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El Camino de los Reyes Magos

“Que el Señor nos conceda vivir el mismo camino de conversión que vivieron los Magos”, pidió el Papa Francisco en su homilía en la Solemnidad de la Epifanía que celebró junto a miles de fieles en la Basílica de San Pedro a las 10 de la mañana en Roma.

El Papa explicó que “el pesebre nos presenta un camino distinto al que anhela la mentalidad mundana” y que este “es el camino del anonadamiento de Dios, de su gloria escondida en el pesebre de Belén, en la cruz del Calvario, en el hermano y en la hermana que sufren”.

Los Magos “son modelos de conversión a la verdadera fe porque han dado más crédito a la bondad de Dios que al aparente esplendor del poder”, dijo.

Francisco se refirió sobre todo a ellos, a los tres Reyes Magos de Oriente que fueron a llevarle al Niño Jesús oro, incienso y mirra y que se encontraron con algunas dificultades por el camino.

“Los Magos han entrado en el misterio. Han pasado de los cálculos humanos al misterio, y éste es el camino de su conversión”, recordó Francisco.

Asimismo, señaló que el Niño “nacido de la Virgen María” en Belén “no vino sólo para el pueblo de Israel, representado en los pastores de Belén, sino también para toda la humanidad, representada hoy por los Magos de Oriente”.

Por eso, la Iglesia en este día “nos invita a meditar y a rezar sobre los Magos y su camino en busca del Mesías”, explicó el Papa Francisco.

“Estos Magos que vienen de Oriente son los primeros de esa gran procesión de la que habla el profeta Isaías en la primera lectura. Una procesión que desde entonces no se ha interrumpido jamás, y que en todas las épocas reconoce el mensaje de la estrella y encuentra el Niño que nos muestra la ternura de Dios”.

Pero la estrella tiene un sentido también importante porque “siempre hay nuevas personas que son iluminadas por la luz de su estrella, que encuentran el camino y llegan hasta él”.

Francisco recordó que según la tradición, “los Magos eran hombres sabios, estudiosos de los astros, escrutadores del cielo, en un contexto cultural y de creencias que atribuía a las estrellas un significado y un influjo sobre las vicisitudes humanas”.

Y si se lleva su figura hasta nuestros días, “los Magos representan a los hombres y a las mujeres en busca de Dios en las religiones y filosofías del mundo entero, una búsqueda que no acaba nunca”, aseguró Francisco.

Además, “nos indican el camino que debemos recorrer en nuestra vida” ya que “ellos buscaban la Luz verdadera”. En este recorrido que realizaron “iban en busca de Dios” y “cuando vieron el signo de la estrella, lo interpretaron y se pusieron en camino, hicieron un largo viaje”.

EL PAPA FRANCISCO OFICIA POR PRIMERA VEZ EN SU PONTIFICADO LA ORACIÓN DE LAS PRIMERAS VÍSPERAS

El Papa explicó que fue el Espíritu Santo el que los llamó y les hizo ponerse en camino, donde tuvieron su encuentro personal con el verdadero Dios. Y, precisamente, en este camino, “los Magos encuentran muchas dificultades”.

“Cuando llegan a Jerusalén van al palacio del rey, porque consideran algo natural que el nuevo rey nazca en el palacio real. Allí pierden de vista la estrella y se encuentran una tentación, puesta ahí por el diablo, es el engaño de Herodes. El rey Herodes muestra interés por el niño, pero no para adorarlo, sino para eliminarlo. Herodes es un hombre de poder, que sólo consigue ver en el otro a un rival”.

El Papa explicó a los fieles que Herodes veía en el fondo a Dios como al rival más peligroso. Y allí, en el palacio donde “los Magos atraviesan un momento de oscuridad, de desolación, que consiguen superar gracias a la moción del Espíritu Santo, que les habla mediante las profecías de la Sagrada Escritura” que indicaban que el Mesías nacería en Belén.

Francisco contó cómo experimentaron entonces una inmensa alegría, una verdadera consolación.

En Belén, los tres reyes tendrán que hacer frente a la segunda tentación: “Rechazar esta pequeñez. Y sin embargo: ‘Cayendo de rodillas lo adoraron’, ofreciéndole sus dones preciosos y simbólicos”.

