Un año desde Fratelli Tutti: Aprendiendo a vivir de verdad
Por Bruno Pazzi, Secretariado para el servicio de la Fe
Ha pasado un año desde la publicación por el Papa Francisco de Fratelli tutti. Un año durante el cual hemos experimentado la importancia de ser comunidad. Por un lado, hemos visto cuán importante ha sido la comunidad para mitigar y superar los efectos de un virus mortal, pero también hemos descubierto las formas en que éste ha expuesto nuestras vulnerabilidades sociales y personales. Llegamos a comprender que ninguno está a salvo hasta que todos están a salvo, y todos están en riesgo cuando yo me pongo en riesgo.
Sin embargo, mucho antes de la pandemia de Covid, había otras pandemias diferentes que atravesaban nuestras sociedades, pero parecieron salir más a la superficie cuando el Covid emergió: el ‘virus del nacionalismo’ que pareció apoderarse de las buenas intenciones y de la visión de la necesidad de proporcionar la vacuna para todos; el “virus de las noticias falsas” (o fake news), que pone a muchas personas en grave peligro. El Covid-19 puso de manifiesto situaciones con las que en nuestra “vida normal” nos habíamos familiarizado, las formas en las que nos habíamos vuelto ciegos ante nuestro vecino en riesgo, sordos a los gritos de ayuda en medio de todo el ruido de la vida moderna. Fratelli tutti nos hizo conscientes de estas crisis a las que nos habíamos vuelto inmunes. Así como ahora se nos dice que el Covid-19 es endémico, algo con lo que tenemos que aprender a vivir, eso no significa que tengamos que vivir con las enfermedades más profundas de nuestra sociedad, en las que necesitamos enfocarnos más.
Una cosa que ha salido a la luz es la crisis de la salud mental. Siempre estuvo ahí, pero el aislamiento forzado de la pandemia la ha hecho más visible (y en algunos casos más profunda). Ha sido ayudada por nuestra dependencia de los medios y las tecnologías de la comunicación. Resultaron muy importantes durante la pandemia, pero también nos acercan más a su “red”: una red no es lo mismo que “solidaridad”.
Fratelli tutti nos da esperanza. Nos recuerda que sí, tenemos muchas pandemias, pero nuestra mayor fortaleza radica en acercarnos unos a otros, construir nuevas redes y relaciones de atención y apoyo para que todos puedan prosperar. ¿Suena esto utópico? Quizás. Pero el virus por sí no solo nos muestra la fuerza y la vulnerabilidad de nuestra vida en común, en la forma en que se propaga y se adapta, también nos da un poderoso ejemplo de una “comunidad” que parece saber cómo actuar junta para sobrevivir. ¿Podemos hacer lo mismo no solo por la supervivencia sino por el bien común de todos, incluida nuestra Casa común? Fratelli tutti nos permite ver que lo “normal” solo funcionó para algunos, sacrificando, hiriendo o explotando a otros, pero también nos da la esperanza de una nueva posibilidad de cambio: el redescubrimiento de la humanidad de nuestra comunidad. La figura bíblica de Caín no tiene la última palabra, yo soy el guardián de mi hermano y hermana. Eso es vivir de verdad.
Ahora es el momento de comenzar a construir algo nuevo. Trabajo duro y paciente, pero buen trabajo en el que todos tienen un papel que desempeñar: un nuevo y profundo sentido de fraternidad. Si el virus nos ha recordado que no podemos sobrevivir o florecer el uno sin el otro, ahora es el momento de comenzar a crear la nueva vida de fraternidad. Requiere algo más que una visión política, económica o incluso ecológica; requiere que vivamos desde lo más profundo de nuestra alma con compasión y ojos que puedan ver al otro en su necesidad. Fratelli tutti enseña a abrir los ojos de nuevo y descubrir que no solo tenemos el poder de ser el buen samaritano, sino que también somos los que yacen heridos y moribundos y necesitamos ayuda.
Fuente: jesuits.global/es
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