Testimonio: Mi Experiencia de Misión
Por Ignacio Pueyo
La satisfacción que genera el doble beneficio de participar en la Misión San Francisco Javier llena el corazón para afrontar el comienzo del año de una forma distinta. Por un lado ver el fin último de todas las cosas: Dios y la construcción del Reino, es por Él que lo hacemos. Y por otro la alegría de compartirlo con personas que llenan nuestros corazones, que transmiten al Espíritu y que nos ayudan a que no sea una semana más al lado de un grupo de desconocidos. En todo caso somos desconocidos en Cristo, que nos envía a la misión.
Particularmente me tocó participar por segundo año en la experiencia y en Palmitas. Compartí junto a amigos del año anterior y también se sumaron al barco en esta ocasión nuevos misioneros. Luego de la experiencia del 2014 encontramos a la gente del pueblo mucho más abierta y cálida; ya había más confianza y fue más fácil entablar relaciones. La candidez de los niños, la apertura de los jóvenes y el compromiso de algunos adultos hicieron que los talleres fueran momentos muy fuertes para ver a Dios. Con el correr de los días los lazos se fueron haciendo más fuertes y la llegada a las personas fue cada vez más evidente. Comenzamos la misa del lunes con pocos niños y culminamos la del viernes con una capilla llena. Ganamos en cantidad pero también en disposición, en entrega, de parte de la gente del pueblo.
Y llega un punto en que uno se va con algo de nostalgia, con ganas de hacer aún más. Sin embargo Dios es sabio, sabe hasta dónde quiere que demos y nos tiene preparado un cierre de ciclo imponente (como dirían en Palmita) para el próximo 2016 ¡Mucho ánimo misioneros!
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