Testimonios vocacionales en el mes de oración por los diáconos
A partir de la Intención Universal de Oración del Papa para el mes de mayo, en la que invita a toda la Iglesia a rezar por la tarea evangelizadora de los diáconos, compartimos un nuevo segmento en el que publicaremos testimonios vocacionales de diáconos en orden al sacerdocio y diáconos permanentes que hoy se encuentran trabajando en las parroquias de nuestra Provincia.
Hoy compartimos el testimonio de Ignacio Puiggari SJ, que se encuentra actualmente en la Parroquia Nuestra Señora de Fátima en Montevideo y Fabio Solti SJ, que acompaña el trabajo de las Parroquias Nuestra Señora de las Lágrimas y Nuestra Señora de Luján de la diócesis de Quilmes en Buenos Aires.
Ignacio Puiggari SJ, diácono de la Provincia Argentino Uruguaya
Mi ordenación diaconal se realizó un sábado a la mañana, durante el mes de diciembre del año pasado (2019) en la ciudad de Santiago de Chile. Allí fuimos ordenados cuatro compañeros jesuitas: Eduardo Anaya de México, Frank Gutiérrez de Perú, Cristián Viñales de Chile y yo, de Argentina. El lugar de la celebración fue la parroquia Jesús Obrero, ubicada dentro del predio del Hogar de Cristo, famoso memorial de las intuiciones de San Alberto Hurtado en relación con la práctica concreta de la justicia y la misericordia. Nos acompañaron en ella numerosos laicos que siempre están allí sosteniéndonos en la misión, además de familiares, amigos y compañeros jesuitas. Dada la situación, pensé que me iban a ganar los nervios; pero una extraña alegría serena, creo, nos inundó a todos. Hasta lloviznó un poco, cosa bien extraña en Chile.
Mi padrino de ordenación fue Cristóbal Emilfork, un amigo jesuita de Chile. En verdad que, con su amistad, me ayudó mucho a entrar afectivamente (no sólo con el cuerpo, digamos) en el país y sentirme recibido allí. Es sabido que los jesuitas vamos y venimos de un lugar para otro, pero poco hablamos de lo difícil que es trasladar el alma de un lugar a otro. Eso lleva más tiempo, y cuesta lo mismo que una poda. En ese tránsito aparecen, sin embargo, aquellos amigos que favorecen el paso; digamos, recorren con uno la dificultad. Como dice cierto refrán, son un verdadero tesoro. Y en verdad que, en cada mudanza, siempre aparecen sin por qué ¿Cómo no pedirle que me acompañe en ese momento? Mi criterio de discernimiento fue: si vuelvo a Chile, a quien llamaría para tomar un café es a él.
En marzo me vine a Montevideo, apurado por el cierre de los aeropuertos. Aquí, fue el Cerro quien me acogió, específicamente, la Parroquia Nuestra Señora de Fátima donde resido ahora. Mi misión fundamentalmente consiste en atender los asuntos prácticos de la casa (con ayuda de otros, sin duda), acompañar las diversas iniciativas de ayuda que el párroco Rubén Strina está coordinando junto con laicos bien comprometidos del barrio (ollas populares, merenderos, catequesis a distancia), y, también, acompañar como tutor y profesor de formación cristiana a un 6° de bachillerato en el Colegio Seminario. Además de Rubén Strina, vivo con Juan José Mosca, superior de la comunidad. De a poco me voy introduciendo en la vida de este barrio tan generoso en personas de almas claras y simples, serviciales y generosas; acá el bien y el mal es nítido y patente, sin sutilezas de ciudad, digamos. En verdad creo que se trata de un regalo y un desafío grande. Espero el Señor y la oración de los amigos me sigan ayudando a crecer; ojalá pueda aportar algo en esta zona tan propicia para la entrega y el encuentro con los otros.
Fabio Solti SJ, diácono de la Provincia Argentino Uruguaya
El día sábado 30 de noviembre de 2019 fui ordenado diácono junto a 11 compañeros de distintas provincias de Latino-américa, África y Asia en la Parroquia Santísima Trinidad de la Localidad de “Santa Luzia” en “Belo Horizonte”, Minas Gerais, Brasil.
La celebración estuvo presidida por el obispo de “Leopoldina”, “Dom” Edson José Oriolo dos Santos.
Fue una ceremonia ciertamente muy emotiva donde se ejercitó mucho la memoria afectiva. Recordé mucho mi deseo de servir ministerialmente.
En el momento de la oración a los santos, postrado en el suelo del templo (que sentí más sagrado que nunca) pasaron por mi memoria muchos rostros que a lo largo de este tiempo me enseñaron de que se trata el servir con caridad.
Desde que comencé los estudios de teología en Brasil quedé muy marcado por la actividad apostólica que se desarrollaba en la Parroquia “São Francisco Xavier” en el Barrio Tupí. La Pastoral Familiar, a la cual estaba misionado en dicha parroquia, fue el sostén de mucha de la reflexión teológica que me animó en los estudios. Fue allí donde conocí a uno de sus miembros más entusiastas: Salim. Desde que conocí a este hombre de Dios, en esas tierras “mineras”, supe que él sería el que me colocaría la estola diaconal en la celebración. De él aprendí mucho de que se trata ser cristiano.
Al día de hoy, en medio de la contingencia que estamos viviendo, siento al ministerio diaconal de modo muy fuerte marcado por lo que lo atraviesa: el servicio. Estando misionado a las Parroquias de las Lágrimas y Luján, nos toca, junto con mis compañeros, una tarea de mucha cercanía con los más humildes: ya sea con acompañamiento espiritual virtual, colaborando en puntos solidarios repartiendo mercadería, colaborando en los comedores o contribuyendo en la novedad de los bancos de medicamentos de la diócesis.
El momento nos desafía mucho, pero junto a la oración personal y comunitaria, de la mano de la espiritualidad que nos congrega en Compañía de Jesús intentamos, todos los días, caminar tras sus pasos.
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