menudo esconde sus engaños bajo la apariencia de la sofisticación, de la fascinación por ser «moderno», «como todo el mundo». Nos distrae con el señuelo de placeres efímeros, de pasatiempos superficiales”.

Y así, continuó, “malgastamos los dones que Dios nos ha dado jugando con artilugios triviales; malgastamos nuestro dinero en el juego y la bebida; nos encerramos en nosotros mismos. Y no nos centramos en las cosas que realmente importan, de seguir siendo en el fondo hijos de Dios”.

El Papa recordó luego que “el Santo Niño, el Niño Jesús es el protector de este gran país. Cuando vino al mundo, su propia vida estuvo amenazada por un rey corrupto. Jesús mismo tuvo que ser protegido. Tenía un protector en la tierra: San José. Tenía una familia humana, la Sagrada Familia de Nazaret”.

“Así nos recuerda la importancia de proteger a nuestras familias, y las familias más amplias como son la Iglesia, familia de Dios, y el mundo, nuestra familia humana. Lamentablemente, en nuestros días, la familia con demasiada frecuencia necesita ser protegida de los ataques y programas insidiosos, contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado, a lo más hermoso y noble de nuestra cultura”.

En el Evangelio, dijo el Papa, “Jesús acoge a los niños, los abraza y bendice. También nosotros necesitamos proteger, guiar y alentar a nuestros jóvenes, ayudándoles a construir una sociedad digna de su gran patrimonio espiritual y cultural. En concreto, tenemos que ver a cada niño como un regalo que acoger, querer y proteger. Y tenemos que cuidar a nuestros jóvenes, no permitiendo que les roben la esperanza y queden condenados a vivir en la calle”.

“Un niño frágil, que necesitaba ser protegido, trajo la bondad, la misericordia y la justicia de Dios al mundo. Se enfrentó a la falta de honradez y la corrupción, que son herencia del pecado, y triunfó sobre ellos por el poder de su cruz”.

Para concluir, el Santo Padre animo a la unidad de Filipinas y a protegerse unos a otros: “que el Santo Niño siga bendiciendo a Filipinas y sostenga a los cristianos de esta gran nación en su vocación a ser testigos y misioneros de la alegría del Evangelio, en Asia y en el mundo entero.

«Por favor, recen por mí. Que Dios los bendiga”, finalizó.

Fuente: Aciprensa