El Papa aprovechó para destacar que es “la gracia del Espíritu Santo la que siempre los ayuda”, y ahora, “guiados por el Espíritu, reconocen que los criterios de Dios son muy distintos a los de los hombres, que Dios no se manifiesta en la potencia de este mundo, sino que nos habla en la humildad de su amor”.

El Santo Padre lanzó a continuación una pregunta a los fieles: “¿Cuál es el misterio en el que Dios se esconde?”

“Vemos a nuestro alrededor guerras, explotación de los niños, torturas, tráfico de armas, trata de personas… Jesús está en todas estas realidades, en todos estos hermanos y hermanas más pequeños que sufren tales situaciones”, respondió.

“Que nos defienda y nos libre de las tentaciones que oscurecen la estrella. Que tengamos siempre la inquietud de preguntarnos, ¿dónde está la estrella?, cuando, en medio de los engaños mundanos, la hayamos perdido de vista. Que aprendamos a conocer siempre de nuevo el misterio de Dios, que no nos escandalicemos de la ‘señal’, de la indicación: ‘un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’ y que tengamos la humildad de pedir a la Madre, a nuestra Madre, que nos lo muestre”.

Fuente: Aciprensa

Papa Francisco: “La Sagrada Familia es ante todo un mensaje de fe”

El Ángelus del primer domingo de Navidad estuvo marcado por la fiesta de la Sagrada Familia.

El Papa Francisco aseguró que el mensaje que viene de la Sagrada Familia “es ante todo un mensaje de fe” ya que “en la vida familiar de María y José, Dios está realmente en el centro, y lo está en la persona de Jesús”.

“Cuando padres e hijos respiran juntos este clima de fe, poseen una energía que les permite afrontar pruebas también difíciles, como muestra la experiencia de la Santa Familia por ejemplo en el hecho dramático de la huida a Egipto: una dura prueba”.

Francisco señaló que “podemos imaginarnos a esta pequeña familia, en medio de tanta gente, en los grandes patios de aquel tiempo. No resalta a la vista, no se distingue… ¡y sin embargo no pasa inadvertida!”.

“Dos ancianos, Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo, se acercaron y se pusieron a alabar a Dios por aquel Niño, en el que reconocieron al Mesías, luz de las gentes y salvación de Israel”, dijo, recordando el Evangelio de la liturgia de hoy.

“Es un momento sencillo pero rico en profecía: el encuentro entre dos jóvenes esposos llenos de alegría y de fe por la gracia del Señor; y dos ancianos también llenos de alegría y de fe por la acción del Espíritu Santo”. ¿Quién los hace encontrar? Jesús: el joven y los ancianos”.

El Papa destacó que “Jesús es aquel que acerca las generaciones”, y es “la fuente de aquel amor que une las familias y las personas, acercando cada diferencia, cada aislamiento, cada alejamiento”.La presencia de los abuelos es muy importante, dijo, y “su papel es precioso en las familias y en la sociedad”. De hecho, “la buena relación entre jóvenes y ancianos es decisivo para el camino de la comunidad civil y eclesial”.

La Sagrada Familia “es un icono familia sencillo pero muy luminoso” y esa luz que se irradia “es luz de misericordia y de salvación para el mundo entero, luz de verdad para cada hombre, para la familia humana y para las familias solas”.

Esta luz “nos anima a ofrecer calor humano en aquellas situaciones familiares en las que, por varios motivos, falta la paz, falta la armonía, y falta el perdón”.

Francisco recordó a las familias que pasan por dificultades “por enfermedad, falta de trabajo, la discriminación, la necesidad de emigrar” y pidió rezar  por ellas.

Fuente. Aciprensa

Homilía del Papa Francisco en la Misa de Noche Buena: La Paciencia, la Ternura y la Ceranía de Dios

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló» (Is 9, 1). «Un ángel del Señor se les presentó [a los pastores]: la gloria del Señor los envolvió de claridad» (Lc 2, 9). De este modo, la liturgia de la santa noche de Navidad nos presenta el nacimiento del Salvador como luz que irrumpe y disipa la más densa oscuridad. La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría.

También nosotros, en esta noche bendita, hemos venido a la casa de Dios atravesando las tinieblas que envuelven la tierra, guiados por la llama de la fe que ilumina nuestros pasos y animados por la esperanza de encontrar la «luz grande». Abriendo nuestro corazón, tenemos también nosotros la posibilidad de contemplar el milagro de ese niño-sol que, viniendo de lo alto, ilumina el horizonte.

El origen de las tinieblas que envuelven al mundo se pierde en la noche de los tiempos. Pensemos en aquel oscuro momento en que fue cometido el primer crimen de la humanidad, cuando la mano de Caín, cegado por la envidia, hirió de muerte a su hermano Abel (cf. Gn 4, 8). También el curso de los siglos ha estado marcado por la violencia, las guerras, el odio, la opresión. Pero Dios, que había puesto sus esperanzas en el hombre hecho a su imagen y semejanza, aguardaba pacientemente. ¡Dios esperaba! Esperó durante tanto tiempo, que quizás en un cierto momento hubiera tenido que renunciar. En cambio, no podía renunciar, no podía negarse a sí mismo (cf. 2 Tm 2, 13). Por eso ha seguido esperando con paciencia ante la corrupción de los hombres y de los pueblos. La paciencia de Dios. Qué difícil comprender esto: la paciencia de Dios con nosotros.

A lo largo del camino de la historia, la luz que disipa la oscuridad nos revela que Dios es Padre y que su paciente fidelidad es más fuerte que las tinieblas y que la corrupción. En esto consiste el anuncio de la noche de Navidad. Dios no conoce los arrebatos de ira y la impaciencia; está siempre ahí, como el padre de la parábola del hijo pródigo, esperando atisbar a lo lejos el retorno del hijo perdido. Y todos los días con paciencia. La paciencia de Dios.

La profecía de Isaías anuncia la aparición de una gran luz que disipa la oscuridad. Esa luz nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores. Cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Redentor, lo hicieron con estas palabras: «Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2, 12). La «señal» es precisamente la humildad de Dios, la humildad de Dios llevada hasta el extremo; es el amor con el que, aquella noche, asumió nuestra fragilidad, nuestros sufrimientos, nuestras angustias, nuestros anhelos y nuestras limitaciones. El mensaje que todos esperaban, que buscaban en lo más profundo de su alma, no era otro que la ternura de Dios: Dios que nos mira con ojos llenos de afecto, que acepta nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez.

Esta noche santa, en la que contemplamos al Niño Jesús apenas nacido y acostado en un pesebre, nos invita a reflexionar. ¿Cómo acogemos la ternura de Dios? ¿Me dejo alcanzar por él, me dejo abrazar por él, o le impido que se acerque? «Pero si yo busco al Señor» – podríamos responder –. Sin embargo, lo más importante no es buscarlo, sino dejar que sea él quien me busque, quien me encuentre y me acaricie con cariño. Ésta es la pregunta que el Niño nos hace con su sola presencia: ¿permito a Dios que me quiera?

Y más aún: ¿tenemos el coraje de acoger con ternura las situaciones difíciles y los problemas de quien está a nuestro lado, o bien preferimos soluciones impersonales, quizás eficaces pero sin el calor del Evangelio? ¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy! Paciencia de Dios, cercanía de Dios, ternura de Dios.

La respuesta del cristiano no puede ser más que aquella que Dios da a nuestra pequeñez. La vida tiene que ser vivida con bondad, con mansedumbre. Cuando nos damos cuenta de que Dios está enamorado de nuestra pequeñez, que él mismo se hace pequeño para propiciar el encuentro con nosotros, no podemos no abrirle nuestro corazón y suplicarle: «Señor, ayúdame a ser como tú, dame la gracia de la ternura en las circunstancias más duras de la vida, concédeme la gracia de la cercanía en las necesidades de los demás, de la humildad en cualquier conflicto».

Queridos hermanos y hermanas, en esta noche santa contemplemos el misterio: allí «el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9, 1). La vio la gente sencilla, dispuesta a acoger el don de Dios. En cambio, no la vieron los arrogantes, los soberbios, los que establecen las leyes según sus propios criterios personales, los que adoptan actitudes de cerrazón. Miremos al misterio y recemos, pidiendo a la Virgen Madre: «María, muéstranos a Jesús».

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Fuente: News.va

El cumpleaños del Papa Francisco

La audiencia general de este miércoles en la Plaza de San Pedro ha sido una pequeña fiesta. Sobre todo para el Papa Francisco, que hoy cumple 78 años y ha recibido las felicitaciones de las personas que acudieron a celebrar este acontecimiento con él.

Por si fuera poco, el cumpleaños del Pontífice no podía haber comenzado de mejor manera: mañana soleada en Roma y temperatura agradable. Hoy, más que nunca, la gente le ha hecho notar su cariño y cercanía por el día de su cumpleaños.

Pope Francis, who's 78th birthday is today, waves as he arrives to lead his general audience at the Vatican

El Papa inició como cada miércoles el recorrido por los viales preparados de la plaza en su papamóvil descubierto. A lo largo del camino, fue recibiendo las felicitaciones de la gente. “¡Felicidades Papa Francisco!” Gritaron algunos. “¡Auguri!” gritaron otros. También se escuchó ella canción del Cumpleaños Feliz en varios idiomas, aunque predominaron el español y el italiano.

Entre los peregrinos, muchos llegados desde América Latina y España, incluidos unos 300 bailadores de tango que se sumaron después a otros 2.400 profesionales para bailar en honor del Pontífice en la misma plaza.

Como es habitual, al Papa le acercaron niños para que les bendijera. También recibió algunos obsequios, como un ramo de flores blancas y amarillas, los colores de la bandera del Vaticano o un globo gigante con la inscripción en inglés “Feliz cumpleaños”.

A faithful holds a balloon as Pope Francis, who's 78th birthday is today, arrives to lead his general audience at the Vatican

El Pontífice, por su parte, no paró de sonreír y de dar las gracias con gestos.

Uno de los momentos más emotivos y divertidos ha sido cuando el Papa se ha parado delante de un grupo de jóvenes seminaristas de los Legionarios de Cristo que tenían preparada una tarta con seis velas. Los miembros de seguridad que acompañaban al Santo Padre cogieron el dulce y se lo acercaron. Él apagó las velas y recibió los aplausos de la gente que tenía alrededor.

Pero la cosa no se quedó ahí. Los jóvenes seminaristas tenían preparado un mate, la bebida preferida el Pontífice y se lo ofrecieron. Francisco acogió con agrado el detalle y lo degustó durante unos segundos.

Pocos minutos después, el vehículo de Francisco acabó el recorrido y paró para que el Papa bajase de él. De nuevo se acercó a este grupo de sacerdotes que le cantaron en ese momento las famosas “Mañanitas” y comenzó a conversar con ellos en español:

“¿De donde son”, les preguntó el Pontífice. “Yo soy de Buenos Aires, argentino”, dijo uno. “Yo español”, explicó otro. “Somos seminaristas en Roma todos. El sábado fueron ordenados 35 sacerdotes compañeros nuestros que están ahí arriba”, le dijeron señalando la zona donde se encontraban. Mientras, tomó de nuevo el mate que le habían ofrecido antes y lo bebió mientras seguía la breve charla.

Uno de los jóvenes llevaba en sus manos una figura de la Virgen y el Papa la bendijo. Pero el seminarista se la quiso regalar y el Pontífice le indicó que mejor se la quedaran ellos y así rezaban por él.

El Papa se despidió contento y caminó hacia el altar desde donde se sitúa para la audiencia. Antes, se paró y habló unos segundos con los periodistas, a los que agradeció sus felicitaciones.

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Fuente: Aciprensa.com / Infobae.com

Los 3 pasos del Papa Francisco para vivir bien la Navidad

A la verdadera alegría de Navidad no le basta una «buena comilona», que también es algo bueno, ni el consumismo es la mejor manera de preparar la fiesta, de forma que llegamos con ansia al 24 de diciembre diciendo «me falta esto, me falta aquello. Esta no es la verdadera alegría cristiana».

Pocos días antes de Navidad, el Papa Francisco, en su octava visita a una parroquia romana, lanzaba su llamamiento por una fiesta que tenga más que ver con la alegría cristiana que con la carrera por los regalos.

Tres son los pasos para prepararse de forma digna a la Navidad, dice Bergoglio: «recemos en estos días, demos gracias a Dios y después pensemos ‘¿Dónde puedo ir a llevar alivio al que sufre?’. Ayudar a los demás. Así llegaremos ungidos al Nacimiento de Cristo, el Ungido».

Hay que dar gracias por todas las cosas buenas que la vida nos da y no hacer como «sor Lamentos», sonríe el papa recordando el mote que le dieron las hermanas a una religiosa que él conocía, una de esas personas que «no saben dar gracias a Dios» y «encuentran siempre algo de que lamentarse». El cristiano no puede vivir así, con «la cara amargada, inquieta. Nunca un santo o una santa han tenido cara fúnebre».

Fuente: Aleteia.org